Francisco Sierra Caballero: «Es hora de afrontar un debate nacional sobre los mediadores o intermediarios del discurso del odio»

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¿Qué te ha llevado a dar ese paso adelante, y por qué ahora?

Como buen gramsciano, somos conscientes que no es posible la transformación social sin el compromiso histórico, sin contaminarse y asumir una suerte de epistemología del barro, nunca mejor dicho, en estos tiempos de fango y emergencia de las cloacas del Estado. Mantenerse en el espacio cómodo de la Universidad y el trabajo intelectual ajeno a la disputa política en un momento de cuestionamiento y ataque a la democracia y las libertades públicas no es ética ni socialmente sostenible. Es verdad que nunca antes he estado en la primera línea de la política, pese a los años de militancia y el trabajo en espacios como la FIM. Mi modesta contribución ha sido siembre en la lucha de las ideas y en los movimientos sociales, pero ante la actual coyuntura histórica y la propuesta de SUMAR había que aceptar el reto y trabajar por la construcción de un frente amplio. Y en ese empeño estamos, orgulloso de encabezar la lista al Congreso por Sevilla, por la Sevilla de Pepe Díaz, de una tradición y una cultura política que siempre ha pensado el principio esperanza en términos de unidad popular.

El 23J la izquierda superó las expectativas que todos tenían ¿Cómo analizas el resultado y el aumento de la participación cuando estábamos en plenas vacaciones?

Durante toda la campaña, tratamos desde el minuto uno de hacer pedagogía democrática explicando el fenómeno de la espiral del silencio, el marco cognitivo que la ultraderecha y el poder mediático instalaron en el espacio público sobre la supuesta mayoría absoluta de PP/VOX. Y avisamos que la encuesta más ajustada a la realidad era la del CIS. Los medios construyeron una burbuja mediática que pronto se fue desinflando. Cuando visitamos barrios y pueblos de Sevilla no solo percibimos una mayoría social a favor de un gobierno de progreso, sino un impulso e ilusión por el proyecto SUMAR que no percibíamos desde los tiempos de Convocatoria por Andalucía con Julio Anguita. Sabíamos que la movilización era esencial y que el discurso ultramontano de la derecha tenía por objeto, con los bulos y la desinformación, incentivar la desmovilización. Afortunadamente, logramos con un modelo de campaña muy capital, muy boca a boca, desmontar el imaginario de la mayoría absoluta de la derecha. En este sentido, la valoración, considerando las fechas y la presión ideológica de los poderes fácticos, puede ser calificada de muy positiva. En particular, la campaña de SUMAR ANDALUCÍA en Sevilla fue sin duda la mejor con diferencia, triplicamos en actos a otras fuerzas políticas, y logramos, cualitativamente, llegar a dialogar y pensar en común con la ciudadanía en los actos sectoriales y en cada territorio. Una experiencia que debe ser continuada.

No pasaron. Hemos resistido. PP y Vox no suman pero la izquierda lo tendrá más difícil que en la anterior legislatura para desarrollar su agenda progresista. ¿Cómo ves la configuración del próximo gobierno?

Era un hecho que el resultado iba a ser ajustado. Han sido meses de desinformación y campaña de la derecha mediática que han ido calando en la opinión pública, pero habrá nuevo gobierno de coalición y será una legislatura que debe abordar el frente cultural y la disputa política del sentido. Probablemente, las iniciativas legislativas van a ser limitadas por lo complicado del escenario de gobernabilidad, pero tengo el convencimiento que esta puede ser una oportunidad para articular el frente amplio de SUMAR como movimiento político y social e introducir en la agenda política debates pendientes como la financiación autonómica, particularmente lesiva para los intereses, por ejemplo, de Andalucía.

¿Cuál es el trabajo que tiene por delante Sumar a corto, medio y a largo plazo?

