Transdiscursividad y educación para la comunicación. El reto de la cultura del diálogo como problema de la comunicación educativa

Share

Autor: Francisco SIERRA CABALLERO.
Año: 1999.
En: Más allá de un milenio : globalización, identidades y universos simbólicos : Actas del VIII Simposio de la Asociación Andaluza de Semiótica celebrado en La Rábida en 1999. Sevilla : Alfar
Páginas: pp. 427-438.
Número de páginas: 11

Continue reading «Transdiscursividad y educación para la comunicación. El reto de la cultura del diálogo como problema de la comunicación educativa»

Trabajo inmaterial y crítica económico-política del Capitalismo Cognitivo

Share

Autor: Francisco SIERRA CABALLERO.
Año: 2006.
En: Redes.com: revista de estudios para el desarrollo social de la Comunicación (Nº3, p.165-170)
Número de páginas: 5

Continue reading «Trabajo inmaterial y crítica económico-política del Capitalismo Cognitivo»

Entrevista: Mesa Redonda – Cuba

Share

Entrevista realizada el 11 de diciembre de 2015 en Mesa Redonda, Cuba.

Espacio: Mesa Redonda
Tema: La comunicación mirando desde el Sur.
Resumen: Académicos de Iberoamérica, reunidos en La Haba­na por el reciente congreso de investigadores sobre in­for­mación y co­mu­­ni­cación, ICOM 2015, evalúan las ru­tas críticas para enfrentar el actual orden comunicacional

Comunicación Política, Transformación Social y Alternativas Democráticas: Crítica y Límites de la Experiencia PODEMOS

Share

Desde el punto de vista de la economía política de la comunicación, fiar toda la comunicación política a los media es una apuesta equivocada.English.

Innovación Política y Cambio Social

Reconocer que el fenómeno PODEMOS es un caso único en la Ciencia Política y bien merece la atención y reconocimiento a un proyecto que, como mínimo,  logró abrir el marco mediático, situar desde la democracia deliberativa, el interés general e, incluso, lo común, actualizando el relato y discurso del 15M, es, creo, indiscutible. La cuestión aquí es que esta experiencia viene limitada por una teoría y una práctica política a todas luces discutible que afecta a la concepción de la comunicación, a las disputas por el capital y a la identidad de clase. Ahora bien, comencemos por reconocer dos aportes fundamentales:

PODEMOS ha dado un papel central a la política de comunicación, falla histórica en la izquierda. Su programa electoral ha incluido medidas importantes como la transformación no mercantil de la esfera simbólica, una política cultural pensada desde la ciudadanía, con participación activa de la población y una nueva institucionalidad cultural democrática y transparente que articule comunicación y cultura desde una concepción transversal.

PODEMOS ha innovado desde el punto de vista de la tecnopolítica, las formas de diálogo con la ciudadanía mediante el uso inteligente y creativo de las redes sociales, en una concepción propia de la democracia 4.0, desarrollando lo que Cava denomina “populismo 2.0”, y ello a partir no solo de una lectura diferente de la composición de clase sino más bien en virtud de nuevas estrategias y lenguajes que conectan con las nuevas generaciones de internautas y la cibercultura contemporánea. Esto es, la forma de acción institucional de PODEMOS entronca con una concepción proactiva y ciudadana de Internet que reconoce la necesidad de la defensa de este espacio de cooperación no mercantil haciendo un uso apropiable del proyecto y espacios virtuales de la comunicación institucional por parte de los actores sociales.

