Ofrece Francisco Sierra Caballero conferencia magistral en La Habana

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La emergencia de nuevos procesos de participación local y global han redefinido el contexto social, aseguró el catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla Francisco Sierra Caballero, quien impartió este jueves una conferencia magistral durante el evento Martí Comunicador”, organizado por la Asociación Cubana de Comunicadores de Cuba (ACCS).

El nuevo netactivismo del derecho a la ciudad hace que el ejercicio de la ciudadanía y el buen gobierno sean concebidos como la construcción no solo de procesos de inclusión y deliberación ciudadana, sino sobre todo como un proceso de lucha y apropiación por recursos difusos como Internet, aseguró en conferencia magistral que tuvo lugar en el Memorial José Martí, de La Habana.

Sierra Caballero presentó diez tesis sobre los cambios que se están produciendo en la sociedad contemporánea de la mano de las nuevas tecnologías, que “han transformado el mundo y la visión que se tiene de él”.

Desde un punto de vista optimista, dijo, puede decirse que llegaron para desplazar la concepción de que el pueblo es una masa inerte, acrítica, incapaz de lograr un cambio radical en su entorno.

El escenario de hoy difiere de antaño. Ya no estamos en tiempos de la industria masiva de comunicación hegemónica, de un modelo unilateral, unidireccional, centralizado, basado en la división del trabajo, en el que no tomamos en cuenta al receptor, aseguró

Añadió que hoy cualquier ciudadano, teniendo como única herramienta un celular en su mano, es capaz de reflejar su realidad más cercana. Algunos teóricos insisten en un discurso pesimista, que afirma que el Periodismo ha muerto con el auge de las tecnologías, y el impulso de las redes sociales. No es cierto. El periodismo está más vivo que nunca.

¿Qué transformaciones traen consigo el acceso masivo a las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación? ¿Qué uso está haciendo la gente común de los símbolos, cómo construyen su experiencia a través de las redes? ¿Cómo la gente se encuentra, se solidariza, se intercambia y organiza?

La reciente oleada de protestas en América Latina, Europa y Asia es un claro ejemplo. Situó en el eje del debate el papel de las redes sociales desde el punto de vista del activismo digital, los movimientos en red, la construcción de la tecnopolítica o del ciberactivismo como una nueva realidad.

Son el caso del 15M, en España; los Chalecos Amarillos, en Francia; el movimiento «Yo soy 132», en México, la Revolución de los Pingüinos, en Chile; o los sucesos contrarrevolucionarios que tuvieron lugar durante la elección del referendo constitucional de Bolivia en el 2016.

“Estos ejemplos evidencian que en las Redes sociales se está construyendo un espacio público distinto –afirmó Sierra-.  Desde una perspectiva materialista podríamos considerar como una nueva alternativa a la comunicación de los canales institucionales clásicos, o medios convencionales”.

En cada caso lo importante ha sido la ocupación del espacio público, como fue el caso del movimiento 15M en España. No era tan relevante generar una movilización en las redes sociales, sino ocupar la plaza física, en este caso la Puerta del Sol, en Madrid.  La interpenetración entre lo físico y lo virtual es una de las características del nuevo entorno virtual.

Por otro lado, el activismo digital implica un debate sobre cómo se construyen hoy esos frentes digitales, terreno que no se aborda en profundidad en nuestras universidades.

Aseguró Sierra Caballaero que en España actualmente no hay ningún estudio, ni un grupo de investigación en nuestro campo, que aborde el uso por los jóvenes de las nuevas tecnologías. “Si no están viendo televisión, ni leyendo la prensa, como se ha comprobado, ¿qué hacen? No conocemos qué sucede, tanto en el ámbito doméstico, como en las organizaciones”.

Entre los retos de la universidades frente a esta situación adelantó que “las fuerzas de progreso, como académicos e intelectuales, deben empezar a pensar las transformaciones que están por venir en el mundo dependerán de las nuevas tecnologías, altísimamente concentrada en unos pocos territorios y empresas. Unos pocos están estableciendo protocolos normativos. Es un terreno que han colonizado”.

No es casual que las nuevas generaciones estén cada vez más despolitizadas.

Invitó a aprender de esos movimientos vinculados al netactivismo. “Son prueba de que hay un nuevo imaginario de la emancipación y una nueva era de la cultura política. Estudiemos estos fenómenos, fortalezcamos los lazos transformadores de la gente que se ha apropiado de las tecnologías”.

El Dr. Francisco Sierra Caballero es catedrático de Teoría de la Comunicación e investigador del Instituto Universitario de Estudios sobre América Latina (IEAL), donde dirige el Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (www.compoliticas.org).

También, es editor de la Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación (REDES.COM) (www.revista-redes.com), experto en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana de la Unión Europea, y ha impartido clases y conferencias como profesor invitado en prestigiosas universidades y centros de investigación de España, Portugal, Francia, Italia, y América Latina.

Fundador de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación (AEIC), ha sido Decano de la Facultad de Comunicación (2005-2010) y Secretario del Departamento de Periodismo. En la actualidad, es Presidente de ULEPICC (www.ulepicc.org).

Sierra Caballero: La complicidad de las plataformas tecnológicas con el gobierno de EE.UU es absoluta

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Desde que en 1993 culminó los estudios superiores en la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Sierra Caballero comenzó a trazar una carrera que deviene uno de los principales referentes en el campo académico y profesional de la comunicación a nivel internacional, con tantos reconocimientos, cargos y responsabilidades que de esbozarlos en este inicio ponderarían, cuanto más, un resumen maltrecho de su prolífica trayectoria.

