Sumar quiere abrir ya en el Congreso el debate sobre el reparto de la publicidad institucional a los medios

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Sumar ha registrado en el Congreso dos proposiciones no de ley (PNL) con las que pretende abrir el debate sobre la publicidad institucional de los medios y su regulación. La Mesa debe aún calificarlas, por lo que aún no se sabe todavía cuándo se verán en la Cámara.

«La publicidad institucional es un reto. Hoy por hoy sirve como fondo para comprar voluntades y hacer campañas de desinformación. Deben utilizarse esos fondos con criterios de proporcionalidad, según audiencia, relevancia y diversidad», afirma a Público el diputado Francisco Sierra, portavoz de Sumar en la Comisión de Calidad Democrática y catedrático de Teoría de la Información en la Universidad de Sevilla. La comisión parlamentaria aborda desde hace meses sesiones sobre desinformación en España.

En el texto de las proposiciones se recoge la necesidad de trasponer al ordenamiento jurídico español el reglamento europeo sobre la Libertad de los Medios de Comunicación. «A la espera, hay medidas urgentes que deben ser acometidas por el Estado, al ser en algunos casos tareas pendientes de nuestro ordenamiento jurídico desde la transición«, plantea Sumar.

Así, en la primera de las PNL, en cuya exposición de motivos se plantea que existe un «contexto de crisis del periodismo» y una «peligrosa deriva de la desinformación que las redes y algunos diarios digitales promueven en el sistema mediático«, lo que, a juicio de Sumar, «hace necesario definir acciones institucionales que contribuyan a mejorar la calidad democrática de nuestro sistema de información».

Así, Sumar plantea en la proposición cinco asuntos además de la necesidad de «impulsar una ley de transparencia de la publicidad institucional que afecta al equilibrio y a la financiación de los medios de comunicación».

Por un lado, el «diseño» de «un plan de alfabetización mediática y digital de la ciudadanía para el desarrollo de competencias socioculturales contra la manipulación informativa y la desinformación». Por otro, la derogación de la llamada ley mordaza, que «afecta a la libertad de prensa y el ejercicio autónomo de los profesionales de la información».

Además, «adoptar medidas de protección del trabajo periodístico y regular los procesos de robotización de las redacciones con el uso inapropiado de la Inteligencia Artificial». También, «impulsar la ley de secreto profesional de los periodistas como garantía jurídica para la protección de fuentes imprescindible para el desarrollo del periodismo de investigación».

Y, por último, «promover políticas contra la precariedad de los profesionales de la información que protejan la independencia de los periodistas tanto en los medios privados como en los medios públicos, impulsando medidas de igualdad de género en los puestos directivos de nuestro sistema informativo».

Servicios comunitarios

En la segunda de las proposiciones, Sumar se ocupa del fomento de los servicios de comunicación audiovisual comunitarios sin ánimo de lucro. El partido explica en el texto que «la Ley General de Comunicación Audiovisual 7/2010, de 31 de marzo, creó una nueva categoría de radio y televisión por ondas terrestres, [estos servicios, que estarían] destinados a atender las necesidades sociales, culturales y de comunicación específicas de comunidades y grupos sociales y fomentar la participación ciudadana y la vertebración del tejido asociativo».

Añade Sumar en la PNL: «Desde la creación de este tipo de servicios, han sido numerosas las solicitudes realizadas por las Comunidades Autónomas para que la Administración General del Estado planificara el espectro radioeléctrico necesario para proceder a conceder licencias. Sin embargo, hasta el momento […] el Estado no ha planificado ninguna frecuencia ni ha establecido ninguna normativa. La inacción por parte del Gobierno impide a las Comunidades Autónomas el desarrollo de sus competencias y supone una restricción a la libertad de expresión al impedir la creación de estos nuevos medios de comunicación».

Así, Sumar plantea lo siguiente al respecto. Por una parte, «habilitar en el plazo de 6 meses el dominio público radioeléctrico solicitado por las Comunidades Autónomas para destinar a servicios de comunicación audiovisual comunitarios sin ánimo de lucro». Y, por otra, elaborar «un censo de servicios de comunicación audiovisual comunitarios sin ánimo de lucro» y «desarrollar un plan de fomento» para apoyar estos servicios, que contenga una «convocatoria anual de ayudas».