El primero y fundamental es definir el modelo de organización y proyectar a medio y largo plazo un proyecto de unidad popular con participación de la ciudadanía que defina en los territorios la organización del movimiento político y social y la construcción del sujeto político que haga posible el proyecto de país para la mayoría social. Hay que avanzar además en las propuestas programáticas y la agenda a llevar en la XV Legislatura, y desde luego pasar del ciclo de coaliciones y acuerdos puntuales a la constitución de una plataforma e identidad política con participación de los partidos, pero abierta al proceso transversal, participativo, desbordante que hemos podido palpar en la campaña y que sin duda demanda la ciudadanía ilusionada con la propuesta de SUMAR. Estas tareas postergadas por diferentes circunstancias deben ser, a mi juicio, prioritarias. Y exige volver a trabajar en los barrios, los centros de trabajo, los espacios públicos perdidos por una visión limitada de la actuación partidaria.

¿Qué objetivos te gustaría ver realizados en la próxima legislatura?

Desearía ver alcanzados al menos tres objetivos en esta legislatura. Primero, debemos suprimir la ley mordaza para recuperar el derecho a luchar por tener derechos. Es irrenunciable. No hay garantía de propuesta y protesta, de manifestación y reunión sin abordar este retroceso democrático. Por otra parte, desde el sur, desde Andalucía, es vital definir el modelo de financiación autonómica. Precisamos una agenda política andaluza propia, voz y políticas para atender por ejemplo la problemática de los barrios más pobres que sufren la desigualdad en nuestra tierra. Y en tercer lugar, aunque puede parecer muy específico o propio del interés académico de un experto en economía política de la comunicación, tenemos un serio problema de déficit democrático en el sistema informativo. Es preciso instituir un consejo estatal de medios como en el resto de países de la UE y definir políticas democratizadoras de la función informativa frente a la actual deriva tóxica y de degradación del trabajo periodístico. El duopolio y los intereses ocultos de los medios del sistema mediático explican la polarización y degradada calidad del debate durante la campaña o en la discusión de las iniciativas normativas del gobierno de coalición. Sabemos que no hay democracia sin información ni periodistas, pero esta se ha adulterado, en forma de fakenews, y los profesionales de la información precarizados viven a merced de intereses bastardos, cuando no se prestan a ser verdaderos francotiradores, y todo ello sin regulación ni fiscalización democrática por las políticas públicas. Es hora, en fin, de afrontar un debate nacional sobre los mediadores o intermediarios del discurso del odio. No es aceptable normalizar la barbarie que vulnera todas las normas deontológicas del oficio. Si no acometemos este reto, está en peligro la democracia.

Entrevista a Francisco Sierra, candidato de Sumar al Congreso por Sevilla

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Entrevista a Francisco Sierra, candidato de Sumar al Congreso por Sevilla, en el programa «Despierta Andalucía» de Canal Sur TV, dentro de la ronda de entrevistas recogidas en el plan de cobertura electoral para los comicios generales del 23 de julio.

Canal Sur Radio y Televisión invita a las entrevistas en cadena a los candidatos/as de las fuerzas políticas con representación en el Congreso de los Diputados obtenida en las anteriores elecciones generales en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Andalucía.

En el caso de las desconexiones, Canal Sur Radio y Televisión invita a las entrevistas a los candidatos/as de las fuerzas políticas con representación en el Congreso de los Diputados obtenida en las anteriores elecciones generales en el ámbito de la provincia correspondiente, y de las fuerzas políticas que tengan la condición de significativas en la provincia en los términos fijados por la Instrucción 4/2011, de 24 de marzo, de la Junta Electoral Central, de interpretación del artículo 66 LOREG.

El número de entrevistas es proporcional con el número de votos obtenidos por las fuerzas políticas representativas en las anteriores elecciones generales.

Enlace: https://www.canalsur.es/noticias/entrevista-a-francisco-sierra-candidato-de-sumar-al-congreso-por-sevilla/1951627.html

Francisco Sierra, candidato de Sumar en Sevilla: “Yolanda Díaz es garantía de que va a mejorar la vida de la gente”

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Catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, volcado con proyectos en Latinoamérica y autor de manuales a los que se asoman el marxismo, el imperialismo, la propaganda y el control de los medios, Francisco Sierra fue uno de los rebautizados como cascos azules que remó por una candidatura unitaria de toda la izquierda en las últimas elecciones autonómicas. Designado cabeza de lista de Sumar por Sevilla, está radicalmente convencido de que, al margen de los últimos resultados electorales, la sociedad española es mayoritariamente progresista. En el proyecto de Sumar, cuenta con que los diputados andaluces tendrán voz propia e incluso portavocía.

