Entrevista a Francisco Sierra (Sumar): «Hay que cambiar la matriz productiva de Sevilla, que no dependa solo del turismo»

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Francisco Sierra proviene del mundo académico, concretamente de la Universidad de Sevilla, pero asegura que en un «momento histórico» como el actual, no podía eludir la responsabilidad que le propuso Yolanda Díaz para encabezar la lista de Sumar por Sevilla en las próximas elecciones generales del 23 de julio.

¿Qué le hizo aceptar la propuesta de Yolanda Díaz para encabezar la lista por Sevilla?

Sumar representa un hito histórico de unificación de la izquierda, un proyecto regeneracionista y reformista. El compromiso con construir una alternativa, el compromiso de los que nos hemos estado dedicando a la academia y que hablamos de la necesidad de conocer para transformar y transformar para conocer. Es evidente que el liderazgo de Yolanda se ha traducido en mejoras para la gente, concretas, reales, de salario, de pensiones, de política de estabilización… En este momento, que es histórico, clave, que nos jugamos una década de políticas de progreso, no puedes eludir asumir esa responsabilidad, para mí inédita porque he estado siempre en el mundo de la Universidad. Con esa ilusión y ese entusiasmo lo asumimos, pensando también en clave andaluza.

Fue usted mediador social en las negociaciones de la izquierda en Andalucía para las elecciones autonómicas, un pacto que llegó in extremis, con Podemos jurídicamente fuera y con unos resultados en las urnas que no fueron los esperados. ¿Qué aprendizaje sacó de aquello?

Ahora no hemos tenido esas dificultades tan extremas. Creo que las lecciones sirven para aprender. Y la ciudadanía tiene claro que la unidad debe ser estratégica, un proyecto unitario a largo plazo, no una coalición electoral de coyuntura. Lo segundo y fundamental es que estamos en un universo político de una realidad compleja que necesita la diversidad, pero también la unidad e integración. Y dentro de esa diversidad de fuerzas, programáticamente estamos trabajando juntos para un proyecto de país. La experiencia andaluza ha servido para tener eso presente. Y también los resultados de las elecciones municipales. De manera separada es difícil que se sume. La experiencia andaluza sirvió para demostrar que yendo juntos las condiciones mejoran.

¿Cuál es su postura sobre la ausencia en las listas de Irene Montero que tanta polémica ha generado?

Es una contradicción porque la gente siempre insiste en que quiere caras nuevas. Si hay otras personas, yo por ejemplo no estaría encabezando las listas en Sevilla. La democracia implica también rotación en los cargos, nadie somos imprescindibles. Podemos tener un papel de mayor o menor relevancia, pero lo importante es el proyecto colectivo, y yo pondría el acento justamente en el proyecto común, no en personas. Uno de los problemas de la política hoy día es el hiper personalismo. Esta campaña no es de Feijóo ni Sánchez. En el caso de Sumar estamos hablando de construir un proyecto de país entre todos. Lo demás debe ser irrelevante.

No cree entonces que eso les pueda pasar factura en las urnas.

Estoy convencido de que no por las sensaciones de apoyo, de entusiasmo, de compromiso por parte de la gente. Hemos tenido encuentros en los que se nos acerca gente para colaborar, no como interventor o apoderado, sino para hacer campaña. Gente que estaba estos últimos años desconectada y que no estaba trabajando en clave de movilización política. Es decir, hay un proceso de movilización muy claro, ascendente, emergente y, en ese sentido, va a haber sorpresas, porque Sumar, frente a lo que aparece en las encuestas, va a tener unos resultados muy superiores.

Hablando de encuestas. Algunas les sitúan como tercera fuerza, ¿ven posible la mayoría absoluta con el PSOE?

La encuesta del CIS nos sitúa en una horquilla 43-50 y yo, por intuición y viendo qué está sucediendo en Andalucía, creo que vamos a ir a 50-60. Probablemente no va a dar para una mayoría absoluta solo con el PSOE y Sumar, pero nosotros estamos pensando en ser alternativa de Gobierno y no nos conformamos con los datos del CIS. Intuimos que conforme avance la campaña va a haber una mayor identificación con el proyecto, porque estamos haciendo una campaña en positivo y con propuestas concretas. No vamos a estar en la confrontación, salvo para recordar las incoherencias de atacar duramente la reforma laboral y señalar posteriormente que la dejarías porque los datos han sido positivos.

La movilización siempre ha sido clave para la izquierda. ¿Cree que conseguirán la suficiente el 23 de julio?

Nosotros empezamos ya en precampaña a ir a las plazas, a los pueblos, a los espacios públicos. Es verdad que las fechas son difíciles desde el punto de vista climatológico, pero vamos a ampliar ese espacio público, que no son solo los medios, son las calles, plazas, mercados, centros de salud, puestos de trabajo… Esa actividad que había perdido peso frente a la dimensión mediática o los grandes actos. Y la respuesta está siendo muy positiva, la gente llega, se quiere inscribir, quiere formar parte de Sumar y esa es la forma más fácil de movilizar.

Sumar planteó cuatro medidas a la JEC para hacer frente al calor el 23-J. ¿Teme particularmente en Sevilla una baja participación por este motivo?

Tenemos leyes que deben adaptarse. El cambio climático va a implicar transformaciones en la economía, la vida cotidiana y también en los procesos políticos electorales. Nuestra propuesta es de sentido común porque la climatología de Sevilla no es la de Bilbao y atrasar el horario de votación es garantizar la participación democrática. Aparte, pensamos que los actos políticos deben ser más cercanos, de escucha activa, y vamos a seguir haciéndolo, en las horas que se pueda, con multitud de actos sectoriales, en territorios, en pequeños grupos, intentando dialogar y no tanto pedir el voto de manera activa. Porque la ciudadanía tiene una cierta desafección por la política, porque no se la escucha, se la convoca solo a votar.

Aunque dice que no quieren pedir directamente el voto, le pido tres razones concretas para que los sevillanos elijan la papeleta de Sumar.

Sevilla tiene unos índices de pobreza, desigualdad, desempleo y precariedad de los más altos de España. Una razón es obvia: las políticas de Trabajo lideradas por Yolanda Díaz han mejorado la vida de los sevillanos y de todos los españoles. Pensiones, subida del salario mínimo interprofesional, estabilidad en el empleo en sectores como el sector servicios, que es hegemónico en la estructura económica de Sevilla. Es decir, sabemos gobernar para la mayoría. Segundo, tenemos un proyecto político no para cuatro años, sino para diez, de mejoras en políticas sociales, trabajo decente, propuestas muy concretas para sectores muy vulnerables, jóvenes y mujeres. Por ejemplo, la reducción de la jornada laboral y la herencia universal. Tenemos que pasar del Estado de malestar, que es lo que hemos tenido en España, a un verdadero Estado de bienestar como modelo de referencia, como el nórdico. Y tercero y fundamental, tienen una garantía que no tiene ninguna formación política, que es Yolanda Díaz y las gentes que componemos Sumar. Lo que decimos lo hacemos, lo que proponemos lo llevamos a la práctica y esa es una diferencia sustancial en campañas en las que se plantean todo tipo de propuestas de saldo. Por eso el voto a Sumar es decisivo. No pedimos el voto útil, pedimos el decisivo, porque si tenemos esa fuerza política para establecer agenda de Gobierno, lo vamos a llevar a efecto y vamos a cumplir, como hemos hecho.

Dicen que estas elecciones van de mejorar la vida de la gente. ¿Qué medidas concretas proponen para paliar a corto plazo el alza de los precios?

Hay medidas concretas sobre la subida del euríbor y la hipoteca, ayudas para favorecer a las familias. Con la excepción ibérica hemos mejorado notablemente y tenemos los mejores indicadores de la Unión Europea, pero queremos intervenir en la distribución de la alimentación y la cesta de la compra para que las grandes distribuidoras no se beneficien de manera ventajista en una crisis como la que se ha generado con el conflicto en Ucrania. También regulación de las energéticas para que el precio de la luz no perjudique la economía doméstica. Tenemos un proyecto muy concreto y es que el poder adquisitivo de los trabajadores de las clases populares no se agote el décimo día del mes.

¿Y si hablamos en concreto de la provincia de Sevilla?

Creo que tenemos que cambiar la matriz productiva. No puede ser que una provincia, ni Andalucía en general, dependa del turismo y del sector servicios. Necesitamos hacer una política industrial, invertir y reforzar el sector agroindustrial, que es un sector de futuro. Y evidentemente la transición ecológica. Hemos tenido en Sevilla y Andalucía empresas, investigadores e ingenieros medioambientales que han estado a la vanguardia del conocimiento. Y ese conocimiento hay que ponerlo en valor, como la economía social.

La propuesta de una herencia universal ha generado polémica al no tener en cuenta el nivel de renta familiar. ¿Puede explicarlo?

Todo derecho básico, como la salud y la educación, tiene por definición que ser universal. Nadie cuestionaría que la Universidad pública sea gratuita y que se beneficien de ello las rentas altas. Con la herencia universal acometemos problemas graves que tiene la sociedad española. Los jóvenes tienen un problema de inserción, de desarrollo de futuro, de ilusión, y hay que crear ventanas de esperanza. Aquí no se asigna automáticamente un cheque regalo cuando nace un niño, hay un proyecto de acompañamiento, de política pública, de formación, para que los jóvenes de los barrios pobres tengan la posibilidad de proyectar con un capital su proyecto de vida. Se está explicando como si saliera del presupuesto público y no es así. Se va a gravar a las grandes fortunas, con una visión redistributiva. Es una solución muy integral, de propuestas que se vienen debatiendo desde los años 90 en el tema de la renta básica universal, que al final vamos a tener que asumir para que haya condiciones de vida para todos. Nosotros nos consideramos una fuerza de la vida y de la libertad y tener una herencia universal permite a jóvenes que no tienen libertad, porque están determinados por la necesidad, construir su proyecto de vida.

¿Qué otras medidas proponen para que Sevilla deje de tener los barrios más pobres de España?

Si hablamos de los Barrios Hartos y de la situación que están viviendo con el suministro eléctrico y los apagones, somos partidarios de una regulación de los operadores del sector hidroeléctrico, tenemos que tener un operador público, igual que hemos defendido históricamente la banca pública, porque es la garantía de que los tipos de interés y las condiciones que establecen el oligopolio bancario o el eléctrico no se impongan sobre los ciudadanos. Hay que dignificar estos barrios con infraestructuras y equipamientos. Descentralizar la administración pública implica también pensar en estos barrios. Un plan estratégico de Sumar tiene que ver con mejorar la vida de la gente, con la justicia y la igualdad social, y políticas muy activas para que tengan recursos. Tenemos que ir a un modelo distinto. La administración debe modernizarse.

¿Para cuándo infraestructuras imprescindibles que llevan años de retraso en Sevilla?

Tenemos propuestas para la mejora del sistema de transporte público, porque es necesario para la movilidad, pero también es una forma de bienestar indirecto que el ciudadano percibe. Uno de los problemas de la pobreza es la movilidad. La primera manifestación de la exclusión es la inmovilidad social, la imposibilidad de desplazamiento en la urbe. Tenemos un programa de transporte sostenible desde el punto de vista del cuidado del medio ambiente, de fomentar la transición energética frente al uso indebido del transporte privado; de recuperación de servicios públicos que están siendo deteriorados, como los de Renfe; y, evidentemente, un proyecto político. El compromiso que asumo es con Andalucía y, en este caso, con un plan andaluz de mejora de infraestructuras, de conexiones interprovinciales, de desarrollo. El Corredor del Mediterráneo, el Puerto de Algeciras, que podría ser el principal de Europa… Vamos a exigir esas infraestructuras estratégicas. Y la descentralización de equipamientos del Estado. Necesitamos que la descentralización sea más integral. Esta idea de concentrar todo en Madrid no es ni sana ni saludable ni tampoco necesaria.

¿Cree que Andalucía tiene la suficiente voz en el Congreso?

