Cataluña y la propaganda

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El caso catalán es ilustrativo, de un tiempo a esta parte, de la lógica mediática que nos gobierna y que se extiende, a día de hoy, a los comicios del 14F. Hablamos de un modo de concebir y hacer el periodismo que nada tiene que ver con el oficio y, mucho menos, con las exigencias deontológicas que, se supone, rigen en un sentido normativo la praxis de los profesionales de la información.

Así, cuando Julian Assange demostró que la injerencia en redes en el referéndum por la independencia no fue ni de Rusia ni de Venezuela, sino de la propia NSA, El País, sin pudor ni sustento alguno, dio crédito a declaraciones del Gobierno al respecto para afirmar, sin pruebas, exactamente lo contrario. Una dinámica que podría ser normal en la prensa basura, que todos tienen en mente, pero no en un diario de referencia.

Y por ello estamos como estamos, aun siendo conscientes de que el problema catalán difícilmente se resuelve con agitprop. El tratamiento sesgado, tendencioso, irreflexivo y, cuando menos, de baja altura de miras, es de hecho el principal obstáculo a todo diálogo y salida política al conflicto generado por el arte de la no intervención de M.R.

No sabemos si por el coeficiente intelectual de la derecha o por la impronta del pujolismo, el caso es que los medios, lejos de mediar, azuzan e incendian el paisaje político con pocas o nulas capacidades de recuperación. Salvo contadas excepciones, como la de Lluis Bassets, los opinadores y editorialistas del sistema informativo mainstream emulan el modo de actuación de los camisas pardas.

El caso del panfleto de Cebrián es, en este punto, hasta sangrante, como lo es el secesionismo y la construcción nacional por otros medios de la gran mentira. Por ello parece claro que el debido y necesario internacionalismo y la vía federal y solidaria de una República como proyecto de nueva forma Estado de futuro para la convivencia pasa, hoy más que nunca, por un nuevo sistema de comunicación que supere el déficit democrático en España, consciente de que hemos llegado hasta aquí por una narrativa falsa, por ficciones nacionalistas, de ambos lados, y por la deriva xenófoba que el austericidio promueve en forma de aporofobia y odio al distinto.

En otras palabras, las cuentas y los cuentos nacionalistas en Barcelona y Madrid tienen sus víctimas: la verdad es la primera de ellas. Imaginen qué otras más, considerando el pacto de las burguesías catalana y central, dictaduras mediante, que a lo largo de la historia han procurado encubrir la vergüenza del expolio. Por lo mismo resulta preocupante que la izquierda ampare semejante proyecto de esquilmación sistemática, más aún si pensamos desde Andalucía.

Claro que el panorama mediático no contribuye en nada a la meridiana claridad política cuando columnistas como Teodoro León Gross equipara a Pablo Iglesias con Trump, mientras se denuncia la ficción democrática del régimen del 78, resultado de una herencia monárquica corrupta y despótica, heredera del franquismo. Dicho esto, cabe esperar que el 14F los catalanes voten libremente, aún con covid, el futuro de la autonomía.

Nadie votó la forma Estado en la transición, sino la Constitución que las élites impusieron con la amenaza del ruido de sables por testigo. Nada nuevo bajo el sol. Relean los escritos de Vázquez Montalbán sobre ello. Son colaboraciones en Mundo Obrero del 77 y siguen estando vigentes hoy, que toca agitar el tablero mediático a golpe de tuit, mientras encarcelan a Pablo Hasel por decir verdades como puños.

El enjambre de las multitudes en la colmena digital está de momento exento de la lógica de captura que impone el sistema informativo. Pero es sabido que, en España al menos, se impone la inquina sorda y continua del escaparate catódico (no olvidemos que constituye la dieta básica de los españoles, como antaño el NODO) a la hora de denunciar la intromisión rusa –nunca la de Estados Unidos, claro está–, pese a que esté más que comprobada, como en el Brexit.

De ello fuimos testigos al invitar a Julian Assange a abrir el congreso Movenet como Compoliticas. En su intervención, los medios nacionales y la prensa local reprodujeron la crítica del fundador de Wikileaks al papel del Estado español en el control de las redes con motivo del referéndum. Pero la prensa se quedó con la versión mejor acomodada.

Los proyectos como East Stratcom Task Force de la UE, la constatación de más de tres millones de cuentas falsas en Twitter y de cuerpos de seguridad como la Guardia Civil en la red pareciera una anécdota frente al poder ruso y sus terminales informativas (Sputnik, Russia Today y los centros trolls de Moscú). Curioso razonamiento en la era de los memes, Hoaxy y los dispositivos de captura y control. Y curioso periodismo el del orden reinante en nuestra patria.

Se ríen de lo del Capitolio y Trump en Washington cuando emulan a diario lo que Saul Bellow define como moronic inferno, el modo cultural de un tiempo propicio, como advirtiera Eco, para la legión de imbéciles que proliferan cual patizambos en la red: entre la estulticia, el narcisismo selfie o la liturgia esclerotizante de la banalidad del mal.

