El significante vacío

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Del significante, decía Lacan, no hay modo de librarse. De la insignificancia sí, y de las antiguallas, como la monarquía, por descontado. El problema es que la política de nuestro tiempo es barroca, el contenido arcaico y el espectáculo no sabemos si decimonónico, da la sensación que sí, o básicamente feudal. El estilo radical chic que se ha impuesto en el conjunto de actores políticos, la izquierda incluida, favorece hoy una estética de la sinrazón con la muerte de la narrativa y de la propia política del estilo en una suerte de imperio del emoticono. Una cultura en la que lo emocional no tiene moderación, desborda las pasiones y alimenta la controversia sin sentido.

Lo performativo, el tremendismo, la política del exceso o de la tensión impostada son hoy la norma incluso en la cámara legislativa y, les confieso, no resulta nada ejemplar ni aleccionador. Y lo que es peor reduce el tiempo y el espacio para la imaginación creativa o, en un sentido gramsciano, para la pedagogía democrática. Los estudios de Opinión Pública sobre el contagio, en obras como la de Gabriel Tarde, hace tiempo que nos advirtieron sobre los peligros y limitaciones para el diálogo y la convivencia que la mera puesta en escena sin guión tiene para la democracia, al imponer formas de decir y hacer lo público nada productivas, por no decir del todo estériles e insalubres para el medio ambiente social.

La rabia o indignación es, ciertamente, un poderoso movilizador, pero no necesariamente instituyente. Cuando como hoy es fingida, aún desde las tesis populistas, esta dialéctica de enunciar y activar tropos como el oxímoron cohesiona pero no construye, surfea en lo efímero pero no forma opinión ya que, por lo general, esta termina siendo formateada por moderadores de grandes plataformas sin control. Cabría hablar, de hecho, de una suerte de cultura spam que nos bloquea y satura, una palabra hueca proliferante y teledirigida que nos inmoviliza y vacía en la pura forma de la nadería. Por ello es hora de vindicar que es tiempo de menos basura informativa, menos polvo y ruido tóxico, menos spam y más garchar. Una política comunicativa emancipadora empieza, sin duda, por la tolerancia cero con la captura de nuestro tiempo. Es hora de liberar nuestra libido y folgar: Del spam al orgasmo espasmódico. Habrá que vindicar para ello el derecho de desconexión y hacer frente a un consumo medio de consulta del móvil de más de 85 veces al día, lo que incide en conductas disfuncionales, sobre todo en jóvenes, con tasas del 20 % de comportamiento adictivo, por no hablar del síndrome Burnout que sufrimos en este feudalismo hipermediatizado que nos quema y consume nuestro tiempo de combustión básicamente para facilitar la opinión aclamativa, que es otra forma de spam. Asistimos, en fin, a la prevalencia universal de una cultura zombi de multitudes conectadas e insomnes que sostienen el capitalismo con su tiempo y energía vital sin solución de continuidad. Esta, señoras y señores, es la era de los monstruos del mercado, en términos de David McNally, una era poblada de imágenes góticas de la modernidad tardocapitalista en la que nunca como antes fue tan necesario proyectar la dimensión utópica de DEMOGORGON —el pueblo/monstruo— para la movilización y proyección imaginaria. Pero andamos medio perdidos siguiendo a supuestos líderes de opinión que empiezan con el significante vacío y terminan llenando su bolsillo por encima de nuestras posibilidades, cuando justamente más falta hace sacar de cartelera el bonapartismo, Ridley Scott mediante, a fin de cultivar el dominio de intelectuales de la acción a lo Fidel Castro. Esto es, precisamos con urgencia más filosofía de la praxis, más pensamiento situado e inteligencia en contacto, más cuerpo y menos relato, más materialidad y menos licuefacción de las pantallas de circulación del capital financiero en la política y en la cultura, donde prospera la pereza intelectual, el cucañismo y la adulación fingida a todos los niveles. Por fortuna, lo hemos repetido por doquier, en este ciclo de Milei, toda motosierra tiene su motomami y todo tiktokero tiene su contrarréplica en la cultura subalterna, plebeya y tabernaria. Es cuestión de observar y definir, contener en fin la ausencia de contenido de los predicadores de crecepelos y su retórica de las bellas palabras y las ocultas mentiras para empezar a impugnar la cultura mema. En palabras del filósofo sardo, cada colapso trae consigo desorden intelectual y moral. Hay que crear gente sobria, paciente, que no se desespere ante los peores horrores y no se exalte con cada tontería. Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad. Avanti.