De la Materialidad de la Mediación y el Trabajo Político

Reconociendo ambos aportes, cabe no obstante resaltar algunas limitaciones de esta experiencia:

La comunicación política no es una cuestión de medios sino de mediaciones.Por ello, el mediocentrismo de PODEMOS es el talón de Aquiles de la estrategia diseñada con aparente éxito inicial, la misma que hoy relega a esta formación a un papel secundario superada por una fuerza política de derechas, CIUDADANOS, que goza del apoyo de las corporaciones informativas que dominan la esfera pública. Hipotecar toda comunicación política a los medios es una equivocación de acuerdo con la Economía Política de la Comunicación. El margen de la comunicación política es precisamente la pérdida de hegemonía del capital. El poder de la mediación exige una estrategia dentro y fuera de los medios, desde los sujetos interpelados en el discurso y mediatizados por el flujo informativo dominado por el conjunto de mediosmeanstream. De ahí que la lectura laclausiana, la teoría populista de la comunicación política de Podemos, resulte errada. La evolución de los acontecimientos demuestra que pensar las mediaciones en la constitución de una nueva subjetividad política desde el escenario hegemónico de los medios termina siendo, a fuerza de soltar, reduccionistamente mediocéntrica, poco política y menos aún transformadora. Si bien es notoria una nueva sensibilidad o sensorium, a lo Benjamin, y el capitalismo depende de las construcciones político-afectivas, ello no significa que la indeterminación en el campo sociodiscursivo sea absoluta, menos aún si analizamos la estructura de poder de las industrias periodísticas hiperconcentradas en países como España.

Los significantes flotantes presuponen y exigen sujetos políticos que sepan nadar. Sabemos que la idea del centro político es tan difusa que admite todo espacio fluido y mutable, y por lo mismo es propensa al naufragio de los sujetos que se mueven en este espacio, por ejemplo con un desplazamiento hacia CIUDADANOS. El discurso y la noción de pueblo son por definición opacos y remiten a una teoría del acontecimiento y de la mediación que, al menos en la práctica, brilla por su ausencia en la práctica mediática de Podemos.

Pensar que las identidades políticas no están determinadas por relaciones económicas y sociales concretas, al ser básicamente modelizaciones discursivas, no permite la transformación de nuevas subjetividades ni el cambio histórico, que como demuestra la teoría crítica es sobre todo un proceso de producción y algo más que democracia cultural mediada por el mercado o el libre intercambio de significantes. Lenguaje y trabajo, mano y cerebro están históricamente conectados. No es posible desligar el universo el discurso de las condiciones necesarias para la vida en común. En otras palabras, no es posible un proceso de cambio sin enfrentarnos con la materialidad que media toda teoría y toda acción social. Por indefinida que sea la concepción de lo popular y por no reductivamente determinado que esté el discurso, siempre hay anclajes en lo real. Esta es la diferencia negada del pensamiento de Gramsci en Laclau. A mi entender, falta en el diagnóstico una visión estructural, más Bourdieu y menos semiocentrismo. Se deriva en un nuevo idealismo sobre la autonomía, indeterminada, de lo simbólico, como si no hubiera estructuras de clase y reglas del juego de acceso al capital simbólico.

La falta de reflexividad deja la operación mediática de los significantes flotantes en el aire, sin consistencia, vulgar, no común, en la banalidad de lo nuevo y lokicht. Un juego de tronos propio del mundo espectacular, donde la creatividad y la invención de otros mundos imaginados solo es posible desde el discurso, en un sentido performativo, sin cambiar la realidad, sin interferir en las bases concretas y materiales, de los mundos de vida.

Cabe criticar la calculada ambigüedad en el lenguaje, la indeterminación del significante flotante, vacío, que tiende a ajustes coyunturales y mero tacticismo. Como en los ochenta, la comunicación política de PODEMOS comparte el fetichismo de la comunicación empresarial que apelaba a las marcas y relaciones públicas para resolver la crisis estructural de acumulación del capitalismo. Lo sorprendente es que muchos intelectuales de izquierda compartan tal visión pancomunicacionista negando una idea elemental para todo proyecto emancipatorio: no otra cosa es el dominio del principio de universal equivalencia que la del puro significante y la lógica del intercambio.  Por eso decimos que PODEMOS comparte un mal entendido concepto de la relación entre la teoría y la realidad, entre estrategia comunicacional y práctica política.

