Generación Silver

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Todo cambio epocal implica una transformación de las formas de vida y la experiencia, cambios en la subjetividad y en la vivencia de eso que Raymond Williams denominaba «estructura del sentimiento». La de nuestro tiempo, la del amor líquido, afecta en especial a la generación Silver, la llamada baby boom o, para algunos, la Generación Meetic

El nombre, como es lógico, es lo de menos. No somos del gremio académico nominalista. Líbreme yo, además, de defender toda marca o compañía de las big tech en la era del capitalismo de plataformas. Ponga, en fin, el lector el nombre que tenga a bien convenir.

Lo que importa, a todos los efectos, para el caso que nos ocupa, en este tiempo de zozobra o de sexo fluido, es cómo hacer posible lo social, de qué forma se sostienen los vínculos, si es que este deseo es razonablemente viable en las turbulencias impuestas por el turbocapitalismo de la era digital.

Dice la letra de una samba que «la vida es el arte del encuentro» y he aquí que el personal anda en los últimos tiempos disperso y disgregado, con el deseo sin brújula, orientación ni sentido. En su último libro traducido al español, el filósofo italiano Diego Fusaro plantea en El nuevo orden erótico las disfunciones sentimentales de un capitalismo depredador que amenaza toda convivencia.

La propia idea de fratria, de solidaridad y cooperación, por exigencias de una circulación acelerada de mercancías, símbolos y sujetos intercambiables se torna cuasi imposible. Pues la lógica de valorización por desposesión nos despoja de nuestro propio entorno familiar, de la propia idea de intimidad, necesitado por su naturaleza de amores fugaces, sujetos libertinos, nómadas, migrantes, acelerados, sin habitus, deshabituados, sin raíces, encadenados al movimiento perpetuo, como una cinta porno interminable, siempre en acción.

Más allá de las simples críticas de rojipardismo que se suelen atribuir al autor desde la llamada izquierda wok, una lectura de este ensayo exige cuando menos una reflexión serena sobre el erotismo, la disputa del sentido común sobre el amor y la familia, a modo de vindicación, en tiempos de libre comercio.

Más aún cuando la Generación Z asume acríticamente, a veces de forma antagónicamente inconsciente, la imposibilidad de toda relación estable, condicionado como está por un mercado laboral que proyecta narrativas y vidas precarias, formas intermitentes de subsistencia que limitan una visión a medio y largo plazo de las trayectorias personales.

La naturaleza volátil, nómada de los amores y placeres por vivir son, en cierto modo, un trasunto de las condiciones de producción. El problema de ello es que afecta de forma determinante la reproducción misma, incluida la educación, con la imposibilidad de ecologías de vida diseñadas en común.

Cabría plantear en este sentido un contrapunto o una mirada más integral cuando se critica el amor romántico en función de una suerte de algofobia, que en el fondo no es otra cosa que el rechazo pragmático de todo compromiso, la asunción del presente infinito, inmersos como estamos en los avatares de un capitalismo a la deriva en el que no cabe la épica, mucho menos el duelo, la entrega o la pena, de acuerdo al guión prescrito de la disneylandización de las emociones, el amor de consumo rápido e indeleble, en forma de serie o capítulos de corta duración.

Ahora, esta lógica cultural, como podrá colegir el lector, no está exenta de consecuencias nefastas y dolorosas para el sujeto, empezando por la epifanía del propio duelo que se quiere eludir. Una de ellas, diríase que la principal, es la falta de equilibrio, o el desorden y crisis afectiva que se extienden en nuestro tiempo como epidemia social.

En la era de la posdemocracia, los tratamientos psicológicos se multiplican y la salud mental se convierte en un problema de estado en tiempos de silencio y soledad. Al tiempo el mercado del amor tiende, como sector económico, a cotizar al alza: sea en forma de libro de autoayuda, de redes sociales de contacto, incluidas las antiguas agencias matrimoniales, o en los modelos premodernos de las caravanas, los speed dating y cruceros de relación.