Nueva RTVE

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Toda coyuntura política se define por el azar y por la necesaria determinación de lo posible, incluso cuando uno piensa que todo está perdido. Es el caso de RTVE. Para quienes confiamos en el concurso público y sufrimos el boicot de la comisión mixta, en manos del PP, la falta de criterio de los letrados y la campaña mediática en contra de parte de la prensa mercantilista, que solo imagina los medios públicos en extinción, ver iniciar una nueva etapa con la renovación del Consejo de Administración y la designación de su Presidente es motivo de cierta ilusión y esperanza. Más que nada, quizás por la presión moral existente tras el trabajo que hicimos el Comité de Expertos, este consejo, creo que no me equivoco al afirmarlo, es el más cualificado de su historia. Tanto su Presidente, acreditado académico de la UAB, como consejeros de larga trayectoria profesional, como Roberto Lakidain o el propio director de Mundo Obrero, no solo conocen los entresijos de RTVE desde dentro sino que además han pensado, escrito y luchado por una televisión de todos y para todos. Aún no siendo el ideal esperado cuando nos involucramos en la defensa del concurso público, podemos afirmar que se inicia una nueva etapa de lo público en RTVE.

La principal tarea que tienen por delante los consejeros será precisamente hacer pedagogía de la comunicación sobre la naturaleza del servicio audiovisual, un tema que pocas veces ocupa a las autoridades locales y autonómicas. Si bien no hace mucho el gobierno canario, por ejemplo, apostaba por introducir en la escuela la libre actividad complementaria de videojuegos para ampliar la experiencia cultural, con clara voluntad didáctica al pensar nuestro universo de las pantallas. En el trasfondo, late y perdura el debate de los años sesenta sobre la llamada escuela paralela. El poder corrosivo de los medios audiovisuales y la industria cultural en su competencia con el monopolio histórico de la información y del conocimiento que siempre tuvo la escuela moderna es hoy una tarea insoslayable. Y es esperanzador que sea precisamente Pérez Tornero quien lidere este reto, tanto como ha escrito y pensado sobre Comunicación Educativa y competencias digitales, más allá de La aventura del saber.

Somos de la idea de que la hipótesis de partida de cierta visión apocalíptica sobre los medios y la desestructuración de la función del aparato de la educación pública moderna solo se trasciende con más educación dentro y fuera del aula. Una pedagogía democrática sobre la mediación social no puede partir de una visión fatalista propia de cierto funcionalismo de izquierdas. Más bien al contrario, de acuerdo con Mattelart, la comunicación alternativa, que en verdad se pretenda o aspire a ser alterative, pasa por una estrategia constructivista de interacción con la actual base tecnológica y el modelo dominante de comunicación.

El falso dilema planteado por el sistema educativo sobre la llamada escuela paralela procede, de acuerdo con Aníbal Ford, de un análisis errado basado en el paradigma logocéntrico de la lógica escritural. Los Estados modernos, señala el ensayista argentino, han organizado su estructura en torno a las jerarquìas de la escritura como única fuente y forma de representación, desplazando otros modos como la cultura oral o el lenguaje de las imágenes. De alguna manera nuestro patrón cultural ha ocluido otros modos de hacer e intercambiar información. La kinésica, la proxémica, el cuerpo y las emociones han estado largo tiempo relegados en la escuela moderna. Y este ámbito es donde se construye la experiencia significativa del mundo de los educandos.

Democratización de la comunicación

Una vía factible de educomunicación pasa en este sentido por articular proyectos de remediación pedagógica basada en las alianzas entre los educadores y los movimientos sociales y profesionales de la comunicación. Existen historias notables en esta línea. Por poner un ejemplo, CENECA en Chile o Calandria en Perú. En España han sido menos pero, bajo la influencia de la teología de la liberación y de la pedagogía latinoamericana de los medios, propuestas de los noventa como ECOE en el barrio de Vallecas vienen demostrando que los puentes entre medios y educación son posibles. Aunque las experiencias de comunicación educativa al servicio del desarrollo han sido episódicas en nuestro país, hay capital cultural acumulado que, hoy que se insiste de nuevo en los males de los móviles, las tabletas y los dispositivos en red, convendría actualizar frente a la metafísica de la autenticidad, característica de una filosofía elitista, sea del culturalismo o de la tradición ilustrada, supuestamente crítica, de la industria cultural. En juego está la democracia y las posibilidades de un cambio de calado en nuestro ecosistema cultural. Y no olvidemos que no es posible cambio social alguno sin asumir a la vez la voluntad de construir, haciendo democracia, en el proceso de formalización de nuevas institucionalidades y procesos de mediación. He aquí la cuestión de nuestros días y pesares. La pedagogía de la comunicación vinculada a los movimientos sociales, a los frentes y luchas culturales de la ciudadanía. en la medida que posibilita diálogos y aprendizajes más fluidos y permanentes construyendo relaciones que enriquezcan a la opinión publica, podrá garantizar, a futuro, en este sentido, una democratización de los medios y mediaciones sociales hoy dominantes. La defensa de medios de educación no es otra cosa, en fin, que vindicar la democratización de la comunicación, asumir el compromiso activo con un nuevo modelo de articulación social sostenido en el diálogo, el intercambio, la autonomía y el poder popular. Y para que ello sea posible precisamos el liderazgo de RTVE y, en general, de los medios públicos. Muchos citan la referencia de la BBC pero pocos hablan de esa voluntad gramsciana de educar y transformar. Esperamos que la nueva dirección de RTVE no olvide esto. Más que nada para evitar lo escrito por Vázquez Montalbán en Cambiar la vida, cambiar la historia.