A unos días de las elecciones, las señales mayoritarias que se emiten no son las mejores para la izquierda, ¿usted mantiene la esperanza?

No solo tenemos esperanza, sino que estamos convencidos de que vamos a formar una mayoría social porque así lo estamos percibiendo en contacto con la ciudadanía, hay una voluntad de apoyar a la izquierda y un crecimiento significativo de Sumar. Las encuestas tienen siempre sesgo y en muchos casos no van a responder a la realidad, estoy convencido de que no va a haber una mayoría de derechas suficiente para gobernar y de que nosotros tenemos un porcentaje de indecisos considerable que en esta recta final va a decantarse por nosotros.

¿No cree que hay un giro social a la derecha, como indican las últimas elecciones municipales y autonómicas?

Ahí hay una mentira, todavía hay una mayoría de izquierdas porque hay un voto escondido tanto a Sumar como al PSOE. En términos de sociología electoral se ha hecho una lectura que es inapropiada e inconsistente: no ha habido un desplazamiento del voto a la derecha, ha habido una falta de participación de sectores populares que habitualmente apoyan a la izquierda. El reto que tenemos en Sumar es que se incorporen y que apoyen a las opciones de progreso, pero no es verdad que haya una mayoría social que apoya a la derecha.

La desmovilización progresista es una cuestión detectada hace tiempo, y pese a ello todavía no han sabido dar con la tecla…

Pero ahora es distinto, porque en otras convocatorias electorales la izquierda estaba dividida en varias opciones políticas, eso no ocurre en este momento. Hemos logrado una unidad de la izquierda que es un reclamo para votar, eso ya es un punto de ventaja, ir como Sumar en todos los territorios implica una garantía. Estamos convencidos que hay una mayoría social que nos va a respaldar, y hay mucho voto del PSOE que se va a transferir a Sumar como opción de garantía para un Gobierno de progreso.

Pues en el PSOE cuentan con que ocurra al revés, incorporar a potenciales votantes de Sumar. 

Sí, con el discurso del voto útil. Pero es que el voto útil para un Gobierno progresista es Sumar, no el PSOE, y por dos razones: primero, porque es determinante para hacer políticas públicas que quieren la mayoría social y el votante de izquierdas; y segundo, porque muchos escaños van a depender de los restos, los últimos diputados que se reparten en cada provincia. Sumar va a disputar y vamos a ganar la tercera posición y eso, en términos de ley electoral, implica una diferencia sustancial respecto a lo que dicen las encuestas. Por mucho que han criticado a Tezanos, creo que la realidad del 23J se va a aproximar más al mapa que dibuja el CIS.

¿Teme que se dé una situación en la que Sumar cumpla sus expectativas pero el PSOE esté por debajo de las suyas y no salgan las cuentas?

Esperemos que no por la mayoría de la población de este país, porque el PP no tiene capacidad de interlocución y de pacto en el Congreso, sólo tiene margen de maniobra con Vox, que es un partido constitucional pero anticonstitucionalista. El PP lo que ha hecho es confrontar con el nacionalismo vasco y el catalán, con las diferentes sensibilidades de España, con acusaciones muy graves y además falsas. Pero lo más grave es desde el punto de vista de los derechos humanos, ¿qué garantías habrá con un Gobierno PP-Vox? Así que, con el número de indecisos que hay, confiamos en que se movilicen los votos del electorado progresista, porque el pueblo español sociológicamente es de centroizquierda, es progresista.

¿Cree que la ciudadanía le ha perdido el miedo a la ultraderecha y la contempla como una opción real de Gobierno que no le asusta?