Todo vale para cubrir el agujero negro o el vacío existencial del modo de producción dominante que acompañan las relaciones efímeras que se disuelven en el aire como parte de las formas extensivas de la fábrica social característica de un capitalismo depredador que mercantiliza hasta las fantasías de lo íntimo o privado a condición, claro está, de pasar primero por caja, que es tanto como aceptar la conculcación del principio de autonomía, la vulneración de los propios derechos, y asumir, por activa, como con las cookies, la renuncia a todo compromiso con la primera persona del plural.

Así anda el personal, extraviado. Normal en un mundo en el que todo es «pos», pero sin trama ni relato creíble; una vida hipotecada en forma de discurso de la resiliencia que no es sino el envase de una marca de pornofarmacopolítica porque, en este mundo happy, no cabe la tristeza ni la melancolía, no es bien recibida la trascendencia ni la heroica entrega.

Nuestra era es un tiempo sin Antígona. Solo comedia y relaciones esporádicas. Cosas de la vida eventual que impone una forma de eugenesia, productiva y reproductiva, convertidos como estamos en una máquina eficiente siempre, dispuesta a acumular el máximo capital erótico, en tanto que objetos disponibles no para sí sino ensimismados, en función del momento del intercambio.

De modo que, paradójicamente, el placer convierte la complacencia en autoindulgencia, el deseo y la pasión en pura visión, y la experiencia del erotismo en un tipo de narcisismo 2.0 sin futuro, esperanza, ni proyección, más allá de la efímera promesa de un match, de un encuentro que, en realidad, es puro desencuentro como corresponde a una sociabilidad envanecida propia de la cultura de la vanidad banal o vulgar de pasiones tristes más que alegres.

Amor empaquetado de nulos o superficiales sentimientos, amor líquido, en palabras de Bauman, que en la era de Meetic o Tinder reemplaza el azar por el cálculo del algoritmo y el materialismo del encuentro por la programación calculada de los indicadores de compatibilidad: una suerte, según Badiou, de domesticación del amor.

Así que a fuerza de vida artificial y artificiosa nos hemos transformado en mascotas virtuales, una figura patizamba que nos retrotrae a la gloriosa década neoliberal sin tanto brillo ni oropel, sin voluntad ni espíritu, solo simples tamagotchis o complementos de ocasión, a la espera de un uso fugaz y reactivo de nuestros cuerpos y nuestro deseo en función del circuito de retroalimentación y la infinita cadena de intercambios.

Bienvenidos, en fin, al desierto de lo real, al imperio del individualismo posesivo en el que el amor libre es pura figuración imaginaria, un encadenamiento sin sabor a ti ni pasión, reducido a la burda forma mercantil del eterno retorno y el libre flujo.

Nada que ver con la libertad sexual pues, en la raíz de estas lógicas o manifestaciones del eros, no se encuentra el deseo sino la renuncia a toda entrega libidinal radical, el miedo en el fondo al amor y el compromiso que es otra cosa bien distinta a la forma burguesa de la racionalidad instrumental, hoy prácticamente universalizada por exigencias de la producción.

La cuestión es si es posible amar sin pasión o vivir sin voluntad de vincularnos con alguien más allá del presente perpetuo de la pura contingencia. Los rockeros románticos de la Generación Silver pensamos que no. Somos conscientes de que no hay futuro posible sin fraternidad ni cooperación, pero los relatos dominantes cuentan una historia que, básicamente, afirman lo contrario y anulan toda narrativa en común.

Lo hacen, hasta la saciedad y el hartazgo, desde una visión no libertaria sino básicamente liberal y reaccionaria, por feminista que parezca tal vindicación, pues como toda democracia la libertad es correlacional, implica una cuestión de límites y acuerdos, de autodeterminación colectiva, no de ficcionalización a lo Robinson Crusoe. Es hora, pues, de pensar y definir cómo podemos construir otra forma de relacionarnos, sin enredos ni plataformas. La vida nos va en ello. Créanme

Presentación del libro Cultura y Política de Raymond Williams. Librería La Fuga. Jueves, 9 de Marzo de 2023.