Actualmente no, pero Sumar Andalucía va a tener voz y agenda andaluza que va a plantear en el Congreso. Empezando porque es la única candidatura de todas las que se presentan en el espacio andaluz netamente andalucista. Nosotros tenemos varias señas de identidad: ecologista, feminista y también andalucista. Por tanto, vamos a pedir tener una agenda andaluza con todos los diputados y vamos a plantear programáticamente tanto en los acuerdos de Gobierno, si hay coalición, como en los debates parlamentarios, iniciativas legislativas pensando en clave andaluza. Por tanto, va a haber voz andaluza y va a ser la primera vez que se plantearán debates desde la perspectiva y necesidades que tiene el pueblo andaluz.

Dice que es la única fuerza andalucista, pero está Adelante Andalucía, aunque va por separado ¿Les ofrecieron sumarse al proyecto?

Creo que los procesos tienen que ir madurando y después del 23-J queremos abrir un espacio de articulación con todas las fuerzas que no están todavía incorporadas a Sumar Andalucía, y por supuesto, hablaremos con las compañeras y compañeros de Adelante Andalucía para construir un proyecto de país en esa línea. A partir del 24 esperamos poder tener un espacio de diálogo, de reflexión y de construcción de qué queremos para los próximos tres años en Andalucía, qué cambios, qué transformaciones, qué programa y qué tipo de movimiento político social podemos articular. Confiamos en que sean receptivos y se puedan incorporar al proyecto.

Ha resumido la campaña de Sumar en «sumar, contar, coser y cantar». ¿Qué significa?

Sumar, porque más allá del acuerdo entre los 15 partidos a nivel estatal, pretendemos un proceso de construcción. Y, aparte de escuchar, vamos a ir sumando gente, todas esas sensibilidades que necesitan un referente político. Contar, pero no cuentos, porque estas campañas sirven para contar muchos cuentos. Nosotros vamos a contar lo que vamos a hacer, con una diferencia, que lo que decimos, lo hacemos. Coser, porque es una imagen de la que tenemos que aprender de nuestras madres andaluzas en los patios, conversando en común, tejiendo. Esa imagen nos representa porque vamos a ir estableciendo vínculos con los sectores sociales, sindicatos, la economía social, movimientos feministas, ecologistas. Y cantar, porque somos de la pedagogía de la esperanza, estamos ilusionados, vamos a mejorar las condiciones de vida de la gente, vamos a ganar, a tener un proyecto histórico para una década. Hay que cantar porque no podemos construir un proyecto de esperanza si no es con la música del corazón, de la cabeza y de la inteligencia, y eso es construir lo común. Somos una fuerza de la vida y de la alegría. No podemos cambiar la vida sin alegría.

La lectura en mosaico y el efecto burbuja de las redes sociales. Entrevista en La Capital

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Fake news, discursos de odio y noticias que circulan con la brevedad de un video de TikTok. El escenario atraviesa el debate comunicacional. Para el periodista y catedrático español Francisco Sierra Caballero discutir estos temas son desafíos no solo de los medios sino también de las democracias. Y también de las instituciones que forman a los futuros comunicadores, donde advierte que muchos de ellos “tienen como modelo profesional ser youtuber o influencer”.

Sierra Caballero es docente en teoría de la comunicación y director del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social de la Universidad de Sevilla. También experto en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana de la Comisión Europea. Esta semana estuvo en Rosario para brindar un seminario organizado por la maestría en comunicación digital interactiva de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), junto al Centro de Estudios en Derecho a la Comunicación (Facultad de Derecho).

—¿Cómo ve estos debates en la formación de los futuros comunicadores?

—Tenemos un reto de capacitación, porque en la nueva generación de estudiantes de las facultades de periodismo y de comunicación muchos tienen como prototipo profesional ser youtuber o influencer. El modelo va por ahí y creo que en esta materia los currículums de las facultades tienen graves carencias. Materias como ética de la comunicación suelen ser marginales o consideradas menores. En algunas facultades ni siquiera las incluyen en las currículas. Pero más que en la capacitación yo insistiría en la formación política. Necesitamos introducir no solo materias y estudios de política de comunicación, sino pensar cómo regular estas situaciones que se dan en las redes sociales o en las plataformas. Hay que recordar que el gremio periodístico —empresas y periodistas— en general suele ser muy recalcitrante, por no decir reaccionario, respecto de cualquier iniciativa de regulación. Mientras no tengamos marcos normativos será la ley del más fuerte la que impere. El campo de la comunicación es quizás, de todas las actividades públicas y sociales, la menos regulada.

—Mencionaba la cuestión curricular. ¿Los cambios deben hacer foco en las herramientas o también en las cuestiones políticas?

—En las dos. El debate sobre los medios no es solo contenidos. De hecho tenemos una propensión a discutir sobre contenidos, como los que son violentos, racistas, sexistas o hasta clasistas. Pero no vamos a conseguir una ecología saludable y no tóxica de los medios si no discutimos las herramientas. Es decir, quién es el propietario de la infraestructura, quiénes son los que controlan el software. Y no se trata de ser tecnofóbico o contrario a las TICs, ni censurar que los jóvenes utilicen las TICs, sino construir dominio público.

—Un reciente informe del Instituto Reuters sobre el consumo de medios de las nuevas audiencias marca que bajó la confianza en los medios, pero también el consumo de noticias.

—Sí, es una tendencia y no es nueva, lo que pasa es que en las últimas décadas se ha acentuado mucho. Cuando empezó la explosión de internet se debatió en Europa la guerra de las pantallas, una guerra etaria o generacional. Es decir, los jóvenes estaban huyendo de los medios tradicionales y yendo directamente a internet para informarse. Hoy hay dos procesos: el más preocupante es el que tiene que ver con la credibilidad de los medios. Gran parte de las fake news y la desinformación viene por los medios, no viene por WhatsApp o por TikTok. Por lo tanto hay una responsabilidad indiscutible. Después de la clase política los periodistas son los peor valorados en el rol público que desempeñan. El otro tema es más complejo, que es la desintermediación. Es decir, la crisis del papel que tenían los medios de ser puente entre las fuentes y la ciudadanía. Eso ha desaparecido y la gente lee más, pero no en la lógica de la Galaxia Gutenberg. No lee la noticia, lee cruzado, en pequeños fragmentos de información. Con lo cual, la cultura que tienen es una cultura de mosaico, muy fragmentaria, desconectada y desordenada. Se habló en su momento de que iban a imponerse los curadores digitales, pero lo que tenemos son Apps que hacen de manera automatizada selección de informaciones de distintos medios. Sabemos que lo que llega a las redes está monitorizado y planificado. Y aquí es válida la tesis del filósofo alemán Jürgen Habermas, que dijo que quien tiene administración comunicativa y tiene el poder de hacer llegar el mensaje, así sea por TikTok o por WhatsApp, impone su relato. La tendencia a la desintermediación tiene una parte positiva, que la gente puede producir, pero una negativa: no hay filtro, no hay criterio de jerarquía y selección. Ese es un problema grave que da pie a cualquier tipo de manipulación.

—Con respecto a los formatos, uno de los de los puntos de ese informe marcaba la preferencia de la población más joven de informarse a través de TikTok.

—Creo que es una mala política el asumir el discurso tecnofóbico o asignar a los dispositivos el problema que hay. En comunicación política se ha estudiado desde los años 80 las campañas electorales en los Estados Unidos y cada vez dicen menos: menos información, esloganes más sintéticos y publicidades más cortas. O sea, no es algo de TikTok, sino que hay una tendencia mediática de reducción de complejidad. Lo que ha cambiado significativamente es que no ha habido un contrapeso, espacios comunitarios donde la gente se reúne y habla. Si se da el efecto burbuja, donde la única fuente que llega es la que construimos en nuestras redes a través de los dispositivos, el efecto es demoledor, porque se pierden los espacios de socialización. El problema de TikTok y las redes es que se tiende a la individualización y al efecto burbuja. Si no se sostienen espacios comunales como la iglesia, el partido político, la asociación de vecinos o el centro de estudiantes, la única fuente que queda es esa. Y eso genera un impacto por el nivel de simplicidad y de reducción. Vean el caso chileno, donde mucha gente creyó que le iban a quitar la propiedad o que iba a venir una invasión mapuche a conquistar el territorio chileno.

—¿La escuela debe cumplir alguna función en ese debate, en tanto institución de la democracia?

— Sin duda, lo que pasa es que cuando se habla de competencias digitales se pone siempre el acento en lo instrumental y los que somos de tradición freireana insistimos que a la gente no hay que enseñarle a usar los dispositivos, sino a cómo hacer historia, cómo cambiar la vida, cómo transformar el mundo y cómo intervenir en la realidad política con los dispositivos digitales. En casi todas las formaciones que hay a nivel de educación obligatoria en secundaria las materias de competencia digital son instrumentales, y algunos elementos de ética y moral: lo que no se debe hacer, cuidado con la intimidad, no mostrar los cuerpos, tener cuidado con ciertos discursos. Volvemos a los contenidos, pero una formación integral debería ser política, formar al ciudadano en sus derechos, en sus deberes, en la política de tecnología y comunicación, en los derechos a la comunicación con una perspectiva mucho más global.

Entrevista a Aznar

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Decía Blaise Pascal que lo contrario de una verdad no es el error, sino una verdad contraria. En estos tiempos convulsos de pandemia y crisis de régimen, se procura no obstante estabilizar lo inevitable: un proceso constituyente y el advenimiento de la III República, contra viento y marea. Pareciera, en fin, que la historia se repite como farsa.

Cabe así hacer un ejercicio memorialista sobre el 23F o la fabricación de presidentes (Suárez/González) con el blanqueamiento de la figura del jefe del Estado y la dinastía borbónica, la peor plaga que ha asolado por siglos la historia de España y que estos días pone en evidencia el teatrillo de la propaganda para legitimar un orden que es todo menos acuerdo y consenso democrático.

En esta estela cabe, por ejemplo, situar la entrevista de Jordi Évole al mal imitador de estadista José María Aznar. Si no aciertan a confirmar esta evidencia pueden, no obstante, corroborar tal aseveración leyendo La paciencia de la araña (editorial Samarcanda), de Juan Carlos Rodríguez Centeno, una obra que ayuda a realizar la necesaria lectura a contrapelo de la historia con la que aprender a pensar nuestro presente.

No vale decir, como es habitual respecto al cine, que hemos dedicado demasiadas obras al periodo de la Guerra Civil. Esta afirmación, si me permiten el atrevimiento, se antoja inconsistente si comparamos con otros países como Estados Unidos, que han vivido situaciones semejantes.

Pero, además, es del todo falsa e inconveniente desde el punto de vista de la guerra de clases hoy en curso, más aún si se conoce la economía política de la guerra, los negocios en el origen de buena parte de los emporios del IBEX 35 que la novela retrata, no solo a través del financiero Juan March, sino con otros aventureros y buscadores de fortuna de lo que podríamos denominar en España como capitalismo de amiguetes o cultura del estraperlo.

En esa España que se fraguó no puede faltar la figura del rey, la figura por antonomasia de esta lógica depredadora. No quisiera extenderme en la recomendación de la obra, pues la columna de este mes viene motivada por el malasombra que reaparece no sabemos si para justificar el sinsentido o para dar sentido a su forma insulsa de ser y estar.

Pero permita el lector una digresión, con todo lo arriesgado del oficio, más que nada por que escribir sobre la obra de un compañero o camarada siempre es un compromiso. Y hacerlo con la libertad de la lectura gozosa exige tomarnos la licencia de curtir de curador, o de curar las heridas propias de una grieta o herida por la que sangra la literatura, tanto como el cine o la historiografía.

Ahora, si nos atrevemos a tal ejercicio sin red es porque puede ayudarnos a saber quién era Manuel Aznar y, quizás, permitan la arrogancia de tal intención, ello sirva para ilustrarnos en el contrapunto entre la novela y la reciente entrevista a Aznar que tan aleccionadora se antoja.