Nuestro entrevistado es experto en Sociología del Consumo e Investigación de Mercados, en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana de la Unión Europea y especialista en Metodologías de la Participación. Actualmente, forma parte del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura y es Presidente de la Unión Latina de Economía Política de la Comunicación.

Aunque ha impartido clases y conferencias como profesor invitado en prestigiosas universidades de España, Portugal, Francia e Italia; en América Latina también ha desarrollado una profusa actividad que incluye su rol como Director General del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal) hasta el 2017, evaluador y cargo académico del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile, la Secretaría de Educación Pública del Gobierno de México, la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social, la Asociación Iberoamericana de Comunicación y la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe.

El Coloquio sobre Martí, convocado anualmente por la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales y desarrollado entre los días 23 y 24 de enero, tuvo como invitado especial al Dr. Francisco Sierra, quien ofreció dos conferencias magistrales: “Comunicación, política y cambio social en la galaxia de Internet” y “Teoría marxista y la revolución digital”.

Usted fue director general de Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, con sede en Quito, una institución creada por la UNESCO para defender los derechos en la región. ¿Cuál es la situación de Ciespal ahora con el gobierno de Lenin Moreno?

Después de la década ganada lo que se ha vivido en algunos países, especialmente en el caso de Ecuador, es una vuelta a la receta neoliberal. Eso se ha traducido en una serie de medidas que ha llevado a derogar dos artículos sustanciales de la Ley orgánica de comunicación; vender dentro de la tradición de Lenin Moreno a Julián Assange que había sido una apuesta en política internacional, sobre todo del canciller Ricardo Patiño, y en el caso de Ciespal, cumplir una labor de cobertura de las realidades neoliberales y represivas del Estado para justificar una política con la que la mayoría de la población no está de acuerdo.

Como estoy desvinculado no tengo bien claro cuál puede ser el futuro de Ciespal, pero temo, incluso, por la propia supresión de ese organismo internacional vinculado a Unesco, para convertirse en un centro más del Estado y el gobierno. Eso sería un final muy triste para un centro que ha sido de radiación de pensamiento crítico en comunicación en América Latina.

Evidentemente, el programa de gobierno de Lenin Moreno no apuesta por los medios públicos, ni defiende las políticas activas de comunicación. Está volviendo al modelo anterior que va a hundir a Ecuador desde el punto de vista del talento humano y la formación de competencias.

Muchos investigadores hablan de una carrera armamentista en el ámbito digital que tiene a América Latina como polígono de pruebas, un ejemplo son las más de cien mil cuentas falsas creadas para legitimar el golpe de Estado en Bolivia. ¿Cuáles son sus consideraciones acerca de esa situación?

No se trata de que América Latina sea un laboratorio de proyecto imperial o geopolítico de reestructuración de la hegemonía. Donald Trump ha empezado por una zona de influencia, pero la ciberguerra no inicia, ni es algo novedoso ahora en América Latina; es un proceso que se ha ensayado dentro del propio territorio de Estados Unidos, que se está ensayando, si hablamos de ciberguerra, como principal eje de disputa, en el conflicto con China, aunque todos apunten a Rusia.

En mi libro La guerra de la información: Estados Unidos y el imperialismo en América Latina (2017), hay un recorrido histórico para el caso de América Latina. Lo que ha variado y reformulado es la doctrina de seguridad de Estados Unidos (EE.UU). Desde los documentos de Santa Fe, con Ronald Reagan, se comenzó a reformular la necesidad de hacer una estrategia menos militar y más ideológica. Ahí ya se concibe la guerra como una cuestión de ideología, de hegemonía, de disputa. Esa doctrina varió a partir de los trabajos de Gene Sharp sobre los golpes blandos, que incorporan la dimensión de las redes sociales donde se juega la disputa de la hegemonía, aunque en algunos casos han fracasado estrepitosamente como en Venezuela y Cuba.

En Bolivia funcionó y hay que recordar que funcionó no solo ahora con el golpe de Estado, sino con el referendo de 2016. Los medios, al unísono y en alianza con las redes, tuvieron un relato sobre la falsa paternidad de Evo Morales, sobre corrupción no demostrada. En el actual golpe diversos estudios han demostrado la proliferación de cuentas falsas y ese es el ámbito que complementa la estrategia del golpe blando. Todo eso está teorizado en los documentos de Santa Fe: se trata de la buscar un inobjetable objetivo moral por parte de las fuerzas imperialistas.

Hoy con las redes sociales funciona aún más la Ley de la espiral de silencio (aquellas opiniones más sobrerrepresentadas tienden a imponerse aunque sean minoritarias), porque también existe el efecto burbuja, es decir el aislamiento psicológico y social de los individuos, que suelen conectarse con amigos o redes con los que comparten una única visión.

La doctrina de los golpes blandos se inició, justamente, en América Latina, en los años 80, cuando la ultraderecha estadounidense decidió elaborar una nueva estrategia política de intervención que se experimentó en Centroamérica y en Nicaragua con la guerra sucia contra la revolución sandinista y que se va perfeccionando hasta hoy.

¿Es posible desatar acciones de manipulación en red sin la complicidad de las plataformas digitales?

La complicidad es absoluta y ese papel ha sido muy claro, por ejemplo, cuando comenzaron las movilizaciones en Brasil en defensa del Partido de los Trabajadores, el partido de Lula y de Dilma, se aplicaron diversos apagones informativos, no circulaba información. Facebook, Twitter, las grandes empresas como lo han sido Microsoft, Apple, como lo fue IBM en el golpe de Salvador Allende, siempre han colaborado con el Pentágono y el Departamento de Defensa. Eso no ha variado.