Sionismo informativo

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Que la ultraderecha neofascista se organiza y coordina internacionalmente en su estrategia contra la democracia no es nuevo: repite un patrón similar a los años treinta. La agenda política une así a Netanyahu con los ultras patrios de VOX aún siendo de tradición antisemita. Paradojas de la historia. O no.

Lo cierto es que en esta ceremonia de la confusión parece pasar inadvertido el rol estratégico de los medios como artífices del pogromo autoritario del ordeno y mando al son del capital financiero. Y menos aún es conocido que el sistema informativo internacional desplegó hace tiempo una agenda sionista que hoy hace posible la negación del principio de jurisdicción universal y las acciones de la Corte Internacional de Justicia contra los crímenes de guerra del Gobierno de Israel.

Por ello, en el coloquio que colegas de la Facultad de Derecho organizaron en mi universidad, en la que un supuesto rector toma medidas nada rectas para agredir al movimiento estudiantil acampado contra el genocidio, insistí en que, ante la guerra en Gaza, tenemos tres frentes culturales que acometer en defensa de la paz y la palabra: el orientalismo hegemónico de los medios, el colonialismo y la economía política de la comunicación que hace posible el relato legitimador de la barbarie.

De lo primero, qué decir, además de recordar las tesis del intelectual Edward Said sobre los imaginarios Disney que, del Pato Donald al Rey León, han cultivado las industrias culturales, estigmatizando la cultura árabe. Los medios, además, por principio, son etnocentristas y, como demostrara Van Dijk, también racistas.

Alimentan a diario un imaginario islamófobo, con una retórica WASP, muy acorde con el modelo Fox News del trumpismo y el Coffe Party. Ello explica todo uso de tropos para confundir una parte con el todo, Hamás con el pueblo palestino, Oriente con la barbarie, Occidente con la civilización, y la guerra con un mal menor necesario para la conquista de un pueblo negado que debe ser sometido para civilizar, como muestran las narrativas de la literatura al cine, del videojuego al cómic, de la publicidad a los noticieros de televisión.

El segundo elemento desapercibido para la opinión pública cuando vemos los niños muertos de Palestina es el colonialismo informativo. La geopolítica de la comunicación dibuja un mapa de las redes del Norte a Sur, de Nueva York y Tel Aviv a Londres y París, en las que los pueblos sin Estado, y los Estados pobres sin medios de representación, de Palestina al Sáhara, viven dependientes de los relatos prefabricados por el núcleo hegemónico del sistema internacional, básicamente estadounidense, cuyas empresas controlan más del 70 por ciento del flujo de información del sistema internacional de comunicación.

Ello explica la guerra del Golfo, manipulada por la CNN, y la versión dominante en los medios, RTVE incluida, sobre la guerra en Oriente Medio. En este escenario, Israel no es un país cualquiera, sino aliado estratégico de Estados Unidos, y socio preferencial del complejo industrial-militar del Pentágono, cuyo control de la red satelital y las comunicaciones electrónicas esenciales para la ciberguerra es absoluto, como total es la comunicación para la guerra que interviene en el espacio público para distinguir víctimas dignas e indignas, como ilustrara en el caso de Timor Oriental y Camboya Noam Chomsky y Ed Herman.

A ello cabe añadir los intereses sionistas en Hollywood y Silicon Valley, la colusión de intereses entre telecomunicaciones, capital financiero y medios de información. Una combinación de intereses surgida de los tiempos de la Guerra Fría que explica en buena medida el discurso bélico prevaleciente en nuestras pantallas por doquier.

Como demuestran los estudios de economía política de la comunicación, cinco actores mediáticos controlan prácticamente la totalidad de los contenidos gracias a la concentración extrema de la propiedad, cuya estructura e ideología sionista criminaliza toda protesta contra el criminal de guerra Netanyahu.

Democratizar las falsas noticias pasa en consecuencia hoy por descolonizar la cultura angloamericana y sionista en los medios; denunciar los bots y LAS estrategias paramilitares en las redes de Inteligencia Artificial, los montajes y las campañas de relaciones públicas del Gobierno de Israel; los encubridores y colaboradores necesarios tertulianos que actúan de reforzadores de opinión a lo Pilar Rahola, y advertir que existe una censura sistemática de Estados Unidos e Israel sobre las guerras de este nuestro mundo, como recientemente se hizo con el documental de Jhon Pilger sobre la manipulación de las noticias en la guerra desplegada por décadas del Estado de Israel contra el pueblo Palestino.