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El jueves 9 de marzo, a las 20h en la fuga, hablaremos con Manuel Romero y Francisco Sierra de Raymond Williams a partir de la edición de Cultura y política en Lengua de Trapo.

Raymond Williams fue uno de los intelectuales más importantes del siglo XX. Fundador de la New Left Review, renovador del marxismo y del lugar de la acción y la subjetividad en una teoría materialista de la cultura, fue el padre de los Estudios Culturales y uno de los más lúcidos intérpretes de la cultura contemporánea y las relaciones sociales capitalistas.

En este libro se recogen ensayos hasta ahora inéditos en su mayor parte —tanto en inglés como, claro, en castellano— que recorren la evolución del pensamiento de Williams desde finales de los años 50 hasta pocos años antes de su muerte, a mediados de los 80. Textos imprescindibles que analizan la relación entre la psicología, el psicoanálisis y los estudios materialistas del arte; el sentido del trabajo, el futuro del marxismo; la relación entre la escritura, la narrativa y la pertenencia de clase; la historia de la literatura obrera y la cultura de posguerra; también sobre la obra de Pierre Bourdieu y su importancia para los estudios culturales, o una de las más profundas reflexiones que se hayan hecho nunca sobre el sentido del modernismo y de la modernidad misma.

«La influencia intelectual más decisiva en mi vida»

Stuart Hall

«Nuestro mejor hombre»

E.P. Thompson

Medios excéntricos

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En la era de la hipermediatización intensiva, propia del capitalismo informativo, es tiempo de confrontar el reto de la Inteligencia Artificial y en España el problema mediático de la estupidez artificiosa. Uno, que no atesora la virtud ni mucho menos el ingenio del bueno de Sánchez Ferlosio, se ve tentado de hacer una genealogía de lo excéntrico y sus usos sociales, más allá de la palabra, por ser tal deriva, para el caso que nos ocupa, y en la era de la postelevisión, una patología letal del ecosistema mediático patrio, atrapado como está el periodismo entre la lógica del exceso, en función de la concepción de la noticia como señuelo circense, y la pura redundancia. Lo primero lo justifican los periodistas por perchas que yerran al tratar de dar sentido al disparate de la escaleta y la imposición del rating, y lo segundo es la deriva natural de la mercantilización extrema que incrementa el tiempo de la autopromoción institucional hasta el límite legal, con el consiguiente cansancio del público expuesto, solo e indefenso, al carrusel de los sucesivos anuncios de telenovelas o reality show en los espacios destinados a informar de la actualidad, que siempre es más de lo mismo: la mueca del entre/tenimiento, expropiado ya su tiempo de vivir y soñar. De manera que puede decirse que el sistema mediático nacional es, básicamente, obsceno, y refuerza la mediación espectacular característica de la industria cultural que, en su fase superior, solo obedece a la exigencia especulativa del capitalismo financiero, a la forma deriva excedentaria de cultivo de la desmesura, el exceso, y la excentricidad, todo aquello que va contra la escena y una política común de la representación, negando por sistema lo apropiado y necesario. Esta lógica está en el origen de la cultura masiva. El fútbol y los espectáculos de masas fueron de hecho la base de expansión de los grandes medios comerciales. A través de ellos se construyeron héroes y nuevos arquetipos de referencia a escala incluso planetaria, y hasta diríase que estratosférica, por la prevalencia o el gusto por lo extremoso o fuera de ordinario. La propia teoría de la noticia fue así permeada de inmediato por esta política del exceso tan del gusto de las masas en la era quiz show. Y en contextos como el nuestro, de cultura barroca, la vindicación de lo grotesco alcanza ya cotas inimaginables. Ya quisiéramos tener programas como De zurda, con Víctor Hugo Morales. En el modelo oligárquico rentista solo ha lugar para El chiringuito, un trasunto para el periodismo deportivo del actual Tribunal Constitucional. Si yo fuera, como reza la canción, Maradona, el último icono global, probablemente, Messi mediante, les mandaría a todos al carajo. Pero como solo soy un futbolista fracasado, no queda otra que regatear a mi sobrino Leo, felicitar a la albiceleste, amar como nunca antes la cultura “nacandpop” argentina, y pensar que un Frente de Todos es posible en España, justamente por el ethos barroco. Cuando la televisión no nos deja ver y el móvil ni pensar, en un tiempo en el que la telestesia es anestesia sin información ni periodistas, con una democracia de baja intensidad, bajo la tutela de un imperio en decadencia y el latrocinio que la disrupción digital favorece, es hora de centrarse frente a los medios de representación excéntrica.