Hoy con las nuevas empresas, el llamado capitalismo de las plataformas digitales es efusivo colaborador del gobierno de EEII. Esa colaboración se manifiesta en que el flujo no circula, tal como ha sucedido en Ecuador con el caso de Julián Assange, en el que Facebook y Twitter han procurado eliminar cuentas de las fuerzas progresistas para evitar el intercambio. Han sido activos colaboradores tanto para generar procesos de proinsurgencia o contra la insurgencia con el propósito de evitar la movilización ciudadana que vaya en contra de los intereses geopolíticos y estratégicos de EE.UU.

Se ha construido una nueva arquitectura de la información y la comunicación en la que participan ya no solo los medios tradicionales, sino también los influencers y los nuevos medios sociales, ¿cuál es a su juicio el papel de estos actores en la democracia y el balance informacional de la sociedad actual?

Los youtubers son, en general, un fenómeno de una nueva cultura digital, que coincide con un discurso neoliberal de lo que se llama el emprendedorismo; ser un empresario de sí mismo es la máxima utopía liberal- conservadora. Hay youtubers con una línea crítica, nosotros en España, tenemos varios vinculados al Partido Comunista que cumplen una labor de sensibilización, sea para la igualdad de género, para la cooperación internacional con el pueblo saharaui, para defender los derechos de los trabajadores, pero normalmente los youtubers proliferan con ideologías conservadoras y sobre todo reproducen ese discurso que se hizo célebre cuando se aprobó la estrategia de Sociedad de la Información de los Estados Unidos: cualquier usuario puede construir su futuro a través del acceso y la conexión a Internet.

Eso es falso, y ahora tenemos un gran problema. En España, por ejemplo, tenemos una alta tasa de fracaso escolar, de abandono de los estudios, pues existe una generación que piensa que a través de un canal en YouTube pueden llegar a ganar millones; es como la vieja utopía de ser toreros. Ese elemento desde el punto de vista social, político y cultural yo lo calificaría como una realidad negativa.

La labor de los grandes medios o los medios convencionales es francamente preocupante, por tres factores. En primer lugar, las nuevas generaciones, por lo menos en Europa y en Estados Unidos, ya no consumen los medios periodísticos tradicionales. En segundo lugar, su posición ha sido acusar de que en las redes solo circulan las falsas noticias, pero lo cierto es que los principales difusores de las falsas noticias son las grandes agencias. En España, la profesión menos valorada, después de político, es la del periodista. Las personas no tienen confianza en los medios de comunicación, porque ahora tienen acceso a la información y al escrutinio público, pueden contrastar o hacer un contrapunto entre lo que dicen los medios y lo que dicen otras redes.

Hay una pérdida paulatina de las audiencias. Las jóvenes generaciones que están en las redes ya no consumen medios periodísticos. Mientras esto sucede, la interpretación de los grandes directores es que la gratuidad está poniendo en crisis a los medios. Eso no es verdad, sino que los medios no han cumplido su función. Siguen trabajando en la lógica, parafraseando a Manuel Castells, de un punto de emisión (medios de masas) cuando se conviven con múltiples puntos (masificación de los medios). Cada punto puede ser receptor, usuario o ciudadano, o un medio, incluso los periodistas de los propios medios son una fuente y un medio de comunicación por sí mismo. Realmente lo que está muriendo es el modelo masivo que se desarrolló en Estados Unidos y Europa, en el que había una opinión pública homogénea y el periodista era el intermediario cultural.

Y el tercer factor es que no tenemos claro cómo van a resurgir los medios en la era de las redes. Sin embargo, hay un buen momento para el periodismo narrativo en América Latina por su alta calidad. Está el soporte de las revistas, el formato libro, hay otras posibilidades de narrar historias en el espacio latinoamericano.

¿Qué papel tienen los medios de comunicación en la visibilidad de fenómenos de resistencia como en el caso de Chile?

Nefasto. En Chile, hemos defendido la necesidad de una Ley de comunicación, pues aún el sistema de comunicación chileno es el de la dictadura, pero esa necesidad aún no está madura. Chile está en un descrédito similar al que estamos viviendo en España. Los medios no recogen la realidad del pueblo chileno, por eso todo el pueblo está en la calle demandando la necesidad de democratización de los medios. El poder fáctico neoliberal de Chile terminará teniendo el descrédito total de la población.

Ya lo perdieron con la movilización de los estudiantes. Los estudiantes comenzaron con una movilización minoritaria para exigir la gratuidad de la educación y así lograron mantener durante más de tres o cuatro años movilizaciones continuas que lograron el respaldo del 70 o el 80 por ciento de la opinión pública. Ningún otro movimiento en la historia de Chile, ni pre democrática, ni durante la dictadura, había logrado tal respaldo.

Todo está cambiando, pero los medios siguen criminalizando la protesta, cerrando el enfoque. Quien conozca Chile y sepa lo que gana un médico, cuáles son los niveles de endeudamiento que tiene una hipoteca o simplemente estudiar una carrera universitaria, sabe que ya no solo las capas populares son quienes sufren, sino las capas medias. Y han dicho basta.

¿En qué estado se encuentran las leyes de comunicación en América Latina?

Hemos tenido un balance de grandes avances en la época ganada y de retrocesos muy rápidos. Falta pensar más en términos de teorías normativas para evitar lo que ha sucedido en Argentina, donde un movimiento tan fuerte de apoyo a la Ley de los 21 puntos, la Ley de Comunicación del gobierno de Kirchner, se desmontó totalmente en un año -arrasaron con los medios públicos, las defensorías de las medios- y se volvió atrás con procesos de regulación y control, favoreciendo el crecimiento de los monopolios del grupo Clarín. También necesitamos aprender desde la práctica para crear una institucionalidad que no mude con el cambio de gobierno.

