Desarrollo sostenible y cultura de la sobriedad

Autor(es): Francisco SIERRA CABALLERO
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Históricamente, el concepto de desarrollo ha sido redefinido en continuo contacto con los procesos sociales y una creciente conciencia ética global que le ha obligado a adjetivarse repetidas veces: humano, integral, endógeno, autónomo, sostenido. “Desde el desarrollo entendido como modernización productiva, que se mide por el producto interior bruto, hasta el despliegue de las capacidades humanas, ha mediado un largo proceso de maduración que ha tenido en la participación social su piedra de toque” (García Roca, 2004: 96). Y que hoy, en la crisis civilizatoria que vive la humanidad, ha de ser cuestionada desde una cultura de la sobriedad y los espacios locales de desenvolvimiento. La propia naturaleza multidimensional reconocida de las bases materiales (económicas, sociales y del medioambiente) que afectan, transversalmente, esta aspiración de la autonomía de los pueblos exige una lectura desde los territorios y, por ende, una mayor reflexividad sobre los imaginarios del cambio. No en vano, las propias Naciones Unidas hace tiempo que definieron el desarrollo como un proceso de mediación, como la posibilidad de expresar y definir, con voz propia, las condiciones de evolución y organización social autónoma. Es por ello que desde finales de la década de los setenta, la noción de desarrollo cultural ha vinculado el campo de la comunicación al problema complejo y recurrente de las necesidades sociales en ámbitos tan dispares como la economía, la política o la educación, integrando la creatividad y las identidades (la biodiversidad humana) en un nuevo paradigma constituyente del modelo de reproducción social. Los programas de organismos como la FAO o la OMS han procurado desde entonces pensar la comunicación en sus programas sectoriales y las políticas de cooperación internacional. Ahora, si bien las Naciones Unidas validaron en la agenda pública internacional un enfoque integrador de la comunicación como marco de configuración del desarrollo, y factor transversal, en las políticas de promoción del cambio social, llama hoy la atención que en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se piense las políticas y Agenda 2030 sin la centralidad de la dimensión cultural, base de la producción en común de otro mundo posible. “Lo común – en esta lectura – es una construcción política, o mejor dicho: una institución de la política en los tiempos de los peligros globales que amenazan a la humanidad. Decir que lo común, como lo indica su etimología, es de entrada político, significa que obliga a concebir una nueva institución de los poderes en la sociedad (…) Conduce más bien a introducir en todas partes, del modo más profundo y más sistemático, la forma institucional del autogobierno” (Laval/Dardot, 2015: 519). Y en este proceso la comunicación es vital, pues la sostenibilidad empieza por la producción de otro marco representacional de la vida y la sociedad.

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