Por fortuna, siempre nos queda la libertad de pensar, el recogimiento como acogimiento, la paz y la palabra, el derecho de reunión y manifestación, los muros de las calles y las calles y alamedas sin muros, el espacio público y la pública voluntad insumisa de habitar en común.

Por tener, tenemos incluso los bares y tabernas, bien es cierto que ahora provisionalmente restringidos, pero en esta tierra que nos reúne, ha sido la semilla de vientos de libertad: de 1812 hasta nuestros días. Volveremos a las plazas, en Cataluña y en el resto de España. Al final inevitablemente se impone el principio de necesidad.

Francisco Sierra, catedrático de Comunicación: «España es una anomalía en la UE por su baja calidad informativa y pluralista»

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Que las grandes empresas de tecnología dominan el mundo y tienen el control de nuestros datos con todo lo que eso significa no es un secreto. Que sepan dónde estamos, qué hemos comido, cuántas veces al día buscamos qué en google y hayan tejido una red neuronal alrededor de nuestra vida que incluso se anticipa a nuestros deseos es algo con lo que hemos aprendido a convivir. Pero ¿Qué consecuencias podría tener sobre el derecho a la información y a la libertad de expresión que sean estas Big Tech, estas grandes empresas de tecnología, quienes aglutinen- también- la información que “elegimos” para conocer la actualidad? ¿Qué pasa si también el poder de la información se concentra en muy pocas manos?¿Y por qué este proyecto se hace a cargo de los fondos europeos?

Desde LUH hemos preguntado por esta suerte de “gran Netflix” para informarnos de todo a Francisco Sierra, catedrático de Teoría de la Comunicación, investigador y académico de la Universidad de Sevilla.

Pregunta: ¿Qué implicaciones puede tener para la salud de la libertad de expresión de los periodistas y del derecho a la información de los ciudadanos este tipo de proyectos?

Respuesta: El capitalismo de plataformas digitales está contribuyendo a la concentración del poder de informar como nunca antes en la historia moderna de la comunicación. Si el informe McBride alertaba en 1980, hoy el alto nivel de concentración restringe el pluralismo interno, la diversidad de voces. Y es una tendencia acentuada.Lo contradictorio es que Bruselas hable de pluralismo, diversidad y haya contribuido a esta concentración evitando regulaciones antitrust y contribuyendo con sus políticas activamente a grandes oligopolios so pretexto de competir con los big mediaamericanos. El resultado es que algunos de esos conglomerados terminaron participados y absorbidos por actores como Murdoch. Es decir, la apuesta de financiar con fondos públicos de reconstrucción a actores como Telefónica son lesivos para el derecho a la comunicación favoreciendo no solo el control de la oferta sino replicando la matriz Silicon Valley que en modo alguno es un referente, pues es contrario a las libertades públicas fundamentales.

P: ¿Abre esto definitivamente la puerta a que sean las Big Tech quienes decidan qué es información y qué no?

R: Si antaño en el XIX la lucha por la libertad de expresión significaba combatir las restricciones o limitaciones impuestas al movimiento obrero y la prensa radical, hoy el derecho de acceso pasa por las corporaciones GAFAM que establecen peajes y accesos limitados. Es falso que la era Internet es la era de la libertad de expresión, menos aún tras la quiebra del principio de neutralidad que impulsó la administración Trump. Antes bien vamos a una democracia censitaria que, como denunciara Habermas sobre la comunicación en el siglo XX, se traduce en una opinión pública aclamativa dominada por el secreto del algoritmo y la concentración de canales. Los peajes son impuestos por grandes corporaciones que lógicamente establecen sus agendas y vulneran derechos fundamentales, no solo de la ciudadanía. Hay que comprender que la precariedad de los periodistas, la debilidad de la prensa pasa por la dependencia de la tecnología foránea que afectan a los derechos sobre los contenidos.

No es casual que hace más de una década la AEDE, la patronal de editores de la prensa en España, vindicaran recursos públicos para sostener los periódicos como instituciones fundamentales en la democracia. Estos mismos editores fueron contrarios sin embargo a la Ley de Comunicación que las asociaciones de prensa, sindicatos y colectivos del sector presentaron a través de Izquierda Unida para defender la titulación , la dignidad profesional y condiciones propicias. Asistimos hoy sin embargo a una pugna o desplazamiento del poder de informar que inicia con Reagan y la autorización de participación cruzada de las telecos en medios audiovisuales e impresos. Desde la liberalización de la década gloriosa del neoliberalismo esta dinámica se ha normalizado con grave deterioro de la economía de las empresas periodísticas, ya de por sí concentradas (véase el caso de PRISA) y una participación mayoritaria del capital financiero, las grandes compañías como Telefónica y, claro, las eléctricas. El problema es que ello se ha traducido en una creciente dependencia, en menor pluralismo y una degradación de los contenidos informativos en prensa, radio y televisión, como es notorio, en especial en España que es una anomalía en la UE por su baja calidad informativa y pluralista.