Quienes defendemos la paz y el derecho humanitario, bien lo sabemos, como en la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) hace ya mucho tiempo. Corresponde ahora al lector protegerse contra los profesionales del silencio y la barbarie: toca vacunarse contra el virus de la desinformación de quienes quieren vendernos una moto con destino único al precipicio. La vida y la dignidad así lo aconsejan.

La Cofradía de Los Cipotones

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El maestro Antonio López Hidalgo siempre emulaba y rememoró en vida a Pepe Guzmán. Hoy me toca homenajear a mi amigo y maestro del Periodismo tomando prestada su expresión, habitual en él, para hablar de la proliferación en España de una especie protegida por el poder y la fortuna, la suerte de los imbéciles, o cucañistas de todo lo público y ajeno, que podrían ser distinguidos, básicamente, como «cipotones».

Quién sabe cómo traducir e identificar lo que ello significa, pero es ver en televisión a Antonio Naranjo y venirme a la mente la palabra. Están los topónimos y los tontos de capirote –o cipotones– que desfilan por doquier formando una amplia cofradía contra la razón. Una nueva especie que, como decía un meme en la red, es tan invasiva y trepadora en nuestro país que uno puede ir saltando sin tocar el suelo de Sevilla a Bilbao, de cipotón en cipotón, de gueon a pendejo, de abrazafarolas a boludo, de tontopollas a voxeros por doquier. Y sin parar.

La nueva internacional de la indigencia intelectual y la memez ha alcanzado a todos los sectores, estratos y actividades. Es lo más transversal que une a España: la gilipollez. Quizás por ello abunda en nuestra lengua tanto descalificativo. No les cuento de la universidad porque tendría que empezar por mi Facultad y continuar con asociaciones científicas y académicas, además de hablar de la RAE y Pérez-Reverte, bajo palio.

No terminaríamos esta columna poniendo ejemplos de lo común o, lo que es peor, el lector podría empezar a entrar en pánico o abonarse a la desesperanza y nosotros, con todo, somos de otra internacional: la de la pedagogía democrática, radicalmente gramscianos, partidarios, en fin, del principio esperanza.

Así que, siendo conscientes de esta lógica tontiloca de la cultura dominante, es hora de asumir algunas normas debidas de salud pública contra la fachosfera digital, por empezar por un frente cultural de obligada preocupación y alerta social en el actual contexto histórico.

Una ley universal de la comunicación dicta que «información da lugar a información». Retuitear, comentar, criticar o cualesquier otra acción fuera con las ocurrencias, por ser elegante, de Díaz Ayuso y la avanzadilla neofascista de los tertulianos de turno no hace otra cosa que amplificar el efecto boomerang.

No somos partidarios de la desconexión, pero un ejercicio sano diario es no abundar, difundir o combatir en terreno adverso, es decir, las redes colaboracionistas del golpismo mediático, el discurso de ilotas o esclavos que se propaga por la cultura de la nadería.

Tenemos por delante, además, cultivar la cultura del encuentro. No hay comunicación más rica y enraizada que la de proximidad, cara a cara, en grupo y público, en asamblea o bares, en plazas públicas o foros ciudadanos. Recuperar el dominio público pasa, en otras palabras, por apropiarnos del tiempo capturado por las pantallas y las corporaciones de Silicon Valley; no dejar nuestra interacción en manos de la mafia de las big tech para reconocernos cara a cara, en cuerpo y presencia, mano a mano, cordialmente, cultivando la política de la fraternidad. Ganaremos, de este modo, en calidad de vida y en calidad democrática.

Finalmente, y hablando del espíritu de nuestro tiempo, convendría, en instituciones y en la sociedad civil –de la Universidad a la familia; del Congreso de Diputados a los partidos; del campo a la ciudad– extender la cultura de la lentitud, desacelerar, en suma, el turbocapitalismo; abrir tiempos de reflexión y mancomunidad para ser y pensar, para promover una lógica de los sentipensamientos de una modernidad –otra– ante el despliegue del ecocidio y la explotación intensiva, en el espacio pero, sobre todo, en el tiempo que el capitalismo inhabitable nos impone.

En Andalucía, herederos del ethos barroco, hace tiempo inmemorial sabemos que el futuro de la humanidad pasa por desplazarnos de la modernidad realista, del Norte, a la cultura festiva y feriante del Sur y de los de abajo.

