El festival del disimulo

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En Eurovisión 2024, la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) solicitó excluir a Israel del Festival por el genocidio en Gaza. La respuesta tanto de RTVE como de la UER fue subrayar el carácter apolítico del evento. Un año antes Eurovisión había excluido a Biolorrusia porque “infringía las reglas que garantizan que el concurso no se instrumentalice ni se desacredite” e igualmente se hizo con Rusia en el contexto de la invasión de Ucrania. Este año Israel lleva a una superviviente del 7 de octubre. Hablando de instrumentalizar una candidatura no parece aceptable, aplicando los mismos criterios, que se autorice su concurso. Hay razones fundadas para impedir su participación, y no solo por la condena pública de un gobierno extremista y genocida como el de Israel. La cadena pública KAN 11 es el brazo armado de la propaganda del gobierno de Netanyahu, perseguido por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y de lesa humanidad. Hablamos de un escaparate de las acciones del ejército y el gobierno de Israel, cuyos contenidos aplauden y ensalzan a su ejército, la ocupación ilegal de Palestina, por mandato divino, y la limpieza étnica. Todo un ejemplo de mala praxis contrario a los valores de paz que, como recomienda la UNESCO, ha de definir el trabajo periodístico en defensa de la humanidad y los Derechos Humanos.

Un somero análisis de los contenidos de la cadena israelí constata que el canal incumple los propios estatutos de la UER que obligan a “desarrollar la diversidad cultural, el diálogo intercultural y los intercambios para promover la tolerancia, reforzar la identidad de los pueblos, la cohesión social y la integración de todos los individuos, grupos y comunidades”. Kan 11, en cambio, emite y publica constantemente contenidos racistas y de apoyo y apología de la limpieza étnica, la ocupación y el asesinato de civiles, sin mostrar ningún cuestionamiento o un ápice de crítica sobre la barbarie en Gaza y los territorios ocupados. Ello ha motivado movimientos de protesta en Islandia, Finlandia y otros estados europeos. El malestar ciudadano en España ya fue más que notorio el pasado año y hoy la sociedad civil mandata a RTVE que excluya a Israel solicitando en los órganos de la UER la supresión de la participación en Eurovisión, por los crímenes del gobierno que respalda con sus mensajes políticos, manifiestamente sionistas, y una apuesta de representación en el concurso dirigido a utilizar el evento como una estrategia de propaganda y blanqueamiento de la guerra de exterminio desplegada en Palestina. En esta línea, teníamos a bien, el pasado mes solicitar durante su comparecencia al Presidente de la Corporación, José Pablo López, un claro posicionamiento de RTVE en defensa de la paz solicitando la expulsión de la cadena KAN 11. El reciente Consejo de Administración ratificó por mayoría absoluta esta solicitud. Probablemente, la UER no atienda la petición de RTVE. Ahora, los conflictos y tensiones que se generaron el año pasado no pueden repetirse de nuevo. Compete a la UER evitarlos, y a RTVE cumplir con la voluntad mayoritaria de la ciudadanía española. La edición pasada fue calificada como la peor o una de las peores que se han vivido en la historia del Festival y no sólo afectó a la ciudad sede, sino a todos los participantes, y desde luego al público en general. Este año la situación está aún más caldeada porque la actuación de Israel viola de todas las formas posibles el derecho Internacional y humanitario, liberado, con la llegada de Trump a la Casa Blanca, de todo compromiso en su voluntad de exterminio del pueblo palestino.

El doble rasero de mantener a Israel cuando se expulsó a Rusia y Bielorrusia, no solo desacredita a la UER y a las cadenas que forman parte de ella., sino que socava los principios de la UNESCO y el sentido del servicio público y su función social. Las víctimas de esta ignominiosa proyección musical no perdonarían semejante despropósito, como la canción de Israel y su aparato de propaganda no podrá ocultar que el gobierno de Netanyahu está siendo investigado por genocidio contra más de dos millones de personas en Gaza, con dictámenes condenatorios de la Corte Internacional de Justicia y de Naciones Unidas, que le ordenan su retirada de los Territorios Ocupados. Su primer ministro Netanyahu y su exministro Yoav Gallant tienen una orden de arresto por la Corte Penal Internacional. Son muchas las resoluciones de la ONU que llevan décadas recordando los crímenes que comete Israel en Palestina y su intención declarada es completar la limpieza étnica de Gaza. Es hora pues, en tiempos de tinieblas, de acompañar los pasos de la sociedad civil española y elevar una voz de protesta por parte de RTVE. No sólo sería un gesto de dignidad sino la condición para contribuir desde la Teledetodos a un mundo justo y en paz. Si no somos congruentes con las normas que nos dotamos, si se celebra una gala como la de Eurovisión mientras se atenta a diario contra el derecho humanitario sin más, con presencia israelí, la televisión pública será cómplice de la barbarie. No nos esperen más al otro lado de la pantalla, la confianza se quiebra definitivamente con actitudes pusilánimes o indiferentes. Este es un tiempo de hechos y no de promesas, de canto y no de cante. Es hora, en fin, de defender la paz y la palabra, y dar aliento a un pueblo que resiste y sufre en soledad el pogromo terrorista.