Creo que ha habido un proceso de normalización, y de eso ha sido muy responsable el PP, llegando a pactos en muchos municipios y comunidades autónomas con la extrema derecha, que es una línea que la derecha de la que forma parte en Europa no acepta. Además, los medios de comunicación han normalizado el discurso del odio y las violaciones de derechos humanos discursivamente, eso tiene un efecto grave que incide en que se acepte como normal. Pero democráticamente no lo es, porque los derechos humanos están para ser cumplidos. Es normal que el PP tenga posiciones muy conservadoras, pero ha cogido una deriva trumpista de desinformación y mentiras. Todo esto hace que efectivamente la población haya normalizado y no tenga miedo a la ultraderecha, pero esa normalización no quiere decir que no sea un peligro y una amenaza para la democracia, creo seriamente que lo es.

Al margen de su militancia progresista, y como experto en comunicación, ¿cómo explicaría el éxito del mensaje de la ultraderecha?

Como ha sucedido en EEUU con Donald Trump, esa comunicación se hace boca a boca a través de las redes digitales. Hay que recordarle a la población que las redes sociales, los grandes conglomerados, son un oligopolio de comunicación que ha colaborado en golpes de Estado en varios países o en el éxito del Brexit. Y tampoco es aceptable que esto se normalice en los medios de comunicación, hay normas deontológicas que hay que cumplir. No se puede dar simplemente la voz a Vox para que haga declaraciones estrambóticas contra los mena, contra la población migrante, contra las mujeres, contra el feminismo, contra todo aquello que no sean ellos. Por eso, esta normalización no es resultado espontáneo de que la gente se identifique con Vox, ha sido un proceso de naturalización en la opinión pública para establecer como aceptable algo que es indigno e inaceptable.

¿Y por qué la izquierda es incapaz de encajar su mensaje de la misma manera?

Si el sistema mediático no fuera oligopólico, duopólico prácticamente en España, y hubiera más medios progresistas, probablemente la realidad sería otra muy distinta en términos de deliberación democrática. En ese contexto, la izquierda tiene muchas dificultades, y además el electorado de izquierdas es muy crítico y exigente, no se va a conformar con cualquier tipo de propuesta. Nuestro sistema mediático es híper concentrado y eso no favorece la pluralidad ideológica, el pluralismo interno, ahí tenemos un déficit importante. Otra cosa distinta es que nosotros tendríamos que aprender a hacer mejor pedagogía democrática con la ciudadanía, explicar las propuestas y el sentido de lo que está en juego en este proceso electoral, que es lo que está haciendo Yolanda Díaz.

En este contexto de desencanto del electorado progresista, ¿la izquierda tiene futuro?

Yo creo en este proyecto, en Sumar como más que una coalición de partidos, estamos apostando por un movimiento político social. Es un proyecto de mucho futuro, de unidad de la izquierda, de alcanzar transversalmente a sectores que tienen sensibilidades diferentes, de recoger la pluralidad de la izquierda social y de la propia sociología electoral de nuestro país. Así que sí, tenemos muchas expectativas, Sumar tiene un horizonte de crecimiento ilimitado más allá del 23J. Y, en clave ya de Andalucía, es un proyecto que es la esperanza para construir una alternativa para nuestra tierra.

¿Por qué cree que hay que votar a Sumar en Andalucía?

Porque las políticas que hemos hecho a nivel estatal han beneficiado a los sectores más vulnerables de la sociedad andaluza: salario mínimo interprofesional, empleo estable, mejora de las pensiones…. Estas políticas son de Yolanda Díaz, que es garantía de que va a mejorar la vida de la gente. Además, nosotros vamos a tener una agenda andaluza y, en mi caso, sevillana. Va a haber una voz andaluza, un grupo de diputados andaluces que marcarán la agenda de prioridades para nuestra tierra. De hecho, con los recursos que tengamos en función de los resultados aspiramos a abrir una oficina parlamentaria y a estar continuamente en el territorio, cambiando un modelo que debería ser nuestra estructura, algo similar al estilo británico, en el que de algún modo los diputados tienen que rendir cuentas en su territorio. La idea es tener un tiempo propio y una portavocía propia como Sumar Andalucía, sería lo deseable y aspiramos a ello.

Tras las tensiones que se produjeron en el nacimiento de Sumar, ¿teme que afloren los recelos si los resultados no son los que se esperan?

