Reseña del libro «Medianálisis», de Francisco Sierra Caballero

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Los textos recogidos en, tienen la particularidad de presentar un libro de reflexiones ensayísticas en forma de calas breves acerca de los problemas más acuciantes de la esfera pública contemporánea, especialmente los relacionados con las dinámicas de información/desinformación y manipulación/propaganda que deforman el panorama periodístico de nuestro tiempo. No obstante, el hecho de que cada uno de estos pequeños ensayos se concibieran en su día como artículo de prensa para ser publicado en distintos medios de comunicación escritos demuestra en el autor un afán de conectar de manera directa con la ciudadanía, más allá de los canales, discursos científicos y rituales de la Academia, algo sin duda, de agradecer. Es necesario y urgente que la investigación académica baje a la calle y se haga pública a la gente del común, especialmente en el ámbito de la Teoría Crítica de los mass media. A nuestro juicio ese es el gran valor de esta colección de intervenciones acerca de problemas reales que afectan a la galaxia mediática y a la manera como se nos cuentan los acontecimientos de interés social. Pero decir que en estas páginas se interpela constantemente la acción de los medios de comunicación en nuestro presente es decir también que se abre la brecha crítica por donde se le ven las costuras del sistema que construye la imagen que la ciudadanía tiene de la realidad social y del mal llamado “sentido común”. Por esta razón, quizá sea una afirmación que Francisco Sierra desliza de entrada, en el primero de los textos, “Black Mirror”, la que resume la intención y el alcance de Medianálisis: “Qué ocurre cuando no podemos ver, o cuando vemos lo que no es, en verdad, lo que acontece” (p.25). Ciertamente, los textos aquí recogidos intentan desvelar el acontecimiento de actualidad velado, enmascarado, por los medios. Desde el caso de Julian Assange y su impacto en las políticas que intentan frenar la nueva información democratizadora, hasta problemas de los enfoques institucionales sobre las televisiones públicas (Canal Sur, RTVE), pasando por la conversión de la información en mercancía y, por tanto, la perversión de su carácter formador (los medios de comunicación no son otra cosa que “medios de representación y de producción de la realidad -p. 88-) o las políticas de comunicación.

A pesar de que, por lo dicho hasta ahora, pudiera parecer que Medianálisis se nos presenta como un articulado tratado de pensamiento crítico excesivamente abstracto, no lo es en absoluto. Aquí hay brega política y el autor no se para ante casos más concretos, como el de Ana Rosa Quintana y su infoespectáculo, Juan Luis Cebrián y el descrédito de El País o las transformaciones que las redes del ciberespacio, youtubers y plataformas de streaming de por medio, han generado en la manera de hacer, distribuir y consumir información y entretenimiento masivo. De extraños programas exhibicionistas como Firstdates a las entrevistas en los medios con el siempre presente José María Aznar, pasan por aquí análisis críticos sobre la capacidad de la empresa comunicativa para contribuir o armar, según el caso, golpes de estado blandos, y su papel determinante en la fabricación de estados de opinión que posibilitan y/o justifican actuaciones políticas antidemocráticas.

Pero no solo hay crítica y denuncia pública en Medianálisis, también hay propuestas: regular la Economía Social de la Comunicación, crear organismos de participación democrática en los medios como el Consejo de Participación Ciudadana, reforzar el ethos humanista en las empresas informativas y en las industrias culturales (lo cierto es que sin un rearme ético el futuro del periodismo se ve más que oscuro), impulsar el debate entre profesionales, académicos, poderes públicos y ciudadanía… Y, en el caso de las radiotelevisiones públicas, plantear de qué manera deben articularse con un proyecto real de país democrático, plural y popular.