En La paciencia de la araña, el profesor Rodríguez Centeno despliega todo un tratado sobre la propaganda y el papel de la prensa en tiempos de guerra, un tema hartamente querido por el autor. En sus páginas, figuran personajes como Arthur Koesler, la propia figura de Queipo de Llano, Bobby Deglané o la propagandista nazi que protagonizó uno de los episodios más tristes y lamentables de la propaganda negra en España.

La obra muestra, además, las estrategias de propaganda falangista. No en vano, se sitúa en el periodo histórico emblemático para el tema, la era de la propaganda de masas, un periodo propicio para la reflexión.

La Europa de entreguerras y EEUU fueron el laboratorio del manejo de la radio para la movilización social y para las causas de las ideologías en la Alemania nazi, el fascismo en Italia y desde luego en España, como en Estados Unidos, el modelo de control y previsión social de la cultura fordista.

En la novela, vemos cómo la propaganda aparece siempre, como define uno de los personajes, con las manos manchadas de sangre, tan efectiva y necesaria como cualquier cuerpo del ejército y que se puede explicar, en buena medida, por la economía política de la guerra a propósito del terror y la crisis capitalista.

De la Residencia de Estudiantes con Buñuel, Pepín Bello o Celaya y la Sevilla subalterna y desconocida, de los interiores y hábitos de la Falange, a la realidad del campo andaluz y extremeño, de los tugurios y burdeles de la retaguardia, a los hospitales de campaña y los devastadores efectos y consecuencias de la barbarie, el pasado se proyecta en el presente, en el sentido unamuniano –nunca mejor traída la expresión– como auténtico personaje de este trasfondo histórico que nos hace pensar este tiempo con otra mirada, porque novelar es recrear, una práctica que ayuda, qué duda cabe, a comprender mejor la razón de ser de actores políticos tan nefastos en la historia como el propio José María Aznar.

Nuestro presente, vamos, es un vivo retrato del miserabilismo reinante en España que, como escribiera el bueno de Vázquez Montalbán, sigue habitado de fantasmones. Propongo por ello al lector que acometa la lectura de la antología de artículos Cambiar la vida, cambiar la historia (editorial Atrapasueños, Sevilla, 2020) y la novela de Juan Carlos Rodríguez Centeno para recuperar el hilo rojo de la historia, las tramas del poder, la verdadera faz de personajes en contrapunto a la realidad moral del campesinado de Castilla como ya hiciera nuestro Zola particular en los Episodios Nacionales (hoy objeto de culto y conmemoración pero que normalmente ha sido poco o nada valorado, por no decir que, por el contrario, más bien olvidado en el baúl de los recuerdos).

En fin, si Aznar olvida en la entrevista su responsabilidad con la crisis de 2008 y en la historia de los crímenes de guerra en Irak, es hora de proponer un ejercicio memorialista, bien documentado. En ambos casos, les garantizo que van a pasar un buen rato riendo, pese al tema y crudeza de lo narrado.

El humor y manejo de la fina ironía del gran Vázquez Montalbán es conocido. Pero Rodríguez Centeno no se queda corto, como cuando uno de los personajes imagina un desfile de la victoria en Madrid con tropas customizadas modo LGTB o cuando Celia Gámez aparece en escena protagonizando un jocoso episodio.

El autor demuestra en estas y otras situaciones una gran capacidad, como Eduardo Mendoza, de jugar con las contradicciones de la vida, en medio de la tragedia, de descubrir la picardía, el chiste rápido, la espontánea carcajada del lector ante situaciones inverosímiles. Aprendizaje, suponemos, del cuchipandeo o de la técnica publicitaria del oxímoron. Y que da para disfrutar con situaciones hilarantes como la del tanquista italiano Giuseppe Patera, integrante del convoy nacional que se dirigía al frente de Madrid y termina –lean el episodio– proporcionando información al bando republicano por los retortijones que le obligaron a apearse en el camino para obrar.

Pero no les revelo más, solo les anticipo que el autor, como el gran Vázquez Montalbán, domina el arte de la chufla, del choteo, el chacotismo, la mofa y hasta el albur, recursos necesarios en nuestro tiempo cuando solo podemos asumir, con la ironía como mecanismo de resistencia, el arte de vivir, contra toda catástrofe, combatiendo a los macarras de la moral, pues, como ayer, lo narrado tiene continuidad hoy con los Espinosa de los Monteros, como antes Juan Samaranch o Fraga marcaron el camino de una farsa, mientras aún hoy el hospital de Granada sigue llevando el nombre de Ruiz de Alda, pese a la Ley de Memoria Histórica.

Estos y otros hechos novelados dan cuenta de la actualidad de esta novela, más aún si tomamos en cuenta diálogos como el de Benjumea y Juan March sobre las fundaciones y la producción ideológica de lo que Chomsky denomina la fabricación del consentimiento.

La conversación de Queipo y Sainz Rodríguez sobre lo que fue el camelo de la corona ilustra, en fin, cómo en la historia podemos leer nuestro presente y proyectarnos hacia el futuro trascendiendo personajes contemporáneos como Carlos Colón, Nico Salas o algunos aprendices de Giménez Caballero y Dinosio Ridruejo que pululan actualmente por nuestro entorno informativo sin razón ni decencia.

Así, hoy como ayer, el lumpen abunda como coro de fondo en la Falange Española del mismo modo que abunda hoy en Vox. Y siguen proliferando sujetos, como el personaje del capítulo XII, en el que la amiga de Pina López Gay, pasa de ser vanguardia de la Joven Guardia Roja a militar con puestos en la UCD, luego AP, y terminar como parlamentaria andaluza del PP en una prueba más de travestismo político. No digan que no da para reír.

Siempre nos quedará esta forma antagónica de autonomía: la estrategia del caracol, de la que Aznar no ha aprendido nada de nada a juzgar por la entrevista. Si algo queda claro en el programa de Évole es que nunca ha tenido sentido del humor. Y el rictus le puede, como es normal en personajes patizambos que acaban por hacer llorar a media humanidad, pero no consiguen comprender la alegría vital de la multitud porque nunca fueron, porque son del bando de la muerte. Nada en fin tan ridículo como el rigor fortis o mortis. Que la fuerza le acompañe, como a Cebrián y, antes, a Manuel Aznar.

Marxismo y Comunicación: entrevista a Francisco Sierra Caballero

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Dr. Francisco Sierra Caballero, le extendemos un cordial saludo y felicitaciones por su nuevo trabajo académico, que consideramos no solo es un aporte a la academia, sino a la transformación de este mundo asediado y corrompido por el sistema capitalista. Sobre todo en la comunicación, la que se ha prostituido, dejando clara la postura de grandes medios mercantilistas que siguen sosteniendo, y tapando los crímenes del genocida más respetado del mundo llamado «capitalismo». En esta ocasión quien le envía las preguntas es Roberto Cadena.

¿Desde hace cuánto tiempo tenía pensado escribir un libro donde se unieran estos conceptos, el Marxismo y la Comunicación?

Agradezco este espacio y la entrevista, es un placer. Realmente, es un proyecto de largo recorrido, y en el que sigo trabajando. Este libro es un primer aporte. Hace diez años, al concluir mi mandato como Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, con el duro trabajo que tuvimos que asumir de transformación del sistema universitario al modelo de convergencia europeo, decidimos renunciar a la opción abierta de relección y dedicarme a recuperar la pasión perdida, por las obligaciones del cargo, de leer y escribir. En particular, éramos conscientes de la falta de teoría crítica en comunicación y en particular la ausencia o vacío de teoría marxista sobre los medios. Convencido de la necesidad de asumir ese reto, nos fijamos un plazo largo de tiempo para explorar las fuentes, recuperar de Marx a  Žižek los aportes materialistas al análisis de la ideología y la comunicación contemporánea, y sentar las bases, casi con un voluntad enciclopédica del conocimiento avanzado en esta dirección. La idea es proyectar tres volúmenes en diez o quince años de trabajo. Pero finalmente el editor vio necesario avanzar un primer aporte, considerando la ausencia de literatura especializada en la materia.

¿Cuánto tiempo le llevó y cómo fue la preparación de revisar bibliografía, releer textos y empezar a escribir este trabajo?

Este es un problema que a Postone o a Zemelman le gustaría discutir. Como bien sabe, el tiempo es la base de la teoría del valor, y en el Capitalismo Cognitivo, de ello algo trato en el libro, nos encontramos con serias dificultades de ponderar el tiempo concreto de producción. Por ejemplo, para el caso del libro, han sido solo dos años, pero si remitimos a mi proyecto de tres volúmenes sobre las bases materialistas de la teoría crítica de la comunicación, estaríamos en diez años, y si consideramos que mis anotaciones, estudios y algunos escritos, por ejemplo el dedicado a Brecht, arrancan en los años ochenta, diríamos que es imposible marcar una temporalidad exacta.

¿Qué metodología utilizó y en qué consiste?

Hicimos un trabajo de reconstrucción histórica de los debates desde el marxismo sobre comunicación y cultura, y un análisis filológico de algunos conceptos fuertes, como es el concepto de mediación.

¿Podría explicar detalladamente su metodología?

Como corresponde a una perspectiva materialista, no se trata de un análisis historicista, sino más bien de poner a dialogar los textos, o la producción intelectual, con los contextos históricos y las disputas  de la hegemonía en el campo de la comunicación y la cultura: de Marx a nuestro tiempo, por ello concluimos debatiendo sobre la Comunicología y la función del intelectual en la era del Capitalismo Cognitivo y el asalto neoliberal a las universidades. Es decir, siempre se procura triangular el discurso científico con el proceso real y concreto, con la experiencia histórica, con la lucha de clases que recorre la historia de las ideas y las disputas del sentido sobre la comunicación en cada época.

¿La teoría crítica de la mediación social es el punto de convergencia en su propuesta de Marxismo y Comunicación?

Sin duda. Primero porque el concepto de mediación es de origen hegeliano y conecta la comunicación con los procesos sociales más amplios. Este concepto, cuya densidad está por trabajar a conciencia, es la base para una perspectiva materialista de la comunicación. En otras palabras, no se trata de pensar los medios sino de comprender las articulaciones de la mediación social que afectan al proceso de reproducción social y a la lucha en la estructura de clases.

¿En este trabajo también se encuentran críticas a los medios mercantilistas servirles a este sistema?

De forma tangencial. El proyecto de crítica de los medios los he abordado en otros trabajos como La guerra de la información (CIESPAL, Quito, 2016) o en Introducción a la Comunicología (ACCI, Madrid, 2019). Tenemos pendiente además un proyecto en la Fundación de Investigaciones Marxistas sobre Medios de Comunicación y Lucha de Clases en España, pero en este libro abordamos más bien las cuestiones epistemológicas y de Teoría de la Comunicación que han jalonado el debate comunicológico desde el punto de vista académico, por más que se aborden cuestiones centrales sobre el poder y control de la información.

¿En el texto también se puede encontrar una crítica al capitalismo comunicacional o en la comunicación desde el marxismo?

En efecto. Quisimos retrotraer las ideas germinales del marxismo, los escasos aportes materialistas en comunicación y cultura, a la situación actual. Por ello, hay en el libro dos partes bien diferenciadas. Una primera sobre las fuentes y aportes fundamentales, aunque no han podido ser abordados todos (esta tarea, como decimos, será objeto de un volumen en proceso de elaboración) y una segunda parte centrada en la crítica del Capitalismo Cognitivo o de Plataformas Digitales. En este ámbito se retoman abordes del neomarxismo italiano, críticas de la mediación social de la ciencia, y cuestiones sustanciales sobre antagonismo y lucha de clases en la era digital. De hecho, dirijo ahora un proyecto de I+D sobre CIBERACTIVISMO (www.cibermov.net) que nos han permitido pensar algunos de los problemas presentes en el libro y en la llamada cuarta revolución industrial.

¿Este trabajo también apela a la idea de incentivar y seguir construyendo una comunicación popular?