He tenido muchos encuentros con militantes de Podemos y tienen claro que Sumar es la alternativa. Es verdad que el proceso les resultó doloroso y no entendieron algunos elementos del acuerdo, hay cierto malestar de las bases porque esperaban que algunos líderes notorios estuvieran teniendo un papel más protagonista, pero están haciendo campaña con Sumar y están trabajando. Esto es un proyecto de apuesta a futuro como en su momento lo fue Podemos, ese papel de aglutinante que jugó Podemos hoy día es de Sumar. Creo que va a ser un ciclo largo, Sumar ha venido para quedarse y Podemos tiene que estar.

Con lo tormentosas que han sido las coaliciones progresistas en Andalucía, ¿da por hecho que Sumar se va a asentar como marca?

Como marca, como fórmula y como proyecto político, sí. Sumar Andalucía queremos que sea un proyecto alternativo para gobernar la Junta dentro de tres años y, por supuesto, también a nivel estatal. No estamos pensando en una simple coalición, la voluntad de la mayoría de los que vamos en la candidatura es construir una nueva fuerza unitaria y un frente amplio de todos en el que se puedan reconocer las distintas sensibilidades, los partidos que lo conforman, pero también ciudadanos que libremente deciden participar. Lo siguiente ahora sería pasar de coalición a movimiento político social. Para las elecciones andaluzas del año pasado asumí con Sebastián Martín Recio un papel de mediador para lograr la unidad de la izquierda, lo que no se logró de pleno ni del modo como queríamos. Asumir la candidatura de Sumar por Sevilla es como esa mediación, seguir construyendo un proyecto de futuro de la unidad de la izquierda para terminar con la fragmentación, la división y la desunión, porque eso la gente lo penaliza. El votante de la izquierda no ha votado a la derecha, se ha quedado en casa, no ha ido porque no le ha ilusionado que llegues a un acuerdo mal, tarde y después de una disputa que nadie comprende porque programáticamente no hay razones para no ir juntos.

¿El desafío es incorporar al proyecto a Adelante Andalucía?

Tenemos que dar tiempo a los procesos, pero confiamos en que ellos estén porque son una parte importante de la izquierda andaluza que representa a los anticapitalistas y a la izquierda andalucista, que también está en nuestra candidatura con Iniciativa del Pueblo Andaluz. Tiene que haber un proceso de tiempo y de diálogo, pero estamos dispuestos a que lideren también dentro de Sumar Andalucía una propuesta de futuro para nuestra tierra con clara identidad andalucista, ecologista y feminista.

¿Su labor de mediación para las andaluzas, en la que se llegó a decir que hablaban en nombre de Yolanda Díaz, es lo que le ha abierto a ser ahora candidato?

Imagino que lo de haber sido mediador ha contado significativamente, pero también mi perfil profesional de catedrático, de persona progresista que ha estado en movimientos sociales en diferentes espacios, militando y desarrollando una política de izquierda en la Universidad y en otros ámbitos. Necesitamos en el Congreso profesionales que vengan de la sociedad y que no todas sean caras ya conocidas del ámbito de lo político. Yo nunca he tenido un cargo público.

¿Y eso no le pone en una posición de debilidad desde un punto de vista orgánico?

Puede ser, pero yo quiero pensar al revés, que estamos construyendo algo nuevo. El objetivo es pensar como un proyecto en común, no como una coalición electoral. Lo que viene después el 24 es dar forma a este proyecto y a lo que representa Sumar Andalucía desde el punto de vista orgánico y, por tanto, de espacio de representación. Yo no tengo una ambición política ni tengo una vocación política, entiendo la política en el sentido de Gramsci de que toda persona, por el hecho de pensar, es intelectual; todo ciudadano, por el hecho de ser sujeto, es sujeto político. Me considero político en ese sentido, que soy un ciudadano que tiene vocación política y que defiende causas justas y derechos. Lo demás lo dirán después las bases, la mayoría, pero creo que las formas tienen que ser como fue Convocatoria por Andalucía en su inicio: elaboración colectiva, participación de la ciudadanía, rotación en los cargos, transparencia y debate público. Y ahí nos encontraremos.

