Capitalismo, democracia, medios y lawfare

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Desinformación, manipulación, opinión travestida de información, lo verdadero puesto en duda o la mentira, lisa y llana, sin distinción. Es en ese marco que la era digital instaló, por su abrumadora abundancia, soportes para detectar noticias falsas (fake news).

La crisis del modelo capitalista, su mutación del capital productivo al capital financiero puso (y pone) en jaque los supuestos hasta ayer verdaderos, democráticos. La convivencia ciudadana se tornó hostil. Y esa crisis, que se remonta a la década del 80 con algunos mojones memorables (como la crisis de 2008), impacta de lleno en las prácticas políticas (y también en las partidarias). Los sujetos políticos con poder de decisión poco hablan de “bien común”, concepto polisémico si lo hay. Y los que hablan son acusados de “populistas” y en algunas geografías de “comunistas”.

Pero además hay que agregar al menos tres variables que en últimos años cobraron más vigor: La concentración mediática, con índices que alarman; el lawfare, una suerte de “guerra jurídica” desarrollada para atacar a oponentes políticos utilizando herramientas del derecho y fraguar “procedimientos legales”, lo cual es más que judialización de la práctica política y, más recientemente, los virulentos discursos de odio.

“Todos estos temas planteados son un real desafío no solo de los medios sino también de las democracias”, afirma el periodista y docente español de la Universidad de Sevilla, Francisco Sierra Caballero, quien días atrás visitó Rosario y dicto un seminario organizado por la Maestría en Comunicación Digital Interactiva de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), junto al Centro de Estudios en Derecho a la Comunicación (Facultad de Derecho).

“El fenómeno del lawfare no es nuevo. Encaja conceptualmente con la noción de «guerras de baja intensidad» de la década del 80 o «guerras irregulares», las cuales son abordadas con un entramado multidimensional e integral. No son soló la cuestión judicial en sintonía con el aparato mediático. También se incluyen variables económicas y la generación de corrientes de opinión. Muchas veces no preguntamos cómo son los «golpes blandos»; pues estos son. El capitalismo pasó de su fase productivista a la financiera y ahora estamos en lo que podríamos llamar el capitalismo de plataformas”, explicó Sierra Caballero.

Y agregó: “Hasta no hace mucho tiempo atrás era impensado ver a un periodista en público negando lo real, como es el caso del intento de magnicidio a la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Incluso diría que es más grave que las fake news, es negar lo factico. En la actualidad hay que demostrar la inocencia. Estamos viviendo una etapa de oscurantismo, de desilustracion”.

La crisis en la credibilidad de los medios

En esta línea, Sierra Caballero señala que si bien hubo (y hay) un cambio en la industria de medios, lo que está en crisis –lo cual implica un cambio de paradigma– es el modelo capitalista.

“El sistema hace agua por todos lados, Desde la década del 80 el capitalismo se está redefiniendo y una de las claves es la destrucción de la razón. Lo mediático y judicial son actores políticos que vienen a sostener el sistema. Y construyen una paradoja: se sostienen sobre el mito de la objetivad”, afirma el docente español.

Y agrega: “Ya no alcanza con cuestionar el rol del Estado, que no son otra cosa los restos del estado benefectador, vienen a dinamitar el Estado, construyen en el imaginario colectivo un futuro distópico. Es más fácil imaginar el fin del mundo que una salida a la crisis actual”.

Según estudios recientes sobre el consumo de medios de las nuevas audiencias se observa que existe una merma en la confianza en los medios y también en el consumo de noticias.

Dice sierra Caballero: “Es una tendencia y no es nueva. Cuando empezó la explosión de internet se debatió en Europa la guerra de las pantallas, una guerra etaria o generacional. Es decir, los jóvenes estaban huyendo de los medios tradicionales y yendo directamente a internet para informarse. Hoy hay dos procesos: el más preocupante es el que tiene que ver con la credibilidad de los medios. Gran parte de las fake news y la desinformación viene por los medios, no viene por WhatsApp o por TikTok. Por lo tanto hay una responsabilidad indiscutible del periodismo. Después de la clase política los periodistas son los peores valorados en el rol público que desempeñan. El otro tema es más complejo, que es la desintermediación. Es decir, la crisis del papel que tenían los medios de ser puente entre las fuentes y la ciudadanía. Eso ha desaparecido y la gente lee más, pero no en la lógica de la Galaxia Gutenberg. No lee la noticia, lee cruzado, en pequeños fragmentos de información. Con lo cual, la cultura que tienen es una cultura de mosaico, muy fragmentaria, desconectada y desordenada”.

