Publicidad, tiempo y vida

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Publicado por Mundo Obrero

Marzo 2018

Nuestro tiempo, bien lo sabemos desde los albores de la sociedad de consumo, teje un espacio dominado por la colonialidad del saber vender. La asunción de este principio no quita que se niegue la centralidad del factor publicitario. En la comunicación, no todo es por la pasta, se nos dice, pero el hecho innegable es que el fetichismo de la mercancía todo lo permea, empezando por nuestros imaginarios. La publicidad es un producto cultural doblemente determinado. Cabe reconocer, por un lado, en ella, una lógica o racionalidad social de orientación marcadamente económica. Y, por otra parte, como experiencia estética, y en tanto que mediación simbólica, la publicidad debe ser considerada un importante factor determinante de socialización y representación
cultural. Continue reading «Publicidad, tiempo y vida»

Castoriadis: la revolución de los imaginarios

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Publicado en: Zero Grados

Por: Ester Fernández y Alba Romero

Con motivo del 20 aniversario de la muerte del filósofo greco-francés Cornelius Castoriadis, los investigadores y comunicadores Francisco Sierra y Daniel Cabrera participaron en el Seminario ‘Imágenes, imaginarios y crítica político-cultural’ de la Universidad de Zaragoza. Alumnos de periodismo y filosofía se reunieron en la Facultad de Filosofía y Letras el pasado 21 de febrero para recordar al filósofo y dialogar sobre la crisis de los modelos de representación, la importancia de la praxis y la necesidad de crear nuevos imaginarios. Continue reading «Castoriadis: la revolución de los imaginarios»

Proceso constituyente y autonomía comunicacional. Agenda para la Acción en Andalucía.

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No hay Autonomía posible sin la institución de lo imaginario, sin explorar, como sugiere Castoriadis, la organización y praxis de lo social como ruptura con el relato del acontecer que lo haga posible. Es común sin embargo que toda referencia a la autonomía local se plantee, por lo general, en términos de descentralización territorial, en el plano físico, y no como un proceso de autodeterminación, en el plano simbólico. Hablar hoy no obstante de Proceso Constituyente y de Andalucía pasa, a nuestro juicio, por explorar y definir, prioritariamente, el imaginario del cambio en el plano comunicológico y cultural, en el campo simbólico de construcción de un país para las gentes que habitan y sufren la mayor precariedad y desigualdad del Estado español. El marco de partida, en este punto, es francamente adverso por décadas de omisión de las fuerzas transformadoras, así como el contexto estructural de la economía-mundo que condiciona los márgenes de intervención a este nivel. En palabras de Arriola, “al mantener la peculiar cultura política del franquismo en la gestión del nuevo capitalismo español, la modernización de este no es completa: la acumulación de capital no se determina a partir de la compulsión de las fuerzas de mercado, sino en un conjunto de actividades que se reproducen gracias a la protección del estado, la realización de beneficios privados con el presupuesto público y la generación de grandes empresas fruto de privatizaciones y no del proceso de centralización del capital; se protegen frente a las fuerzas de la competencia – que arrasa con gran parte del tejido industrial en los años de la apertura al mercado común. Este bloque dominante instituye un peculiar régimen político-social basado en la articulación de los grandes sectores empresariales beneficiados por el pacto de la transición (banca, constructoras, energía, gran distribución,  . . . ) y la clase política, que se traduce en un método de financiación opaco de los partidos, y un sistema de cooptación de cuadros políticos hacia los consejos de administración (y también en sentido contrario (…) que garantiza un enriquecimiento personal que justifica la permanente adhesión al régimen y facilita un flujo regular en la cooptación de cuadros intelectuales desde el espacio de oposición en un proceso de transformación molecular” (Arriola, 2017: 10).

Ahora bien, en la actualidad, asistimos, con la crisis del régimen,a la configuración de un nuevo escenario atravesado por la centralidad de la cultura en las estrategias de desarrollo local y regional a tenor de la intensiva internacionalización y mercantilización de las industrias culturales, que, necesariamente, han experimentado un crecimiento exponencial. Esta situación nos enfrenta a la necesidad de reformular las acciones políticas que tradicionalmente venían mediando las complejas relaciones establecidas en el mundo contemporáneo entre cultura, economía y democracia.Los principales debates en los organismos internacionales de regulación (UNESCO, OMC, UIT, etc.) se desarrollan de hecho a partir del desacuerdo acerca del estatus de la cultura como bien público o como servicio sujeto a los principios mercantiles. La tendencia general apunta hacia una progresiva retirada de los actores públicos que reducen sus funciones a la de simples gestores del patrimonio, cuya capacidad de intervención sucumbe ante la vertiginosa integración y concentración, sobre todo cruzada, de las industrias culturales. Es en este contexto donde toma sentido la reivindicación del papel activo de las administraciones públicas a la hora de actuar sobre el ámbito de la comunicación y la cultura enfrentándose a la deriva actual de primar lo comercial a lo creativo, lo rentable a lo innovador en una apuesta por alternativas democráticas frente a los cercamientos que se extienden sobre las culturas locales.

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