Capitalismo cognitivo y práctica teórica. La mediación social de la ciencia como problema.

Autor(es): Francisco SIERRA CABALLERO
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RESUMEN

 La determinación y naturaleza contingente de toda producción social de conocimiento hoy se torna más que evidente con el proceso de industrialización que envuelve la tarea de pensar en una academia crecientemente colonizada por la lógica totalizante de capitalización y tecnocratismo. Ello implica un problema de Sociología del Conocimiento, en el sentido de problematizar las nuevas formas de práctica teórica en los contextos histórico-culturales contemporáneos, desde el punto de vista del sensorium del actual modo de información que introduce el Capitalismo Cognitivo. Los efectos empírico-teóricos frente a las derivas de los nuevos contextos socio-técnicos − propiciados por la reestructuración del modelo de acumulación capitalista y las lógicas de apropiación privada del saber que afectan hoy a la práctica académica −constituyen en este sentido un problema epistemológico central que debe ser considerada desde una lectura materialista del quehacer intelectual. Pues están presentes en la vida del cognitariado, definen y gobiernan su organización y modus operandi, con el que han de compatibilizar viejos principios y modos de concepción de las Ciencias Sociales y las Humanidades clásicas ante exigencias productivas e instrumentales inmediatas, que son impuestas por las agencias y nuevos actores del sistema de ciencia y tecnología universalmente, y de forma muy particular en el caso de España. Frente a esta lógica, la crítica al Capitalismo Cognitivo y la defensa de una Comunicología Abierta pasa por abordar la cuestión central de esta discusión: reconocer o no la naturaleza comunal del conocimiento. El presente aporte presenta un análisis general de los procesos de sobredeterminación de la práctica teórica en España identificando los factores y consecuencias del modelo de regulación del trabajo científico a fin de tratar de contribuir a la construcción de una Economía Social del Conocimiento Comunicacional, poniendo en escena las discusiones claves para deconstruir y descolonizar los marcos axiológicos de referencia en los cuales se debaten y se imponen las agendas de un modelo de política pública orientado por una matriz colonial ajena a la propia cultura académica.

ABSTRACT

The determination and contingent nature of all social production of knowledge, today becomes more than evident with the process of industrialization that involves the task of thinking in an academy increasingly colonized by the totalizing logic of capitalization and technocratism. This implies a problem of Sociology of Knowledge, in the sense of problematizing the new forms of theoretical practice in contemporary historical-cultural contexts, from the point of view of the sensorium of the current mode of information introduced by Cognitive Capitalism. The empirical-theoretical effects against the drifts of the new socio-technical contexts – propitiated by the restructuring of the capitalist accumulation model and the logics of private appropriation of knowledge that affect academic practice today – constitute in this sense a central epistemological problem that should be considered from a materialist reading of intellectual work.

For they are present in the life of cognitariat, they define and govern their organization and modus operandi, with which they have to reconcile old principles and modes of conception of the Social Sciences and Classical Humanities before immediate productive and instrumental demands, which are imposed by the agencies and new actors of the science and technology system universally, and in a very particular way in the case of Spain. Faced with this logic, the criticism of Cognitive Capitalism and the defense of an Open Communicology is to address the central issue of this discussion: recognize or not the communal nature of knowledge. The present contribution presents a general analysis of the overdetermination processes of theoretical practice in Spain, identifying the factors and consequences of the scientific work regulation model in order to try to contribute to the construction of a Social Economy of Communication Knowledge, staging the key discussions to deconstruct and decolonize the axiological frames of reference in which the agendas of a public policy model guided by a colonial matrix alien to the academic culture itself are debated and imposed.

KEYWORDS

Cognitive Capitalism/Mediatization/Open Communicology/Social Economy of Communication

INTRODUCCIÓN

Toda actividad investigadora presupone una práctica teórica mediada por la sobredeterminación de la actividad creativa. Un modo de producción es una relación social compleja que está en la base y viene condicionada por la lógica de mediación social de las formas de pensamiento y enseñanza. En nuestro caso, de la Comunicología. No hay posibilidad de conocimiento sin trabajo. Toda mediación cognitiva es o presupone un proceso de producción. “Esto implica que es el resultado del trabajo de la imaginación humana para elaborar ideas, conceptos, sistemas de ideas que articulan un margen más o menos amplio de dimensiones de la vida social que nos permitan comunicar lo que consideramos los procesos estructurantes o las formas más o menos permanentes o regulares en el tiempo en las que se están organizando las sociedades, los modos de su cambio e inclusive las experiencias individuales en el seno de ellas. (Tapia, 2013, p. 41). Eludir esto es negar la dimensión constitutiva esencial de toda obra o pensamiento, cuando no idealizar la llamada sociedad cognitiva, en una suerte de impostura.