Los debates candentes sobre la postverdad y las fakes news no solo están presentas en Medianálisis, sino que puede entenderse que constituyen el impulso básico de la colección de textos que aquí se nos ofrece, puesto que es precisamente el estado de cosas al que han dado lugar en la galaxia mediática el que impone la necesidad de una mirada crítica sobre lo que acontece en el flujo informativo y espectacular. Quizá el desprecio a la realidad en beneficio de su imagen deformada por el espectáculo integrado (como diría el situacionista Guy Debord, autor ampliamente citado en las páginas de este libro) sea uno de los problemas culturales más acuciantes a los que nos enfrentamos en las sociedades contemporáneas. La frase con la que Francisco Sierra acaba el artículo titulado “Trumpantojos” es muy sintomática: “transformar la lucha de clases en lucha de frases” (p.135). Sintomática no solo de la actuación comunicativa del trumpismo, a propósito de lo cual se acuña, sino del efecto que esa espectacularización deformante tiene en la percepción social de lo real: a menudo no importan qué pueda haber de verdadero o de razonable en un debate social, sino quién tiene el relato más seductor. No paramos de oír en radio, televisión ni de leer en la prensa escrita cómo lo más importante para conseguir el poder o mantenerse en él es ganar “la lucha por el relato” o, en pocas y sofísticas palabras, no importa lo que es ni lo que no es, sino lo que seamos capaces de armar retóricamente para convencer a los demás de aquello que beneficia a nuestros intereses. Que el periodismo juegue a este peligroso póker solo puede dejarlo sin efectivo, sin crédito y sin reputación.

No acaban aquí los asuntos de interés: reflexiones sobre la diversidad y su representación mediática; sobre las dinámicas de glocalización (reforzamiento de los localismos como rechazo a una globalización que ha vuelto el mundo cotidiano extraño y ajeno para la mayoría de los ciudadanos); sobre la estética de lo hortera (tema mucho más relevante de lo que parece, por su efecto de resemantizacion de la cultura popular: que no se trata de cultura del pueblo nos lo demuestra el hortera mayor del Imperio, El Hombre Naranja); sobre los “opinadores a sueldo” o antiperiodistas que abarrotan las tertulias de la radio, de la televisión y las columnas de opinión de los periódicos; sobre la necesidad de repensar y actuar en la profundización de la autonomía andaluza y el papel que en ello deben desempeñar los medios de comunicación, en especial la radiotelevisión pública andaluza; sobre las dificultades de acceso de la clase obrera a puestos dirigentes en la economía y la sociedad que tiene más que ver con la imagen de la sociedad que proyectan los medios de lo que pueda parecer; sobre la cimentación de un proyecto de independencia comunicativa de la Unión Europea respecto del imperio mediático estadounidense…

Sin las instituciones que dibujan el imaginario social no hay posibilidad de avances democráticos, sociales, participativos, ni mejor calidad de vida para el común de la ciudadanía. Por esta razón, todos los temas que se abordan en Medianálisis acaban reclamando, de una u otra forma, la necesidad de ética social y responsabilidad política en las empresas mediáticas y la instauración de un periodismo plural y veraz, independiente de los intereses económicos de sus consejos de administración, pues no se puede diferenciar entre periodismo de organismos públicos y periodismo de empresas privadas; no hay dos periodismos, solo existe uno, el que busca la verdad y la cuenta,  su instrumentalización política o empresarial destruye el periodismo en sí mismo y lo convierte en propaganda disimulada, la peor posible, porque el ciudadano medio no la percibe como tal sino como información a la que da crédito de “verdadera” por venir de donde viene. Como dijeron Noam Chomsky y Edward S. Herman en su clásico de 1988 que en su edición castellana se tradujo como Los guardianes de la libertad: los medios fabrican el consenso o, mejor, el “consentimiento” social en torno a la imagen de “lo que debe ser”, que, a nadie se le escapa, no es otra cosa que lo que beneficia a las elites del poder económico capitalista. Ante esta situación, Francisco Sierra propone un debate entre profesionales, académicos, poderes públicos y ciudadanía y la defensa de leyes que regulen la comunicación, que conviene no confundir con censura ideológica, pues se trata de promover y garantizar la protección del servicio social y la especificidad de cada discurso mediático, garantizar, por ejemplo, que el periodismo no sea otra cosa que periodismo.