Construir una modernidad sensible con un cronotopo acorde con la naturaleza y la vida que late y sobrevive a los desmanes de la barbarie capital es imprescindible y debe ser prioridad en la izquierda emancipadora, de todos, querido lector, querida lectora. Y en ese empeño estamos. Esperamos que si alcanzó a leer hasta esta línea, comience desde ya, aquí y ahora, a leer y vivir con otro tempo. La vida, no lo dude, nos va en ello.

Francisco Sierra Caballero: «Es hora de afrontar un debate nacional sobre los mediadores o intermediarios del discurso del odio»

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¿Qué te ha llevado a dar ese paso adelante, y por qué ahora?

Como buen gramsciano, somos conscientes que no es posible la transformación social sin el compromiso histórico, sin contaminarse y asumir una suerte de epistemología del barro, nunca mejor dicho, en estos tiempos de fango y emergencia de las cloacas del Estado. Mantenerse en el espacio cómodo de la Universidad y el trabajo intelectual ajeno a la disputa política en un momento de cuestionamiento y ataque a la democracia y las libertades públicas no es ética ni socialmente sostenible. Es verdad que nunca antes he estado en la primera línea de la política, pese a los años de militancia y el trabajo en espacios como la FIM. Mi modesta contribución ha sido siembre en la lucha de las ideas y en los movimientos sociales, pero ante la actual coyuntura histórica y la propuesta de SUMAR había que aceptar el reto y trabajar por la construcción de un frente amplio. Y en ese empeño estamos, orgulloso de encabezar la lista al Congreso por Sevilla, por la Sevilla de Pepe Díaz, de una tradición y una cultura política que siempre ha pensado el principio esperanza en términos de unidad popular.

El 23J la izquierda superó las expectativas que todos tenían ¿Cómo analizas el resultado y el aumento de la participación cuando estábamos en plenas vacaciones?

Durante toda la campaña, tratamos desde el minuto uno de hacer pedagogía democrática explicando el fenómeno de la espiral del silencio, el marco cognitivo que la ultraderecha y el poder mediático instalaron en el espacio público sobre la supuesta mayoría absoluta de PP/VOX. Y avisamos que la encuesta más ajustada a la realidad era la del CIS. Los medios construyeron una burbuja mediática que pronto se fue desinflando. Cuando visitamos barrios y pueblos de Sevilla no solo percibimos una mayoría social a favor de un gobierno de progreso, sino un impulso e ilusión por el proyecto SUMAR que no percibíamos desde los tiempos de Convocatoria por Andalucía con Julio Anguita. Sabíamos que la movilización era esencial y que el discurso ultramontano de la derecha tenía por objeto, con los bulos y la desinformación, incentivar la desmovilización. Afortunadamente, logramos con un modelo de campaña muy capital, muy boca a boca, desmontar el imaginario de la mayoría absoluta de la derecha. En este sentido, la valoración, considerando las fechas y la presión ideológica de los poderes fácticos, puede ser calificada de muy positiva. En particular, la campaña de SUMAR ANDALUCÍA en Sevilla fue sin duda la mejor con diferencia, triplicamos en actos a otras fuerzas políticas, y logramos, cualitativamente, llegar a dialogar y pensar en común con la ciudadanía en los actos sectoriales y en cada territorio. Una experiencia que debe ser continuada.

No pasaron. Hemos resistido. PP y Vox no suman pero la izquierda lo tendrá más difícil que en la anterior legislatura para desarrollar su agenda progresista. ¿Cómo ves la configuración del próximo gobierno?

Era un hecho que el resultado iba a ser ajustado. Han sido meses de desinformación y campaña de la derecha mediática que han ido calando en la opinión pública, pero habrá nuevo gobierno de coalición y será una legislatura que debe abordar el frente cultural y la disputa política del sentido. Probablemente, las iniciativas legislativas van a ser limitadas por lo complicado del escenario de gobernabilidad, pero tengo el convencimiento que esta puede ser una oportunidad para articular el frente amplio de SUMAR como movimiento político y social e introducir en la agenda política debates pendientes como la financiación autonómica, particularmente lesiva para los intereses, por ejemplo, de Andalucía.

¿Cuál es el trabajo que tiene por delante Sumar a corto, medio y a largo plazo?