Esa institucionalidad ha sido reversible tan rápido por la carencia de instancias internacionales, que ante una violación flagrante de derechos básicos, tomen medidas. De ahí que tenemos que aprender a crear sistemas más robustos jurídicamente para que esas políticas públicas no desaparezcan.

¿Cuáles son las vulnerabilidades de América Latina en el escenario digital y por qué podemos hablar de colonialismo tecnológico?

Podemos hablar de colonialismo tecnológico en primer lugar porque no hay soberanía tecnológica. La dependencia se ha mantenido, pues las instancias de regulación permanecen en manos de las corporaciones y de los intereses de EE.UU. Una vía para eliminarla puede ser reivindicando que esas competencias las asuma la UNESCO para poder reformular el sistema internacional de comunicación, de lo contrario América Latina puede reproducir el discurso falaz de que, a través de la tecnología, va a lograr su desarrollo. Es todo lo contrario: a través de la tecnología se incide más en su desarrollo cultural, informativo y, también, económico. A nivel internacional los organismos que regulan el sistema tienen una visión tecnocrática e instrumental que impide cualquier ámbito de democracia.

En América Latina, a pesar de que hemos adelantado mucho en las dos o tres últimas décadas, hace falta concientizar a la población. Los gobiernos y agentes progresistas deben entender que el primer eje de acción en el ámbito de digital es recuperar lo tradicional-ideológico y lo periodístico.

Quien fuera presidente de la UPEC y uno de los participantes en los debates de la UNESCO por la democratización de la información (NOMIC), Ernesto Vera, se lamentaba de que “mientras la mentira está organizada, la verdad está dispersa”. ¿Qué hacer desde la izquierda latinoamericana, en materia de políticas públicas, para enfrentar las estrategias de manipulación con la inteligencia artificial y la big data, sobre lo cual no parece existir compresión en el progresismo?

Uno de los fracasos que tuve como director de Ciespal fue intentar convencer en la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) de hacer una política de comunicación. El modelo que diseñó UNASUR daba escasas posibilidades al Secretario General para la autonomía política. Intentamos algo con un proyecto de anillo de conexión liderado por Venezuela, para que esa infraestructura no dependiera de EE.UU. Ese proyecto, hasta que estuve de presidente, no avanzó, paralizado por el bloqueo de países con posición conservadora como Colombia y Paraguay. Es necesario darle prioridad al frente cultural e ideológico, que las políticas de comunicación sean más articuladas y que pasen por el acierto que tuvo Hugo Chávez, de crear grandes medios y plataformas. Para eso necesitamos empezar desde la propia infraestructura, es decir, una red que no pase por Washington, quien domina de manera monopólica la red.

La cuestión es entender la política de comunicación no como un fenómeno del periodismo, sino como el eje central para el desarrollo económico y social de los pueblos de América Latina.

Movimientos urbanos y comunicación transformadora: elementos de análisis del nuevo activismo digital

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La emergencia de nuevos procesos de participación local y global han redefinido el contexto social objeto de deliberación científica, apuntando la constatación de formas inéditas de acción colectiva. El nuevo netactivismo del derecho a la ciudad hace que el ejercicio de la ciudadanía y el buen gobierno sean concebidos como la construcción no solo de procesos de inclusión y deliberación ciudadana, sino sobre todo como un proceso de lucha y apropiación por recursos difusos como Internet, un proceso en fin de lucha por el código que exige una mayor permeabilidad y apertura cognitiva. Así, hoy asistimos a la proliferación de una nueva complejidad colectiva múltiple, y derivado de ello a una crisis de la representación, que demandan del pensamiento y la teoría social. La ciberdemocracia debe plantearse como una Economía Política del Archivo, como una crítica metacognitiva de la captura de la experiencia vivencial de la cibercultura, comenzando con los indicadores de inclusión digital y concluyendo con los modos de compartir y socializar el saber sobre lo social. En este marco es preciso plantear nuevos conceptos sobre la construcción del ágora virtual. El siguiente artículo aborda una revisión de la literatura especializada en la materia avanzando elementos para una crítica de los procesos tecnopolíticos contemporáneos a partir de un análisis estructural de los procesos de mediación y construcción colectiva de formas comunes de articulación de espacios autónomos por parte de los nuevos movimientos urbanos como resultado de la crisis de representación del régimen de mediación liberal.

El Modelo de Propaganda y el control de los medios

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A finales de la década de los 80 del siglo XX, Edward S. Herman y Noam Chomsky dieron a conocer su Modelo de Propaganda —un modelo teórico que explica cómo las élites y los grandes conglomerados de comunicación «fabrican el consentimiento de la opinión pública» (manufacturing consent) a través del sistema de medios para imponer su visión del mundo y el mantenimiento del statu quo de esas mismas élites.

Hoy el Modelo de Propaganda sigue siendo vigente pero precisa de reformulaciones que lo adapten al actual ecosistema digital impuesto tras la revolución tenológica.

El Modelo de Propaganda y el control de los medios reúne aportaciones teóricas y analíticas de investigadores españoles, latinoamericanos y anglosajones en torno al control internacional de los flujos de comunicación y el control del pensamiento en la era digital, bajo el prisma de los mecanismos de filtrado informativo contemplados por el Modelo de Propaganda, así como posibles actualizaciones del mismo.

El Modelo de Propaganda y el control de los medios actualiza y pone en valor el legado intelectual de Edward S. Herman, un pensador comprometido con los derechos humanos y la democracia informativa —referente inequívoco en la crítica de la economía política del periodismo y en la denuncia de la red de exportación del terror del complejo industrial-militar del Pentágono.

Economía política y medios digitales

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Economía Política y Medios Digitales aborda el amplio campo de la producción simbólica que hoy por hoy determina las formas de vida colectiva mediatizadas por los dispositivos tecnológicos controlados y gestionados por los conglomerados oligopólicos conocidos bajo el acrónimo GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft).