Mirando Hacia el Futuro

Es momento de parar a pensar, al tiempo que movilizar, los corazones y las cabezas. No otra cosa es la teoría crítica que ilustrar las pruebas, conectar y modificar perspectivas, avizorar nuevos horizontes cognitivos, capturar en lo esencial el complejo prodigio de la vida en común. Y ello exige que recordemos que toda relación, todo sistema relacional es por definición contradictorio. Las relaciones no solo son imaginarias, ideales, son también producto de la experiencia mediatizada por intereses, por poder, situación y desigual posición de observancia. Como enseñara Gramsci, no es posible pensar fuera, no es posible el mito de la exterioridad.

El estudio de las dinámicas históricas a largo plazo permite analizar los problemas contemporáneos con criterio y de forma integral. Como advertía Mandel, no debemos desconectar la historia por arriba y las estructuras de dominación de la historia por abajo. Cabe comenzar por la imagen gramsciana de articulación del doble poder: sistematizar y desarrollar el marxismo como teoría científica, como práctica sociovital, como conciencia subjetiva y objetiva y como ‘inconsciente ideológico pulsional’. Si se articula no en el sentido común de Laclau, sino como mediación liberadora de procesos de emergencia de una otra forma de práctica teórica, ello significa superar:

  1. La tradición tecnicista del marxismo que ha privilegiado el factor económico y el desarrollo de las fuerzas productivas como eje para la transformación colectiva.
  2. La lectura superestructural que relega y olvida las condicionantes económicas y las relaciones de producción como ha sucedido en Norteamérica e Inglaterra con los estudios culturales.

La vuelta a la historia para politizarla en su interpelación a la figura del intelectual y el compromiso histórico, más allá de la sociología de la deconstrucción retórica, el giro lingüístico y semiocentrista de la hipersimbolización micro del neopragmatismo, implica en esta dirección tratar de trascender la ausencia de teoría fundamentada a partir de la crítica del inconsciente capitalista que hoy domina el pensamiento por la falsa dicotomía individualismo/colectivismo, comenzando por pensar desde el principio básico la idea motriz en Marx, que no es otra cosa que el hecho social del pensamiento como escritura de y desde la explotación. Solo a partir de la radical materialidad de esta lógica, es posible comprender el inconsciente ideológico, el miedo a tener miedo, un sentimiento común de todo sujeto que ha de responderse ‘qué hacer’ en tiempos de cambio de época.

En los pueblos y ciudades de España no esperan una respuesta comunicacional, sino alternativas transformadoras. Los productos mediatizados tienen un rápido desgaste. El problema es que pueden no dejar en territorio esperanza alguna. Ya no sirven los significantes flotantes sino la vuelta a lo real concreto, con todo su espesor y complejidades. Quizás tras el quiebre o leve pestañear mediático algunos redescubran este principio esencial. Eso al menos esperamos, por el bien de todos, por el bien común.

Tomado de: Democracia Abierta la sección Latina de OpenDemocracy http://bit.ly/1IbfQRY

Political communication, social transformation and democratic alternatives: critique of the Podemos experiment

Share

To mortgage all political communication to media is a mistaken deal, from a perspective informed by the political economy of communication.Español

PSOE leader Pedro Sanchez, Podemos leader Pablo Iglesias, Ciudadanos leader Albert Rivera and Vice President of the Spanish government and Partido Popular Soraya Saenz de Santamaria at a live television debate. Demotix/Oscar Fuentes. All rights reserved.Admittedly, the Podemos phenomenon is a unique case in political science and highly deserves the attention and recognition it has generated.

At the very least, the Podemos project has achieved the opening up of a mediated framework situated in deliberative democracy and the general interest, the common, alongside the widely circulated renewal of 15-M discourses.

All of these aspects are, I believe, undeniable. The question posed here is whether this political experiment will come to be limited by a theory and political practice that is by any standard debatable, as concerns its concept of communication as well as the struggles that relate to capital and class identity. That said, we begin by recognizing two fundamental contributions that Podemos has made.