El primero y fundamental es definir el modelo de organización y proyectar a medio y largo plazo un proyecto de unidad popular con participación de la ciudadanía que defina en los territorios la organización del movimiento político y social y la construcción del sujeto político que haga posible el proyecto de país para la mayoría social. Hay que avanzar además en las propuestas programáticas y la agenda a llevar en la XV Legislatura, y desde luego pasar del ciclo de coaliciones y acuerdos puntuales a la constitución de una plataforma e identidad política con participación de los partidos, pero abierta al proceso transversal, participativo, desbordante que hemos podido palpar en la campaña y que sin duda demanda la ciudadanía ilusionada con la propuesta de SUMAR. Estas tareas postergadas por diferentes circunstancias deben ser, a mi juicio, prioritarias. Y exige volver a trabajar en los barrios, los centros de trabajo, los espacios públicos perdidos por una visión limitada de la actuación partidaria.

¿Qué objetivos te gustaría ver realizados en la próxima legislatura?

Desearía ver alcanzados al menos tres objetivos en esta legislatura. Primero, debemos suprimir la ley mordaza para recuperar el derecho a luchar por tener derechos. Es irrenunciable. No hay garantía de propuesta y protesta, de manifestación y reunión sin abordar este retroceso democrático. Por otra parte, desde el sur, desde Andalucía, es vital definir el modelo de financiación autonómica. Precisamos una agenda política andaluza propia, voz y políticas para atender por ejemplo la problemática de los barrios más pobres que sufren la desigualdad en nuestra tierra. Y en tercer lugar, aunque puede parecer muy específico o propio del interés académico de un experto en economía política de la comunicación, tenemos un serio problema de déficit democrático en el sistema informativo. Es preciso instituir un consejo estatal de medios como en el resto de países de la UE y definir políticas democratizadoras de la función informativa frente a la actual deriva tóxica y de degradación del trabajo periodístico. El duopolio y los intereses ocultos de los medios del sistema mediático explican la polarización y degradada calidad del debate durante la campaña o en la discusión de las iniciativas normativas del gobierno de coalición. Sabemos que no hay democracia sin información ni periodistas, pero esta se ha adulterado, en forma de fakenews, y los profesionales de la información precarizados viven a merced de intereses bastardos, cuando no se prestan a ser verdaderos francotiradores, y todo ello sin regulación ni fiscalización democrática por las políticas públicas. Es hora, en fin, de afrontar un debate nacional sobre los mediadores o intermediarios del discurso del odio. No es aceptable normalizar la barbarie que vulnera todas las normas deontológicas del oficio. Si no acometemos este reto, está en peligro la democracia.

Medios del odio

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En la novela de Umberto Eco, Número Cero, los medios no informan sino que publican las noticias de mañana. La realidad puede superar la ficción.