¿Todo eso será suficiente en Andalucía para erosionar al PP, que se ha asentado vendiendo un perfil moderado de Juan Manuel Moreno?

Pero es que no es un moderado, es un ultra, porque las medidas que ha tomado en Doñana son de posiciones extremas, como también en la sanidad pública y en los procesos de privatización de servicios esenciales para la ciudadanía, eso es de ser ultraliberal y nada moderado. Es verdad que durante este tiempo hemos tenido una situación de transición, pero a partir del 24 iniciamos un proceso para consumar nuestro fortalecimiento y desarrollo en todo el territorio andaluz. Y evidentemente eso va a cambiar las reglas del debate y la discusión.

Por cierto, ¿teme quedar señalado como el que le volvió la cara a una candidata de Vox en un debate electoral?

No, no me preocupa, era un acto de protesta simbólica. Tengo una trayectoria de muchos años como investigador académico y de participación en movimientos sociales, y del mismo modo que por ese gesto he recibido críticas duras y en algunos casos de manera muy maleducada, descortés y grosera, incluso por parte de periodistas, pues también he notado un recibimiento positivo y el respaldo de la ciudadanía, no sólo de los votantes.

¿Se arrepiente de haberlo hecho?

No, en modo alguno, era un gesto de protesta simbólica y punto, ahí quedó. Es puntual, y tenía el objetivo de hacer ver que no puede ser natural aceptar un discurso que ataca a los derechos humanos y que se ancla en el odio. No puede ser aceptable para las instituciones democráticas, empezando por los medios de comunicación, que cumplen una función vital y sin embargo no señalan nada sobre el discurso del odio contra los migrantes, las mujeres, la diversidad sexual… Ese es el problema.

¿Las declaraciones de Yolanda Díaz diciendo que a Vox hay que confrontarlo de frente las entendió como un toque de atención?

No lo considero un tirón de orejas. Yolanda Díaz tiene mi teléfono, me hubiera llamado y me hubiera advertido. Es llamativo que cuando hay un acto de protesta a la izquierda se pone el acento y se carga contra él, pero ante este discurso del odio y la violencia no se dice nada por parte de los medios. Eso sí me preocupa.

Francisco Sierra y la pasión por lo común

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Cuando supe de la elección de Francisco Sierra como candidato para encabezar la lista de SUMAR por Sevilla, reconozco que tuve una sensación reconfortante, de contenida alegría ante los no siempre agradables procesos de elaboración de listas electorales. Se había acertado y eso siempre ayuda a votar con más esperanza, y alegría si cabe, el próximo 23J.

Francisco Sierra es un reconocido Catedrático de Teoría de la Comunicación. Bien. Pero, como él mismo dijo en el acto de SUMAR en Sevilla con Yolanda Díaz, “uno viene de donde viene, hijo de un obrero de Standard Eléctrica que, aunque es catedrático, no ha perdido la identidad de clase”. En esa frase de gran belleza se resume su historia vital. Hijo de la migración andaluza de los 60, de familia granadina trasladada a Madrid, su propia trayectoria vital refleja el emocionante compromiso por el estudio que las familias trabajadoras transmitían a sus vástagos. Estudiante de la escuela pública “con beca”, su recorrido académico es el arquetipo de quienes sabíamos que o había esfuerzo para superar cada curso o la beca que perdíamos nos devolvería a casa antes de tiempo.

Antes de tiempo fue Catedrático, pero el Decreto Montoro retrasó su acceso cuatro años, avalado por numerosas representaciones y publicaciones académicas nacionales e internacionales. Pero sin duda nos sorprendió cuando en 2005, con apenas 35 años, fue nombrado Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, el más joven de España en ese momento. Su compromiso con la educación pública -y la conciencia de devolver a la sociedad lo que esta le ha dado- le impulsó a asumir esta responsabilidad a una edad tan temprana.

Estos vínculos le animaron a fundar asociaciones científicas como la Asociación Española de Investigación en Comunicación (AE-IC) o la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (ULEICC). Su trabajo de ida y vuelta con países como México o Ecuador ha definido un perfil de amplias miras y altura profesional.