La revolución digital ha transformado las lógicas de organización y desarrollo de la industria cultural, alterando, a su vez, las lógicas de producción y los modelos de consumo, agudizando las contradicciones entre proceso creativo y captura del valor.

Economía Política y Medios Digitales presenta aportes teóricos desde la Economía Política de la Comunicación, a través del análisis de los procesos sociales y los actuales modelos de acumulación capitalista que afectan no solo al sector de las telecomunicaciones y las empresas de servicios —la llamada economía digital— sino en particular a la industria periodística, la televisión y, en general, a las industrias culturales.

ULEPICC inaugura con este volumen una agenda de discusión a nivel internacional que busca arrojar luz críticamente sobre la deriva de la comunicación-mundo en las formas de dominio y control del sector cultural por parte del lobby de las GAFAM.

Medios golpistas

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Hace meses, en esta misma columna, alertaba sobre la disyuntiva Comunicación o Barbarie. La civilización –citábamos a James Petras- en el grado maduro de desarrollo del capitalismo, es un sistema híbrido. Formalmente, civilizada, en el fondo, impone el abismo de la barbarie que hoy despliega VOX en forma de legitimación de la lógica de la destrucción creativa. El reciente golpe de Estado en Bolivia certifica esta iluminación anticipatoria, no solo por la emergencia del neofascismo en Europa y América, sino, para el caso que nos ocupa, también por la vigencia de un sistema informativo que atenta contra los Derechos Humanos: ocultando la tortura y eliminación de opositores (caso de Mercurio en Chile), promoviendo el linchamiento mediático (con el lawfare) y fungiendo como vanguardia de los golpes blandos (caso Paraguay o Brasil). De los telepredicadores de la era Reagan, que financiaron la guerra sucia contra Nicaragua, a la plaga evangelista que asola Brasil o promueve la guerra contrainsurgente en Chiapas amenazando a los teólogos de la liberación, los medios son hoy el principal baluarte de la restauración conservadora. Para ello cuentan con un amplio ejército de intelectuales orgánicos y portavoces de la Santa Alianza. Si algo ha dejado en evidencia la cobertura del golpe contra el MAS, es la importancia de los colaboracionistas, intelectuales posmos que se ponen de perfil, niegan lo evidente y justifican la barbarie por razones, bienvenido el oxímoron, de legitimidad democrática. A la unánime negación del golpe de medios como RTVE o Canal Sur, por no mencionar al duopolio televisivo con intereses en el país, cabe añadir la perpleja actitud de los asalariados del crimen cristofascista en el país andino. Como analizara Marx en El 18 Brumario, hablamos de un tropel de pregoneros del Capital global que comparte “el espíritu de componendas llevado al fanatismo, por miedo a la lucha, por cansancio, por consideraciones de parentesco hacia los sueldos del Estado, tan entrañables para ellos, especulando con las vacantes de ministros, por ese mezquino egoísmo con que el burgués corriente se inclina siempre a sacrificar a este o al otro motivo privado el interés general de su clase”. Así, los colaboracionistas, sólo trabajan hoy, como ayer, para sí mismos como tontos útiles al servicio del partido del orden en la lucha contra toda forma de socialismo democràtico, esto es, en contra de campesinos, indígenas, trabajadores de la minería y grupos subalternos. Mientras los medios amplifican en pantalla las imágenes del desastre en Chile, Ecuador, o Colombia mostrando los rasgos de un mundo en descomposición, cosa que en manera alguna puede confundirse con una situación revolucionaria; en cierto modo, cito literal a Francisco Ayala, es todo lo contrario, pues revolución implica movimiento histórico determinado por una tensión de fuerzas sociales, dialéctica real, mientras que los hechos sociales del presente corresponden a una sociedad desintegrada y encharcada donde todo es confuso, los movimientos son ciegos, los conceptos se han vaciado de significación y las palabras, corrompidas y deformes, degradadas al papel de insultos, oscuras, torpes y sumarias como gritos intrahumanos, que muestran una grotesca inutilidad para lo que es su función específica: entenderse. En esta lógica, la función vicaria de los medios golpistas es entretenernos, sumar voces a la ceremonia de la confusión para impedir que la gente se mueva, que el sistema quiebre por la vindicación de la vida. Triste función para el periodismo, hoy empeñado en el ardid de la falsedad y el colaboracionismo. ¿Alguna vez se exigirá responsabilidades por atentar contra los derechos fundamentales?

Espacio de comunicación y autonomía cultural andaluza

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La noción de espacio regional de comunicación fue un concepto discutido por colegas catalanes en los años noventa al plantearse las políticas autonómicas de comunicación desde una perspectiva progresista y radicalmente transformadora. Recientemente, en la Asociación Española de Investigación en Comunicación celebramos un congreso internacional en la Universidad del País Vasco para actualizar las dimensiones de este constructo conceptual, útil para pensar el modelo federal y pluralista en España, aunque curiosamente apenas ha sido pensado en Andalucía, pese a su relevancia y centralidad desde el punto de vista de la soberanía popular y los retos largo tiempo postergados de nuestra autonomía cultural. Conscientes que el proyecto del nuevo Estatuto no será viable sin pensar en términos de espacio autónomo y sistema nacional de comunicación, retomar esta reflexión se torna perentoria. Pues sabemos que, en política, no hay autonomía posible sin la institución de lo imaginario, sin explorar, como sugiere Castoriadis, la organización y praxis de lo social como ruptura con el relato que lo haga posible. La autonomía, desde este punto de vista, no es un proceso de producción basado en la descentralización territorial. La autodeterminación exige plena independencia, primero, culturalmente, a nivel simbólico, y esto no es posible sin un sistema propio de medios ni una política de comunicación que construya un espacio propio de libertades y representaciones en común como pueblo y sujeto histórico. Desde esta visión no parece sorprendente que una de las primeras reclamaciones de la ultraderecha para apoyar un gobierno conservador en Andalucía sea acabar con Canal Sur y la radio pública andaluza. Creemos imprescindible, por tanto, dibujar una hoja de ruta que haga visible, no sólo la necesidad de unos medios de comunicación públicos para Andalucía, sino más allá aún trazar el camino y los pasos necesarios para transformar los pilares de una cultura al servicio de la gente común de Andalucía.