En especial, cuando abordamos la vigencia de Gramsci. Me alegra saber que Siglo XXI (Akal) traduzcan obras fundamentales, además de los Escritos de la Cárcel, del filósofo italiano porque se ha leído poco y mal y para el campo de disputa de la hegemonía comunicacional, el pensador sardo nos deja muchas lecciones. En los capítulos dedicados a su figura y aportes a la comunicación popular creo que el lector puede sacar varias conclusiones necesarias para articular procesos de contrahegemonía en la disputa por el sentido social.

¿Por qué la necesidad de repensar una teoría crítica de la mediación social?

Al menos por tres razones, creo yo. Primero, antes que nada, siguiendo a Adorno, la teoría o es crítica o no es teoría. Alguien tan poco sospechoso de ser marxista como McQuail reconocía hace décadas la ausencia de teoría normativa en el campo de la Comunicología. Por tanto precisamos pensar mejor esta dimensión central en la reproducción social, y no solo hoy que la comunicación nos invade, sino desde la era de la propaganda de masas. En segundo lugar, porque hay que reconocer que el marxismo tiene un histórico agujero negro no cultivado, pese a la multitud de experiencias ricas y productivas de transformación que ha tenido, por ejemplo, en América Latina, la comunicación popular. Es necesario, en fin, teoría que dialogue con estas prácticas emancipadoras. Por otro lado, además, en tercer lugar, el centro de las transformaciones de nuestro tiempo con la revolución digital exige, perentoriamente, una fundamentación teórica más amplia. En un entorno complejo, diverso, de transformaciones aceleradas, de integración de procesos y lógicas históricamente compartimentadas y hoy convergentes, no podemos comprender y avanzar los cambios y líneas de fuerza del desarrollo histórico sin pensar relacionalmente, esto es, sin pensar críticamente, conectando aspectos, formas, procesos y contenidos que atraviesan las mediaciones cognitivas de nuestro tiempo.

¿En qué aporta este trabajo a la formación de las y los futuros comunicadores y periodistas?

Al menos en dos sentidos, uno: rastrear el hilo rojo del pensamiento materialista en comunicación, con sus debates y límites históricos de desarrollo, así como las ausencias y lagunas por cubrir, al tiempo que, en segundo lugar, el libro ofrece lecturas contemporáneas, algunas de fuste, como la lectura de Bolívar Echeverría sobre nuestro campo, que sirven de guía para interpretar nuestro presente. Al menos, modestamente, es lo que hemos intentado, pero eso los lectores y, sobre todo, los movimientos sociales y contrahegemónicos han de valorar. Mi labor es trabajar para dar herramientas. Y desde hoy, escuchar, cultivar la escucha activa para seguir aprendiendo desde el sur y desde abajo.

¿Qué otros proyectos académicos tiene pensado a futuro?

Sigo con un volumen sobre la genealogía del pensamiento marxista de Marx a la Escuela de Frankfurt y este año terminamos nuestro informe de investigación sobre ciberactivismo con trabajo de campo en España, Chile, México, Brasil, Portugal e Italia. Un proyecto importante que llevamos realizando hace cuatro años y que ha dado lugar a varias publicaciones. Además de ello,  esperamos lanzar el proyecto colectivo que antes cité de Medios de Comunicación y Lucha de Clases en España. Confiamos que sea un hito. En fin, trabajo para cambiar el mundo en tiempos de pandemia y conservadurismo. Y desde la Comunicología tenemos mucho por hacer, multiplicando el pensamiento de la autonomía, construyendo alternativas y esperanza de vida, como hacen con este blog. Mis felicitaciones. Y a vuestra disposición siempre.

NOTA DE PRENSA COMPLEMENTARIA

FRANCISCO SIERRA PUBLICA MARXISMO Y COMUNICACIÓN

El Catedrático de la Facultad de Comunicación, Francisco Sierra, acaba de publicar MARXISMO Y COMUNICACIÓN. Teoría Crítica de la Mediación Social en la colección Pensamiento de la editorial Siglo XXI. El libro, prologado por el prestigioso intelectual Armand Mattelart, ofrece al público las líneas maestras de fuerza que sistematizan algunos de los principales aportes de la visión materialista para ir sentando las bases de desarrollo del pensamiento emancipador en comunicación desde la tradición marxista.

El ensayo, además de rendir tributo al sabio de Tréveris, ha sido escrito con la intención de aportar al lector elementos básicos para una necesaria crítica materialista de la mediación social y alumbrar una evidencia inexcusable en tiempos de libre comercio: la dimensión política de toda mediación cognitiva.

La conexión entre los aspectos culturales y comunicativos, los tecnológicos y económicos, y los político-informativos y tecno-estéticos que están en la base del modelo de análisis marxista puede en este sentido, cuando menos, definir un marco lógico de comprensión global. Fruto de la interrelación existente entre los diferentes niveles de acción, este marco resulta revelador tanto de los problemas de orden práctico, como la lógica desinformativa de la posverdad, como de aspectos sustantivos de los modelos de representación ideológica presentes en la práctica teórica contemporánea. Más allá y más acá de Marx, la revisión de los aportes seleccionados a lo largo del libro pueden contribuir a despejar cierto desdibujamiento que sobre la teoría marxista han querido proyectar culturalistas o funcionalistas reciclados al identificar la teoría crítica con el modelo economicista de la vulgata al uso sobre las teorías del control social frente a la compleja lectura propia de un pensamiento relacional que tiende a pensar la realización de la lógica del valor y el fetichismo de la mercancía desde una definición materialista consustancial a toda mediación social.

Francisco Sierra (www.franciscosierracaballero.net) es Catedrático de Teoría de la Comunicación e Investigador del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura (INACOM) en la Universidad de Sevilla. Director del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (www.compoliticas.org), Director del Departamento de Periodismo I  y Editor de la Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación (REDES.COM) (www.revista-redes.com), ha trabajado como experto en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana en la Comisión Europea y otros organismos internacionales como la UNESCO y UNASUR. Presidente de la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (www.ulepicc.org), en la actualidad es Director de la Sección de Comunicación y Cultura de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM).

Entrevista en Unes Colombia

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Entrevista con el cientista social y catedrático universitario español, Francisco Sierra Caballero, con motivo del lanzamiento de su nuevo libro Marxismo y comunicación. Teoría crítica de la mediación social (Siglo XXI de España Editores, septiembre 2020).

El capitalismo de plataformas y la revolución digital que ha impactado de manera superlativa la cultura y viene generando nuevos antagonismos sociales es una de las características de nuestro tiempo, junto por supuesto, con la desigual distribución de la riqueza a nivel planetario.

Sobre este interesante tópico y  a partir de la teoría crítica, el profesor Sierra Caballero nos ofrece un sugerente análisis sobre los desafíos para enfrentar la tendencia hegemónica de manipulación mediática en un mundo sustentado en el expoliador sistema capitalista que ha generado la más grave crisis civilizatoria que amenaza con la existencia de la especie humana.

Prologado por el prestigioso intelectual belga Armand Mattelart, referente de la Economía Política de la Comunicación,  esta obra ofrece para la reflexión “líneas maestras de fuerza” que sistematizan algunos de los principales aportes de la visión materialista para, posteriormente, ir sentando las bases de desarrollo del pensamiento emancipador en comunicación desde la tradición marxista.

Corroída por un sistema depredador como el capitalista, la sociedad enfrenta tiempos de gran incertidumbre, en los que la incomprensión o aislamiento de la crítica es la tendencia hegemónica. De ahí que el autor señala cómo la capacidad de interrogación está en la base de cualquier voluntad emancipadora y cómo se aplica el marxismo en el análisis de la mediación social para denunciar los presupuestos teóricos e ideológicos del sistema de relaciones dominante en el campo de la información y la comunicación. Para ello echa mano del legado del filósofo italiano Antonio Gramsci; del dramaturgo alemán Bertolt Brecht y de la corriente de los Estudios Culturales, surgida en Inglaterra en los años 60 del siglo pasado, así como desarrolla un profundo análisis sobre la Teoría del valor.

Destacado experto en comunicación

Nacido en la localidad de Gobernador, en los montes orientales de Granada (Andalucía, España), Sierra Caballero sostiene que vive para dos de sus pasiones: la Comunicología y América Latina.

Catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, donde dirige además el Departamento de Periodismo I y columnista de varios medios digitales, este aplicado investigador es un referente intelectual en el ámbito del área social en que trabaja por la importancia y alcance de sus aportes.

Investigador del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura, es fundador de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación, en la actualidad, preside la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura, así como es directivo de la Asamblea de la Confederación Iberoamericana de Asociaciones Científicas en Comunicación.

Autor de relevantes ensayos sobre comunicación, política, cambio social y emancipación, Sierra Caballero ha coordinado equipos internacionales de investigación para la Comisión Europea y para el Plan Nacional de Investigación y Desarrollo de España. En enero de 2019, a instancias de la Asociación Cultural y Científica Iberoamericana, presentó Introducción a la Comunicología, una obra en la que aborda, de manera crítica y panorámica, el ámbito de la mediación social y el papel que juega la comunicación en la propia conformación de la sociedad.

En el primer semestre de 2019 coordinó la edición del libro Teoría del valor, comunicación y territorio (Siglo XXI España).

El reto de una revolución cultural a partir de un trabajo de pedagogía activa

Con el propósito de ahondar sobre el alcance de los tópicos que desarrolla este inquieto intelectual español y acucioso investigador en su nuevo trabajo bibliográfico, el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano www.cronicon.net realizó la siguiente entrevista.

Uno de los cruciales temas que desarrolla muy atinadamente y de manera oportuna el libro es el relacionado con el capitalismo de plataformas y las incidencias que viene teniendo la revolución digital con sus algoritmos en la sociedad mundial y los entornos culturales.  ¿Se podría afirmar que la humanidad está enfrentando una ‘cibercracia’?

Digamos para ser precisos que estamos experimentando una transformación geopolítica y cultural en torno a la revolución digital que implica varios desplazamientos: del Estado, inclusive el poderoso imperio de Estados Unidos, a las grandes corporaciones GAFAM, en especial Google y Amazon, y del eje Atlántico, dominante en ciencia, tecnología y comunicación a lo largo del siglo XX, al eje asiático bajo liderazgo de China. En este contexto, discutir el papel de las tecnologías en red, o en general la información y el conocimiento, se torna central para comprender el capitalismo y las nuevas contradicciones de nuestro tiempo. Pero llama la atención que, incluso desde la izquierda, se asuma acríticamente, como es lógico sin el debido análisis materialista, qué significa la llamada sociedad de la información, qué dispositivos y formas de poder y control tienen lugar en la era Internet, y cuáles son las alternativas liberadoras para una democratización del nuevo ecosistema mediático. Antes bien, buena parte de la literatura especializada en la materia reproduce el discurso de Silicon Valley sobre el poder transformador de la tecnología en una suerte de nuevo reduccionismo o determinismo tecnológico, al tiempo que imaginan que la primavera árabe fue un proceso revolucionario y de liberación social. Nada dicen quienes asumen esta lógica de razonamiento que los GAFAM son también el muro de Wall Street y que en la economía uberizada asistimos a formas de lucha de clases más propias del siglo XIX que del siglo XXI, como podemos observar si vamos más allá de los eslóganes al uso de los grandes emporios punto.com. En definitiva, el poder simbólico de la cultura ciber es el poder del gran capital financiero internacional y de nuevos actores transnacionales como Facebook que, coaligados con poderes tradicionales como el ejército, conforman la base de la hegemonía y el poder con los que se derroca gobiernos, véase el caso de Brasil, o se instauran ejecutivos neofascistas como el de Trump, en el avance de los intereses del complejo industrial y militar del Pentágono y los amos de las finanzas.

“Discutir el papel de las tecnologías en red, o en general la información y el conocimiento, se torna central para comprender el capitalismo y las nuevas contradicciones de nuestro tiempo”

Al analizar algunas contribuciones de la corriente de los Estudios Culturales a través de sus referentes Raymond Williams, Edward Thompson,  Stuart Hall y Richard Hoggart,  resaltas uno de sus propósitos investigativos cual es el de explorar el potencial de los receptores para la resistencia y la rebelión frente a las fuerzas reales del poder ideológico dominante. ¿Qué elementos esenciales, en tu opinión, se requieren en un sistema capitalista que permea todo, para lograr pasar de la cultura de la resistencia a una comunicación transformadora?