 

En su segunda acepción, la Real Academia Española de la Lengua define impostura como fingimiento o engaño con apariencia de verdad. Esta lógica no es exclusiva del universo mercantil que se cultiva en los medios. Afecta sobremanera a la propia actividad académica en un tiempo, como alerta Noam Chomsky, en el que las universidades han sufrido el asalto neoliberal del reino figurado de la mercancía con todos los fetiches habidos y por haber. Y ello en buena medida porque la cultura digital es una cultura del postureo. La crítica de la Comunicología en nuestro tiempo viene marcada por el simulacro y la deriva de indicios y formas inconsistentes de reflexividad social general. De ahí que, como en las redes, prevalezca el reino de la apariencia La expectativa vital del reino de la vanidad mal entendida es la base de una práctica teórica sujeta, subordinada y objeto de colonización del Capital. “El entusiasmo sostiene el aparato productivo, el plazo de entrega y tantas noches sin dormir, los procesos de evaluación permanente, una vida competitiva, el agotamiento travestido, convirtiéndose en motor para la cultura y la precariedad de muchos que buscan vivir de la investigación y la creatividad en trabajos culturales o académicos” (Zafra, 2017: 16). El investigador influencer, el académico TED manager se conforma así hoy como una mercancía visible objeto de captura en virtud de su visibilidad. El valor de su trabajo es más estético que reflexivo, más mediático que político y más mercadotécnico que filosófico. Por ello es preciso resistir a la deriva del Capital que amenaza la propia existencia de la investigación social a fin de comprender y transformar nuestro mundo normalizado por lo que algunos hemos convenido denominar Capitalismo Cognitivo.

La revolución telemática que determina hoy el modo de hacer y pensar nuestro oficio es, de acuerdo con Michel Serres, la alteración de posición y postura de los prosumidores. Y por ende de los propios estudiosos de los fenómenos de la información y la comunicación. Por ello, en la era Trump de los fake news, la crítica de la crítica resulta a todas luces más que oportuna cuando se nos plantea, en la Academia, la legitimación de un discurso que, por principio, participa de la espiral del disimulo inmersa como está en la cultura de la posverdad. Nada nuevo bajo el sol. Hace casi un siglo, Orwell vindicaba la verdad como un acto revolucionario. Y hoy parece necesario recordar sus palabras para entender las derivas de un campo sujeto a tensiones y celeridades propias de una competición sin sentido. Así, en nuestro tiempo, el rumor, la incertidumbre e inexactitud han impuesto como norma el pensamiento débil consustanciales al modelo de acumulación flexible del turbocapitalismo en el que el entretenimiento es seguir la apariencia de los hechos en función de una estructural  disonancia cognitiva. El resultado de esta lógica es el odio a la crítica fundada, el rechazo del conocimiento consistente e incluso, más allá, el desapego y desafección hacia las instituciones académicas en virtud de un populismo mal entendido que, desde la tradición sociocrítica, resulta del todo inaceptable como posición irracionalista. En el trasfondo de esta evolución, existe una clara voluntad de tomar como definitivo el asalto a la razón y, como resultado, garantizar la renuncia de la conciencia a todo proyecto emancipatorio. Por ello, un síntoma revelador de las lógicas imposturas de nuestro tiempo es la renuncia a la perspectiva histórica. Los tiempos excedentarios del Capitalismo Cognitivo son propios de un presente perpetuo, una práctica teórica del aquí y ahora, o peor aún del afuera y del no lugar, pues el empirismo abstracto impone la racionalidad positivista donde el lugar, lo concreto, queda anulado como anclaje de la práctica teórica.

Ahora bien, en Ciencias Sociales, parafraseando a Mattelart, solo es científico, elaborador de una verdad, “un método que surja de una situación histórico política determinada y que verifique sus conclusiones en una práctica social acorde con las proposiciones histórico-políticas en las que se pretende inscribirlas” (Zarowsky, 2007: 21). Desde una filosofía de la praxis, sabemos que no hay conocimiento sin mediación social. La práctica teórica es siempre objeto de sobredeterminación. Más aún cuando en tiempos como hoy se ha producido una transformación estructural del proceso de producción y socialización del saber social necesario al mudar las condiciones materiales, la infraestructura y tecnología de acceso al conocimiento, así como la función social de la investigación. Esta ha ampliado su alcance y ámbito de actuación merced a las continuas conexiones y entrecruzamientos, con lecturas hipertextuales, aprendizajes colaborativos y prácticas creativas de consumo en las redes ubicuas de interrelación social que signan o atribuyen a la función intelectual nuevos roles y condiciones. El presente texto ilustra hasta qué punto las lógicas tardocapitalistas de cooptación y control del pensamiento libre, la determinación de la forma-pensamiento de la escritura académica han sido alteradas al albor de las nuevas lógicas de reproducción social en el Capitalismo Cognitivo. La diferencia de la lectura que aquí desarrollamos sobre otros ejercicios de metainvestigación en el propio campo de conocimiento de este artículo es que cuestionamos, por principio, a nivel de la epistemología y el análisis de la referencia, el problema de fondo que late sobre la renuncia al espíritu crítico, a saber, la imposición en nuestras universidades con la lógica de la impostura de una cultura de investigación que procura no preguntar las cuestiones decisivas, no escuchar a los interlocutores y pares de la comunidad y, en suma, evitar pensar fuera de las normas de lo decible y aceptable según el orden reinante. En nuestro tiempo, se ha remplazado así la interpretación de la comunicación por la glosa y el comentario renunciando, por principio, a la voluntad de transformación del mundo que habitamos. El comunicólogo hoy confunde lo evidente con lo sustancial, la epidermis social con la esencia de los fenómenos que estudia, y lo urgente con lo necesario en menoscabo de las preguntas intempestivas, la propia formulación teórica y la voluntad de interpelación, sometido como está por la urgencia de un estéril productivismo y un entorno colonizado por la tecnología y las políticas científico-técnicas neopositivistas a una forma de práctica teórica marcada por la inusitada fascinación propia de las fantasías electrónicas criticadas por Vincent Mosco hace más de tres décadas. Y es que la hipervisibilización mediada de las pantallas marca el dominio de la imagen especular del Capital.

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