Observatorio del lawfare

El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), es una institución dedicada al análisis de los fenómenos políticos, económicos y sociales de los países de América Latina y el Caribe. Fue fundado en el año 2014, su director ejecutivo es el economista Alfredo Serrano Mancilla y posee un observatorio del lawfare en América Latina.

En unos de los últimos estudios señala que América Latina es hoy, más que nunca, un espacio en disputa.

“Parte de la conflictividad y de las tensiones políticas buscan ser dirimidas en el campo de lo jurídico. El lawfare, inicialmente asociado a una “guerra contra la corrupción”, se amplió hasta alcanzar procesos electorales y aparatos financieros, incluyendo por momentos el libreto de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Se trata de un proceso de largo aliento que no se restringe a la instrumentalización del aparato judicial con fines políticos”.

A modo de definición el Celag afirma: “El lawfare es una guerra política por la vía judicial-mediática, con intereses económicos, políticos y geopolíticos ocultos a la opinión pública. Incorpora jueces, corporaciones de la comunicación, periodistas y líderes de opinión, policías, embajadas y agentes de inteligencia (local y extranjeros). Se caracteriza por el abuso de prisiones preventivas, delaciones premiadas y veredictos antes del debido proceso judicial, mediante acoso y desmoralización a través de medios de comunicación. Incluye allanamientos de locales políticos y hogares de militantes, persecución y amenaza a familiares, situaciones de exilio y refugio político, manipulación y propagación de miedo en los involucrados en determinados procesos políticos (lawfear). En los últimos años, estas tácticas han sido utilizadas contra varias decenas de líderes o ex funcionarios y funcionarias de gobiernos y de militantes en Argentina, Ecuador, Brasil, Bolivia, El Salvador, Venezuela, vinculados a gobiernos, programas o proyectos que cuestionan con mayor o menor alcance la ortodoxia neoliberal”.

Construir dominio público

El futuro no está escrito ni la suerte está echada. Si es cierto que vivimos una época de fuertes disputas políticas por el choque de frente de proyectos antagónicos, es el momento preciso de construir consensos públicos y explícitos en espacios públicos, en encuentro públicos. A la sociedad actual, definida como tecnofeudalismo por Sierra Caballero, hay que oponerle más presencia humana. Más presencia del Estado como regulador del entramado comunicacional.

“El debate sobre los medios no es solo de contenidos. De hecho tenemos una propensión a discutir sobre contenidos, como los que son violentos, racistas, sexistas o hasta clasistas. Pero no vamos a conseguir una ecología saludable y no tóxica de los medios si no discutimos las herramientas. Es decir, quién es el propietario de la infraestructura, quiénes son los que controlan el software. Y no se trata de ser tecnofóbico o contrario a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), ni censurar que los jóvenes utilicen las TIC, sino construir dominio público”, remarca Sierra Caballero.

El espacio público es una las claves, entendiendo que las respuestas nacerán de un proceso de marchas y contramarchas. Y asumiendo que el principal derecho es el derecho a luchar para tener derechos.

Una mesa sobre la ficción local en la primera jornada del Seminario Internacional Obitel

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En el marco de la jornada inaugural de la 17ma. edición del Seminario Internacional de Observatorio Iberoamericano de la Ficción (Obitel) que hoy y mañana se realiza en el Centro Cultural Kirchner (CCK) con la participación de 11 países de Iberoamérica, este mediodía destacó la charla «Encuentro con representantes de la Industria de la ficción en Argentina».

De la disertación coordinada por Ornela Carboni de la Universidad Nacional de Quilmes, participaron Alejandra Darín (Asociación Argentina de Actores), Guillermo Tello (Multisectorial Audiovisual), Paula Arruda (Consejo Federal de TV Pública) y Sergio Vainman (Argentores).