La herencias intelectuales que se desgranan en las páginas de Medianálisis son significativas (Guy Debord y los situacionistas franceses, los autores de la Escuela de Frankfurt, los postestructuralistas Michel Foucault y Gilles Deleuze, marxistas heterodoxos como Hannah Arendt, Cornelius Castoriadis, Fredric Jameson o Scott Lash, analistas críticos del presente cultural como Jacques Rancière o el reciente premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades Byung-Chul Han), porque la línea en la que se incardina esta colección de textos breves es la de la Teoría Crítica de la Cultura, una perspectiva que no se contenta con la descripción de un estado de cosas cultural, en nuestro caso el que produce la actividad de los medios de comunicación de masas, sino que enfrenta su análisis crítico con la finalidad de encontrar las líneas de fuga que permitan redibujar un panorama social progresista y construir una vida mejor, por más justa y más libre (no dejemos que la derecha se apropie de la palabra libertad con el único fin de destruirla).

Francisco Sierra practica lo que propone: con Medianálisis pretende, precisamente, provocar, impulsar y participar activamente en ese debate entre académicos, profesionales, poderes públicos y ciudadanía acerca de cómo debemos conseguir una galaxia mediática realmente democrática en tiempos en los que el poder se ha empeñado en su desguace, porque, en sus palabras: “el cambio de paradigma que vivimos plantea, sin duda, retos estructurales de la política de representación” (p. 35) y eso no puede hacerse, como todo lo que afecta a la vida social, sino  en común.

‘Medianálisis. Dialéctica de la actualidad informativa’: el nuevo libro de Francisco Sierra

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Francisco Sierra Caballero, catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla y colaborador de Andalucía Digital, presentará mañana viernes su nuevo libro, titulado Medianálisis. Dialéctica de la actualidad informativa, una obra que invita a reflexionar sobre el papel de los medios en la configuración de la realidad contemporánea y los desafíos que plantea el actual ecosistema digital.

El acto tendrá lugar a las 19.30 de la tarde en la Casa de la Provincia de Sevilla, situada en la Plaza del Triunfo de la capital hispalense, y contará con la participación de reconocidos profesionales del ámbito académico y periodístico. De hecho, el autor estará acompañado por Rafael Rodríguez, presidente de la Asociación de la Prensa de Sevilla (APS); Rosario Pérez Cabaña, profesora del Centro Universitario San Isidoro; Francisco Correal, periodista y Premio Andalucía de Periodismo; y Juan Carlos Fernández Serrato, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.

Todos ellos compartirán un espacio de diálogo sobre el contenido del libro, editado por Límbica Ediciones y promovido con la colaboración de la Asociación de la Prensa de Sevilla, la Asociación Cultural y Científica Iberoamericana (ACCI) y la Diputación de Sevilla.

En esta nueva obra, Sierra Caballero propone una lectura crítica sobre la deriva de los medios de comunicación en la era digital y sus consecuencias para la democracia y la ciudadanía. Tal como afirma el propio autor, “la mutación cultural de los medios y las mediaciones saturadas en la era digital proyecta un horizonte sobrecogedor de incertidumbres y contradictorias dinámicas que amenazan la democracia y la propia pervivencia de la humanidad”.

En ese sentido, el autor de la columna Del sur y desde abajo señala que “desde la Inteligencia Artificial a la proliferación de nuevos dispositivos de dominio, de la infodemia al déficit democrático en los modelos de acceso y organización, los síntomas de la crisis de confianza en el dominio público dan cuenta de un malestar generalizado que afecta a las condiciones mismas de la reproducción social”.

Sierra defiende que “la trama de relaciones de producción que favorece la apropiación corporativa de la expresión pública determina un proceso de control ideológico, propio del capitalismo de vigilancia, que restringe las libertades públicas y conculca derechos fundamentales como el Derecho a la Comunicación”.

Y, en esa línea, el autor de Medianálisis. Dialéctica de la actualidad informativa manifiesta que “la dialéctica de la información y el poder exigen, en congruencia, un análisis crítico de la coyuntura que esclarezca la infocracia tecnofeudalista a fin de vislumbrar alternativas de futuro y ensayar utopías digitales de progreso”.

Finalmente, el catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla resume su propósito con esta obra al asegurar que “este libro es una aproximación exploratoria de los principales debates contemporáneos de la comunicación, escrito al cabo de la calle: entre el periodismo, la insumisa lectura radical de la historia y la política de los comunes”.

