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Francisco Sierra Caballero

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Página Web de Francisco Sierra Caballero, Catedrático de Teoría de la Comunicación

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Etiqueta: cultura del like

El Frente Popular de Judea

Posted on 02/05/2024 by Albert
El Frente Popular de Judea
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En Andalucía –y, en general, entre la izquierda patria– andamos de vueltas con los Monty Python y La vida de Brian, adorando la división cuando más necesitamos sumar y multiplicar los esfuerzos de confluencia para transformar la vida y cambiar la historia.

Debe ser que algunos no pasaron por la clase de aritmética o solo rieron los chistes de los muchachos británicos sin echar cuenta o comprender la crítica explícita contenida en la secuencia porque, si en verdad procuraran pensar, no estarían en las artificiosas diferencias sin criterio de distinción, salvo el «divide y vencerán». Un principio propio de pendejos o líderes extraviados incapaces de otra cosa que escuchar a los palmeros.

Por ello tiene lugar la desafección cívica. Y por lo mismo, también, Andalucía no cuenta. Estos días, la Plataforma Andalucía por la Mayoría Social atisbó una ventana de esperanza en forma de coalición de las ilusiones por la construcción de una alternativa para nuestra tierra y una política inteligente con la que sumar.

Sobra decir, porque es público y conocido, que tal convocatoria fue un éxito y ha abierto ventanas de oportunidad para construir alternativas de futuro y esperanza para el Sur y para los de abajo. Pero también es reconocido que lograr el objetivo de una lógica frente a la devastadora máquina de destrucción neoliberal de la derecha extrema no va a ser cuestión de días ni tampoco nada fácil.

Hay que mudar formas de articulación política, cambiar las posiciones de observación y permear sobre todo las organizaciones partidarias con cuerpo y pasiones alegres, con más ciudadanía y mayor capacidad de escucha activa, que no es solo oír demandas en audiencia sino, más bien, procurar por sistema transformar la vida y cambiar la historia a ras de suelo, al cabo de la calle, con sentido del común.

La vindicación útil de los derechos, la realización política efectiva, pasa por actuar en lo concreto, de forma recta en la izquierda, evitando sectarismos y salmos para la autopromoción publicitaria. Análisis, crítica, elaboración colectiva y unidad programática de acción. Ni más ni menos.

En el homenaje que hicimos hace un año en La Carbonería a Julio Anguita, con el buen oficio de mi amigo Sebastián Martín Recio, la lección compartida por los asistentes fue más que clara a este respecto, pero algunos no acaban de enterarse. Miran más hacia arriba de Despeñaperros que a los lados y hacia abajo, justo cuando más hemos de transitar por el frente amplio de una mayoría de progreso.

Toda política contraria a este mandato es renunciar a mandar obedeciendo a los sectores subalternos, que piden, emplazan y –hoy más que nunca– esperan construir otro modelo de país en Andalucía. Más aún, toda propuesta no comprometida con este principio está condenada al fracaso.

Es hora, pues, de una convocatoria por la gente; hora de multiplicar la disidencia, que no es dividir la izquierda sino articular el descontento contra el austericidio en su forma política y no lo contrario, que es lo que está sucediendo: dinamitar, en fin, las luchas sociales por falta de dirección y representación en formas organizativas que, por necesidad histórica, han de ser innovadoras, híbridas, político-sociales y movimientistas, como dicen en otras latitudes.

Y quienes se enroquen en su aislamiento, sepan que, como sucediera en otros momentos no tan lejanos en el tiempo, la historia los retratará, básicamente como lo que vienen siendo: aves de paso, tragicómicos personajes burlescos o, peor aún, traidores a la causa del pueblo andaluz por activa u omisión manifiesta.

Porque no todo el problema de nuestra tierra es culpa exclusiva del Gobierno ultra de Moreno Bonilla o por décadas del partido-Junta del PSOE, que ni está ni se le espera . Hay una responsabilidad histórica que hemos de asumir la izquierda andaluza trascendiendo modelos periclitados evitando la tentación de la llamada «nueva política», más propia de una feria de vanidades que como se propone de una cultura radical.

De hecho, este es el principal peligro de la comunicación política progresista. La nueva generación de dirigentes son de la cultura del like, no del pensamiento negativo, ni antagonista, sino del discurso de «fenomenal», esto es, viven anclados en la hapycracia de lo peor.

En una reciente exposición del Centro Cultural Conde Duque en Madrid, Superlikes, uno aprende a pensar que el clickactivismo es la política de lo imposible, la pospolítica o, si prefiere el lector, la antipolítica de la nadería, porque no hay mediación cognitiva, ni social ni política.

Una estética relacional que niega todo principio de compromiso, que surfea en el narcisismo primitivo, sin sustancia, ni verdad, basculando solo en el universo de la reacción. Es tanto como decir que habitan en la reproducción del orden reinante, de derecha a izquierda, de arriba abajo, contando con las bases replicantes que hoy proliferan por doquier.

Semiótica de la simulación poco o nada evocativa, salvo la de recitar el salmo del líder electrónico de turno. Y en este modo de producir el relato, la fuerza de la elipsis se ha eclipsado por el presente perpetuo del like, por el carrusel de la vanidad incandescente que todo lo abarca y que, a fuerza de tanta futilidad, vamos a acabar añorando el cuplé y el género chico, lo nacional popular, y la política cabaretera que es más de Brecht que de Echegaray.