P: Riesgo de mensaje único con canales cada vez concentrados en menos manos y la pregunta que surge es ¿el dueño del canal es quién decide la información? ¿es quién silencia las voces? Me viene a la mente la cuenta de Donald Trump bloqueada el día del asalto al Capitolio

R: Evidentemente. Llama la atención que el movimiento cibertario alerte del control de datos y de información personal por los gobiernos como el debate sobre los bulos en España, cuando sabemos que el control está en manos de los GAFAM. Quién decide censurar una cuenta, por qué, con qué criterios. Los señores del aire son señores feudales y la lucha por el derecho a la comunicación pasa por una gobernanza democrática y multinacional de la red ahora en manos de EEUU y de la NSA y fiscalizar a Facebook, Amazon, Twitter, Microsoft que amenazan la democracia. Porque lo mismo que dejaron hacer a grupos contrarios a los derechos humanos dieron respaldo al golpismo en Brasil, Bolivia y en la llamada primavera árabe. No olvidemos que la historia de estas compañías es inseparable del proyecto del Pentágono incluso en la ciberguerra contra China y Huawei.

P: Es una doble vara de medir. Esos dueños de los canales informativos también han decidido silenciar voces de activistas por el derecho a la vivienda suspendiendo cuentas de Twitter. ¿Entonces a quien se otorga el derecho a la censura (si es que debe existir desde fuera) y bajo qué criterios?

R: El problema de las redes y el uso de la violencia simbólica es que se parte de una falsa premisa. La idea de que Internet no es regulable o que la libertad de expresión no puede ser limitada. Ahora, el derecho consiste en límites. No hay libertad sin responsabilidad. El problema es cómo definimos los límites que garanticen la autonomía y eviten, en lo posible, el abuso de la infoxicación que contamina el medio social. En concreto, no vale decir que se vulnera la libertad de expresión cuando se cierra una cuenta de Trump por incitación al odio. El problema, creo, es que esa decisión no la formula un juez ni una instancia democrática sino una corporación privada. Cuando hay discursos xenófobos y racistas estos provienen de organizaciones claramente identificadas y cuya intención es atentar contra derechos fundamentales, incluso el derecho a la vida.

Por ello precisamos regular y actuaciones institucionales con monitoreo y censura de discursos que atentan contra la democracia y la convivencia. Igual que existe censura moral es preciso censurar las voces que amenazan la democracia. Esto se puede hacer de forma democrática con consejos ciudadanos, defensores de la ciudadanía e instrumentos jurídicos y normativos que sancionen. Pero lo que tenemos es el discurso y la lógica de No man´s land, una suerte de tierra de nadie o ley del oeste que favorece el discurso del más fuerte a golpe de algoritarismo. Francamente, los discursos contrarios a regular e intervenir en la red, aún viniendo de colectivos comunitaristas y libertarios, coinciden punto por punto con el lobby de Silicon Valley, con el discurso Reagan, con la matriz neoliberal que está en la base de la violencia simbólica. Y en esto se equivocan los partidarios de Richard Stallman como Noam Chomsky. La idea de free flow of information es contraria, siempre lo ha sido, a la democracia y al derecho a la comunicación. No podemos seguir con una visión decimonónica en la era de la comunicación total. A los hechos me remito.

Candela

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Dicen, es un decir, que los nombres nos constituyen. Sabemos que el lenguaje es performativo, y que las palabras indican y conforman la realidad. Nos definen y prescriben el ser y sentir, la forma en fin de producción de la subjetividad. Sabemos, por otra parte, que, en el acto de nombrar, poseemos, y marcamos una distancia que puede ser política del encuentro. No hay cooperación posible sin ello. Ni futuro sin alumbrar ni abrirse paso con el logos. Eso nos legó la modernidad, el siglo de las luces y las sombras de la cueva de Platón, que de todo hay en el proceso de representación.

Hoy que se delibera tan intensamente sobre la ley trans nunca como de un tiempo a esta parte somos conscientes de la centralidad de las políticas del lenguaje y el lenguaje de la política, de la importancia que tienen las formas y el fondo del arte de lo posible que, en el tema que nos trae hoy a colación esta columna de Notas Rojas, pasa por arrimar la candela, por alumbrar la vida.

Hablamos de un proyecto incipiente de cooperativa para una energía libre de oligopolios y sostenible que evoca la flor del castaño, la sabiduría de las encinas, el claro iluminador del fiel de la balanza de la justicia que ha de inclinarse para NOSOTROS, la lumbre e intensidad luminosa que nos envuelve con la cálida luz de la morada que es hogar y, en suma, es básicamente vida. Conozco personalmente a algunas de las mujeres que lideran el Consejo Rector de esta iniciativa y puedo garantizar que la cosa está que echa chispas. Se ha prendido el movimiento, la onda lumínica que nos despeja el camino, porque, entre otras cosas, como dirían en Cuba, pese a estar la cosa complicada con el oligopolio de las eléctricas, quienes encabezan esta iniciativa se distinguen, entre otros méritos, por ser ingeniosas y fuertes, críticas y mordaces, astutas como la razón y la historia, poderosas partisanas de un proyecto que auguro será legendario. Y es que cuando la patria nos abandona, emerge la matria, se imponen nuevas matrices productivas, modelos sostenibles para las ecologías de vida que piensan y hacen desde lo concreto, que nos emplazan a cooperar y construir en común, a vivir ligados, como el buen vino, siempre vinculados, siempre en común.