Vamos a tener que ganar nuestro particular mundial introduciendo, en su justa medida, el necesario equilibrio y mesura que los medios que circulan no cultivan. Algo así como cierta actitud senequista, haciendo de Anguita en medio del ruido mediático de la caverna que no cesa. No es poca cosa, créanme, y la gente común bien lo sabe. Por eso son todistas, no se les puede engañar con las sombras chinescas de la versión oficial única a base de mentiras repetidas hasta la saciedad. Tienen memoria y experiencia: el saber popular de lo que fueron, de lo que son y de lo que quieren hasta que los sueños sean la realidad.

Más de 200 personas apoyan un manifiesto para “impulsar la unidad de la izquierda” en Andalucía

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La autonomía alcanzada el 28 de febrero de 1980 en Andalucía fue un “triunfo” del pueblo andaluz. Así lo defiende y recuerda un grupo de andaluces “comprometidos con el cambio progresista” que se han unido en el marco de esta efemérides para tratar de “reactivar la fuerza” que manifestó la ciudadanía hace 43 años. Todo desde la convicción de que la región necesita de un movimiento social fuerte capaz de hacer prosperar los gobiernos de izquierda que, a su juicio, son los únicos que pueden afrontar los retos que demanda Andalucía en un año eminentemente electoral.

La iniciativa “Manifiesto 28F: impulsando la unidad de la izquierda andaluza” se ha presentado este lunes en Sevilla, en vísperas del día de Andalucía y como paso previo a que se celebre en Málaga un encuentro previsto para el 4 de marzo. Allí se darán cita las 200 personas que, hasta la fecha, se han adherido a este movimiento ciudadano que nace con la vocación de “construir juntas un nuevo proyecto de país”, que sirva de alternativa a las políticas “caducas” de la derecha, con Andalucía “en el centro” y “la justicia social como eje vertebrador”, según expresan los organizadores del encuentro.

Entre los firmantes, se encuentran Aurora León (abogada laboralista), María Márquez (profesora universitaria), Francisco Sierra (profesor universitario) y Rafael Rodríguez (fundador de Paralelo36Andalucía), quienes se han encargado de dar a conocer públicamente la iniciativa desde la capital andaluza. Junto a ellos, otros docentes destacados en la región como Carlos Arenas, así como dirigentes y activistas políticos como Sebastián Martín Recio, Sergio Pascual, José Antonio Jiménez, Toni Valero, Ernesto Alba, José Antonio Pino, Mar González o Blas Rueda entienden que “la unidad de la izquierda” ha de asumir, a tres meses de las elecciones municipales, “el compromiso de movilizar a una mayoría social para conformar gobiernos municipales de progreso”. En este sentido, apuestan por “consolidar el proyecto Sumar” que presentó hace unos meses Yolanda Díaz, por considerarlo “la mejor herramienta” de la que dispone la izquierda para promover “la transformación” que, a sus ojos, necesita Andalucía.

Cumplir con una “necesidad histórica”

“Frente al fracasado proyecto de la derecha, en este 28 de febrero manifestamos la necesidad de un nuevo tiempo para Andalucía. Un tiempo de alternativas en el que nuestro pueblo lidere el cambio de época que se vislumbra, construyendo otro modelo de desarrollo económico, social y ecológico, basado en las potencialidades y riqueza material e inmaterial de nuestra tierra”, reza el manifiesto. De ahí que Aurora León defienda como una “necesidad histórica” el objetivo de promover “una confluencia en el espacio de la izquierda para conseguir alcanzar gobiernos progresistas” que velen por garantizar unos servicios públicos de calidad y lancen políticas basadas en “la justicia social y climática o el desarrollo de nuestro autogobierno” para revertir las carencias estructurales que atraviesan todavía a la comunidad.

