Capitalismo cognitivo y bienes comunes en la era digital

Autor(es): Francisco SIERRA y Jesús SABARIEGO
Universidad / Institución: Universidad de Sevilla, Universidad de Coimbra
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Introducción

A partir de 1990, el proceso de globalización capitalista acelera su salida a la crisis de acumulación fordista, iniciada en la década glosiosa del neoliberalismo, concentrando en el trabajo inmaterial, en la mal llamada economía creativa, un espacio de emergencia y desarrollo, que hoy por hoy exige una mayor reflexividad geopolítica sobre los procesos de reproducción simbólica ampliada y la lógica de valor que hoy impregna ámbitos no colonizados directamente como la Universidad o el sistema de ciencia y tecnología. Esta nueva realidad debe tomar muy en cuenta la aceleración de transacciones, la movilidad de activos financieros y una posmodernidad retrógrada que Jameson critica como nuevo inconsciente ideológico del capitalismo que afecta sobremanera a la práctica teórica y a la forma de concebir y organizar los bienes comunes de información y conocimiento en la era del Capitalismo Cognitivo. Desde este punto de vista cabe concebir las transformaciones de la era tecnológica digital como un proceso de recomposición marcado por:

1) La fragmentación de las cadenas productivas de bienes y servicios creativos en economías de escala configurando mercados globales y redes de intercambio, producción y distribución que afecta incluso a las formas de acceso y consumo cultural (hipótesis Netflix).

2) La intensificación de la movilidad, competencia y apropiación privada de los mercados culturales cautivos en el marco del Estado-nación (lógica Amazon).

3) La mercantilización y uso instrumental de la cultura en procesos de especulación del capital rentista como por ejemplo el proceso de modernización de los territorios (tipo Google).

De acuerdo a este razonamiento, hablar de economía creativa y desarrollo cultural pasa, en cierto modo, por plantear la crítica económico-política  de la innovación capitalista. La creatividad social es hoy una fuente de recursos a reapropiar que, paradójicamente, es compartida, es pública y colectiva. La riqueza de las naciones depende hoy de la fábrica social, de la inteligencia general, de los flujos creativos, polimórficos y socializados de las masas. La cooperación y comunicación del trabajo colectivo es determinante en la era del lenguaje de los vínculos. Pero buena parte del discurso de la llamada Industria Creativa es coherente con la panoplia de discursos pro globalización capitalista ya sea en forma de reivindicación del consumo (la era del acceso, según Jeremy Rifkin) o de la proyección de la cultura de la fantasía (la sociedad del sueño, según Rolf Jensen), o de reivindicación de las formas creativas de apropiación y la economía de la experiencia, tal y como Joseph Pine y James Gilmore apuntan en sus escritos. La génesis de este discurso de la era de la creaividad puede retrotraerse a la concepción schumpeteriana de la innovación como proceso lineal y ascendente que, regulado por el mercado y el motor del crecimiento y desarrollo económico, permite articular círculos virtuosos de apertura y mayor complejidad en la organización social. Ello presupone:

1) Procesos de mediación capaces de alterar los ciclos económicos.

2) Agentes de cambio.

3) Identificación de fuentes de ventajas competitivas y beneficios económicos.

En este horizonte conceptual, la cuestión es hasta qué punto la innovación es mímesis, imitación y adaptación, considerando la cultura, y en general la información y el conocimiento, un mero recurso o mercancía. En las siguientes páginas, se esboza algunas consideraciones para pensar la captura del conocimiento y la innovación que la cooperación social ampliada genera en la fase madura del capitalismo cultural o cognitivo y sus efectos en los modos de producir información y conocimiento.

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