HEGEMONÍA Y SISTEMA DE COMUNICACIÓN

La coyuntura actual tras las elecciones hace aún más indispensable la necesidad de dar forma a ese imaginario que genere una identificación transversal sin perder su potencial de transformación. Sabemos que para construir la hegemonía política es necesario (re)construir previamente una hegemonía cultural. Por ello, hoy más que nunca, es preciso plantear una rebelión democrática de las matrices culturales que nos definen en Andalucía desde una visión estratégica para la construcción de un nuevo bloque histórico.

Las políticas de comunicación y cultura pueden desempeñar en este sentido una función estratégica de cara a proyectar nuevas lógicas de mediación, contribuyendo desde las instituciones y políticas públicas autonómicas a promover procesos de rearticulación de solidaridades en pro de la autonomía cultural necesaria. Uno de los principales retos que cabe plantear desde esta perspectiva alternativa es el de saber conectar nuestro discurso político con los imaginarios de las clases populares, adaptando prioridades y teniendo en cuenta los cambios generacionales que, en términos políticos, han marcado la historia reciente de nuestro país.

El problema es que dicha visión estratégica brilla por su ausencia, antes (durante los gobiernos del PSOE) y más aún ahora, con las políticas ultraconservadoras que dominan la Junta de Andalucía, y la restauración de un modelo asimétrico y periférico del sur en el diseño de la Unión Europea. Considerando, además, la ausencia de grandes grupos mediáticos autóctonos, ello se traduce en una mayor dependencia cultural de Andalucía. La ausencia de voluntad política, en fin, afecta sobremanera a nuestra región. Por ello cabe reconocer en esta posición una quiebra importante de nuestra autonomía. Al margen de los principios fijados por el nuevo Estatuto, el Gobierno de la Junta de Andalucía y la actual dirección de Canal Sur, han renunciado a toda voluntad real de cambio, pese a las promesas de la alternancia bipartidista. No se han definido los retos de sus canales y la oferta de la RTVA en la era de la TDT, la financiación no garantiza el cumplimiento de los fines que les son propios, la modificación de la composición de órganos vitales de la política pública en este sentido, no han significado sino la reducción de gasto público sin proyectar una misión y estrategias de colaboración claros y productivos tanto de instituciones como la Fundación Audiovisual o la Cineteca como iniciativas como la Comisión Fílmica y otros agentes del sector, mientras el tejido productivo y las nuevas plataformas de distribución audiovisual siguen a expensas de los vaivenes aleatorios del mercado, pese al discurso autocomplaciente de emergencia del cine andaluz. La renuncia a una política científica y tecnológica avanzada del nuevo gobierno y la catastrófica gestión de la Consejería de Cultura inciden por ende en el histórico abandono del campo cultural al tiempo que la aprobación de la Ley Audiovisual de Andalucía sigue sin materializarse en programas y proyectos concretos que contribuyan a la verdadera función motriz que la Junta y la RTVA deben promover para el desarrollo del sector audiovisual como industria y eje nuclear de articulación de un proyecto común de futuro. La designación por otra parte de algunos representantes, claramente sin la idoneidad necesaria, y la consiguiente polémica en el Consejo Audiovisual y el Consejo de Administración del ente público han impedido el necesario debate sobre las funciones de ambos órganos y la misión de las Políticas Autonómicas de Comunicación en medio de una creciente debilidad por la crisis tanto de las productoras y empresas generadoras de contenidos, como en los medios tradicionales enfrentados a una bajada de ingresos y cierta desafección de las audiencias, por no mencionar las diatribas de responsables del nuevo gobierno contra sindicatos, profesionales y trabajadores de la empresa pública de la RTVA que poco o nada pueden contribuir al compromiso y motivación de una plantilla sometida a la parálisis y la desesperanza por la dilación de la anterior gestión al frente de Susana Díaz. Antes bien, asistimos perplejos a la insistencia en los índices de audiencia de Canal Sur, y la voluntad del equipo directivo de subir a los dos dígitos la cuota de pantalla como si todo el problema de comunicación en Andalucía pase por mejorar resultados, como un problema de eficiencia, cuando es conocido que el verdadero reto de Canal Sur es definir un nuevo modelo de servicio público audiovisual en la era multipantalla renovando, para afrontar la cuarta revolución industrial, equipos, recursos humanos y procesos de organización y producción en un ecosistema que ha cambiado radicalmente y que requiere nuevas respuestas y, desde luego, otras preguntas y objetivos institucionales. En otras palabras, en el actual momento histórico, es preciso salir del actual círculo vicioso para contribuir desde las políticas públicas a definir un nuevo escenario de proyección histórica que dispute nuestro espacio cultural en términos de contrahegemonía.