Como contrapunto a este proyecto “regeneracionista”, los firmantes critican la “involución que el gobierno del PP en la Junta de Andalucía está provocando en la sociedad andaluza, con un programa caduco de neoliberalismo centrado en la privatización de los servicios públicos a los que, día a día, deteriora, mientras baja los impuestos a los grandes patrimonios”. A tenor de lo expuesto en el manifiesto, el profesor Francisco Sierra ha calificado al Ejecutivo de Moreno Bonilla de “ultramoderado” y ha dedicado su intervención a argumentarlo con “datos y pruebas”, que evidencian, a su parecer, el “patriotismo de bandera”, falta de transparencia y “deterioro” intencionado de “lo común” que representa su Gobierno, al que acusa de hacer un “incumplimiento sistemático del Estatuto de Autonomía”.

Al hilo, Rafael Rodríguez ha manifestado que quienes conforman el movimiento por la unidad de la izquierda andaluza están “convencidos de que Andalucía no ha puesto aún en todo su valor la autonomía conquistada hace 43 años”. Por ello, apuestan por la “esperanza” que arrojan las confluencias desde los niveles más bajos de la política y se amparan en Sumar como “fuerza estratégica” capaz de liderar el cambio que quieren para Andalucía. “Los andaluces no nos queremos quedar atrás nunca más”, ha afirmado María Márquez, apuntando que “estamos a tiempo” de que la izquierda recorra unida y reforzada el camino hacia las elecciones municipales. Y, desde ahí, a las generales que se prevén para final de año.

En definitiva, el encuentro convocado en Málaga el próximo sábado se concibe como punto de partida de un movimiento que aspira a incorporar “a todas las personas progresistas comprometidas con Andalucía para reactivar la vida política” en la región, desde la “participación ciudadana” como “motor del cambio”.

Amigos peligrosos

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Agrega y vencerás, dispersa y divide y lograrás imponerte. El arte de la guerra, probablemente, es uno de los libros más vendidos en Amazon y estamos convencidos de que es el texto de cabecera de los GAFAM –el acrónimo que se refiere a las cinco grandes empresas tecnológicas estadounidenses: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft– a juzgar por cómo anda la industria periodística en Europa.

La extensión del servicio Google News Showcase en nuestro espacio comunicacional da cuenta de un proyecto, el comunitario, claramente a la deriva, para el que no han faltado los colaboracionistas empeñados en asumir una posición de subalternidad.

Es el caso de grupos regionales de prensa, como Joly, prestos a facilitar el proyecto de dominio americano del flujo y circulación de información. Un error que nos puede costar caro, como la guerra de Ucrania, pues el principio de selección, la opacidad del algoritmo, no es solo un problema de transparencia. Ni siquiera de equilibrio en la estructura de comando informacional.

Estamos, básicamente, ante un dilema económico y político, una decisión que no solo perjudica nuestra industria sino que favorece la lógica concentracionista con la que marginar a medios incómodos, además de convertir las cabeceras europeas en meras franquicias para el agregador. Una suerte de maquilas de la información.

Pero estas razones no han pesado mucho en la decisión final. Tanto la Asociación de Medios de Información (AMI), con Vocento y Unidad Editorial a la cabeza, favorable a una negociación colectiva de derechos, vía CEDRO, como el Club Abierto de Editores (CLABE), hace tiempo que se han rendido al imperio Google.

La división, como consecuencia, entre los editores europeos se va a traducir en la dependencia informativa de España y la UE del coloso americano. La historia se repite, pues, como farsa, antaño con CNN + y hoy con la prensa digital.

En la historia de la comunicación conocemos bien este tipo de maniobras y el resultado final, con las nefastas consecuencias que sufrimos a diario, ya sea en la primera Guerra del Golfo Pérsico o, actualmente, en la guerra de Ucrania.