A modo de balance del intercambio planteado, Carboni alertó acerca de “la falta de continuidad en políticas públicas y lo que es necesario saldar en las cuestiones de accesibilidad” y llamó a que canales de expresión gratuitos y abiertos como Cine.ar y Cont.ar “sean conocidos y difundidos”.

“Uniendo las exposiciones de todos creo que estamos dejando espacios al no producir nuestras ficciones y con ello estamos regalando capital económico y también capital simbólico”, resumió Carboni.

La apuesta del seminario propuesto es debatir acerca de la situación de la ficción televisiva en tiempos de pandemia, con el aval que da a Obitel el realizar y publicar estudios anuales de la industria iberoamericana y promover la formación de productores y creadores del área de ficción televisiva.

Actualmente el observatorio está formado por investigadores universitarios y especialistas internacionales de televisión de 11 países, interesados en la promoción de la producción, circulación de programas y estudios de la recepción en el espacio audiovisual iberoamericano.

Mañana, durante la segunda jornada del evento, el académico de la Universidad de Sevilla, Francisco Sierra Caballero, hablará sobre “Capitalismo de Plataformas y producción cultural postfordista”.

Luego, tendrá lugar el Encuentro Federal de Observatorios Audiovisuales del que participan Julio Bertolotti (Observatorio Incaa); Alejandra Pía Nicolosi (Universidad Nacional de Quilmes); Paula Robledo (Observatorio Audiovisual Córdoba); Mónica Cohendoz (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires); Esteban Zunino (Universidad Nacional de Cuyo) y Christian Dodaro (Defensoría del Público).

El evento cerrará con el panel “Narrativas de la ficción para plataformas desde Argentina” a cargo de Gustavo Aprea (Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de las Artes) y Cristina Siragusa (Universidad de Villa María y Universidad del Comahue). (Télam)

La lectura en mosaico y el efecto burbuja de las redes sociales. Entrevista en La Capital

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Fake news, discursos de odio y noticias que circulan con la brevedad de un video de TikTok. El escenario atraviesa el debate comunicacional. Para el periodista y catedrático español Francisco Sierra Caballero discutir estos temas son desafíos no solo de los medios sino también de las democracias. Y también de las instituciones que forman a los futuros comunicadores, donde advierte que muchos de ellos “tienen como modelo profesional ser youtuber o influencer”.

Sierra Caballero es docente en teoría de la comunicación y director del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social de la Universidad de Sevilla. También experto en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana de la Comisión Europea. Esta semana estuvo en Rosario para brindar un seminario organizado por la maestría en comunicación digital interactiva de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), junto al Centro de Estudios en Derecho a la Comunicación (Facultad de Derecho).

—¿Cómo ve estos debates en la formación de los futuros comunicadores?

—Tenemos un reto de capacitación, porque en la nueva generación de estudiantes de las facultades de periodismo y de comunicación muchos tienen como prototipo profesional ser youtuber o influencer. El modelo va por ahí y creo que en esta materia los currículums de las facultades tienen graves carencias. Materias como ética de la comunicación suelen ser marginales o consideradas menores. En algunas facultades ni siquiera las incluyen en las currículas. Pero más que en la capacitación yo insistiría en la formación política. Necesitamos introducir no solo materias y estudios de política de comunicación, sino pensar cómo regular estas situaciones que se dan en las redes sociales o en las plataformas. Hay que recordar que el gremio periodístico —empresas y periodistas— en general suele ser muy recalcitrante, por no decir reaccionario, respecto de cualquier iniciativa de regulación. Mientras no tengamos marcos normativos será la ley del más fuerte la que impere. El campo de la comunicación es quizás, de todas las actividades públicas y sociales, la menos regulada.

—Mencionaba la cuestión curricular. ¿Los cambios deben hacer foco en las herramientas o también en las cuestiones políticas?

—En las dos. El debate sobre los medios no es solo contenidos. De hecho tenemos una propensión a discutir sobre contenidos, como los que son violentos, racistas, sexistas o hasta clasistas. Pero no vamos a conseguir una ecología saludable y no tóxica de los medios si no discutimos las herramientas. Es decir, quién es el propietario de la infraestructura, quiénes son los que controlan el software. Y no se trata de ser tecnofóbico o contrario a las TICs, ni censurar que los jóvenes utilicen las TICs, sino construir dominio público.