Sin duda, en primer lugar, es preciso una revolución cultural, un trabajo de pedagogía activa, en un sentido gramsciano, para modificar la concepción al uso sobre el papel de la comunicación en nuestra vida cotidiana. La mayoría de la población sigue imaginando los medios y mediaciones culturales como un problema de ocio y tiempo libre, como una suerte de consumo inocuo que corresponde al ámbito privado, cuando, en realidad, es en este ámbito donde se conforma la ciudadanía, donde se fragua la subjetividad, los imaginarios que inciden en las formas dominantes de control y alienación ideológica. Sin conciencia de la dimensión política de la comunicación, sin este trabajo de pedagogía activa no podremos avanzar en el derecho a la comunicación y por tanto en una mediación emancipadora. Bien lo sabía Raymond Williams que inició sus intereses sobre el papel de la televisión problematizando proyectos como Open University en la BBC para la educación de los adultos que no habían podido acceder a la educación superior. Desde entonces, los Estudios Culturales empezaron a explorar la inserción de los medios y la cultura de masas en el espacio social de la cultura subalterna a fin de horadar los espacios de la economía moral de las multitudes, de las clases populares, en torno al discurso informativo y las industrias culturales. Pero hoy se ha impuesto el sentido común en contra de los comunes que piensa la tecnología o la cultura Internet como un espacio autónomo y libre. Es hora, creo, de empezar a disputar esta idea para politizar la comunicación y, desde luego, elaborar alternativas. Hay otros factores determinantes para construir una comunicación transformadora, pero la conciencia de lo que está en juego a este respecto me parece crucial.

Con la crisis profunda del sistema capitalista y de la democracia liberal que lo sustenta, como se ha podido evidenciar en la actual coyuntura con el bochornoso proceso electoral estadounidense, ¿cómo se puede aprovechar esta circunstancia para repensar la agenda ideológica y de acción de los sectores alternativos y antiglobalización (entiéndase antineoliberales)? ¿No constituye un momento crucial para ello? ¿Qué podría hacerse?

Creo, en efecto, que este es un tiempo encrucijada, un momento de crisis que puede resolverse con más democracia o, como observamos en Europa y algunos países de América Latina, con más autoritarismo, con fascismo de baja intensidad. Ahora, en el campo de la comunicación seguimos observando graves retrocesos: desde periodistas convertidos en publicistas de las grandes corporaciones y voceros del capital financiero a dinámicas de concentración como nunca antes se ha vivido en la historia. El deterioro además del ecosistema informativo es alarmante y no solo por las llamadas fake news sino por la poca diversidad de la oferta, por la pésima calidad de los contenidos y la infoxicación y alienación absoluta de amplios conjuntos de usuarios de la comunicación. Un primer paso para avanzar en otra dirección es retomar la estrategia del Foro Social Mundial de Porto Alegre. La crisis de la pandemia nos sitúa ante la necesidad de un nuevo internacionalismo a partir, lógicamente, de la crítica antiimperialista poniendo, como se hizo hace décadas, en el centro la disputa ideológica en el campo de la comunicación. El movimiento indígena, a partir de los encuentros Abya Ayala en Oaxaca, avanza en Latinoamérica en esta dirección, y deberíamos aprender de ellos porque, sin duda, hoy más que nunca, es preciso que se conformen grandes plataformas supranacionales de comunicación popular y alternativa, al modo como Telesur se convirtió en un medio de referencia en la disputa de la agenda informativa. Esta articulación, en un sentido político, es complicada porque supone coordinar tiempos, territorialidades, actores y procesos muy distintos, complejo empeño cuando nos jugamos no solo el futuro de la democracia y los Derechos Humanos, sino la propia vida del planeta. Pero hay que persistir, insistir y re-existir, más allá de las luchas y frentes culturales de ámbito local.

“La mayoría de la población sigue imaginando los medios y mediaciones culturales como un problema de ocio y tiempo libre, como una suerte de consumo inocuo que corresponde al ámbito privado, cuando, en realidad, es en este ámbito donde se conforma la ciudadanía, donde se fragua la subjetividad, los imaginarios que inciden en las formas dominantes de control y alienación ideológica”

Dentro de este contexto, Armand Mattelart en el prólogo del libro hace énfasis en la necesidad de reinventar la política como “ideación y acción social”, en un momento marcado “por un proceso de evidente desertización”, como diría Habermas, refiriéndose a la crisis de la Unión Europea (UE). Si política es comunicación, ¿están dadas las condiciones para cambiar el paradigma político-comunicacional dominante en el mundo cuando es evidente que el poder financiero de la ‘cibercracia’ que domina las GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) haría prácticamente imposible lograrlo? ¿Hay salida? ¿O deberíamos esperar un ‘milagro’, como por ejemplo, el derrumbe de la bolsa de valores electrónica automatizada Nasdaq?

Sí que están dadas las condiciones, al menos en un doble sentido: primero porque la revolución digital está transformando, como anteriores revoluciones industriales, las lógicas de organización y producción social y, en segundo lugar, porque ello nos obliga a pensar la relación entre sistema informativo y contexto social, en términos de ecología de vida, de construcción colectiva del hábitat. Lo primero pone el acento en las bases materiales y económico-políticas del llamado capitalismo de plataformas, de ahí debates como el de la UE sobre la tasa Google (que va más allá, como explicamos, de la justicia fiscal) o las propias contradicciones entre las élites del sistema dominante, caso de Trump contra algunas de las grandes corporaciones GAFAM. Y esto es apenas la punta del iceberg, porque las contradicciones latentes que se despliegan son numerosas: entre la industria de contenidos local y los intermediarios globales, entre la política cultural del Estado y los nuevos aparatos ideológicos transnacionales, entre sujeto de derecho y extractivismo de datos que amenaza las libertades públicas individuales, entre dominio público y mercado…, en fin, al ser un proceso de crisis tenemos abiertas varias hipótesis una de ellas, en efecto, es el propio colapso del capitalismo financiero por las lógicas automatizantes de valorización, pero también es cada día más evidente el colapso tecnológico que limita la sostenibilidad del actual modo de producción informativa, y no solo por la obsolescencia tecnológica.

“En el campo de la comunicación seguimos observando graves retrocesos: desde periodistas convertidos en publicistas de las grandes corporaciones y voceros del capital financiero a dinámicas de concentración como nunca antes se ha vivido en la historia”

Lo cierto es que en este colapso social, ecológico y climático originado por un sistema criminal y depredador como el capitalista se hace imperiosa la necesidad de una comunicación para una transición civilizatoria que contribuya a generar sentido común y una nueva hegemonía política en sentido gramsicano. ¿Por qué el marxismo puede servir de caja de herramientas para lograr los cambios que clama la humanidad y materializar esa transición civilizatoria que se requiere con urgencia para evitar el marchitamiento a pasos agigantados del planeta?

Más allá de las lecturas contemporáneas de los Gründrisse que nos ayudan a pensar la función vectorial de la ciencia y la tecnología en el proceso de desarrollo del capitalismo, el marxismo nos aporta tres elementos fundamentales para la comprensión de este tiempo de mudanzas. Primero, al ser una práctica teórica crítica, propia del pensamiento relacional, nos explica e ilustra las tendencias de desarrollo histórico desde una perspectiva real y concreta. En un mundo interconectado, el marxismo aporta elementos para pensar ligando realidades y procesos contradictorios aparentemente inconexos e incluso irracionales o sin sentido, considerando la dinámica de transformación acelerada del turbocapitalismo. Este, en el fondo, es el gran aporte para la comunicación: pensar las mediaciones. Por otra parte, además, su lectura económico-política arroja luz sobre los procesos materiales de composición de la cultura de silicio o digital, cuestionando su sostenibilidad, a sangre y fuego, como parte del proceso de expansión imperialista que arrasa continentes enteros como África o el conjunto del planeta, tal y como nos enseñara Manuel Sacristán. El marxismo logra, por último, en tercer lugar, situar en el centro de las cuestiones epistemológicas y políticas el problema de la praxis y, por extensión, el antagonismo como núcleo de disputa y proyección del cambio histórico, aunque algunos sesudos ensayistas sigan insistiendo (un discurso por otra parte recurrente desde el siglo XIX) que ya no tiene lugar la lucha de clases. Los grandes tiburones de la bolsa saben que no es así y reconocen que la lucha de clases, cada día más presente, la están ganando. Ahora, los conflictos en Amazon, la movilización de los riders por un trabajo digno, y las disputas por la regulación de grandes plataformas como Google demuestran que la lucha de clases sigue muy viva y que, como es lógico, no se manifiesta ya en la dinámica fabril sino en un conjunto amplio de actividades y problemas que deben ser teorizados y objeto de intervención para desbloquear los procesos sociales de liberación, por más que nos traten de contar que la economía se ha desmaterializado en la era de la realidad virtual.

En el libro calificas a los movimientos sociales como “comunidades inteligentes dispuestas para la acción y el cambio”, pero al mismo tiempo alertas sobre el riesgo de que la economía política de la comunicación no asuma un posicionamiento de compromiso social y de praxis, con lo cual se estaría reeditando el fracaso del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC). ¿Es posible en las actuales circunstancias articular la praxis social y el sustento teórico para generar una alternativa de cambio civilizatorio? ¿La teoría marxista si alcanza para lograrlo?

En un libro que editamos el profesor Quirós bajo el título El espíritu McBride (Ciespal, Quito, 2016) insistíamos en esta hipótesis. El fracaso del NOMIC fue debido en buena medida a la falta de articulación de las propuestas del frente diplomático y académico con la profesión y los movimientos sociales. Toda transformación, como todo cambio histórico, requiere de la amplia voluntad y movilización ciudadana. El asalto neoliberal a las universidades ha colonizado la práctica teórica pero también es cierto que nunca como hoy hay una generación de investigadores, algunos retornando a Marx, que imaginan su labor intelectual comprometidos con las demandas de los movimientos sociales. Quizás el problema, y aquí vindico el pensamiento materialista, es que, desde una suerte de idealismo como es común en los estudios culturales americanos, se vindica a Marx, Gramsci, y la Escuela de Birmingham desconectando por abajo la actividad del pensamiento de la intervención real en una suerte de academicismo estéril de improductivas consecuencias desde el punto de vista de la liberación social. En algunos casos, pienso en los movimientos que vindican lo común en la lucha por el código, los discursos de la autodenominada escuela crítica resultan profundamente antimarxistas y liberales, por más que se autorreconocen como libertarios, pero, al final, en tesis como la no intervención del Estado en la regulación de Internet, replican las mismas tesis de las GAFAM. Paradójica situación por cierto que llama cuando menos la atención en un momento de desmontaje del Estado moderno, empezando por sus sistemas de información pública. En ULEPICC, no obstante, hemos venido abriendo una agenda de debates sobre Geopolítica y Nuevas Tecnologías, y Teoría Marxista de la Comunicación que esperamos contribuya a tender puentes entre práctica teórica y compromiso político y social porque en la actual coyuntura política, en la encrucijada de crisis sistémica que vivimos no ha lugar a visiones acomodaticias o funcionales como las que observamos en torno al papel de las nuevas tecnologías.

“La crisis de la pandemia nos sitúa ante la necesidad de un nuevo internacionalismo a partir de la crítica antiimperialista poniendo, como se hizo hace décadas, en el centro la disputa ideológica en el campo de la comunicación”

Ideología, formación social, praxis, hegemonía sentido común, son elementos importantes de la contribución de Antonio Gramsci que analizas en detalle en el libro y que hay que tener en cuenta en este debate. ¿Cómo articular todos ellos en la intervención del sistema de mediación social que contribuya a la construcción de democracia?

Hablaba antes de la importancia de la pedagogía. El filósofo sardo siempre puso el acento en la importancia para la cultura popular y el proceso de cambio de la educación, sea informal, la literatura de folletín, por ejemplo, o formal, lo habitual en el sistema educativo.