Hace unos días celebramos los Goya en Sevilla y deberíamos pensar si, de verdad, valoramos nuestro cine, si realmente la Comisión Europea apuesta por la autonomía cultural y la soberanía tecnológica cuando, año tras año, nuestra industria, pese a la Política Audiovisual o el programa Media que hace posible que cine andaluz como Módulo 77 se vea en las pantallas, va perdiendo cuota de pantalla y posiciones ante el arrollador dominio del oligopolio estadounidense.

Ya no están con nosotros los Bertolucci y Godard que inspiraron a las autoridades comunitarias la iniciativa de una política pública para intervenir el mercado audiovisual. Y los retrocesos de la política de comunicación de Bruselas son más que notorios en las dos últimas décadas, mutando de la Directiva sin Fronteras a un brindis al sol contrario a materializar cualquier cambio –por leve que sea– de la estructura de dependencia a la que estamos sometidos.

Resulta, por lo mismo, cuando menos triste observar un panorama desolador en el que empresas como el Grupo Joly y el aragonés Henneo van a pasar a la historia como el caballo de Troya que contribuyó al aterrizaje del imperio de Silicon Valley en nuestro espacio comunicacional. Más que nada porque la operación nos va a salir cara a todos.

Pero la Comisión Europea no ha aprendido la lección. Al imperio Google no se le para con sanciones de 500 millones de euros como en Francia, sino con medidas que avancen en nuestra autonomía. El nuevo Estatuto de Andalucía abunda en esta demanda, pensando en medios y mediaciones propias, de proximidad, pero más de una década después nos siguen contando nuestra realidad desde Madrid o Barcelona cuando no desde Los Ángeles.

Mucho nos tememos que, como en tiempos de falta de cobertura de la radiotelevisión en mi pueblo de Gobernador –la «zona de sombra» en jerga de ingenieros–, termine siendo hoy un tiempo de silencio, un apagón informativo o de tinieblas, un tiempo, en fin, marcado por el imperio Google y el algoritarismo como nueva forma tecnofeudal de restauración conservadora.

Y mira que la Unión Europea (UE) debiera haber escarmentado tras el Brexit, inmerso como está en un proceso de descomposición penoso. Pero parece que prevalece en los eurócratas la pulsión de muerte y la confianza en los enterradores y lobbys rentistas, como la Asociación de Medios de Información (AMI), una entidad tan poco fiable como OK Diario o la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), frente patronal del matonismo que amenaza la libertad de expresión, confundida con la libertad de empresa.

Estos días, por cierto, desde la SIP volvían a reclamar ayudas del Estado. Lo paradójico es que, en su última campaña, afirman su voluntad de servicio público y compromiso con el periodismo y empiezan, he ahí la praxis, por despedir a personal o no contratar periodistas, pues consideran, bien lo sabe el editor de este medio en su calidad de decano del Colegio de Periodistas de Andalucía, que la libertad de prensa pasa por su real voluntad empresarial de libre contratación, estén o no titulados quienes han de ejercer tan noble profesión.

Lógica posición cuando, para ellos, la noticia es solo un señuelo, un «reclamo», como dijo el primer estudioso de la prensa en Europa, que definió un periódico como un aviso publicitario rellenado con información para atraer audiencia.

Es normal que pongan el grito en el cielo cuando hay que regular la publicidad (pese a la lacra de la ludopatía, por ejemplo) o cuando los «roedores marxistas», como nos tildaban en Bruselas, proponemos una ley de publicidad institucional más transparente y ecuánime, evitando la lógica del fondo de reptiles en pleno siglo XXI, ya sea en la Comunidad de Madrid, con la liberticida Ayuso y sus arietes mediáticos a lo Inda, o en la Junta de Andalucía, cuyo Gobierno tiene bien cubiertas las espaldas con el dinero de todos, regando regularmente los medios y los estómagos agradecidos.

En otras palabras, visto lo visto, conviene tomar muy en cuenta lo que está en juego con la agregación de diarios en la red en un contexto de eliminación sistemática de voces críticas. Y no hablamos solo de su eliminación simbólica en la guerra cultural de cero muertos.