Firstly, Podemos has given a central role to political communication, historically a weakness in left-wing political movements. Podemos’ electoral programme included important measures concerning the transformation (and not a commodified, market-oriented transformation) of the symbolic sphere. What the party promises is a political culture for the citizenry that features active participation of the population and an institutionally renewed democracy, marked by transparency; at its best, the Podemos project articulates communication and culture from what may be called a ‘transversal’ (or cross-hatched) conception.

Secondly, Podemos has, moreover, innovated from the point of view of what may be called ‘technopolitics’; that is, it has employed forms of dialogue with the citizenry mediated by a creative and intelligent use of social networks in a manner suitable to a conception of democracy 4.0, or what Cava has called ‘Populism 2.0’.

This approach broaches not only a different reading of class composition but is further virtuous for its new strategies and vernaculars that connect with the rising generation of internet-istas and the contemporary cyber culture.

That is, Podemos’ implicit form of institutional action relates a conception of proactive endeavour and the Internet citizen in a manner that fully recognizes the necessity of defending this cooperative space. Podemos promises politics that are not ‘mercantile’– that is, distinctly not commodified and market-driven–in order to appropriate the use of virtual spaces in pursuit of the project of institutionally-oriented communication on behalf of stakeholders.

On materiality and the mediation of political work

While recognizing both of these contributions from the party’s emergence, nevertheless limitations follow from the Podemos experiment.

Political communication is not only a question of employing mediums but also of mediations. That is, despite the upsides of its project noted above, the mediacentricism of Podemos is the Achilles heel of a strategy designed with apparent initial success. The mediacentric approach has relegated the Podemos movement to a lesser role at the moment, surpassed by a force of the political right; namely, the party that goes by the name Ciudadanos (‘Citizens’) that enjoys the support of the information sector corporations that dominate the public sphere.

To mortgage all political communication to media is a mistaken deal from a perspective informed by the political economy of communication. The possibilities of political communication on television depend precisely on undermining the hegemony of capital, which imposes limits that are very difficult to exceed, given the power of vested interests.

The power of mediation demands a strategy that is both inside and outside the mediums–a very tall order, given the interpolated subjects of discourses who have been mediatized by the flow of information that is, in turn, dominated by the conjoined power of mainstream media organs.

In this view, Podemos’ reading of Laclau’s populist theory of communication politics results in an error. The evolution of these events in Spanish politics demonstrates that to think the constitution of a new political subject can arise from within the hegemonic situation of media is to end up with a mediacentric reductionism; a reductionism with too little in the way of politics and still less that is transformational. If capitalism depends on its political-affective constructions, it does not follow that indetermination of the socio-discursive field would be absolute or liberating; still less if we analyse the hyper-concentrated structure of power in the journalism industry in countries like Spain.

The floating signifiers presuppose and demand political subjects who would know how to swim. We know that the idea of the political centre, on this view, is so diffuse as to assume all space as fluid and mutable; and for the same reason, a fluid, mutable “centre” presents the propensity to shipwreck subjects who move themselves into this space (as in for example, the displacement of Podemos voters to Ciudadanos). The discourse and the notion of a public or a people (el pueblo) are by definition opaque and both defer the theory of why events (do, do not) happen, as these come to bear on Podemos.

Allow me to clarify. To think that political identities are not determined by economic relations and concrete social facts–that is, to think that these are basically discursively modelled–disables the transformation possibilities of new subjectivities as well as for historic change.

By contrast, in being mindful of material constraints, critical theory demonstrates that subjectivity and change are all about a process of production and something more than cultural democracy via the market place or the free exchange of signifiers.

Language and work, hand and brain are historically connected. It is not possible to disentangle the universe of discourse from the necessary conditions of lives lived in common. In other words, a process of change is not possible without ourselves facing up to the materiality that mediates all theory and all social action. To avoid being reductively deterministic in deploying a conception of the popular reliant on inconclusiveness, there must be anchors in the real. This is the ill-considered difference in the thinking of Gramsci that arises via Laclau’s interpretation. As I understand it, Laclau lacks a diagnostic within a structural vision; more Bourdieu, please, and less semiotic-centricism. As it stands, Laclau promotes a new idealism about autonomy and the indeterminancy of the symbolic—and he does so largely as if there are no structures of class and rules of the game of access to symbolic capital.