De Gramsci creo que hemos de sacar una primera conclusión sobre la centralidad del sentido común y la disputa de la ideología dominante como un proceso de contagio, de contacto, de inmersión, en el sentido de lucha por la hegemonía, como al tiempo poner el acento en la dimensión praxeológica de la lectura de Marx, a mi modo de ver, como apuntara Sánchez Vázquez en vida, plenamente actual y vigente. Su apropiación de hecho por los estudios culturales nos ha permitido descubrir los matices de la cultura dominante y alumbrar al tiempo posibilidades de intervención e impugnación contrahegemónica. En otras palabras, no es posible un proyecto radical sin democratizar la deconstrucción de las representaciones ideológicas, sin trabajar sobre el sentido común con el común de la gente y este es un reto, sin duda estratégico, de pedagogía de la comunicación.

“El reto de la Comunicología en la era del capitalismo de plataformas es pensar el marxismo como un nuevo lenguaje contra la alienación cultural al tiempo que como pulsión vital y voluntad de ser y luchar, desde el antagonismo”

No podemos terminar esta entrevista sin referirnos al gran Bertolt Brecht y la filosofía de la praxis. En el empeño de una comunicación para la transición civilizatoria, ¿por qué el aporte del dramaturgo alemán respecto de la mediación social está vigente? ¿Qué nos dice hoy el pensamiento brechtiano en cuanto a las experiencias de contrainformación y la estética de la resistencia?

Este es uno de los aportes, creo que muy original, del libro. Normalmente, toda la literatura marxista en comunicación retoma las reflexiones del dramaturgo alemán sobre la radio como sistema de comunicación, pero lo verdaderamente revolucionario en su obra es la aportación de un método, el efecto V de distanciamiento, que nos puede ser útil a la hora de deconstruir y develar las representaciones ideológicas dominantes. Solo Jameson y Juan Carlos Rodríguez han sabido apreciar el alcance de su propuesta para este tiempo a este respecto. En nuestro ensayo, reinterpretamos sus ideas estéticas en el campo de la comunicación retomando elementos fundamentales como la importancia del goce por ejemplo con la música para la agitación cultural y la concienciación del espectador. Esta lectura suele ser poco habitual en la izquierda, acostumbrada a pensar lo ideológico, no sé si por un exceso de platonismo, como un problema estrictamente de contenido y no tanto de forma de representación. Pero, ¿la contrainformación es un solo una cuestión de ideas o de formas de relación? Mi hipótesis es que no es posible una ética y estética de la resistencia sin una poética que cuestione las formas naturalizadas de lo social y esto solo es posible integrando contenido con formas apropiadas a la sensibilidad del sujeto en cada época. En otras palabras, no podemos revolucionar la cultura cotidiana con estrategias de agitprop de principios del siglo pasado, como no podemos obviar que hay una serie de manifestaciones culturales que deben ser, como ensayó Brecht en su tiempo, el punto de partida con el que dar forma al lenguaje de interlocución para cambiar el mundo que vivimos. Ello implica, en palabras de Juan Carlos Rodríguez, pensar el marxismo como un nuevo lenguaje contra la alienación cultural al tiempo que como pulsión vital y voluntad de ser y luchar, desde el antagonismo, además de método de representación y análisis de la realidad. Este es el reto de la Comunicología en la era del capitalismo de plataformas y es la apuesta que hemos tratado de esbozar, al menos de forma exploratoria en el libro. Esperemos que al menos abra un debate en esta dirección porque resulta además de urgente necesario.

Entrevista en Cronicón

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Entrevista con el cientista social y catedrático universitario español, Francisco Sierra Caballero, con motivo del lanzamiento de su nuevo libro Marxismo y comunicación. Teoría crítica de la mediación social (Siglo XXI de España Editores, septiembre 2020).

El capitalismo de plataformas y la revolución digital que ha impactado de manera superlativa la cultura y viene generando nuevos antagonismos sociales es una de las características de nuestro tiempo, junto por supuesto, con la desigual distribución de la riqueza a nivel planetario.

Sobre este interesante tópico y  a partir de la teoría crítica, el profesor Sierra Caballero nos ofrece un sugerente análisis sobre los desafíos para enfrentar la tendencia hegemónica de manipulación mediática en un mundo sustentado en el expoliador sistema capitalista que ha generado la más grave crisis civilizatoria que amenaza con la existencia de la especie humana.

Prologado por el prestigioso intelectual belga Armand Mattelart, referente de la Economía Política de la Comunicación,  esta obra ofrece para la reflexión “líneas maestras de fuerza” que sistematizan algunos de los principales aportes de la visión materialista para, posteriormente, ir sentando las bases de desarrollo del pensamiento emancipador en comunicación desde la tradición marxista.

Corroída por un sistema depredador como el capitalista, la sociedad enfrenta tiempos de gran incertidumbre, en los que la incomprensión o aislamiento de la crítica es la tendencia hegemónica. De ahí que el autor señala cómo la capacidad de interrogación está en la base de cualquier voluntad emancipadora y cómo se aplica el marxismo en el análisis de la mediación social para denunciar los presupuestos teóricos e ideológicos del sistema de relaciones dominante en el campo de la información y la comunicación. Para ello echa mano del legado del filósofo italiano Antonio Gramsci; del dramaturgo alemán Bertolt Brecht y de la corriente de los Estudios Culturales, surgida en Inglaterra en los años 60 del siglo pasado, así como desarrolla un profundo análisis sobre la Teoría del valor.

Destacado experto en comunicación

Nacido en la localidad de Gobernador, en los montes orientales de Granada (Andalucía, España), Sierra Caballero sostiene que vive para dos de sus pasiones: la Comunicología y América Latina.

Catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, donde dirige además el Departamento de Periodismo I y columnista de varios medios digitales, este aplicado investigador es un referente intelectual en el ámbito del área social en que trabaja por la importancia y alcance de sus aportes.

Investigador del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura, es fundador de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación, en la actualidad, preside la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura, así como es directivo de la Asamblea de la Confederación Iberoamericana de Asociaciones Científicas en Comunicación.

Autor de relevantes ensayos sobre comunicación, política, cambio social y emancipación, Sierra Caballero ha coordinado equipos internacionales de investigación para la Comisión Europea y para el Plan Nacional de Investigación y Desarrollo de España. En enero de 2019, a instancias de la Asociación Cultural y Científica Iberoamericana, presentó Introducción a la Comunicología, una obra en la que aborda, de manera crítica y panorámica, el ámbito de la mediación social y el papel que juega la comunicación en la propia conformación de la sociedad.

En el primer semestre de 2019 coordinó la edición del libro Teoría del valor, comunicación y territorio (Siglo XXI España).

El reto de una revolución cultural a partir de un trabajo de pedagogía activa

Con el propósito de ahondar sobre el alcance de los tópicos que desarrolla este inquieto intelectual español y acucioso investigador en su nuevo trabajo bibliográfico, el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano www.cronicon.net realizó la siguiente entrevista.

Uno de los cruciales temas que desarrolla muy atinadamente y de manera oportuna el libro es el relacionado con el capitalismo de plataformas y las incidencias que viene teniendo la revolución digital con sus algoritmos en la sociedad mundial y los entornos culturales.  ¿Se podría afirmar que la humanidad está enfrentando una ‘cibercracia’?

Digamos para ser precisos que estamos experimentando una transformación geopolítica y cultural en torno a la revolución digital que implica varios desplazamientos: del Estado, inclusive el poderoso imperio de Estados Unidos, a las grandes corporaciones GAFAM, en especial Google y Amazon, y del eje Atlántico, dominante en ciencia, tecnología y comunicación a lo largo del siglo XX, al eje asiático bajo liderazgo de China. En este contexto, discutir el papel de las tecnologías en red, o en general la información y el conocimiento, se torna central para comprender el capitalismo y las nuevas contradicciones de nuestro tiempo. Pero llama la atención que, incluso desde la izquierda, se asuma acríticamente, como es lógico sin el debido análisis materialista, qué significa la llamada sociedad de la información, qué dispositivos y formas de poder y control tienen lugar en la era Internet, y cuáles son las alternativas liberadoras para una democratización del nuevo ecosistema mediático. Antes bien, buena parte de la literatura especializada en la materia reproduce el discurso de Silicon Valley sobre el poder transformador de la tecnología en una suerte de nuevo reduccionismo o determinismo tecnológico, al tiempo que imaginan que la primavera árabe fue un proceso revolucionario y de liberación social. Nada dicen quienes asumen esta lógica de razonamiento que los GAFAM son también el muro de Wall Street y que en la economía uberizada asistimos a formas de lucha de clases más propias del siglo XIX que del siglo XXI, como podemos observar si vamos más allá de los eslóganes al uso de los grandes emporios punto.com. En definitiva, el poder simbólico de la cultura ciber es el poder del gran capital financiero internacional y de nuevos actores transnacionales como Facebook que, coaligados con poderes tradicionales como el ejército, conforman la base de la hegemonía y el poder con los que se derroca gobiernos, véase el caso de Brasil, o se instauran ejecutivos neofascistas como el de Trump, en el avance de los intereses del complejo industrial y militar del Pentágono y los amos de las finanzas.

“Discutir el papel de las tecnologías en red, o en general la información y el conocimiento, se torna central para comprender el capitalismo y las nuevas contradicciones de nuestro tiempo”

Al analizar algunas contribuciones de la corriente de los Estudios Culturales a través de sus referentes Raymond Williams, Edward Thompson,  Stuart Hall y Richard Hoggart,  resaltas uno de sus propósitos investigativos cual es el de explorar el potencial de los receptores para la resistencia y la rebelión frente a las fuerzas reales del poder ideológico dominante. ¿Qué elementos esenciales, en tu opinión, se requieren en un sistema capitalista que permea todo, para lograr pasar de la cultura de la resistencia a una comunicación transformadora?

Sin duda, en primer lugar, es preciso una revolución cultural, un trabajo de pedagogía activa, en un sentido gramsciano, para modificar la concepción al uso sobre el papel de la comunicación en nuestra vida cotidiana. La mayoría de la población sigue imaginando los medios y mediaciones culturales como un problema de ocio y tiempo libre, como una suerte de consumo inocuo que corresponde al ámbito privado, cuando, en realidad, es en este ámbito donde se conforma la ciudadanía, donde se fragua la subjetividad, los imaginarios que inciden en las formas dominantes de control y alienación ideológica. Sin conciencia de la dimensión política de la comunicación, sin este trabajo de pedagogía activa no podremos avanzar en el derecho a la comunicación y por tanto en una mediación emancipadora. Bien lo sabía Raymond Williams que inició sus intereses sobre el papel de la televisión problematizando proyectos como Open University en la BBC para la educación de los adultos que no habían podido acceder a la educación superior. Desde entonces, los Estudios Culturales empezaron a explorar la inserción de los medios y la cultura de masas en el espacio social de la cultura subalterna a fin de horadar los espacios de la economía moral de las multitudes, de las clases populares, en torno al discurso informativo y las industrias culturales. Pero hoy se ha impuesto el sentido común en contra de los comunes que piensa la tecnología o la cultura Internet como un espacio autónomo y libre. Es hora, creo, de empezar a disputar esta idea para politizar la comunicación y, desde luego, elaborar alternativas. Hay otros factores determinantes para construir una comunicación transformadora, pero la conciencia de lo que está en juego a este respecto me parece crucial.

Con la crisis profunda del sistema capitalista y de la democracia liberal que lo sustenta, como se ha podido evidenciar en la actual coyuntura con el bochornoso proceso electoral estadounidense, ¿cómo se puede aprovechar esta circunstancia para repensar la agenda ideológica y de acción de los sectores alternativos y antiglobalización (entiéndase antineoliberales)? ¿No constituye un momento crucial para ello? ¿Qué podría hacerse?