En su trabajo Matar a un periodista. El peligroso oficio de informar (Los Libros del Lince, Barcelona, 2010), Terry Gould ya advertía que más del 90 por ciento de los más de mil periodistas asesinados desde 1992 eran periodistas locales y, prácticamente la totalidad de los instigadores –en torno al 95 por ciento– ha evitado la cárcel.

Estamos, en fin, a merced de sociópatas que encarcelan o torturan a Julian Assange, que liquidan toda veleidad informativa en Colombia o procuran capturar toda voz en las cadenas, valga la ambivalencia de la expresión, hegemónicas, tal y como sucede en los propios Estados Unidos, más dados a comprar voluntades, por su origen esclavista, en modo monocultivo de la información gracias a las plantaciones de Silicon Valley.

Para tal labor cuentan con un ejército de predicadores, intelectuales orgánicos del capital, como Mario Vargas Llosa, que no paran de recordarnos que para tener derecho a la existencia y a prosperar los medios deben dar noticias y espectáculos –supongo que ello incluye también la vida de su pichula con Isabelita–; que necesitamos, dice, informaciones con color, con humor y atractivo suficiente para atraer el público, aunque sea mediante la ficción, como en la defensa de la democracia ahora que Pedro Castillo fue preso y el instinto plebeyo se manifiesta en Perú en demanda de derechos fundamentales. Todo en orden, en fin.

Los próceres de El País siempre a lo suyo, defendiendo la Ley Audiovisual como una norma para liberar las parrillas, lo que no es sino una contrarreforma y desregulación en menoscabo del derecho a la comunicación y en favor del duopolio, los anunciantes y los operadores transnacionales del capitalismo de plataformas.

Lo mismo de siempre: la flexiseguridad como garantía del capital contra lo común por medio de la autorregulación de lo que no es suyo, sino de todos, pero que nos venden sin gracia, y con todo lujo de detalles, mostrando el mundo al revés: los intereses creados como universales y los derechos comunes a la comunicación para todos como intereses especiales. No sé si es apropiado llamarles «casta», pero peligrosos AMI(gos) de la democracia sí que son.

Tecnopolítica, cultura cívica y democracia

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Tecnopolítica, cultura cívica y democracia analiza cómo y de qué forma los regímenes tecnológicos ejercen su poder, y cómo las tecnologías son construcciones sociales —totalitarias— que han de percibirse como producto de las relaciones de poder.

La incidencia que las tecnologías digitales sociales —y su despliegue como dispositivos de mediación social— tienen sobre los sistemas democráticos supone un desafío que requiere de una comprensión crítica, ampliada y comprometida.

Desde hace más de una década, los autores de este ensayo, junto con el resto de miembros del grupo de investigación COMPOLÍTICAS de la Universidad de Sevilla, han venido analizando las apropiaciones y mediaciones que los movimientos sociales globales han ejercido, con el propósito de observar y comprender la nueva economía moral de las multitudes conectadas, los repertorios simbólicos, las formas de ser y estar de los actores sociales y su subjetividad para explorar, en suma, los imaginarios instituyentes de la nueva ecclesia digital.

Adolfo Sánchez Vázquez. Filosofía estética y política para lectura marxista de nuestro tiempo

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Las transformaciones del mundo del trabajo y las formas de vida por las tecnologías disruptivas de lo digital han alterado, en nuestro tiempo, las condiciones de reproducción social, así como la propia práctica teórica y la función del conocimiento en el capitalismo de plataformas. El despliegue de nuevos dispositivos de producción y representación plantean, a este respecto, retos singulares desde el punto de vista epistemológico para el pensamiento social emancipador.

En el presente libro se indagan varias de las investigaciones filosóficas y políticas que Adolfo Sánchez Vázquez aportó a la comunidad científica internacional a partir de la central noción de praxis y una lectura humanista del marxismo que nos permiten hoy comprender mejor y actualizar sus relevantes contribuciones a la estética, como la noción de arte como afirmación de lo humano, o sus últimos estudios acerca de la estética de la participación, tema actual en los estudios de cibercultura y arte de medios.