Con Medianálisis. Dialéctica de la actualidad informativa, Francisco Sierra retoma su compromiso intelectual con una mirada que combina el rigor académico y el compromiso ciudadano, abordando temas como la desinformación, el control tecnológico y las nuevas formas de poder mediático. Su trayectoria, marcada por la investigación y el pensamiento crítico, lo ha consolidado como una de las figuras más influyentes en el estudio de la comunicación en el ámbito iberoamericano.

Natural de Gobernador (Granada), Sierra Caballero ha sido decano y director del Departamento de Periodismo I de la Universidad de Sevilla. Además, es investigador del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura, fundador de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación y presidente de la Asamblea de la Confederación Iberoamericana de Asociaciones Científicas en Comunicación.

Su labor académica ha sido reconocida por la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (ULEPICC), que le rindió tributo durante su XIII Congreso Internacional celebrado en Santiago de Chile. Además, su nombre alcanzó notoriedad pública tras ser incluido en el comité de expertos encargado de evaluar a los aspirantes a dirigir Radio Televisión Española (RTVE). En la actualidad, ejerce como diputado por Sevilla en la XV Legislatura, tras encabezar la candidatura de Sumar en las últimas elecciones generales.

Mañana, su voz volverá a situarse en el centro del debate público. Y lo hará desde la reflexión y la palabra escrita, en un encuentro que aspira a ir más allá de la simple presentación literaria para convertirse en un espacio de pensamiento colectivo sobre el presente y el futuro de la comunicación.

Iker Jiménez

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Los poderes hegemónicos en España hace tiempo que están explorando la salida reaccionaria ante la crisis de régimen que se vive. El éxito electoral de Alianza Catalana, y antes Alvise, da cuenta de un rearme del discurso y las organizaciones ultramontanas, con el PP a la cabeza, al tiempo que en los sectores  populares se da un elevado número de abstencionistas. La estrategia es clara y definida y los portavoces o cámara de eco del discurso restaurador actúan en consecuencia en nuestras pantallas. Uno de ellos es el ínclito y ubérrimo Iker Jiménez, una caricatura de Mortadelo y Filemón que no merecería ni una línea en esta columna si no fuera por su efectividad mediática. Y que cuenta, como pregona en la autopromoción del canal, con verdaderos expertos. Una nueva categoría a tomar en cuenta, porque suponíamos que los tertulianos son todólogos que sirven para un roto y un descosío, pero ahora resulta que tenemos expertos, hemos de suponer, gente especializada que nada saben, y expertos de verdad, de los que saben: de OVNIS, terraplanismo, conspiraciones y vacuidades variadas, como es habitual en el programa Horizonte, encefalograma plano, o Cuarto Milenio. Todos abonados al formato Código Cero, esto es, ni suman, ni restan, ni reconocen las leyes de la ciencia ni de la historia. Ante la crisis ecológica, moral, y de reproducción del capital los mercaderes de la moral y las vidas ajenas dan una vuelta de tuerca y nos llevan a la estratosfera o a la prehistoria con un claro objetivo: olvidar las cuentas a base de cuentos. Mientras IDA articula TRADWIFE, COUP of COFFEE en Madrid, la polarización y clausura del espacio público por los portavoces de la santa alianza con el discurso y proyecto ultramontano de Familia, Tradición y Propiedad nos somete a una dialéctica del terror en forma de verdadera invasión de los cuerpos. Iker Jiménez es, en esta operación, un maestro de ceremonias significado en la estrategia de roll-back con la vuelta al discurso de Gonzalo de la Mora sobre la decadencia de occidente.