—Un reciente informe del Instituto Reuters sobre el consumo de medios de las nuevas audiencias marca que bajó la confianza en los medios, pero también el consumo de noticias.

—Sí, es una tendencia y no es nueva, lo que pasa es que en las últimas décadas se ha acentuado mucho. Cuando empezó la explosión de internet se debatió en Europa la guerra de las pantallas, una guerra etaria o generacional. Es decir, los jóvenes estaban huyendo de los medios tradicionales y yendo directamente a internet para informarse. Hoy hay dos procesos: el más preocupante es el que tiene que ver con la credibilidad de los medios. Gran parte de las fake news y la desinformación viene por los medios, no viene por WhatsApp o por TikTok. Por lo tanto hay una responsabilidad indiscutible. Después de la clase política los periodistas son los peor valorados en el rol público que desempeñan. El otro tema es más complejo, que es la desintermediación. Es decir, la crisis del papel que tenían los medios de ser puente entre las fuentes y la ciudadanía. Eso ha desaparecido y la gente lee más, pero no en la lógica de la Galaxia Gutenberg. No lee la noticia, lee cruzado, en pequeños fragmentos de información. Con lo cual, la cultura que tienen es una cultura de mosaico, muy fragmentaria, desconectada y desordenada. Se habló en su momento de que iban a imponerse los curadores digitales, pero lo que tenemos son Apps que hacen de manera automatizada selección de informaciones de distintos medios. Sabemos que lo que llega a las redes está monitorizado y planificado. Y aquí es válida la tesis del filósofo alemán Jürgen Habermas, que dijo que quien tiene administración comunicativa y tiene el poder de hacer llegar el mensaje, así sea por TikTok o por WhatsApp, impone su relato. La tendencia a la desintermediación tiene una parte positiva, que la gente puede producir, pero una negativa: no hay filtro, no hay criterio de jerarquía y selección. Ese es un problema grave que da pie a cualquier tipo de manipulación.

—Con respecto a los formatos, uno de los de los puntos de ese informe marcaba la preferencia de la población más joven de informarse a través de TikTok.

—Creo que es una mala política el asumir el discurso tecnofóbico o asignar a los dispositivos el problema que hay. En comunicación política se ha estudiado desde los años 80 las campañas electorales en los Estados Unidos y cada vez dicen menos: menos información, esloganes más sintéticos y publicidades más cortas. O sea, no es algo de TikTok, sino que hay una tendencia mediática de reducción de complejidad. Lo que ha cambiado significativamente es que no ha habido un contrapeso, espacios comunitarios donde la gente se reúne y habla. Si se da el efecto burbuja, donde la única fuente que llega es la que construimos en nuestras redes a través de los dispositivos, el efecto es demoledor, porque se pierden los espacios de socialización. El problema de TikTok y las redes es que se tiende a la individualización y al efecto burbuja. Si no se sostienen espacios comunales como la iglesia, el partido político, la asociación de vecinos o el centro de estudiantes, la única fuente que queda es esa. Y eso genera un impacto por el nivel de simplicidad y de reducción. Vean el caso chileno, donde mucha gente creyó que le iban a quitar la propiedad o que iba a venir una invasión mapuche a conquistar el territorio chileno.

—¿La escuela debe cumplir alguna función en ese debate, en tanto institución de la democracia?

— Sin duda, lo que pasa es que cuando se habla de competencias digitales se pone siempre el acento en lo instrumental y los que somos de tradición freireana insistimos que a la gente no hay que enseñarle a usar los dispositivos, sino a cómo hacer historia, cómo cambiar la vida, cómo transformar el mundo y cómo intervenir en la realidad política con los dispositivos digitales. En casi todas las formaciones que hay a nivel de educación obligatoria en secundaria las materias de competencia digital son instrumentales, y algunos elementos de ética y moral: lo que no se debe hacer, cuidado con la intimidad, no mostrar los cuerpos, tener cuidado con ciertos discursos. Volvemos a los contenidos, pero una formación integral debería ser política, formar al ciudadano en sus derechos, en sus deberes, en la política de tecnología y comunicación, en los derechos a la comunicación con una perspectiva mucho más global.