Dejó escrito el gran Alberto Corazón que, en este tiempo de algarabía, ha habido silencios y también grandes voces que enrarecen los sentidos con un ruido atroz de gestos vacíos. El problema en momentos de crisis sistémica como la que vivimos es que, en lugar de la necesaria reflexión y deliberación pública, cuando no el silencio, se impone el ruido y furor mediático. Particularmente en España proliferan y mantienen la hegemonía informativa los personajes que, con buen tino, Rafael Correa llamaba odiadores, o sufridores profesionales, tipos deleznables cultivadores de la mezquindad que, por oficio, no hacen otra cosa que contribuir a obstaculizar el buen gobierno o, en general, las políticas del buen vivir. Se equivoca el lector si pensara, con una interpretación al uso divulgada entre otros por hispanistas y viajeros descubridores de lo exótico que retrataron escenas pintorescas de nuestra realidad, que estas actitudes altisonantes y de violencia simbólica son propias de la idiosincrasia nacional. Nada más alejado de la realidad. El fascismo patrio, como antaño en Alemania, se cultiva en los medios más que por odio al proletariado y sus representantes, o en virtud de razones ideológicas, por la cartera. Desde siempre, los medios mercantilistas para odiar son del orden de lo que Vázquez Montalbán tildaba como eurocarteristas, sujetos aficionados, en fin, a la cultura del estraperlo que necesitan del ruido como fórmula y de la algarabía como coartada para alimentar la ceremonia de la confusión y proceder, como en el mundo del hampa, a la operación, birlibirloque, de sustracción y dejarnos paralizados y enmudecidos. Pues, en realidad, estos capillitas de misa y sacristía que gustan de la bulla son, pese a las apariencias, de la hermandad del silencio. Representan la vuelta al tiempo gris, en blanco y negro, de novelas como la de Martín Santos. Y cual técnica de la gota malaya alimentan los vientos de guerra, como ATRESMEDIA, dedicando la mitad de sus espacios informativos a armamento, guerra y destrucción (no en Gaza, el Sáhara o la mitad del continente africano, que no interesa) sino sólo focalizado en Ucrania. Una constatación que demuestra que la realidad puede superar la ficción, pues como en la novela Número Cero, de Eco, los medios no informan sino que publican las noticias de mañana y proyectan, no hablan de Ucrania sino que proponen, ucronías ensayos, como el capital financiero, especulativos sobre lo necesario y posible a costa de nuestras vidas. Todo en orden. El capital siempre precisa de su marcha marcial para proseguir con la destrucción creativa. Por ello el discurso del odio es refractario a la deliberación. Antes bien precisa estar amparado por el monopolio de la palabra y la opacidad del algoritmo, de un espacio público privatizado que muta en un espacio manipulado con la consiguiente mediación sesgada del escándalo y la provocación. En este ecosistema informativamente tóxico la retórica hoy es el arte del arrojadizo improperio y la ocurrencia banal sin fondo ni trascendencia, con falta absoluta de creatividad y crítica, ajeno a lo real concreto, opaco al escrutinio público en la ceremonia de la confusión que hoy reviste la comunicación política de lo mismo por obra de sus gacetilleros de tertulia de bar y barrena.

En definitiva, los medios de distorsión masiva no nombran lo que deben y los que nombramos lo necesario y lo real o somos silenciados en el margen del espectro comunicacional o directamente perseguidos (lawfare). Pues hemos llegado al punto en el que el comando electrónico y el arte y técnica de escenificación de la fe sin escrutinio, solo la pura inventiva, solo se sostiene, como ilustrara Chomsky, con correctivos a los disidentes. También en las redes, donde el fenómeno se amplifica exponencialmente. El ocultismo del algoritmo encubre maniobras orquestales en la oscuridad que amenazan a diario la democracia. Más allá de Cambridge Analytica, los GAFAM, empresas como META o Google son colaboradores necesarios de los golpes en Brasil o actualmente en Perú. Y cuando poderes públicos como la Comisión Europea tratan de regular para evitar abusos contra las libertades públicas los lobbys como DOT Europe movilizan a los influencers y opinadores de la nada para advertir que restringir las campañas de publicidad política es ir contra la libertad de expresión. Nada nuevo bajo el sol. Todo intento de política democrática en información y comunicación siempre ha tenido en contra los gremios profesionales y otras ONGs subvencionadas por los profesionales de la ucronía como Georges Soros, y seguimos en ese marco, bloqueados por movilizaciones propiciadas por la misma agencia que ha de ser regulada por transparencia y garantías democráticas negando realidades ya contrastadas como el estudio publicado en Science (2018) que demostraba que las informaciones falsas en redes se difunden más rápido y llegan a más gente que los verdaderos, dispuestos y acostumbrados como estamos a ser seducidos por el fetichismo de la imagen y la mercancía. Tras el Brexit convendría tomar buena nota de lo que la nueva tecnopolítica representa como dominio de la tecnocracia por vía de la guerra psicológica como guerra de clases por todos los medios posibles, una forma de dominación que abunda en el espectáculo y la sentimentalidad de esclavos con la ayuda de un ejército de distorsionadores necesarios de la expropiación. Así que, visto lo visto, y oído lo oído, toca hacer propósito de enmienda. Frente a la velocidad de escape de unos medios descontrolados, toca mediar, jugar con las distancias, enlentecer derivas, aplicar la virtud republicana de la pa/ciencia, desplegar la crítica y construir futuros deseables interviniendo con inteligencia una realidad minada y cercada contra la multitud. Ser en suma más sabios y acumular resistencias. Sumar, cultivar el temple y la inteligencia colectiva conectando espacios, voces que tejen banderas con el principio esperanza, desde la fraternidad. Pues, como sabemos, sólo el amor puede vencer al odio. La historia así lo demuestra.