Por ello este proyecto tiene nombre propio de mujer y ha sido liderado por mujeres fuertes, decididas, comprometidas con el proyecto colectivo de un universo candelario: un mundo donde quepan muchos mundos posibles, inclusivo, jovial, ecológicamente sostenible, basado en la religancia, en el clinamen, en la insobornable voluntad de cambiar nuestra realidad inhabitable que requiere de un accionar y organización distinta del oikos. Y por eso hace unos días nos interpelaron. Desde el 2 de febrero, día de la Candelaria, han lanzado su campaña y un llamamiento para sumar socios dispuestos a cambiar nuestra Andalucía, que se hace a golpe de BOJA en el gobierno o construyendo alternativas de futuro. Pueden imaginar que este proyecto nace desde el sur y desde abajo, porque solo así habrá energía para todos y de todos. En fin, valga estas líneas para llamar la atención. Algo se mueve en Al-Ándalus y no conviene dejar pasar la ocasión. Es tiempo de avivar las candelas. Por eso lean e infórmense. Es el primer paso.

Yo ya lo hice. ¿ Y tú ?

Políticas de Comunicación y Economía Creativa. El reto de la cultura y el desarrollo local

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Este ensayo plantea una reflexión crítica sobre el papel de la cultura dentro del tardo-capitalismo, en el actual contexto de ofensiva liberal, donde las grandes corporaciones culturales y mediáticas tienen el dominio total del discurso y dificultan el desarrollo local, la diversidad y el pluralismo inherentes a la cultura y las comunidades humanas.
Participación, ciudadanía, comunidad, cambio social, identidades, diversidad, cultura popular, nuevas tecnologías de la información y la comunicación son solo algunas de las palabras clave que definen este ensayo que aborda —desde el paradigma de la Economía Política de la Comunicación y de los Estudios Culturales— varios ejes temáticos:

  • Los problemas y limitaciones que plantea el concepto de economía creativa.
  • La incorporación de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación en todos los procesos culturales y de desarrollo local.
  • El papel activo de la ciudadanía y el poder democratizador de las políticas de comunicación.
  • Las condiciones materiales de la nueva política cultural en casos como el europeo o el brasileño.
  • Las transformaciones acaecidas en la ciudadanía y las ciudades planteadas como un reto para el desarrollo local.
  • La necesidad de plantear una ecología de desarrollo urbano sostenible que respete la diversidad cultural.

La memoria subrogada

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Dicen que el periodismo, y lo reiteran de forma falsaria, diríase cuasi que como para reforzar la sociedad del cansancio, es el único y verdadero cronista de la actualidad. No es cierto, y menos aún en los tiempos que corren. Más bien, en un mundo al revés, la ficción nos desvela lo real, y requerimos del mockumentary, como hizo Jordi Évole para desmontar mitos como el 23F y la figura, hoy derruida en Sálvame, de Juan Carlos I de Borbón. Ciertamente, en series de ficción, como en el documental, tenemos la historia y la memoria negada. Lo pueden comprobar, por ejemplo, en la magnífica cinta Rojo Tinto de Blanca Gómez y Agustín Ríos, un trabajo coral donde el protagonista es el pueblo trabajador. Las mujeres luchadoras, que para Casado serían filoterroristas, los jóvenes, los migrantes vascos y sus familias luchadoras, las gentes de Extremadura y Andalucía que soñaron con un futuro mejor y dieron su vida y esperanza a la tierra, horadando en cada pico y barrena la riqueza de la comarca. Relato en fin de la historia en movimiento, y vindicación de una cultura y proyecto colectivo que arranca con la aventura de una educación popular inspirada en la teología de la liberación, la Escuela de la Safa, de jesuitas que creían que predicar es más que dar trigo, y apostaron por una enseñanza en la que aprender la democracia solo es posible ejerciéndola. De ahí a la disputa de la hegemonía, reactualizando las luchas que fueron y que serán. Los cuerpos y pasión por la justicia vindicada por líderes sindicales como Venancio Cermeño, de los que no quedan ya en CC.OO., curas obreros como Antonio Rioja, enseñantes como Miguel Ángel Ibáñez o dirigentes como Ricardo Gallego, ex alcalde del PCE que hubo de combatir no molinos de vientos sino herederos de lo que algunos denominamos la cultura del estraperlo, desplegando la dialéctica de lucha y reflexión, conocimiento e intervención social, como la escuela de formación profesional, siempre a partir de la experiencia acumulada por el movimiento obrero como telón de fondo. Historia en fin rediviva que gracias a la creatividad y buen hacer de los productores de Gulliver nos permite recordar que las gentes que fueron, son y serán, que podemos aún pensar el territorio, las vidas incandescentes, la dignidad como resistencia, los sueños y utopías por vivir, la multitud inteligente organizada para defender la dignidad porque nunca olvidamos lo sucedido en la cuenca minera.