El recuerdo del pasado es proyección del mañana, claro está. La estrategia de desestructuración de la memoria de la extrema derecha es una divisoria abismal e ideológica contra la justicia, la fraternidad y la pedagogía política de la esperanza. Contra el reformismo, en fin, y la regeneración social, y de la vida, desde un punto de vista genérico. Pues vuelven al culto a la muerte y al más allá: Plus Ultra. Desde este punto de vista, la querencia por lo paranormal es congruente con la necropolítica. Así, el movimiento reaccionario NRx es tan ultramontano como de ultratumba. La política de la muerte es la licuefacción siliconizada de la vida. La ingeniería de la cosificación, el viejo topo de la historia que alimenta un movimiento soterrado de odio de la cultura plebeya contra las promesas incumplidas de la democracia. No es iliberalismo. Para los plutócratas de Wall Street y Silicon Valley, tanto monta, monta tanto, la gestión pública es una cuestión de empresa, el Estado un negocio y los ciudadanos simples accionistas. Deduzca el lector que hemos de elegir, si se puede, como Presidente, viendo lo que nos proponen los adoradores de Trump. Incalificable por ejemplo el programa de loas al gestor tecnócrata de la Generalitat de Valencia por no ser político sino un militar con experiencia de gestión de crisis en la reconstrucción. Y es que el movimiento ideológico  contra la ilustración y los valores republicanos de la soberanía popular tiene por objetivo claro la destitución y la clausura de toda participación y democracia. Los numerosos voceros de la Santa Alianza vienen trabajando este relato no ya con Trump, sino desde Reagan. En Fox News, en Silicon Valley, desde Heritage Fountadion, la autodenominada internacional libertaria y populista nos quieren imponer una estrategia de articulación política de un marco cognitivo de comprensión que sustituye la realidad por palabras, como parte de la operación lingüística y performativa en la que tratan de robarnos la vida. Nombrar y cambiar la realidad, sea del Golfo de México a la propia idea de paz, he ahí la cuestión anticipada por Orwell.

Lo que no esperábamos era la invasión militar de las fuerzas especiales en nuestros platós. Bien sabíamos que EE.UU. tiene más de 175.000 estadounidenses en 159 países con un gasto de 886.000 millones de dólares. Tenían que terminar canalizados en nuestras pantallas y siempre hay manijeros o capataces dispuestos a ganar su jornal con ventaja y sin miramientos. El presentador delegado de Lockead Martin, Northrop, o General Dynamics, de Silicon Valley, y el complejo industrial militar del Pentágono lo tiene claro. Así que prepárense para la operación de inversión semiótica.

Del Tratado de No Proliferación y el Tratado de Prohibición de Ensayos Nucleares a la expansión de la OTAN, los voceros de la Santa Alianza nos declaman fenómenos paranormales para imponer el negacionismo climático, cuestionar la hoja de la ruta de la seda e incluso los diálogos QUAD. En suma, para camelar a la audiencia para el cálculo del Capital y robarnos la vida y toda esperanza.

Instalados en el orden del Deep State, a lo Qanon, el neofuturismo trampista que pasó de la cultura de la ufología al negacionismo, de los fenómenos paranormales a la vindicación golpista del escuadrismo paramilitar, de la información pseudocientífica sobre fenómenos anómalos, a colaboracionista de los macarras como Peter Thiel (Fundador de PayPal) o el Instituto Cato para vindicar a Paca la Culona, la nueva deriva ultra derechista nos cerca y prácticamente estamos siendo cautivos y desarmados. Tenemos la suerte que nuestra gente ha abandonado la información de actualidad. Huyen de los medios convencionales, inmersos en una crisis de credibilidad irreversible. Pero mientras tanto un país con una derecha atrabiliaria, un líder de la oposición cansado de repetir lo mismo, en lo que no cree, una izquierda en huída o caída libre, y unos sectores populares desilustrados da para cualquier cosa.

No creemos que el presentador de Planeta haya leído a Hans-Herman Hoppe y al anarcocapitalista Jullius Evola o Thomas Carlyle. Iker es más del Marca y de veneración a la tecnocracia. Se entiende con razón las crisis reputacional de los medios, y sus lógicas de tematización de la agenda pública, en medio de la infodemia. En la batalla de la atención, la saturación y dependencia publicitaria, que socavan a diario las políticas editoriales de cualificación, veracidad y deontología profesionales, todo vale. Y como las audiencias son listas como los ratones coloraos, mientras Iker conspira, las multitudes bailan. Siempre venceremos, porque somos partisanos de la poética del encuentro, sea en forma de kizomba o verbena popular. Hablamos de la incandescencia del propio movimiento de la vida, la estética iluminista de la seducción y el goce pagano, del deseo, quilombo o quimbundo de la fiesta y del deseo de la pulsión plebeya. Como bien supo ver el bueno de Pasolini, el ser humano es siempre una revuelta en acto. No hay Horizonte mediático que pueda impedirlo.