Creo, en efecto, que este es un tiempo encrucijada, un momento de crisis que puede resolverse con más democracia o, como observamos en Europa y algunos países de América Latina, con más autoritarismo, con fascismo de baja intensidad. Ahora, en el campo de la comunicación seguimos observando graves retrocesos: desde periodistas convertidos en publicistas de las grandes corporaciones y voceros del capital financiero a dinámicas de concentración como nunca antes se ha vivido en la historia. El deterioro además del ecosistema informativo es alarmante y no solo por las llamadas fake news sino por la poca diversidad de la oferta, por la pésima calidad de los contenidos y la infoxicación y alienación absoluta de amplios conjuntos de usuarios de la comunicación. Un primer paso para avanzar en otra dirección es retomar la estrategia del Foro Social Mundial de Porto Alegre. La crisis de la pandemia nos sitúa ante la necesidad de un nuevo internacionalismo a partir, lógicamente, de la crítica antiimperialista poniendo, como se hizo hace décadas, en el centro la disputa ideológica en el campo de la comunicación. El movimiento indígena, a partir de los encuentros Abya Ayala en Oaxaca, avanza en Latinoamérica en esta dirección, y deberíamos aprender de ellos porque, sin duda, hoy más que nunca, es preciso que se conformen grandes plataformas supranacionales de comunicación popular y alternativa, al modo como Telesur se convirtió en un medio de referencia en la disputa de la agenda informativa. Esta articulación, en un sentido político, es complicada porque supone coordinar tiempos, territorialidades, actores y procesos muy distintos, complejo empeño cuando nos jugamos no solo el futuro de la democracia y los Derechos Humanos, sino la propia vida del planeta. Pero hay que persistir, insistir y re-existir, más allá de las luchas y frentes culturales de ámbito local.

“La mayoría de la población sigue imaginando los medios y mediaciones culturales como un problema de ocio y tiempo libre, como una suerte de consumo inocuo que corresponde al ámbito privado, cuando, en realidad, es en este ámbito donde se conforma la ciudadanía, donde se fragua la subjetividad, los imaginarios que inciden en las formas dominantes de control y alienación ideológica”

Dentro de este contexto, Armand Mattelart en el prólogo del libro hace énfasis en la necesidad de reinventar la política como “ideación y acción social”, en un momento marcado “por un proceso de evidente desertización”, como diría Habermas, refiriéndose a la crisis de la Unión Europea (UE). Si política es comunicación, ¿están dadas las condiciones para cambiar el paradigma político-comunicacional dominante en el mundo cuando es evidente que el poder financiero de la ‘cibercracia’ que domina las GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) haría prácticamente imposible lograrlo? ¿Hay salida? ¿O deberíamos esperar un ‘milagro’, como por ejemplo, el derrumbe de la bolsa de valores electrónica automatizada Nasdaq?

Sí que están dadas las condiciones, al menos en un doble sentido: primero porque la revolución digital está transformando, como anteriores revoluciones industriales, las lógicas de organización y producción social y, en segundo lugar, porque ello nos obliga a pensar la relación entre sistema informativo y contexto social, en términos de ecología de vida, de construcción colectiva del hábitat. Lo primero pone el acento en las bases materiales y económico-políticas del llamado capitalismo de plataformas, de ahí debates como el de la UE sobre la tasa Google (que va más allá, como explicamos, de la justicia fiscal) o las propias contradicciones entre las élites del sistema dominante, caso de Trump contra algunas de las grandes corporaciones GAFAM. Y esto es apenas la punta del iceberg, porque las contradicciones latentes que se despliegan son numerosas: entre la industria de contenidos local y los intermediarios globales, entre la política cultural del Estado y los nuevos aparatos ideológicos transnacionales, entre sujeto de derecho y extractivismo de datos que amenaza las libertades públicas individuales, entre dominio público y mercado…, en fin, al ser un proceso de crisis tenemos abiertas varias hipótesis una de ellas, en efecto, es el propio colapso del capitalismo financiero por las lógicas automatizantes de valorización, pero también es cada día más evidente el colapso tecnológico que limita la sostenibilidad del actual modo de producción informativa, y no solo por la obsolescencia tecnológica.

“En el campo de la comunicación seguimos observando graves retrocesos: desde periodistas convertidos en publicistas de las grandes corporaciones y voceros del capital financiero a dinámicas de concentración como nunca antes se ha vivido en la historia”

Lo cierto es que en este colapso social, ecológico y climático originado por un sistema criminal y depredador como el capitalista se hace imperiosa la necesidad de una comunicación para una transición civilizatoria que contribuya a generar sentido común y una nueva hegemonía política en sentido gramsicano. ¿Por qué el marxismo puede servir de caja de herramientas para lograr los cambios que clama la humanidad y materializar esa transición civilizatoria que se requiere con urgencia para evitar el marchitamiento a pasos agigantados del planeta?

Más allá de las lecturas contemporáneas de los Gründrisse que nos ayudan a pensar la función vectorial de la ciencia y la tecnología en el proceso de desarrollo del capitalismo, el marxismo nos aporta tres elementos fundamentales para la comprensión de este tiempo de mudanzas. Primero, al ser una práctica teórica crítica, propia del pensamiento relacional, nos explica e ilustra las tendencias de desarrollo histórico desde una perspectiva real y concreta. En un mundo interconectado, el marxismo aporta elementos para pensar ligando realidades y procesos contradictorios aparentemente inconexos e incluso irracionales o sin sentido, considerando la dinámica de transformación acelerada del turbocapitalismo. Este, en el fondo, es el gran aporte para la comunicación: pensar las mediaciones. Por otra parte, además, su lectura económico-política arroja luz sobre los procesos materiales de composición de la cultura de silicio o digital, cuestionando su sostenibilidad, a sangre y fuego, como parte del proceso de expansión imperialista que arrasa continentes enteros como África o el conjunto del planeta, tal y como nos enseñara Manuel Sacristán. El marxismo logra, por último, en tercer lugar, situar en el centro de las cuestiones epistemológicas y políticas el problema de la praxis y, por extensión, el antagonismo como núcleo de disputa y proyección del cambio histórico, aunque algunos sesudos ensayistas sigan insistiendo (un discurso por otra parte recurrente desde el siglo XIX) que ya no tiene lugar la lucha de clases. Los grandes tiburones de la bolsa saben que no es así y reconocen que la lucha de clases, cada día más presente, la están ganando. Ahora, los conflictos en Amazon, la movilización de los riders por un trabajo digno, y las disputas por la regulación de grandes plataformas como Google demuestran que la lucha de clases sigue muy viva y que, como es lógico, no se manifiesta ya en la dinámica fabril sino en un conjunto amplio de actividades y problemas que deben ser teorizados y objeto de intervención para desbloquear los procesos sociales de liberación, por más que nos traten de contar que la economía se ha desmaterializado en la era de la realidad virtual.

En el libro calificas a los movimientos sociales como “comunidades inteligentes dispuestas para la acción y el cambio”, pero al mismo tiempo alertas sobre el riesgo de que la economía política de la comunicación no asuma un posicionamiento de compromiso social y de praxis, con lo cual se estaría reeditando el fracaso del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC). ¿Es posible en las actuales circunstancias articular la praxis social y el sustento teórico para generar una alternativa de cambio civilizatorio? ¿La teoría marxista si alcanza para lograrlo?

En un libro que editamos el profesor Quirós bajo el título El espíritu McBride (Ciespal, Quito, 2016) insistíamos en esta hipótesis. El fracaso del NOMIC fue debido en buena medida a la falta de articulación de las propuestas del frente diplomático y académico con la profesión y los movimientos sociales. Toda transformación, como todo cambio histórico, requiere de la amplia voluntad y movilización ciudadana. El asalto neoliberal a las universidades ha colonizado la práctica teórica pero también es cierto que nunca como hoy hay una generación de investigadores, algunos retornando a Marx, que imaginan su labor intelectual comprometidos con las demandas de los movimientos sociales. Quizás el problema, y aquí vindico el pensamiento materialista, es que, desde una suerte de idealismo como es común en los estudios culturales americanos, se vindica a Marx, Gramsci, y la Escuela de Birmingham desconectando por abajo la actividad del pensamiento de la intervención real en una suerte de academicismo estéril de improductivas consecuencias desde el punto de vista de la liberación social. En algunos casos, pienso en los movimientos que vindican lo común en la lucha por el código, los discursos de la autodenominada escuela crítica resultan profundamente antimarxistas y liberales, por más que se autorreconocen como libertarios, pero, al final, en tesis como la no intervención del Estado en la regulación de Internet, replican las mismas tesis de las GAFAM. Paradójica situación por cierto que llama cuando menos la atención en un momento de desmontaje del Estado moderno, empezando por sus sistemas de información pública. En ULEPICC, no obstante, hemos venido abriendo una agenda de debates sobre Geopolítica y Nuevas Tecnologías, y Teoría Marxista de la Comunicación que esperamos contribuya a tender puentes entre práctica teórica y compromiso político y social porque en la actual coyuntura política, en la encrucijada de crisis sistémica que vivimos no ha lugar a visiones acomodaticias o funcionales como las que observamos en torno al papel de las nuevas tecnologías.

“La crisis de la pandemia nos sitúa ante la necesidad de un nuevo internacionalismo a partir de la crítica antiimperialista poniendo, como se hizo hace décadas, en el centro la disputa ideológica en el campo de la comunicación”

Ideología, formación social, praxis, hegemonía sentido común, son elementos importantes de la contribución de Antonio Gramsci que analizas en detalle en el libro y que hay que tener en cuenta en este debate. ¿Cómo articular todos ellos en la intervención del sistema de mediación social que contribuya a la construcción de democracia?

Hablaba antes de la importancia de la pedagogía. El filósofo sardo siempre puso el acento en la importancia para la cultura popular y el proceso de cambio de la educación, sea informal, la literatura de folletín, por ejemplo, o formal, lo habitual en el sistema educativo.

De Gramsci creo que hemos de sacar una primera conclusión sobre la centralidad del sentido común y la disputa de la ideología dominante como un proceso de contagio, de contacto, de inmersión, en el sentido de lucha por la hegemonía, como al tiempo poner el acento en la dimensión praxeológica de la lectura de Marx, a mi modo de ver, como apuntara Sánchez Vázquez en vida, plenamente actual y vigente. Su apropiación de hecho por los estudios culturales nos ha permitido descubrir los matices de la cultura dominante y alumbrar al tiempo posibilidades de intervención e impugnación contrahegemónica. En otras palabras, no es posible un proyecto radical sin democratizar la deconstrucción de las representaciones ideológicas, sin trabajar sobre el sentido común con el común de la gente y este es un reto, sin duda estratégico, de pedagogía de la comunicación.

“El reto de la Comunicología en la era del capitalismo de plataformas es pensar el marxismo como un nuevo lenguaje contra la alienación cultural al tiempo que como pulsión vital y voluntad de ser y luchar, desde el antagonismo”

No podemos terminar esta entrevista sin referirnos al gran Bertolt Brecht y la filosofía de la praxis. En el empeño de una comunicación para la transición civilizatoria, ¿por qué el aporte del dramaturgo alemán respecto de la mediación social está vigente? ¿Qué nos dice hoy el pensamiento brechtiano en cuanto a las experiencias de contrainformación y la estética de la resistencia?