Decía Marx que toda crítica tiene que limitarse a comparar y contrastar un hecho no con la idea, sino con otro hecho. Al tiempo es preciso con el arma de la crítica poner entre paréntesis los hechos y los acontecimientos para ir más allá, para cambiar el mundo inhabitable que vivimos. Río Tinto está teñido de rojo y esta columna que estrenamos en Tinto Noticias no podía llamarse de otro modo. Escribir negro sobre blanco las notas rojas del tiempo presente no puede ejercerse de otro modo, salvo que recitemos la monserga de los emborronadores de páginas al servicio del IBEX35, que de todo hay en la viña de los nuevos señores feudales. Por ética, e incluso por estética, permita el lector este pórtico a modo de aviso para navegantes, no podemos renunciar a escribir contracorriente. Se lo debemos a ellos, lo exige el buen oficio del Periodismo, lo esperan los hijos y descendientes de quienes conocen de primera mano que la vida del minero, que el universo del carbón es, como dicen en mi segunda patria, bien cabrón. Así que si algo podemos aprender de este documental, y de la historia del movimiento obrero, es que nunca se ha de renunciar al principio esperanza. Menos aún en este momento de zozobra e incertidumbre. Pues, cuando menos lo esperamos, la historia nos tiende una emboscada en cada esquina y activa costumbres y estrategias de lucha por el buen vivir contra el hackeo mental de la exomemoria que promueve Google. Hoy que la hipostización del desarrollo de las tecnologías punitivas de control y humillación social proliferan por doquier no deja de ser efectivo un principio: siempre nos queda y ayuda a seguir la memoria, que es tanto como decir la dignidad insobornable, la voluntad insumisa de ser y vivir, porque somos lo que fuimos, porque fueron somos y porque seremos siempre, de forma incandescente, proyecto en común: vida destinada a amar y vivir. Así de simple.

Marxismo y Comunicación: entrevista a Francisco Sierra Caballero

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Dr. Francisco Sierra Caballero, le extendemos un cordial saludo y felicitaciones por su nuevo trabajo académico, que consideramos no solo es un aporte a la academia, sino a la transformación de este mundo asediado y corrompido por el sistema capitalista. Sobre todo en la comunicación, la que se ha prostituido, dejando clara la postura de grandes medios mercantilistas que siguen sosteniendo, y tapando los crímenes del genocida más respetado del mundo llamado «capitalismo». En esta ocasión quien le envía las preguntas es Roberto Cadena.

¿Desde hace cuánto tiempo tenía pensado escribir un libro donde se unieran estos conceptos, el Marxismo y la Comunicación?

Agradezco este espacio y la entrevista, es un placer. Realmente, es un proyecto de largo recorrido, y en el que sigo trabajando. Este libro es un primer aporte. Hace diez años, al concluir mi mandato como Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, con el duro trabajo que tuvimos que asumir de transformación del sistema universitario al modelo de convergencia europeo, decidimos renunciar a la opción abierta de relección y dedicarme a recuperar la pasión perdida, por las obligaciones del cargo, de leer y escribir. En particular, éramos conscientes de la falta de teoría crítica en comunicación y en particular la ausencia o vacío de teoría marxista sobre los medios. Convencido de la necesidad de asumir ese reto, nos fijamos un plazo largo de tiempo para explorar las fuentes, recuperar de Marx a  Žižek los aportes materialistas al análisis de la ideología y la comunicación contemporánea, y sentar las bases, casi con un voluntad enciclopédica del conocimiento avanzado en esta dirección. La idea es proyectar tres volúmenes en diez o quince años de trabajo. Pero finalmente el editor vio necesario avanzar un primer aporte, considerando la ausencia de literatura especializada en la materia.

¿Cuánto tiempo le llevó y cómo fue la preparación de revisar bibliografía, releer textos y empezar a escribir este trabajo?

Este es un problema que a Postone o a Zemelman le gustaría discutir. Como bien sabe, el tiempo es la base de la teoría del valor, y en el Capitalismo Cognitivo, de ello algo trato en el libro, nos encontramos con serias dificultades de ponderar el tiempo concreto de producción. Por ejemplo, para el caso del libro, han sido solo dos años, pero si remitimos a mi proyecto de tres volúmenes sobre las bases materialistas de la teoría crítica de la comunicación, estaríamos en diez años, y si consideramos que mis anotaciones, estudios y algunos escritos, por ejemplo el dedicado a Brecht, arrancan en los años ochenta, diríamos que es imposible marcar una temporalidad exacta.

¿Qué metodología utilizó y en qué consiste?

