Restauración informativa y vasallaje

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La era de la racionalidad del sistema de objetos es, de acuerdo con Guy Debord, el de la proyección especular de la imagen, del tiempo congelado, promesa de memoria y, en realidad, construcción de la nada. Dura simulación o fantasía de movimiento pues, en verdad, como explica Deleuze, la imagen-movimiento es remplazada, en la era del audiovisual, por la imagen-tiempo, por las industrias y colonización del alma, por la cultura espectral que, digitalizada, abstrae todos los códigos, difumina las barreras y marcadores ideológicos de la representación.

La importancia del flash-back en la cultura mediática da cuenta, en este sentido, de la importancia de la memoria. Pues, como explica Deleuze, la imagen-tiempo sustituye en el cine moderno a la imagen-movimiento de la memoria clásica. La mediación de la nueva cultura informativa afecta al eje perceptivo, al eje afectivo y, claro está, a la función proactiva del sujeto.
Como advertía Trías, el tiempo se alza en la modernidad, en el cine, reteniendo el movimiento, que queda entonces subordinado, a través de una narración, voluntariamente deshilachada, como una suerte de acción rota u oquedad que permite la emergencia de la memoria involuntaria, o de pérdida de visión histórica de larga duración.
Disculpe el lector la parrafada, pero uno siente que el Nodo que vivimos estos días en los medios, tanto públicos como privados, recuerda demasiado la memoria involuntaria de la transición democrática en forma de nuevo de restauración.
Hoy como ayer, la agenda neofranquista tiene en el periodismo su leal caballo de Troya. Al tiempo que los subalternos del IBEX35 tienen agenda, diseñan estrategias, financian la contraofensiva de la esclavitud, los medios definen el framing, inculcan valores, y hacen valer la VOX de la oligarquía financiera. Así las cosas, parafraseando a Rosa Luxemburgo, la alternativa es democracia o dictadura, fascismo o libertad.
No es tiempo ya de la revolución de las sonrisas ni la política del talante cuando la agresión del capital amenaza la vida y el planeta, cuando la guerra de clases es la reacción al proceso de movilización de los indignados, las mareas, el 15M y numerosos procesos de protesta y lucha globales.
El lenguaje totalitario que inunda las pantallas, chicas o móviles, tiene en este escenario el cometido de reducir todo a mensajes unitarios, simples, dicotómicos, emocionalmente intensos y directos, difíciles de mediatizar o discutir con la razón. Pero que, como antaño, deben ser contrarrestados considerando que la retórica del exceso termina teniendo impacto social en forma ya no de violencia simbólica, sino de protofascismo que atenta contra toda convivencia democrática.
El desencanto o la política de pérdida de la esperanza que neutraliza la voluntad de emancipación y vuelve más invisibles a los sectores populares es la razón de ser de los nuevos populismos de extrema derecha que proliferan por desafección al arte público de la política con la tendencia de los medios a reducir la complejidad, a ocultar los resortes estructurales de las contradicciones y conflictos por la estructura de sentimiento de las pasiones y emotividad irracionalista.
Y es que en tiempos de crisis y desasosiego, el contagio es la técnica y la velocidad la eficiencia del discurso de Familia, Tradición y Propiedad por el que se impone en forma de cerco y acoso al pensamiento antagonista. Observen experiencias como las de Estados Unidos o Brasil.
El uso de las redes sociales y la politización hacia el resto –por cierto, apelando a la teoría de la conspiración contra España– es un guión similar al de Bolsonaro. En esta tarea, complementariamente a los medios mainstream, andan los hackers de la sinrazón. La prótesis social de la cibercultura ha sido invadida de los bárbaros y macarras de la moral.
Con la sensación de informados y sumergidos en la red de actualidad, vivimos, como advierte Jaron Lanier, en un internet no «de las cosas» sino «de la cosificación». Un espacio no público sino privativo en el que no es posible la deliberación ni la distancia social pues prevalece el panóptico digital, como advierte el filósofo Byung-Chul Han.
 La lucha de clases pervive, sin duda, en el ámbito digital. La dialéctica del Big Data, tanto Facebook como Twitter, configura el espacio púbico con datos privados al servicio de la desinformación negando toda forma de autonomía. En esta lógica de captura, CITIZenGO y Hazte Oír son el ariete-plataforma o red de restauración ultraderechista como antaño en Estados Unidos era Heritage Foundation. Aquí colaboran OpenDemocracy y ActRight como otros grupos extremistas coordinados en The Movement de Steve Bannon.
Consideren además que la Unión Europea está sometida al vasallaje de los emperadores tecnológicos de Estados Unidos y el complejo del Pentágono y verán que el niño de la CIA –Juanito, el campechano– tiene hoy nuevos siervos de la gleba que nos quieren domar, simplificando el relato de lo que acontece por un porvenir reciclado.
Ahora bien, recuerden las palabras de Marcelino Camacho, y no olviden que la tecnología es un medio de producción que tiene propietario. Antagonismo, soberanía popular, proceso constituyente, en España y en la UE. Contra los hijos de San Luis, contra la restauración: libertad y republicanismo, aquí y ahora. No queremos ser mediatizados. Es tiempo de mudanza: de Capitol Hill a la Comunicación de los Comunes.