Sionismo informativo

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Que la ultraderecha neofascista se organiza y coordina internacionalmente en su estrategia contra la democracia no es nuevo: repite un patrón similar a los años treinta. La agenda política une así a Netanyahu con los ultras patrios de VOX aún siendo de tradición antisemita. Paradojas de la historia. O no.

Lo cierto es que en esta ceremonia de la confusión parece pasar inadvertido el rol estratégico de los medios como artífices del pogromo autoritario del ordeno y mando al son del capital financiero. Y menos aún es conocido que el sistema informativo internacional desplegó hace tiempo una agenda sionista que hoy hace posible la negación del principio de jurisdicción universal y las acciones de la Corte Internacional de Justicia contra los crímenes de guerra del Gobierno de Israel.

Por ello, en el coloquio que colegas de la Facultad de Derecho organizaron en mi universidad, en la que un supuesto rector toma medidas nada rectas para agredir al movimiento estudiantil acampado contra el genocidio, insistí en que, ante la guerra en Gaza, tenemos tres frentes culturales que acometer en defensa de la paz y la palabra: el orientalismo hegemónico de los medios, el colonialismo y la economía política de la comunicación que hace posible el relato legitimador de la barbarie.

De lo primero, qué decir, además de recordar las tesis del intelectual Edward Said sobre los imaginarios Disney que, del Pato Donald al Rey León, han cultivado las industrias culturales, estigmatizando la cultura árabe. Los medios, además, por principio, son etnocentristas y, como demostrara Van Dijk, también racistas.

Alimentan a diario un imaginario islamófobo, con una retórica WASP, muy acorde con el modelo Fox News del trumpismo y el Coffe Party. Ello explica todo uso de tropos para confundir una parte con el todo, Hamás con el pueblo palestino, Oriente con la barbarie, Occidente con la civilización, y la guerra con un mal menor necesario para la conquista de un pueblo negado que debe ser sometido para civilizar, como muestran las narrativas de la literatura al cine, del videojuego al cómic, de la publicidad a los noticieros de televisión.

El segundo elemento desapercibido para la opinión pública cuando vemos los niños muertos de Palestina es el colonialismo informativo. La geopolítica de la comunicación dibuja un mapa de las redes del Norte a Sur, de Nueva York y Tel Aviv a Londres y París, en las que los pueblos sin Estado, y los Estados pobres sin medios de representación, de Palestina al Sáhara, viven dependientes de los relatos prefabricados por el núcleo hegemónico del sistema internacional, básicamente estadounidense, cuyas empresas controlan más del 70 por ciento del flujo de información del sistema internacional de comunicación.

Ello explica la guerra del Golfo, manipulada por la CNN, y la versión dominante en los medios, RTVE incluida, sobre la guerra en Oriente Medio. En este escenario, Israel no es un país cualquiera, sino aliado estratégico de Estados Unidos, y socio preferencial del complejo industrial-militar del Pentágono, cuyo control de la red satelital y las comunicaciones electrónicas esenciales para la ciberguerra es absoluto, como total es la comunicación para la guerra que interviene en el espacio público para distinguir víctimas dignas e indignas, como ilustrara en el caso de Timor Oriental y Camboya Noam Chomsky y Ed Herman.

A ello cabe añadir los intereses sionistas en Hollywood y Silicon Valley, la colusión de intereses entre telecomunicaciones, capital financiero y medios de información. Una combinación de intereses surgida de los tiempos de la Guerra Fría que explica en buena medida el discurso bélico prevaleciente en nuestras pantallas por doquier.

Como demuestran los estudios de economía política de la comunicación, cinco actores mediáticos controlan prácticamente la totalidad de los contenidos gracias a la concentración extrema de la propiedad, cuya estructura e ideología sionista criminaliza toda protesta contra el criminal de guerra Netanyahu.

Democratizar las falsas noticias pasa en consecuencia hoy por descolonizar la cultura angloamericana y sionista en los medios; denunciar los bots y LAS estrategias paramilitares en las redes de Inteligencia Artificial, los montajes y las campañas de relaciones públicas del Gobierno de Israel; los encubridores y colaboradores necesarios tertulianos que actúan de reforzadores de opinión a lo Pilar Rahola, y advertir que existe una censura sistemática de Estados Unidos e Israel sobre las guerras de este nuestro mundo, como recientemente se hizo con el documental de Jhon Pilger sobre la manipulación de las noticias en la guerra desplegada por décadas del Estado de Israel contra el pueblo Palestino.

Quienes defendemos la paz y el derecho humanitario, bien lo sabemos, como en la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) hace ya mucho tiempo. Corresponde ahora al lector protegerse contra los profesionales del silencio y la barbarie: toca vacunarse contra el virus de la desinformación de quienes quieren vendernos una moto con destino único al precipicio. La vida y la dignidad así lo aconsejan.