Medianálisis. Dialéctica de la Actualidad Informativa

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MEDIANÁLISIS. La mutación cultural de los medios y las mediaciones saturadas en la era digital proyecta un horizonte sobrecogedor de incertidumbres y contradictorias dinámicas que amenazan la democracia y la propia pervivencia de la humanidad. Desde la Inteligencia Artificial a la proliferación de nuevos dispositivos de dominio, de la infodemia al déficit democrático en los modelos de acceso y organización, los síntomas de la crisis de confianza en el dominio público dan cuenta de un malestar generalizado que afecta a las condiciones mismas de la reproducción social. La trama de relaciones de producción que favorece la apropiación corporativa de la expresión pública determina un proceso de control ideológico, propio del capitalismo de vigilancia, que restringe las libertades públicas y conculca derechos fundamentales como el Derecho a la Comunicación. La dialéctica de la información y el poder exigen, en congruencia, un análisis crítico de la coyuntura que esclarezca la infocracia tecnofeudalista a fin de vislumbrar alternativas de futuro y ensayar utopías digitales de progreso. Este libro es una aproximación exploratoria de los principales debates contemporáneos de la comunicación, escrito al cabo de la calle: entre el periodismo, la insumisa lectura radical de la historia y la política de los comunes.

Infodemia

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No sabemos si el tecnofeudalismo es un régimen de información de la cultura visual o memética o el imperio de los necios, pero el caso es que tipos como Elon Musk nos está imponiendo un yugo invisible que no cesa, que impone una agenda de terror para lograr, como siempre, el principio de acumulación.

Es seguir el rastro del dinero y entender el trumpismo, en Washington o Madrid. Un latrocinio organizado a base de furia y odio modo Fox News para lo que es preciso mantener (entre)tenido al personal. En otras palabras, el ruido digital nos obnubila el cerebro, nos distrae de lo esencial.

La Generación Nesquik o ColaCao debiera, por lo mismo, renunciar a la instantaneidad como cerco o matriz opresiva, por contribuir al cultivo de una cultura de la desidia y la obediencia debida que amenaza la democracia. El procesamiento estresante de la información tiene, de hecho, efectos inmediatos en el comportamiento y actitudes antisociales y, por ende, en la dialéctica política que transforma la democracia en memocracia. Y a los actores políticos en trasuntos virales de la infodemia que alimenta el fascismo digital.

Las violencias vividas a diario en el Congreso de los Diputados e, incluso, en el entorno de Ferraz, tienen, como toda forma de disciplinamiento, un precedente simbólico, un cerco informativo que lo hace posible y blanquea o justifica la dialéctica voxiferante del insulto y la agresión verbal.

Ello es posible por las condiciones sociales de recepción de los discursos del odio. Así, el efecto burbuja da cuenta de un ecosistema cultural aislacionista, con pérdida de sentido y morada, y un ethos como refugio del mundanal ruido, amenazado por la disolución del vínculo y lo común.

El intrusismo digital es lo que tiene: la imposición de una economía de la distracción (que llaman, para equivocarnos, de la atención) que todo lo ocupa. Los datos son reveladores. Ya en 2016, cada usuario miraba el móvil 80 veces al día; hoy, más de 270 veces.

A ello cabe añadir el integrismo nacionalcatólico en nuestra patria, con operadores políticos como Abogados Cristianos o Hazte Oír que, a la sazón, actúan como sus equivalentes evangélicos o sectarios en el imperio decadente de Trump: hablamos del conservadurismo cultural y la deriva autoritaria de la oligarquía en las pantallas de los medios mercantilistas, la llamada oportunamente «caverna mediática».

Como resultado, la cueva digital es hoy una suerte de enclaustramiento vidrioso, el cierre social de un espacio supuestamente libre o neutro que nos retrotrae al feudalismo y la servidumbre de los señores del aire o, más bien, sería preciso calificar a los Musk de turno como «mercaderes de la información».

De la competencia por tomar la palabra y decir a la cultura de la atenta escucha, del monólogo narcisista al diálogo cooperativo, de la unidireccionalidad a la cultura Wikipedia, hay una brecha por salvar que afecta sobremanera a la izquierda y a la que históricamente hemos prestado poco o nulo interés.