Este es uno de los aportes, creo que muy original, del libro. Normalmente, toda la literatura marxista en comunicación retoma las reflexiones del dramaturgo alemán sobre la radio como sistema de comunicación, pero lo verdaderamente revolucionario en su obra es la aportación de un método, el efecto V de distanciamiento, que nos puede ser útil a la hora de deconstruir y develar las representaciones ideológicas dominantes. Solo Jameson y Juan Carlos Rodríguez han sabido apreciar el alcance de su propuesta para este tiempo a este respecto. En nuestro ensayo, reinterpretamos sus ideas estéticas en el campo de la comunicación retomando elementos fundamentales como la importancia del goce por ejemplo con la música para la agitación cultural y la concienciación del espectador. Esta lectura suele ser poco habitual en la izquierda, acostumbrada a pensar lo ideológico, no sé si por un exceso de platonismo, como un problema estrictamente de contenido y no tanto de forma de representación. Pero, ¿la contrainformación es un solo una cuestión de ideas o de formas de relación? Mi hipótesis es que no es posible una ética y estética de la resistencia sin una poética que cuestione las formas naturalizadas de lo social y esto solo es posible integrando contenido con formas apropiadas a la sensibilidad del sujeto en cada época. En otras palabras, no podemos revolucionar la cultura cotidiana con estrategias de agitprop de principios del siglo pasado, como no podemos obviar que hay una serie de manifestaciones culturales que deben ser, como ensayó Brecht en su tiempo, el punto de partida con el que dar forma al lenguaje de interlocución para cambiar el mundo que vivimos. Ello implica, en palabras de Juan Carlos Rodríguez, pensar el marxismo como un nuevo lenguaje contra la alienación cultural al tiempo que como pulsión vital y voluntad de ser y luchar, desde el antagonismo, además de método de representación y análisis de la realidad. Este es el reto de la Comunicología en la era del capitalismo de plataformas y es la apuesta que hemos tratado de esbozar, al menos de forma exploratoria en el libro. Esperemos que al menos abra un debate en esta dirección porque resulta además de urgente necesario.

Francisco Sierra: ‘La revolución digital no está democratizando la sociedad en la que vivimos’

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Conversamos con el profesor Francisco Sierra Caballero, catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla,  que acaba de publicar el volumen Marxismo y comunicación. Teoría crítica de la mediación social, en la colección Pensamiento de la editorial Siglo XXI, con prólogo de Armand Mattelart.

En plena segunda ola de la pandemia del covid-19 en Europa, con unos medios de comunicación inmersos en plena guerra de cifras y el ruido ensordecedor generado por las redes sociales de internet, el profesor Francisco Sierra Caballero, catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, acaba de publicar el volumen Marxismo y comunicación. Teoría crítica de la mediación social, en la colección Pensamiento de la editorial Siglo XXI, con prólogo de Armand Mattelart.

Frente a la ocupación por la lógica neoliberal de la academia, el mundo universitario y la investigación operada en las últimas décadas, el ensayo reivindica el giro materialista desde el cruce entre la praxis comunicativa emancipadora y una teoría crítica desde el Sur global, capaz de aunar diversas tradiciones marxistas.

Con motivo de la presentación del libro en la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) el 26 de octubre y la próxima presentación en Sevilla, con fecha aún por concretar, Francisco Sierra tuvo a bien responder a algunas preguntas por correo electrónico, en relación al texto y sus implicaciones contemporáneas, además de la ligazón estrecha de éste con los desafíos actuales del capitalismo de plataforma y la economía política de la comunicación digital. Desafíos, por otra parte, que lo son no sólo para la academia y los estudios de comunicación, sino para las propias prácticas y luchas sociales emancipadoras y su praxis comunicativa.

¿Qué aporta el libro al estado actual del ecosistema de medios?

El libro da herramientas para resistir la dinámica de control. Pero conectando la desinformación, que siempre ha existido, no es un fenómeno de las redes, con procesos de transformación del capitalismo. Es decir, no podemos entender a Trump sin comprender el desmantelamiento de la industria pesada en Estados Unidos y la estafa de la crisis de Lehmann Brothers. La posverdad es la otra cara del capital ficticio y el rentismo del capital ficticio. En otras palabras, el muro de Wall Street es la forma dominante y continuación de los chicos Mad Men de la industria publicitaria. Por ello, en el libro hablamos del llamado capitalismo de plataformas, cómo hemos de pensar esta realidad en la era de los riders y de la lucha de clases de una economía uberizada.

La otra propuesta implícita en el texto gravita en torno a la disrupción digital que está en la agenda para la transformación de la última parte del libro.

La revolución digital está apenas en su fase inicial. Pensemos en qué tipo de economía alcanzaremos con el 5G y la distribución de conectividad por la vía eléctrica, por no hablar del desarrollo de la Inteligencia Artificial y el internet de las cosas. La cuestión es, con estas transformaciones, qué tipo de sociedad emerge y qué tipo de rupturas o quiebres culturales. Vivimos tiempos de crisis de las instituciones mediadoras y graves problemas de socialización y convivencia democrática. En particular, con la familia y la escuela pero, por descontado, también en la política. La elección de Obama abre un antes y un después en la comunicación política que ha hecho posible a Podemos, pero también a Vox y la nueva extrema derecha. El efecto burbuja plantea en este sentido serios problemas de convivencia democrática frente a la que, paradójicamente, es necesario más mediación, más política, más educación, mayor articulación social. Y en eso estamos. Nuestro grupo de investigación, por ejemplo, acaba de concluir un proyecto de I+D sobre Ciberactivismo y Nuevos Movimientos Urbanos. Hemos de pensar qué tipo de subjetividad política, qué ciudadanía tenemos con la interacción en redes. La revolución digital no está democratizando la economía y la sociedad en la que vivimos. Antes bien, vemos exactamente lo contrario, como en el film polaco HATE. Este es el contexto y el horizonte de disputa que requiere cuestionamiento.

El libro parte de la constatación de un vacío epistemológico, que a mi modo de ver está directamente relacionado con la ocupación de la academia por la razón-mundo neoliberal en las últimas décadas. En ese sentido, se trata de una apuesta militante, que reivindica la centralidad de la praxis en los estudios de comunicación.

Sin duda. La unidad del discurso crítico de Marx, desde las tesis sobre Feuerbach, presupone justamente ligar la práctica teórica con las luchas por la emancipación social y este ensayo se inscribe, radicalmente, en este marco de disputa de la hegemonía, claramente a contracorriente de la deriva neoliberal que coloniza la academia. Y no en vano el último capítulo del libro da cuenta de esta captura del pensamiento por la razón instrumental. Esta lógica no puede ser eludida, menos aún desde la perspectiva marxista, ahora que la ciencia y la tecnología están dominadas por la lógica de valor, se niegue o no desde el pensamiento dominante. Esperamos con ello abrir una agenda de investigación de vital importancia para la apropiación social de la comunicación. Sin conocimiento libre no hay posibilidad, en otras palabras, de una comunicación para el bien común.

La propuesta heurística (ética), del libro, parte de una arqueología del pensamiento marxista situada en el cruce entre varios legados (Gramsci, Escuela de Frankfurt, Brecht, Estudios Culturales, etc.), algunos de los cuales han estado tradicionalmente enfrentados.

Este es un trabajo por hacer. Hace diez años nos dimos a la tarea de reconstruir, precisamente, los aportes del pensamiento materialista a una teoría crítica de la mediación social. No se trata, en este sentido, de ajustar cuentas entre distintas tradiciones o escuelas de pensamiento, sino más bien encontrar los elementos y recursos conceptuales con los que acometer la crítica de las armas. Pues si bien ha habido aportes significativos en la disciplina, la elaboración teórica marxista resulta más bien deslavazada y marginal en el progreso del conocimiento del campo. En la primera parte del ensayo hemos tratado de reconstruir la historia de las ideas en la tradición materialista, retomando aportes apenas considerados en la Teoría de la Comunicación como la de la dramaturgia brechtiana, o directamente malinterpretados, como es el caso de Gramsci actualmente. La revisión de la literatura tiene además una lectura histórica sobre los debates y disputas teóricas en el campo de la comunicación a fin de situar en su debido contexto los problemas de nuestro tiempo, que son tratados en la segunda parte del libro en torno a la revolución digital.

Hay también una (rei)vindicación de la tradición marxista hispana y latinoamericana: Sacristán, Juan Carlos Rodríguez… ¿Cuáles serían los epígonos y legatarios de esas tradiciones en la academia contemporánea?

Si hablamos de España, lamentablemente no ha tenido continuidad, al menos en comunicación. Y han sido además aportaciones poco o insuficientemente valoradas. Pensemos en Juan Carlos Rodríguez y su estudio de la ideología y la producción textual o, en el ámbito científico de la Teoría de la Comunicación, el programa de investigación del modelo de análisis dialéctico de la mediación social del profesor Manuel Martín Serrano. Todos ellos son aportes significativos que no han merecido la atención suficiente de la academia, históricamente alineada en una posición de clara voluntad antimarxista y, en general, refractaria a toda visión sociocrítica de los medios y la comunicación social. Pero, por el contrario, cabe reconocer que nunca como ahora en la academia ha habido una generación de investigadores que conciben su práctica teórica como un trabajo necesariamente ligado a los procesos sociales más amplios de transformación social. Eso sí, desconocedores, por lo general, del legado de la teoría marxista en comunicación y cultura.

Frente a la hegemonía funcionalista norteamericana o las corrientes posmodernas de las últimas décadas en Europa, el libro actualiza la radicalidad de las propuestas de una Comunicología del Sur, desde el Sur y para el Sur, oponiendo la hibridez situada del ethos barroco, la defensa de un giro materialista frente al giro linguístico dominante en gran parte de la academia desde hace ya más de dos décadas.

Desde hace una década venimos vindicando, en la línea de Boaventura de Sousa Santos, una Comunicología del Sur. Y en esta línea hemos insistido en la necesidad de un giro decolonial del saber-poder comunicacional. Más aún si pensamos que escribimos desde el sur, desde Andalucía, que somos herederos de lo que Bolívar Echeverría considera el ethos mediterráno, el ethos barroco, otra forma de modernidad capitalista, que resiste a la lógica realista de la ética protestante del capitalismo. Esta lectura es clave para vindicar la visión de las culturas subalternas. Y cuestiona, desde una radical voluntad antagonista, la matriz hegemónica de la comunicación como dominio. Si es verdad que los medios y la teoría sobre los medios es americana, esto es, de origen estadounidense, la vindicación de la Comunicología del Sur apunta, en esta dirección, hacia la necesaria ruptura epistemológica para concebir, y esta es la apuesta, la Comunicología como una ciencia aplicada de lo común. Por ello dedicamos dos capítulos del ensayo a dialogar con una tradición poco o nada conocida en nuestro continente, para renovar la agenda marxista en materia de comunicación y cultura.

La agenda para la acción del final del libro aborda no sólo la necesidad de remoción y transformación de los estudios de Comunicación, sino de la propia praxis comunicativa, inescindiblemente unidas ambas. Aunque el autor ya ha dedicado otros volúmenes a este tema, ¿qué papel juega en esa agenda hoy la Tecnopolítica?

Una función central, a nuestro modo de ver, y no tanto porque lo nuevo, como decía Lukacs, sea progresivo sino porque, cualitativamente, en torno a los nuevos dispositivos de intercambio emergen prácticas emancipadoras, formas inéditas de agenciamiento y autonomía comunicacional potencialmente liberadoras, como vimos en el 15M o el movimiento estudiantil chileno. Existe no obstante el peligro, como apuntáis en vuestro libro, Algoritarismos, de una nueva lógica de control totalitario, de lo que Armand Mattelart denomina la era del perfilado, el mundo de la vigilancia global. Ahora, como estamos observando en el proyecto de I+D sobre Ciberactivismo y nuevos movimientos urbanos, el activismo digital inaugura una nueva lógica de acción colectivo: sea lo que algunos autores llamáis Recientes Movimientos Globales, o sea lo que algunos teóricos acuerdan en reconocer como nuevos repertorios simbólicos y estéticas insurgentes de protesta e intervención social. De cualquier forma estamos ante un nuevo horizonte de progreso que hay que abordar para ver qué nueva economía moral de la multitud tiene lugar con la apropiación de las nuevas tecnologías. Esperamos seguir esta línea de trabajo, ahora que la investigación neopositivista sigue, como dice una buena amiga mía, contando y ordenando lapiceros de colores. Triste paradoja, sin duda.

Hackademia: entrevista con el Dr. Francisco Sierra. Parte 2

Hackademia: entrevista con el Dr. Francisco Sierra

En nuestro segundo programa de #Hackademia seguiremos con las segunda parte de la entrevista con el Dr. Francisco Sierra de la Universidad de Sevilla para presentar su más reciente libro editado por Siglo XXI EditoresAcompáñenos a Hackear el sistema desde la teoría.

Publicada por Segundo Orden en Lunes, 19 de octubre de 2020