This lack of reflexivity leaves the mediated operation of floating signifiers blowing in the wind without consistency, vulgar, not held in common, enveloped in the banality of the new kitsch. The reliance on floating signifiers ushers in a game of thrones proper to the world of spectacle, where creativity and the invention of other imagined worlds is only possible in discourse; that is, in a performative sense, without changes to reality, without intervening in the literal bases and materials of the life world.

The calculated ambiguity of language, the indetermination of the empty floating signifier, tends toward accommodations to the current moment and does so through mere tactics. As in the 1980s, the political communication of Podemos shares the fetishism of commercial communication that appealed to brands and public relations to resolve the structural crisis of capitalism.

What is surprising is that many intellectuals of the left share such a vision ofpan-communicationism. This is a vision that has denied an idea fundamental to the whole emancipatory project: to wit, submission to the belief that the pure signifier and the logic of symbolic interchange alone open the way to universal equivalence. For this reason, we say that Podemos participates in an impoverished understanding of the relation between theory and reality, between communication strategy and practical politics.

Looking towards the future

It is a moment to stop to think and at the same time, to mobilize hearts and minds. Critical theory is the thing that illuminates the clues, connects and modifies perspectives, monitors new cognitive horizons, captures in its essential complexity the marvel of the life held in common. And critical theory demands that we remember that all connection, all relational systems are by definition contradictory. Moreover, relations are not only imaginary, not simply ideals, but are also the products of experiences mediated by power interests within situations in which the position of the observer is unequal and not equivalent. As Gramsci teaches, it is not possible to think “outside”, since the myth of exteriority is not possible.

The study of long-term historical dynamics permits analysis of contemporary problems with specified criteria and in terms of relationships. As Mandel warned, we should not disconnect the history of above (i.e., by, for, and of the ruling elites) from the structures of the history of the same as seen from below. Near the start of the Gramscian image of articulation of doubly articulated power, the challenge arises to systematize and to develop Marxism as a scientific theory, as practices of social dynamics, as objective and subjective conscience in addition to the ‘pressing ideological unconscious’.

If articulated beyond the common sense of Laclau, a liberating mediation could offer another form of urgently needed theoretical practice, including as outlined above, a bid to overcome the following longstanding defects in left-wing movements:

a.    –  The technocratic tradition of Marxism that has privileged the economic factor alongside the development of productive factors as the crux of collective transformation; and

b.    –  The superstructural reading that, conversely, exiles and forgets economic conditions and the relations of production, a tendency that has triumphed in North America and England in their pursuit of cultural studies.

What do we have? The return of history to politicize the interpolation of the figure of the intellectual and historical commitment bursts through the sociology of rhetorical deconstruction, the linguistic turn and the hypersymbolization of micropragmatism, developments implicit in cultural studies. What does it all mean? In this place, it is vital to transcend the absence of essential theory, beginning with the critique of the capitalist unconscious that today dominates thinking by positing the false dichotomy of individualism/collectivism. Beginning with the basic, driving idea in Marx that social facts of thought, such as a society’s scriptures, are of and within exploitation and not something else, presents a start to a new project. Only beginning with the radical materiality of this originally Marxist logic is it possible to comprehend unconscious ideology–the fear of having fear–a common feeling for all subjects who have asked themselves ‘what is to be done’ in times of epochal change.

In the towns and cities of Spain, the people do not await a communication-oriented response to their problems, but rather alternative transformations. Mediated products have a rapid obsolescence. The problem is that they do not enable the landscape of hope for some. Now the media products are fast-fading and the floating signifiers do not serve any more. There is a need for setting up the return of the real and the concrete, with all its thickness and complexities. Perhaps after the readjustment of the media and a reduction to innocuous flickering onscreen, some will rediscover a fundamental principle. That at least we hope, for the good of all, for the common good.