Si esto último se verifica y no se pone remedio se impondrá, al socaire del mal gobierno de los memos –borbónicamente hablando–, la hoja de ruta del capital financiero internacional que, como ya sabemos en los años treinta del pasado siglo, empieza por imponer su lógica contable y termina por contar cadáveres: su medio de acumulación es la muerte, o la guerra.

Así que tomemos nota y empecemos por apropiarnos de estas lógicas de intercambio. Si bien es cierto que la era del collage, la era de la copia, en la cultura de la repetición y el remake característica del revival, resulta una forma antiestética y postvisual del orden que reina en la cultura digital, convengamos en reconocer que la adaptación creativa de las culturas subalternas siempre es posible.

Y como bien reza el sentido común, “hasta que el pueblo los plagia / los memes, memos son / y cuando los plagia el pueblo / ya nadie sabe el autor”. Pues la era del montaje no la define la lógica de la emulación a lo Sálvame, sino el principio de producción de lo común, siempre y cuando se pase de la risastencia a la resistencia: de la cultura del chascarrillo nacional a la carcajada y el humor proyectivo.

Lo contrario es el imperio del entretenimiento, lo que Daniel Triviño denomina la «memetización de la política». La fantasía de la nada. Un espacio de circulación en la que todo vale y que facilita el orden de la sinrazón, la pura barbarie como violencia simbólica internalizada por youtubers y aficionados a la superchería publicitaria de una suerte de narcisismo primitivo.

Ya ven, estamos de nuevo en la antipolítica o la politización del arte del disimulo. La historia como farsa. Toca, pues, pensar este tiempo neobarroco y ensayar un renacimiento en defensa de la política de lo común y de la vida.

Infodemia

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En la literatura y en los estudios de Comunicación es conocida y aceptada, por lo general, la definición de la “ética” como el ámbito relativo al “conjunto de rasgos y modos de comportamiento” siguiendo el canon del Diccionario de la Real Academia que, en su última versión, incorpora la palabra “ethos” como “conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad”, quizás por influencia del filósofo de la modernidad (Kant) y la concepción del imperativo categórico que, en buena medida, ha ocupado los intereses y debates a este respecto en el campo.

Poco común es, paradójicamente, asumir en cambio la dimensión comunal que asocia este ámbito de reflexividad con la necesidad de cierta predisposición a hacer el bien o, genealógicamente, referir esta noción al significado originario de guarida, refugio o morada, lugar donde habitamos, más allá de Aristóteles.

En el tiempo que vivimos parece, sin embargo, más conveniente, en la Comunicología y otras Ciencias Sociales y Humanas, partir de esta última noción, pues en nuestro tiempo, de crisis civilizatoria y transición a nuevos paradigmas, se torna urgente pensar las ecologías de vida, repensar el oikos.

De hecho, la humanidad se enfrenta hoy a la necesidad de reformular la cultura, el modo de ser y carácter, como hábito, morada o refugio, en la indisoluble unidad histórico-material del sujeto-mundo y sus formas de construir las ecologías de vida desde el campo lábil y conflictivo de las mediaciones.

Esta es la tesis que propone el gran pensador Bolívar Echevarría y que conviene releer en diálogo con la actualidad para comprender, en el contexto más amplio de transformaciones históricas, el sentido de la exigencia, la autonomía y la responsabilidad social en los medios que brillan por su ausencia, sin límites, en Mediaset y Atresmedia, en Canal Sur y en la prensa del régimen.

El espectáculo de pornografía sentimental como el caso Rocío Carrasco, las derivas de La Isla de las Tentaciones o el continuo blanqueamiento del fascismo dan cuenta de una toxicidad sin precedentes que nos emplaza, por necesidad, a pensar el medio ambiente social que se deteriora con la infodemia.

La hipótesis de partida es básica, y no por ello recurrente. Si la política es el arte de lo posible y la ética de la comunicación el ámbito normativo que hace posible la vida en común, no hay transformación posible sin una articulación compleja e integral de los mundos de vida y la morada del sujeto de derechos, sea profesional de la información o ciudadano expuesto a la continua pornografía de la mercancía que captura la pura vida.