Concluyo. La política, como la academia, se ha convertido en una casa de citas, una suerte de arte manierista de la nada por principio, salvo la emulación o el mero enunciado de la espiral del disimulo. Así las cosas, la lógica citacionista de la pura reproducción inocua que todo lo inunda nos deja sin voz ni horizonte histórico.

No sé si los smart boys o la generación de cristal adolecen de un malestar tanto fisiológico como cultural que determine esta forma de comunicación, pero lo que es una evidencia es que nos gobierna un ecosistema de mediación simbólica que puede ser considerado una pandemia y que, desde una ética emancipadora y socialista, debe por principio, y cuanto antes, ser combatida. Y no casualmente, por cierto, sino empezando por la Andalucía barroca. No obstante, son cosas que uno piensa en tiempos de confusión: no haga el lector mucho caso.

Posted in Medios onlineTagged Andalucía, clickactivismo, cultura del like, desafección, izquierda, Julio Anguita, unidad, unidad programática

Una sociedad de palmeros

Posted on 01/11/202101/11/2021 by Albert
Una sociedad de palmeros
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En la cultura digital proliferan los memes y los memos, estos últimos desapercibidos pero ya les digo que, a fuerza de jartibles, ya ni en inglés se pueden descalificar como hatibles. Hay quien dice, vaya usted a saber, que es como resultado de la cultura de lo like –o lo light, que tanto da–.

Pero, si hablamos de nuestro país, palmeros existen de tiempos inmemoriales, prácticamente desde la corte de «tanto monta, monta tanto» que, al fin y al cabo, de lo que se trata es de montar, o montarse el taco: la reproducción, vaya, en sus diversas modalidades, sea esclavizando a la plebe patria o allende las fronteras, como vindican ahora los bárbaros hijos de la chingada.

No debiera sorprendernos: vivimos un tiempo semejante al de los personajes de Brecht. En La ciudad de Mahagonny, el dramaturgo alemán anticipa el relato del apocalipsis de una generación adaptada a la violencia de la acumulación por desposesión, entre el hedonismo y la pasiva fatalidad de más de lo mismo, característica de la cultura sumisa del like.

Los protagonistas del drama, como los actores de hoy, saben decir qué les gusta pero no oponerse, inmersos como están en el espíritu positivo de su tiempo. La cultura de la hipertrofia de la seducción es, de hecho, la cultura del individualismo posesivo, de la figura del empresario de sí mismo que, en el callejón de los espejos de Valle Inclán, mostraría algo bien distinto, como en la jocosa escena de El Buen Patrón en la que los prohombres hechos a sí mismos quedan en evidencia por sus esposas como lo que son: hijos de papá, herederos de la barbarie y de la expropiación.

Por ello, no deja de ser ridículo escuchar a Arrimadas –y antes a Rivera– decir que ellos son lo que no son: socialdemócratas (bueno, luego liberales, otrora centristas, luego patriotas y, para finalizar, ejecutivos a cuenta, que es de lo que se trata: del taco).

Por eso nunca supimos si el concursante de retórica era de Bernstein o Kautsky. En estos tiempos del like, la banalización extrema de la ocurrencia ocasional prolifera con la escópica lógica de la verborrea del nuevo homo loquens.

Por ello convendría empezar a exigir «menos hablar y más leer». El acto de la lectura tiene el potencial de sugerir, evocar, proyectar frente al potencial proceso de pérdida de la libertad creativa de la palabra suelta que, más que un verso sin rima, es una rima arrítmica sin posibilidad de vida porque no contempla la pausa o el silencio, tan necesarios en la música y en toda república.

Toca, pues, superar el universo Facebook y la cultura del postureo: hemos de trabajar en pro del costureo, de coser los rotos y jirones del neoliberalismo. Precisamos, en fin, menos aplausos y más cacerolada; menos palmeros y más orfebres del arte de la propuesta y el antagonismo, pues nos va la vida en trascender y negar el origen de esta y otras turbulencias, sociosanitarias y financieras.

Al fin y al cabo, sabemos que los palmeros pueden seguir el ritmo de cualquier palo. Y esa es, en suma, la cuestión: saber de qué palo es uno, si es de El Palo o de La Malagueta; si es de La Macarena o de los neohipsters de La Alameda, que siguen soñando que la revolución se hace a golpe de click mientras Facebook, vía WhatsApp, impone reglas restrictivas, un capitalismo salvaje de lo que Joaquín Estefanía califica de «relaciones sádicas», esto es, contratos de adhesión que son de vasallaje, de rendición debida a quien no da rendición de cuentas, inmersos como están los GAFAM en el paraíso fiscal de su reino en la tierra.

Visto lo visto, una cosa queda clara: o nos convertimos en palmeros del abuso (No mands land) o vamos a una política de límites y contrapesos. La democracia deslimitada, sin regulación, es más propia de sistemas feudales, tan nostálgicos ellos de la antigüedad, cuando hablar podía salir tan caro como perder la propia vida, algo semejante a lo que está pasando de forma amable, a golpe de like, en la democracia aclamativa del nuevo espacio virtual de la Plaza de Oriente, con tribunales de orden público añadidos.

Toca, en fin, aprender de este tiempo de silencio como un tiempo de alternativas. Cultivemos el principio «esperanza», como el viejo topo de la historia, calladamente. No vaya a ser que quieran hacer una página web de nosotros.

Posted in Medios onlineTagged acción política, antagonismo, clickactivismo, cultura del like, pasividad

© Francisco Sierra Caballero, 2019.

fcompoliticas@gmail.com

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