Su intensa dedicación al trabajo tiene que ver con su pertenencia a una generación que, procedente de familias trabajadoras, accede por primera vez a la Universidad. Algo que hoy se da por hecho, pero en los años 80 no era así.

Esa vocación de servicio público también procede de su itinerario biográfico y profesional. Frente al saber instrumental concebido como una práctica profesional en la que el pensamiento crítico no tiene por qué hacer acto de presencia, Sierra concibe la Universidad como un espacio para construir comunidad en un proceso estrechamente ligado con el cambio social. Sin que él lo pretenda, forma parte de una excelente tradición de la educación universitaria sevillana que ha forjado, desde espacios críticos y rigurosos, líneas de investigación y pensamientos –en el campo del derecho, el filológico, histórico, científico o artístico- que han nutrido una concepción comunitaria, de vanguardia y abiertamente progresista. Parte de la mejor Sevilla, digna de ser resaltada.

Es precisamente este anhelo de cambio social el que explica su optimismo de la voluntad, incluso en las situaciones más difíciles. Desde su participación juvenil en las organizaciones estudiantiles y culturales en la entonces reciente democracia, hasta su compromiso con la unidad de la izquierda de los últimos años, Francisco Sierra, con la generosidad del que sabe que lo común está por encima de lo individual, no ha dejado de ponerse al servicio de los procesos colectivos que buscaban una profundización democrática de la sociedad. Por eso, este paso dado no nos ha sorprendido a quienes lo conocemos desde que compartíamos luchas en el movimiento estudiantil.

Toda esta trayectoria se pone ahora al servicio de SUMAR: desde la conciencia de una Andalucía determinante para el futuro de la mejor España, en Sierra tenemos a un defensor de los servicios públicos irrenunciable, firme y de los que no duda. Para que nos entendamos: de los que no se ofrecen a un debate para aumentar la edad de jubilación porque niegan la mayor, que es retroceder en derechos. Será, por tanto, una garantía en la defensa de las familias trabajadoras, esas que nos piden que sobre todo seamos buenas personas, como el mejor patrimonio o legado que nos dejan.

Y Francisco Sierra es una bellísima persona, y aunque este tipo de reflexiones provocan muecas de sonrisas cínicas en quienes consideran la política ajena a marcos de comportamiento éticos, aún hay quienes defendemos estas categorías necesarias para la defensa del bien común y del mejor vivir: que un buen político, que una buena política debe ser ante todo una persona decente. Y Francisco Sierra Caballero lo es.