Hicimos un trabajo de reconstrucción histórica de los debates desde el marxismo sobre comunicación y cultura, y un análisis filológico de algunos conceptos fuertes, como es el concepto de mediación.

¿Podría explicar detalladamente su metodología?

Como corresponde a una perspectiva materialista, no se trata de un análisis historicista, sino más bien de poner a dialogar los textos, o la producción intelectual, con los contextos históricos y las disputas  de la hegemonía en el campo de la comunicación y la cultura: de Marx a nuestro tiempo, por ello concluimos debatiendo sobre la Comunicología y la función del intelectual en la era del Capitalismo Cognitivo y el asalto neoliberal a las universidades. Es decir, siempre se procura triangular el discurso científico con el proceso real y concreto, con la experiencia histórica, con la lucha de clases que recorre la historia de las ideas y las disputas del sentido sobre la comunicación en cada época.

¿La teoría crítica de la mediación social es el punto de convergencia en su propuesta de Marxismo y Comunicación?

Sin duda. Primero porque el concepto de mediación es de origen hegeliano y conecta la comunicación con los procesos sociales más amplios. Este concepto, cuya densidad está por trabajar a conciencia, es la base para una perspectiva materialista de la comunicación. En otras palabras, no se trata de pensar los medios sino de comprender las articulaciones de la mediación social que afectan al proceso de reproducción social y a la lucha en la estructura de clases.

¿En este trabajo también se encuentran críticas a los medios mercantilistas servirles a este sistema?

De forma tangencial. El proyecto de crítica de los medios los he abordado en otros trabajos como La guerra de la información (CIESPAL, Quito, 2016) o en Introducción a la Comunicología (ACCI, Madrid, 2019). Tenemos pendiente además un proyecto en la Fundación de Investigaciones Marxistas sobre Medios de Comunicación y Lucha de Clases en España, pero en este libro abordamos más bien las cuestiones epistemológicas y de Teoría de la Comunicación que han jalonado el debate comunicológico desde el punto de vista académico, por más que se aborden cuestiones centrales sobre el poder y control de la información.

¿En el texto también se puede encontrar una crítica al capitalismo comunicacional o en la comunicación desde el marxismo?

En efecto. Quisimos retrotraer las ideas germinales del marxismo, los escasos aportes materialistas en comunicación y cultura, a la situación actual. Por ello, hay en el libro dos partes bien diferenciadas. Una primera sobre las fuentes y aportes fundamentales, aunque no han podido ser abordados todos (esta tarea, como decimos, será objeto de un volumen en proceso de elaboración) y una segunda parte centrada en la crítica del Capitalismo Cognitivo o de Plataformas Digitales. En este ámbito se retoman abordes del neomarxismo italiano, críticas de la mediación social de la ciencia, y cuestiones sustanciales sobre antagonismo y lucha de clases en la era digital. De hecho, dirijo ahora un proyecto de I+D sobre CIBERACTIVISMO (www.cibermov.net) que nos han permitido pensar algunos de los problemas presentes en el libro y en la llamada cuarta revolución industrial.

¿Este trabajo también apela a la idea de incentivar y seguir construyendo una comunicación popular?

En especial, cuando abordamos la vigencia de Gramsci. Me alegra saber que Siglo XXI (Akal) traduzcan obras fundamentales, además de los Escritos de la Cárcel, del filósofo italiano porque se ha leído poco y mal y para el campo de disputa de la hegemonía comunicacional, el pensador sardo nos deja muchas lecciones. En los capítulos dedicados a su figura y aportes a la comunicación popular creo que el lector puede sacar varias conclusiones necesarias para articular procesos de contrahegemonía en la disputa por el sentido social.

¿Por qué la necesidad de repensar una teoría crítica de la mediación social?

Al menos por tres razones, creo yo. Primero, antes que nada, siguiendo a Adorno, la teoría o es crítica o no es teoría. Alguien tan poco sospechoso de ser marxista como McQuail reconocía hace décadas la ausencia de teoría normativa en el campo de la Comunicología. Por tanto precisamos pensar mejor esta dimensión central en la reproducción social, y no solo hoy que la comunicación nos invade, sino desde la era de la propaganda de masas. En segundo lugar, porque hay que reconocer que el marxismo tiene un histórico agujero negro no cultivado, pese a la multitud de experiencias ricas y productivas de transformación que ha tenido, por ejemplo, en América Latina, la comunicación popular. Es necesario, en fin, teoría que dialogue con estas prácticas emancipadoras. Por otro lado, además, en tercer lugar, el centro de las transformaciones de nuestro tiempo con la revolución digital exige, perentoriamente, una fundamentación teórica más amplia. En un entorno complejo, diverso, de transformaciones aceleradas, de integración de procesos y lógicas históricamente compartimentadas y hoy convergentes, no podemos comprender y avanzar los cambios y líneas de fuerza del desarrollo histórico sin pensar relacionalmente, esto es, sin pensar críticamente, conectando aspectos, formas, procesos y contenidos que atraviesan las mediaciones cognitivas de nuestro tiempo.