La calidad democrática y el periodismo de excelencia exigen un trabajo sobre el universo axiológico de la ecología de vida en tiempos de la prensa rosa. Pero sucede que los estudios sobre la naturaleza informacional de la sociedad contemporánea dibujan en nuestro tiempo un escenario contradictorio, cuyo gobierno por las máquinas y sistemas de información, lejos de facilitar un conocimiento detallado de los procesos de desarrollo, favorece, en la práctica, la asunción de un pensamiento sobredeterminado por un “metarrelato posmoderno”, incapaz de otra cosa que la denuncia de los proyectos de movilización y democratización del conocimiento y de los medios de información y expresión cultural autónomos.

Véase el informe estadounidense de ataques a la prensa en España cuando denunciamos que lo que hoy domina en nuestro ecosistema informativo, lejos de ser normal, democráticamente hablando, es una anomalía salvaje, un despropósito que se traduce en el minado de las bases cívicas de toda convivencia republicana, objeto, por cierto, de denuncia por la UE como cuando en los medios se dedican a titular continuas falsedades en el despliegue del lawfare que es la guerra de clases por otros medios, no precisamente democráticos y éticamente aceptables.

Si Matías Prats y los comunicadores han perdido la vergüenza siendo publicitarios del capital, poco podemos hablar de deontología en esta suerte de informadores comisionistas. Lo de la Gürtel en el periodismo patrio es el colaboracionismo nazi con Ley Mordaza de por medio, pero de esto, los guardianes de la libertad poco dicen. Ni están ni se les espera.

Lo grave es que, con ello, la atmósfera se torna irrespirable, un entorno invivible, contaminado, radioactivo y guerracivilista promovido desde el poder financiero y el gran capital con un único objetivo: la restauración del régimen y la contención de todo principio esperanza para, como escribiera Vázquez Montalbán, cambiar la vida y mudar la historia, el relato de lo que es y puede ser.

La desrealización del mundo cotidiano y la pérdida material de las formas de anclaje de la experiencia por efecto de la colonización de los simulacros mediáticos terminan como resultado por bloquear el imaginario político-ideológico emancipatorio en un proceso de mixtificación de las nuevas formas de dominio flexible, que de raíz niegan toda posibilidad de otra forma de espacio público en común, pese a la pertinencia y necesidad de este ejercicio intelectual y de compromiso histórico en un tiempo como el presente, marcado por el proceso intensivo de globalización, cuyo desarrollo se está traduciendo en diversas formas de crisis cultural y des-concierto de las comunidades locales, paralelamente al proceso de descentralización de las instituciones económicas, políticas e informativas.

No ha de sorprendernos, pues, que quienes se alimentan de La Isla de las Tentaciones, Sálvame o el Café con Susanna Griso campen a sus anchas en las plazas públicas de Madrid vindicando el incumplimiento de las normas, a lo Aznar –dicho sea de paso–, que nadie le puede decir a qué velocidad ha de conducir su vehículo de alta gama, para eso es español muy español, como M.R.

En otras palabras, nuestros medios, periodistas y estadistas fast food más que liberales son ultramontanos, un problema de salud pública que invita a la reflexión y, desde luego, a intervenir por el bien común, por la democracia y por la convivencia de todos.

Este es el horizonte de progreso inmediato que hemos de acometer ante la deficiente y contaminada ecología de la comunicación. Las discusiones en curso sobre el papel de la comunicación y los sistemas informativos permanecen, sin embargo, anclados en la visión absolutista y autoritaria del franquismo sociológico en contra de toda articulación social de diferentes actores y agentes sociales ante el conjunto de problemas que enfrenta el país.

Y ello invita a pesar que parece notorio que el ethos requiere política e imaginación comunicológica que libere las energías y haga habitables las ecologías de vida en esta piel de toro. Desde este punto de vista, podemos afirmar que el desarrollo comunicacional en España constituye, a este respecto, un problema estratégico si hemos de salir del actual bloqueo y crisis institucional, especialmente cuando, como reza el documento audiovisual de Rocío Carrasco, hay que contar la verdad para vivir, pese a que los medios mercantilistas más bien mienten porque son vivos, como dicen los quiteños: pura viveza criolla.