Medios excéntricos

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En la era de la hipermediatización intensiva, propia del capitalismo informativo, es tiempo de confrontar el reto de la Inteligencia Artificial y en España el problema mediático de la estupidez artificiosa. Uno, que no atesora la virtud ni mucho menos el ingenio del bueno de Sánchez Ferlosio, se ve tentado de hacer una genealogía de lo excéntrico y sus usos sociales, más allá de la palabra, por ser tal deriva, para el caso que nos ocupa, y en la era de la postelevisión, una patología letal del ecosistema mediático patrio, atrapado como está el periodismo entre la lógica del exceso, en función de la concepción de la noticia como señuelo circense, y la pura redundancia. Lo primero lo justifican los periodistas por perchas que yerran al tratar de dar sentido al disparate de la escaleta y la imposición del rating, y lo segundo es la deriva natural de la mercantilización extrema que incrementa el tiempo de la autopromoción institucional hasta el límite legal, con el consiguiente cansancio del público expuesto, solo e indefenso, al carrusel de los sucesivos anuncios de telenovelas o reality show en los espacios destinados a informar de la actualidad, que siempre es más de lo mismo: la mueca del entre/tenimiento, expropiado ya su tiempo de vivir y soñar. De manera que puede decirse que el sistema mediático nacional es, básicamente, obsceno, y refuerza la mediación espectacular característica de la industria cultural que, en su fase superior, solo obedece a la exigencia especulativa del capitalismo financiero, a la forma deriva excedentaria de cultivo de la desmesura, el exceso, y la excentricidad, todo aquello que va contra la escena y una política común de la representación, negando por sistema lo apropiado y necesario. Esta lógica está en el origen de la cultura masiva. El fútbol y los espectáculos de masas fueron de hecho la base de expansión de los grandes medios comerciales. A través de ellos se construyeron héroes y nuevos arquetipos de referencia a escala incluso planetaria, y hasta diríase que estratosférica, por la prevalencia o el gusto por lo extremoso o fuera de ordinario. La propia teoría de la noticia fue así permeada de inmediato por esta política del exceso tan del gusto de las masas en la era quiz show. Y en contextos como el nuestro, de cultura barroca, la vindicación de lo grotesco alcanza ya cotas inimaginables. Ya quisiéramos tener programas como De zurda, con Víctor Hugo Morales. En el modelo oligárquico rentista solo ha lugar para El chiringuito, un trasunto para el periodismo deportivo del actual Tribunal Constitucional. Si yo fuera, como reza la canción, Maradona, el último icono global, probablemente, Messi mediante, les mandaría a todos al carajo. Pero como solo soy un futbolista fracasado, no queda otra que regatear a mi sobrino Leo, felicitar a la albiceleste, amar como nunca antes la cultura “nacandpop” argentina, y pensar que un Frente de Todos es posible en España, justamente por el ethos barroco. Cuando la televisión no nos deja ver y el móvil ni pensar, en un tiempo en el que la telestesia es anestesia sin información ni periodistas, con una democracia de baja intensidad, bajo la tutela de un imperio en decadencia y el latrocinio que la disrupción digital favorece, es hora de centrarse frente a los medios de representación excéntrica.

Vamos a tener que ganar nuestro particular mundial introduciendo, en su justa medida, el necesario equilibrio y mesura que los medios que circulan no cultivan. Algo así como cierta actitud senequista, haciendo de Anguita en medio del ruido mediático de la caverna que no cesa. No es poca cosa, créanme, y la gente común bien lo sabe. Por eso son todistas, no se les puede engañar con las sombras chinescas de la versión oficial única a base de mentiras repetidas hasta la saciedad. Tienen memoria y experiencia: el saber popular de lo que fueron, de lo que son y de lo que quieren hasta que los sueños sean la realidad.

La Era de los Cipotones

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Uno no está para seguir a los trolls, las redes y las cadenas ultramontanas de la extrema derecha y sus variaciones cromáticas (verde flex, naranja o azul). Tengo prohibido, por prescripción médica –como también debiera hacerlo Noam Chomsky–, seguir los medios de referencia informativa a fin de evitar sufrir y rechinar los dientes con las lecturas de la actualidad que hace el periodismo empotrado cada jornada.

Ya bastante tiene uno en su vida con el ABC, el diario matutino de humor no deseado, que vitupera, embiste y censura a diestro y siniestro, nunca mejor dicho. Y eso que, hoy por hoy, es una cabecera que pierde fuelle y lectores y que, últimamente, ni miedo da, y menos aún respeto infunde.