¿En qué aporta este trabajo a la formación de las y los futuros comunicadores y periodistas?

Al menos en dos sentidos, uno: rastrear el hilo rojo del pensamiento materialista en comunicación, con sus debates y límites históricos de desarrollo, así como las ausencias y lagunas por cubrir, al tiempo que, en segundo lugar, el libro ofrece lecturas contemporáneas, algunas de fuste, como la lectura de Bolívar Echeverría sobre nuestro campo, que sirven de guía para interpretar nuestro presente. Al menos, modestamente, es lo que hemos intentado, pero eso los lectores y, sobre todo, los movimientos sociales y contrahegemónicos han de valorar. Mi labor es trabajar para dar herramientas. Y desde hoy, escuchar, cultivar la escucha activa para seguir aprendiendo desde el sur y desde abajo.

¿Qué otros proyectos académicos tiene pensado a futuro?

Sigo con un volumen sobre la genealogía del pensamiento marxista de Marx a la Escuela de Frankfurt y este año terminamos nuestro informe de investigación sobre ciberactivismo con trabajo de campo en España, Chile, México, Brasil, Portugal e Italia. Un proyecto importante que llevamos realizando hace cuatro años y que ha dado lugar a varias publicaciones. Además de ello,  esperamos lanzar el proyecto colectivo que antes cité de Medios de Comunicación y Lucha de Clases en España. Confiamos que sea un hito. En fin, trabajo para cambiar el mundo en tiempos de pandemia y conservadurismo. Y desde la Comunicología tenemos mucho por hacer, multiplicando el pensamiento de la autonomía, construyendo alternativas y esperanza de vida, como hacen con este blog. Mis felicitaciones. Y a vuestra disposición siempre.

NOTA DE PRENSA COMPLEMENTARIA

FRANCISCO SIERRA PUBLICA MARXISMO Y COMUNICACIÓN

El Catedrático de la Facultad de Comunicación, Francisco Sierra, acaba de publicar MARXISMO Y COMUNICACIÓN. Teoría Crítica de la Mediación Social en la colección Pensamiento de la editorial Siglo XXI. El libro, prologado por el prestigioso intelectual Armand Mattelart, ofrece al público las líneas maestras de fuerza que sistematizan algunos de los principales aportes de la visión materialista para ir sentando las bases de desarrollo del pensamiento emancipador en comunicación desde la tradición marxista.

El ensayo, además de rendir tributo al sabio de Tréveris, ha sido escrito con la intención de aportar al lector elementos básicos para una necesaria crítica materialista de la mediación social y alumbrar una evidencia inexcusable en tiempos de libre comercio: la dimensión política de toda mediación cognitiva.

La conexión entre los aspectos culturales y comunicativos, los tecnológicos y económicos, y los político-informativos y tecno-estéticos que están en la base del modelo de análisis marxista puede en este sentido, cuando menos, definir un marco lógico de comprensión global. Fruto de la interrelación existente entre los diferentes niveles de acción, este marco resulta revelador tanto de los problemas de orden práctico, como la lógica desinformativa de la posverdad, como de aspectos sustantivos de los modelos de representación ideológica presentes en la práctica teórica contemporánea. Más allá y más acá de Marx, la revisión de los aportes seleccionados a lo largo del libro pueden contribuir a despejar cierto desdibujamiento que sobre la teoría marxista han querido proyectar culturalistas o funcionalistas reciclados al identificar la teoría crítica con el modelo economicista de la vulgata al uso sobre las teorías del control social frente a la compleja lectura propia de un pensamiento relacional que tiende a pensar la realización de la lógica del valor y el fetichismo de la mercancía desde una definición materialista consustancial a toda mediación social.

Francisco Sierra (www.franciscosierracaballero.net) es Catedrático de Teoría de la Comunicación e Investigador del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura (INACOM) en la Universidad de Sevilla. Director del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (www.compoliticas.org), Director del Departamento de Periodismo I  y Editor de la Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación (REDES.COM) (www.revista-redes.com), ha trabajado como experto en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana en la Comisión Europea y otros organismos internacionales como la UNESCO y UNASUR. Presidente de la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (www.ulepicc.org), en la actualidad es Director de la Sección de Comunicación y Cultura de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM).

Pospolítica y neotelevisión

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La era de la postpolítica no es la del reality show ni la producción del espectáculo en vivo, sino más bien la era de la postproducción y la ley de hierro del orden narrativo del nuevo espíritu del capitalismo. Esto es, lo verdaderamente real, lo determinante, lo que sobredetermina la escena en pantalla está más allá, y no es visible al público, con independencia de lo que la natural improvisación de los actores declama.