Tomado de: OpenDemocracy http://bit.ly/1NVe2wP

Todo proceso político en América Latina tiene características diferentes, aseguran analistas en Ecuador

Share

2015-12-16AgenciaANDES_procesosPoliticosALQuito, 15 dic (Andes) – Los recientes resultados electorales en Argentina, con el ajustado triunfo del conservador Mauricio Macri, y en Venezuela, donde la oposición de derecha se alzó con una mayoría parlamentaria, han dado aliento a los sectores políticos que se oponen al gobierno de Ecuador que avizoran una situación similar en las elecciones presidenciales de 2017.

¿Llegó al fin la tendencia de gobiernos progresistas en América Latina que dieron un fuerte impulso a la inversión social, la reducción de la pobreza y la soberanía nacional; existe un reordenamiento de la derecha, qué amenazas y qué desafíos significan los resultados de Venezuela y Argentina? Estos planteamientos fueron analizado en el programa Ecuador no para por la periodista Carol Murillo, el historiador Juan Paz y Miño y el académico Francisco Sierra.

“Ningún proceso, ni el boliviano, ni el argentino ni el venezolano tiene las mismas características que tiene el de Ecuador. De tal manera que no puede uno pensar que lo que ha sucedido en Argentina o en Venezuela tenga que ser un reflejo condicionado de lo que va a pasar en Ecuador”, dijo Murillo, magister en Relaciones Internacionales y de Estudios de la Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar.

Para la analista, esa evaluación es importante porque un sector de la sociedad y un sector de la izquierda o de los movimientos que han apoyado a los gobiernos progresistas están un poco asustados y desolados por lo que ha sucedido en los países citados, por lo que llama a evaluar fríamente la situación.

Francisco Sierra, periodista por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, cree, en cambio, que los resultados de las elecciones argentinas y venezolanas “sí dan para pensar que existiría un proyecto de restauración conservadora muy evidente”.

“Si hiciéramos un diagnostico hay que señalar que los actores, empezando por Estados Unidos, por la articulación local de las derechas, tiene unas pautas comunes, una misma matriz, un mismo comportamiento geopolítico y estratégico, que tiene que ver con sectores vitales”, sostuvo Sierra, director del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal).

Juan Paz y Miño, miembro de la Academia Nacional de Historia de Ecuador, indicó que hay ciclos políticos en América Latina que coinciden cada diez años. “Lo que ocurrió en las décadas del ochenta y noventa en América Latina fue el deterioro sistemático de las condiciones de vida y de trabajo de la población”, dijo al referirse a los gobiernos que privilegiaron políticas privatizadoras, que seguían el Consenso de Washington priorizando el pago de la deuda externa y desestimando el rol del Estado.

Sierra destacó el legado de los gobiernos de izquierda o progresistas en Latinoamérica sobretodo el impulso a la integración del fallecido líder Hugo Chávez.

“Siempre había una comunidad imaginaria de América Latina, pero no se concretaba en la política pública, creo que el proceso de articulación institucional del llamado nuevo regionalismo latinoamericano es importante y, de algún modo, objeto a abatir de esas derechas que tienen una misma matriz discursiva y de activación política”, planteó el académico.

Sierra dijo que se ha comprobado empíricamente cómo el Grupo de Diarios de América (GDA) coordina sus agendas, establecen los mismos temas en diferentes países y las mismas fuentes de información.

En este contexto, el historiador Paz y Miño coincidió en que la prensa junto con los sectores burgueses se ha articulado para desestabilizar y ganar terreno en la región. El analista sostuvo que las derechas se han disfrazado de rostros más humanistas.

Mientras, Carol Murillo considera que hay un reordenamiento de las antiguas fuerzas que lejos de representar el cambio, como se postulan, “son el pasado en su más alto nivel”.

Tanto Murillo, como Sierra y Paz y Miño concuerdan en que los desafíos para los gobiernos progresistas enfrentar esta arremetida de la derecha son la pedagogía y la organización política, así como la promoción de la conciencia social.

ar

Tomado de Agencia ANDES (16-12-2015): http://bit.ly/1NwXWWq