Ha colocado incluso a su director, Álvaro Ybarra, en el cementerio de elefantes del Consejo Audiovisual de Andalucía, con un presidente de arte dramático y ex altos cargos de la Junta cuyo único mérito es ser obedientes a la disciplina de partido. De vergüenza, considerando las soflamas del interesado contra lo público y contra toda regulación del Derecho a la Comunicación.

Claro que, como en el mandato anterior, para qué vindicar la participación cualificada en este órgano del Parlamento andaluz, si el aporte de la academia da grima. De un presidente jubilado, Antonio Checa, cuyo aporte no es otro que medrar y no hacer, por verónicas, a lo Rajoy, hemos pasado a su sucesora en el cargo académico, que dice que ha sido decana de la Facultad de Comunicación, pero que de política audiovisual y de las competencias del Consejo anda como liebre sin papeles: indocumentada.

Mientras, Canal Sur y los medios de representación actúan como el ariete de la expropiación de lo común. La única esperanza que nos queda es saber que ni Telecinco, ni en general los medios del duopolio audiovisual son vistos por la nueva generación, inmersa en el universo Meta de otros medios más proyectivos, ni la propaganda de Telemoreno la sigue ya nadie.

Si se trata de engañar, mejor usar uno mismo los filtros de Instagram. El virus de la pandemia que nos sacude es el de la simulación y el engaño, la cultura del filibusterismo. El problema es que el discurso cínico termina mutando en autoritarismo. La historia así lo demuestra.

Por ello conviene afirmar la virtud republicana frente a la emergencia de los cipotones y tontopollas que proliferan a nuestro alrededor y en las instituciones, de las que no se salva, por cierto, la Universidad, menos aún los altos cargos del Estado y los líderes políticos.

El problema, como siempre, es qué hacer para emprender una misión regeneracionista. No es que esté uno apático, pero la deriva de la estulticia como normalidad social es desalentadora, y no cabe hablar de cambio generacional como mera explicación lógica.

La gravedad de lo que ocurre en nuestro país no es equiparable, en ningún rubro, a otros países de nuestro contexto europeo. Cierto es que la crisis sistémica es global. Como ilustra el informe World Protests, hablamos de más de 1.500 movilizaciones contra los desajustes del sistema político y su captura por la máquina ordoliberal. Si sumamos a ello las casi 2.000 protestas por justicia social, el panorama es claro y revelador de la tendencia en curso que da cuenta de la crisis de representación.

De todas estas luchas y frentes culturales, el paradigma ilustrativo de cuestionamiento de la estupidez neoliberal es Chile, inmerso en un proceso constituyente, lento, contradictorio, paradójico, expuesto a las dinámicas retardatarias de la clase media, tratando de reconstruir y tejer el dominio público, como el actual Gobierno de la nación en España, mientras lo común sigue en manos de los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft), en particular de la plataforma Amazon, con cifras de más de 125.000 millones de dólares por trimestre.

En este contexto, toda política democrática pasa por impugnar las estructuras que hacen posible el reinado de cipotones como Elon Musk, una suerte de señores del aire que imponen la ficción neofeudalista de nuestro vasallaje.

Pero esto solo es posible, con ilustración e inteligencia colectiva; con voluntad de unión y emancipación social; con disciplina y autoorganización colectiva en un frente de todos, los nadie, contra los jeques que nos dan jaqueca y nos imponen una vida de jaque mate.

De otro modo es seguir jugando al Cluedo o al Estratego, en el salón de casa. Así que advertidos estamos. Mientras, a la espera de esta toma de conciencia y regeneración democrática, no perdamos la sonrisa de santos inocentes, aprovechando que se celebró ayer.

Ya ha dicho el Papa que no existe el infierno: que el infierno es ya el reino de los cipotones. Así que a gozar y reír, como hago yo cada semana con la lectura de El Jueves, el único medio impreso serio del país. Cosas del mundo al revés.

Una última cosa, y no les ocupo más tiempo, que es un bien escaso: no dejen de cultivar los mejores deseos para 2023. Va a ser necesario, porque serán posibles. Me lo ha confirmado mi tarotista de cabecera, la Fer. Así que no se achicopalen, que soñar es vivir.