En otras palabras, siempre hay un guion que define los roles de cada figurante en La Isla de las Tentaciones, pero la tentación no está en la casa de Gran Hermano sino, como el capital, en la captura a posteriori, en la edición, en el making off del carrusel permanente con el que nos vienen entreteniendo en la parrilla programática de la vida en común.
Solo así es posible entender qué se representa en la invasión del Capitolio y no quedar petrificado con el espectáculo obsceno que vimos en vivo y en directo. Pues, sí o sí, la coyuntura es solo el objeto contingente de actuación de la práctica política.
El problema es que nos hemos acostumbrado a todo lo contrario por el efecto de los medios y la reducción de la política a mera actualidad de un presente perpetuo, desconectando hechos, como esta parodia, de la gestión de la crisis de 2008, cuando más resulta necesario vindicar el principio o hipótesis de trabajo relacional y cuestionar cómo hemos llegado a este estado de excepción.

¿De dónde vienen, por ejemplo, redes como Club for Growth, Family Research Council y otras sectas ultras que amenazan nuestro futuro y reeditan experiencias anticipadas por Heritage Foundation o Moral Majority? Colectivos que Fox News y Breitbart News realimentan en la producción de ideología supremacista como parte de una escaleta bien calculada para cumplir con la narrativa de los intereses creados.

Lamentamos decepcionar al lector. No fue Trump el principal productor de esta distopía. Como hemos dejado evidenciado en diversas obras sobre la propaganda, fueron Reagan y luego Obama quienes convirtieron la Casa Blanca en un plató de televisión, en un espectáculo total –un signo indudable del neobarroco–, con una puesta en escena de emociones, humor, tensión dramática, de acuerdo al guion efectivo preparado en cada momento para consumo y deleite de la audiencia.

La única novedad o radical diferencia de Trump, más allá de su cretinismo –similar por otra parte al de  Reagan– es que su programa The Apprentice, en la NBC, era un reality show y no un espacio divulgativo. Si Isabel Pantoja o Cristina Cifuentes hoy traspasan las fronteras de lo pensable vía un programa de talentos o Supervivientes es que, en la era de la neotelevisión, domina la cultura bastarda, la contaminación y la confusión de actores, gentes, géneros y estéticas.
Así, el dominio y el gusto por sociópatas como Tony Soprano o el protagonista de la serie YOU, o de nuevo Drácula en Netflix es nuestro Baal de Brecht y el Pato Donald, versión soft, de Mattelart. Donald (como el Pato) Trump, explica James Poniewozik, crítico de The New York Times, creció con Disney, que demonizaba a los nativos americanos, mientras en los ochenta del glorioso neoliberalismo de la era Reagan el imbécil cowboy de medio pelo se imaginaba como protagonista de Dallas o Dinastía.
Nada que ver con las pendejadas de la Academia de la Historia que, como la Academia de la Lengua, se ha vuelto lenguaraz, y no lo digo por el escritor insulso bocachanclas que todos tienen en mente. El – dícese– escritor Juan Van-Halen confunde en sus diatribas de ABC «descentralización de las redes» con «desinformación» y «falsedad», como si los medios fueran garantía de transparencia y siguieran el debido protocolo deontológico.
«Posverdad», según la RAE, es la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y actitudes sociales. Justo lo que hacen cada día los muchachos de OKDiario y los hijos de Berlusconi de Mediaset, por no hablar de la Sexta y el universo Planeta.
En suma, aunque les pese a los macarras de la moral, los principales artífices de las falsas noticias, oído al parche, no se pertrechan en Twitter, ni parten del rumor anónimo del WhatsApp, propio de situaciones de crisis como la del Capitolio, sino fundamentalmente en los medios periodísticos y las fuentes oficiales, sean las del hijo de Nerón, pato Donald Trump, o las del pulcro y cosmopolita ejecutor contra las libertades llamado Macron. Por cierto, ahora que pienso, ahí siguen los chalecos amarillos, dando una lección de escuela de ciudadanía, de pedagogía democrática, señalando que no cesarán en su voluntad y saber más allá del pogromo neoliberal y de lo que digan en el parte de guerra del noticiero diario.
Saben, ciertamente, que la autonomía y el antagonismo son la base específica de mediación social de la política para una vida digna. Las clases, explicaba Poulantzas, son siempre portadores de estructura. Los sujetos son porque están siendo, advertía E.P. Thompson. Pero ¿cómo están siendo en la era de la postelevisión?
Sabemos que el arte de la desinformación consiste en desilustrar, a nivel de conciencia, con una narrativa de la confusión, siempre seductoramente espectacularizante. Pero toda lucha tiene memoria y los idiotas no son tanto los esclavos como los señores de la nada, con cuernos o no, que de todo hay.
En suma, la amoralidad de la pospolítica algo tiene que ver con la paleotelevisión. Aunque empiezo a pensar que lo que ilustra mejor la decadencia del imperio, más allá de vergonzosos episodios como el que se ha vivido en Washington estos días, que se encuentra siempre en las pantallas del patio trasero, a través de series de culto como La Casa de las Flores. Qué curioso: hemos de ir, paradójicamente, a la ficción para comprender la actualidad noticiosa. Cosas del mundo al revés.