En este proceso, no todo está perdido. En tiempos de involución, y ante un escenario francamente adverso, desde la academia, hemos logrado sumar voluntades y crear, entre tres universidades públicas, el Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura (INACOM), una herramienta para generar conocimiento de vanguardia, saber aplicado para las industrias culturales como la incipiente industria de videojuegos o el dinámico sector cultural. Tenemos conocimiento, cultura y talento. Faltan políticas públicas activas y de progreso. En este empeño, el campo de la comunicación es estratégico: y no solo para reconocernos y proyectar otra imagen de Andalucía, si no para desarrollar la llamada economía creativa, la industria de la comunicación y la cultura locales. Sin ella, como decimos, no es posible la autonomía ni el desarrollo social de la región. Pero hemos de comenzar a definir la disputa ideológica en esta materia más allá de los principios normativos y concepciones al uso que han venido pautando el desarrollo de la principal empresa pública del sector, verdadero motor del audiovisual andaluz y base para tejer el espacio común como nacionalidad histórica.

RTVA Y SERVICIO PÚBLICO AUDIOVISUAL

Reconstruir el espacio de comunicación de Andalucía tiene que acometer un primer problema de partida. Las televisiones públicas se ven hoy más denostadas (y amenazadas) que nunca. Los intentos de manipulación partidista por parte de los gobiernos central, autonómicos y locales, y la campaña sistemática de descrédito liderada por los medios de comunicación privados, hoy organizados en un duopolio de facto, marcan lo que algunos expertos denominan el déficit democrático de la transición en España que ha conducido a la estigmatización de muchos de los medios de comunicación públicos con los que contamos. En el caso particular de Andalucía, no ha habido políticas coordinadas ni un plan de formación y apoyo económico a la industria cultural del denominado Tercer Sector. Es más, la comunicación parece ser, para nuestras autoridades y en especial lo ha sido para Susana Díaz, el correlato perfecto para la orientación de las posibilidades autonómicas deseables según la ley propagandística de dosificación, por la que se administra, jerarquiza y controla los contenidos y las ideas discutibles en el marco de reforma del Estado, bien mediante la limitación del número de actores posibles y las voces únicas visibles en la esfera mediàtica, o definiendo los límites del juego o reglas de la comunicación política a cumplir. Exactamente todo lo contrario de lo que parece razonable para el fortalecimiento y la gobernabilidad en los tiempos que vivimos. Sabemos que todo sistema, también nuestro sistema político autonómico, se fortalece en la medida que los flujos de información, las conexiones, los actores y las iniciativas de articulación social se multiplican, se traman y cruzan en múltiples direcciones, complejizando y enriqueciendo las miradas, los discursos y las propuestas de futuro. Por ello, y a tenor de la deriva de jibarizaciòn del sector público audiovisual ya iniciado en la administración de Susana Diaz, con anuencia de Bruselas y los oligopolios privados de comunicación, considerando la gravedad de la situación que vive el sector público y a tenor de los hechos reseñados, sería necesario reclamar de modo urgente un Foro Democrático sobre Sistema Público Audiovisual y Desarrollo Cultural de Andalucía que reúna a empresarios, sindicatos, profesionales y entidades de la sociedad civil con la vista puesta en la apertura de un debate que, con el concurso de todos los actores, y la ciudadanía en general, contribuya a crear un polo andaluz de desarrollo de la industria audiovisual andaluza desde otra racionalidad y visión estratégica. A tenor de la ausencia de grupos propios de comunicación y una burguesía que promueva el desarrollo cultural de Andalucía, es deseable que se garantice desde el sector público:

La creación de una Plataforma de Servicio Público de Radiotelevisión, una red de coproducción andaluza con televisiones locales, comunitarias y culturales que incentive y desarrolle el sector audiovisual con Canal Sur como locomotora, central de compras y principal empresa de exportación y coproducciones del audiovisual andaluz.

La reorganización de la Fundación Audiovisual y la Comisión Fílmica como vías para generar recursos, con una mayor relación con la RTVA, la Universidad y la sociedad civil.

La planificación industrial del audiovisual andaluz como un sistema integrado, que integre a todos los actores del sistema (Universidades, tejido productivo, ETICOM, medios locales, etc.), como generador de empleo en convergencia con las empresas públicas o participadas por la Junta de Andalucía en el sector de las telecomunicaciones.

La regulación de forma transparente y organizada de la contratación con el sector privado, privilegiando el talento y empresas de origen y base andaluza.

El desarrollo de un sistema y plataforma de medios dentro y fuera de la comunidad. Dentro, en torno a la RTVA, y fuera, para los andaluces en el exterior, a fin de atender a la migración, que ha jalonado de forma determinante la historia del pueblo andaluz, dando cobertura tanto por radio como por televisión a los andaluces en Cataluña y Madrid, cuando menos.

La asunción de estos objetivos mínimos de la agenda política sobre el audiovisual andaluz pasa por articular la política y gestión de los medios públicos desde nuevos criterios:

Trasladar el debate de lo económico a lo político, pues el servicio público de radiotelevisión se rentabiliza no en términos económicos, sino en términos de calidad informativa, de democracia, de pluralismo, de derechos culturales y de participación ciudadana. La defensa de lo público, frente a las pretensiones desreguladoras y privatizadoras azuzadas por los operadores privados, significa la apuesta no sólo por la existencia de un servicio público de radiotelevisión de calidad, sino también la exigencia de una regulación que afecte a las emisiones de los operadores privados, que también tienen una responsabilidad en términos de democracia, de cultura y de educación que no puede ser dejada al arbitrio del libre mercado (que se traduce en precariedad y homogeneidad informativa, tal y como estamos viendo).

Asumir que los valores que tienen que regir el sector público de radiodifusión son la independencia, la libertad informativa, el dominio público y los derechos ciudadanos.

Plantear un sistema de financiación claro y preciso para la radiotelevisión pública, como existe en otros países que, también afectados por la crisis, no condenan a su servicio público de radiodifusión a la marginalidad e irrelevancia social con los recortes y políticas del austericidio.