Sumar, coser y cantar

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Ahora que el ruido mediático bloquea el principio esperanza, necesitamos, de aquí al 23 de julio, no solo Sumar y contar lo hecho y lo por venir. Va a ser además necesario coser, tejer con el lenguaje de los vínculos y soñar cantando auroras que es posible ver en el horizonte. Esta apuesta es hoy más que nunca prioritaria, porque, según las leyes de la propaganda, dato no siempre gana a relato, y en la sociedad de las cuentas con los cuentos termina imponiéndose la sinrazón, el discurso del odio que se ha instalado en una cultura, la hispana, históricamente atrabiliaria, como retratara Goya, y algo cainita. Pero España no es diferente, y sin hacer transhistoria, podemos observar que el discurso del odio se extiende de EE.UU. a la Unión Europea, de la derecha a la izquierda, del Norte al Sur global, aunque sea la extrema derecha quien trolea, planifica y alimenta esta política antisocial que en el fondo es el pogromo restaurador del capital financiero y sus arietes: las big tech. En otras palabras, como sigamos así no nos quedará cara de libro (Facebook), sino de bobos. Pues hay que saber que polémicas azuzadas desde el poder mediático no tienen otro fin que realizar un principio básico de la estrategia militar: divide et impera. Y nadie tan interesado en dividir y dispersar a la gente como los hijos del IBEX35, los fondos buitres y los halcones del Pentágono que ya lograron el BREXIT, continuaron con la OTAN la guerra de Ucrania y les falta culminar la estrategia de derrumbe de Bruselas con el giro a la extrema derecha en la mayoría de países que componen el fallido proyecto comunitario. De ahí la necesidad de tejer, de coser y del amor, del cante con el cuerpo que flama en la alegría de vivir y resistir. Una posición diametralmente opuesta a la práctica de los sufridores, que decía Correain. Vindicamos aquí una lógica contraria a los odiadores profesionales. Es tiempo de aprender a construir espacios de comunicación con confianza y no tóxicos o seremos presos de los disparates de twitter, rehenes de los bots de quienes tienen robots y esclavos para servirles, y nos proyectan como único horizonte posible de vida el tecnofeudalismo. Y no es una boutade. Como ilustra Andrew Marantz en “Antisocial” (Capital Swing, 2021), los Proud Boys, Quonn y antes el Tea Party tienen su origen en la llamada nueva derecha cowboy de Ronald Reagan, auténtico pionero de la deriva con la que se pregona el libertarismo reaccionario a partir de lecturas autonomistas y una visión contraria al Estado, una suerte de discurso prepolítico que hoy se justifica con la infoxicación o el ruido en redes como la mejor expresión de la Primera Enmienda, como el derecho a decir cualquier barbaridad, IDA mediante, en la vomitiva diarrea del ocio convertido en neg/ocio. Se confunde así libertad de expresión con incontinencia de las impresiones. Esta dinámica ha terminado contagiando a la militancia de izquierda, inconsciente que tras la pandemia la vuelta a la normalidad se ha traducido en la dilución del espacio público, el repliegue sobre lo privado o doméstico, no como patología sino como síntoma de disciplinamiento del capital, como un proceso de restauración conservadora que en nuestro caso, con los Florentinos y Ana Rosas de turno, pretende imponer un modelo de país de palmeros. En esa dialéctica nos hallamos, y en este marco nos quieren encuadrar en la medida que, de este modo, se garantiza el statu quo, el capitalismo de plataformas que concentra el poder económico, político y militar.

El medievo digital es un orden del enclaustramiento, de los riders y el esclavismo de las pantallas, la distopía del cocooming, de los capullos domesticados, los cosmopolitas con collar y no de cuello blanco precisamente, sino de animales domésticos sin compañía, entretenidos con las redes, las revistas de decoración interior y, en pleno siglo XXI, con el juego de roles propia de la generación otaku y sus derivas hikikomori, encerrados en la fantasía de un universo virtual que es el propio cuarto doméstico.

La economía austericida exige, bien lo sabemos, que la fuerza de trabajo permanezca inmóvil, silente, impávida e ilota, siempre bajo supervisión, monitorizada por los dueños de todo capital. La doctrina del shock es sobre todo eso: aislamiento psicológico y social. La primera víctima, la confianza, la negación del principio esperanza, la crisis en fin de la democracia, pues prima el lavado de mente sobre el que Pasolini y Godard ya pensaron a propósito del colapso cultural que vivimos. Mientras, mi barbero de Brasil no entiende en qué galaxia paralela habita Trump y su aprendiz Bolsonaro. Ya le dije que en la misma de Ayuso y antes Aznar o Reagan. Da igual que sea vía Facebook o en el noticiero Globo. El trumpismo es el feudalismo capitalista, el neofascismo de contención que programa las víctimas a sacrificar del próximo asalto criminal de la acumulación por desposesión. En este campo la política espectacular es la retórica del miedo por otros medios. Y los GAFAM el canal de escenificación o ecosistema natural de intervención a modo de guardabarreras de todo dominio público, convertidos en porteros de la desinformación. Por ello, si el alisamiento del conflicto es, en palabras de Byun-Chul Han, una suerte de anestesia permanente, ha llegado el momento de ocupar la calle, construir puentes, superar los miedos, luchar contra los especuladores de la vida y los traficantes de la moral. Más aún cuando sabemos que el ascenso del fascismo es consecuencia del imperio del miedo y la reclusión en el hogar. Empecemos pues a dejar de ser teledirigidos, volviendo a las tabernas, ocupando las calles, tejiendo y cantando en los patios y plazas desde la fraternidad perdida, aprendiendo de la sororidad, y también del silencio. Sepan que sumar y transformar un país no se consigue con mucho ruido y pocas nueces. Aprendamos de la sabiduría popular. Sin ira, libertad.