Hay además algunos aspectos que nos gustaría resaltar y que son necesarios clarificar para no dejarnos confundir en el camino dibujado:

Necesitamos reivindicar un concepto de medios comunitarios radicalmente opuesto a la visión que se establece en la Ley Audiovisual de Andalucía y que reproduce una visión liberal, privada, y no pública o comunitaria, de esta modalidad de acceso a radiofrecuencias. Así, en la norma, se tiende a equiparar ideológicamente lo comunitario con lo libre frente a lo público, coincidiendo en ello con los operadores privados en una lógica de acceso siempre restringido para la ciudadanìa.

Por otro lado, es necesario dotar de una función efectiva y social a organismos como el Consejo Audiovisual de Andalucía, que continúa relegado y disminuido, al igual que el Consejo de Participación Audiovisual que queda como una instancia meramente consultiva sin trascendencia ni función relevante alguna desde el punto de vista social.

Además, el marco normativo actual mantiene como pauta una visión mercantil y comercial en contra del Estatuto de Autonomía, preservando para el sector privado la publicidad total (de la que quedan exentos los medios comunitarios y los futuros medios educativos vinculados a la Universidad) e incluyendo contenidos de nocivos efectos para la salud pública como los espacios comerciales de esoterismo y juegos. Nada se dice, además, de la publicidad que atenta contra la identidad y los valores de la cultura andaluza. En suma, se asimila en la norma la doctrina liberal de la UE sobre la publicidad en todos sus formatos, modalidades y en exclusiva para los operadores privados, lo que a medio plazo garantiza un dominio del espacio audiovisual por los grupos nacionales de comunicación de Madrid, considerando la debilidad de la industria publicitaria en nuestra tierra.

Por último y de manera sorprendente, el papel de la Universidad es irrelevante en todo el desarrollo normativo. Paradójicamente, no se habla de I+D, de tecnopolos audiovisuales, de industria y política económica para el sector, por más que se insista en la promoción del empleo y la importancia que tiene para Andalucía el desarrollo de este sector.

La falta de voluntad política para acometer estos frentes culturales explica en buena medida la ausencia de un sistema nacional de comunicación y la renuncia a construir un espacio autónomo propio mientras se agudizan las contradicciones entre marco normativo (Estatuto) y realidad cultural.

DISONANCIAS COGNITIVAS Y POLÍTICA EMERGENTE

Que Andalucìa es una tierra promisoria para la colonización y dependencia cultural es una cuestión histórica innegable. La disonancia cognitiva entre la pantalla y medios dominantes y la realidad del hacer común ilustra tal hipótesis: de Juan y Medio a Mariló Montero, del ABC de Sevilla a los tertulianos de Madrid. Vivimos en la subalternidad y periferia un proceso de captura y estereotipia en la que las autoridades autonómicas incumplen, a diario, los artículos principales del nuevo Estatuto de Autonomía sobre la necesidad de impulsar nuestra identidad, nuestra lengua y cultura en el espacio propio de comunicaciòn. Domina, en fin, una suerte de cultura cosmopaleta por la que Netflix es la ventana de colonización del imaginario que refuerza la cultura GAFAM socavando las propias raíces identitarias. Ni siquiera el anuncio de la alianza de Telefónica y Atresmedia para crear una productora común de contenidos, visto el éxito de La Casa de Papel, podrá hacer frente a un mercado dominado absolutamente por la industria estadounidense por más que por vez primera se hagan producciones en nuestra tierra como La Peste.

Hace tiempo que sabemos que las previsiones del programa MEDIA no aciertan a resolver el verdadero reto de nuestro tiempo que no es la producción de contenidos, sino los oligopolios de distribución como hace tiempo se viene denunciando por los profesionales del cine. Por más que se insista en producir series, filmes y contenidos audiovisuales de animación, el resultado no alcanza a superar el horizonte prospectivo de convertirnos en maquila de las grandes corporaciones tipo HBO, Amazon Prime o la propia Netflix, o, peor aún, convertirnos en atrezzo del turismo, en plató y escenografía inane que haga Andalucía de Cine pura imagen, sin valor de uso ni proyección cultural, mientras la Comisión Europea renuncia a liderar la televisión de alta definición y no acaba de entender que este sector es un vector estratégico de la geopolítica internacional. En este escenario, la cuestión ahora es pesar qué hacer desde el Sur y desde Abajo, cómo propiciar la construcción de este espacio propio de comunicación y la autonomía cultural andaluza.

¿Estamos a tiempo de cumplir estas condiciones estatutarias cuando nuestros medios de comunicación públicos viven hoy amenazados de muerte por la extrema derecha de ayer y de hoy ?. Creemos, sinceramente, que sí, pese a lo aquí expuesto en este breve artículo. Ello pasa por rebelarse contra un destino, el de la RTVA, de arma propagandística y reivindicar su papel de pilar de lo común, con más praxis y menos declaraciones solemnes. Esto es, construyendo autonomía desde la voluntad instituyente del pueblo andaluz como ya hiciera décadas atrás el 4D. Es tiempo, en fin, de discutir y evaluar las políticas de comunicación y cultura en clave andaluza. La ausencia de la Junta hasta hoy en el campo de producción simbólica del imaginario, da cuenta de la renuncia a la propia libertad de un necesario proceso constituyente, del PSOE a VOX pasando por las negociaciones en Madrid del PP y Ciudadanos. Los cambios políticos aún por definir en esta etapa de bifurcación o disyuntiva no auguran un cambio a mejor en este sentido, más bien todo lo contrario. Por ello, corresponde ahora más que nunca pensar qué hacer y cómo: dar cuerpo a la autonomía desde la alegre pasión de quienes han perdido todo menos la esperanza de un futuro mejor para nuestra tierra.