Communicology of the South. Critical Perspectives from Latin America

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This book addresses new conceptual bases for thinking critically about communication as a necessary way in which to confront power, property and the market as part of the daily resistance of Latin American subaltern cultures. The chapters research an urgent field of situated knowledge and spark a much-needed dialogue. The editors view emancipatory communication experiences as disruptive acts of resistance, prompted mainly by social movements. These experiences have opened up political modes of communication by establishing a decolonising axis in the field of communication and reconstructing the history and memory of Latin America. This book is a valuable reference for researchers, academics and students interested in the role of communication and culture in processes of social transformation.

Entrevista en Radio Universidad de Rosario. ABC de la Ciencia

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Daniela Monje (Universidad Nacional de Córdoba) y Francisco Sierra Caballero (Universidad de Sevilla).

Los derechos ciudadanos a la comunicación, las políticas públicas de regulación en el contexto de circuitos de comunicación dominados por las plataformas y sus lógicas, los enunciadores de los discursos que circulan. Un debate contemporáneo urgente, una asignatura pendiente.

El fin del periodismo

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Los medios median pero, en España, parece que no tienen remedio alguno por falta de reflexividad, que es tanto como decir que han perdido toda vergüenza al renunciar a la necesaria autoobservación y crítica de su mala praxis. La cobertura de la campaña electoral en Andalucía, sesgada en contra de la opción transformadora del frente amplio Por Andalucía, es reveladora de la razón de ser del sistema mediático, orientado, como el Grupo Joly, a defender los intereses creados: del Ibex35 a las cloacas del Estado, de los herederos de Franco a los neonazis cosmopaletos, de la oligarquía económica de Bruselas a la OTAN, en un carrusel sin fin de infamias y acoso, que impone el cerco mediático a toda disidencia, crítica o mero cuestionamiento sobre la deriva del sistema-mundo. Añádase a ello el silencio administrativo del sector y la profesión cuando se procede a la extradición de Julian Assange. La libertad de expresión es, para ellos, un simple señuelo para enarbolar en el mejor de los casos la filosofía Ayuso (la libertad de hacer lo que a uno le dé la real gana, entiéndase lo de real en plan borbónico, sin prestar rendición de cuentas, salvo a los accionistas, como Dios manda). Lo cómico es que estos siervos de la gleba siguen tratando de dar credibilidad al relato ficticio sobre los medios como cancerberos de la democracia. Divertida metáfora perruna, muy doméstica por cierto en estos tiempos de mascotas humanizadas en los que la lógica del mundo invertido tiende a encubrir las fechorías del oficio, simulando no dejar rastro, aunque el crimen contra la democracia queda siempre, además de impune, en evidencia incluso en los panegíricos sobre el rol de la prensa. Así, decía hace unos meses, Alfonso Armada que el periodismo no puede renunciar a la precisión, exactitud y brevedad cuando la realidad diaria es justo la contraria, empezando por Sálvame y la contaminación de los informativos convertidos en versión Hola de la actualidad. Ahora, la deriva mercantil del periodismo no es nueva. Recordemos la sátira de Evelyn Waugh “Scoop” (1938) sobre su experiencia en el Daily Mail. La diferencia de este tiempo a nuestros días es que la comedia del arte de informar ya ni siquiera disimula su verdadera función pues vive exclusivamente del sensacionalismo, las falsas noticias o la manipulación que Billy Wilder retratara magistralmente en “Primera Plana”. Llama por ello la atención que columnistas como Juan Manuel de Prada hablen de la muerte del periodismo como cuarto poder desde un diario como ABC que ha encubierto la corrupción del Rey y del PP sistemáticamente, abriendo a su vez macrocausas contra líderes de la izquierda en forma de lawfare. Hoy sabemos que el objetivo de la connivencia de la jueza Ayala y el diario de Torcuato Luca de Tena no era otro que eliminar a Torrijos y allanar el camino de Zoido a la alcaldía de Sevilla: lo consiguieron. La cuestión ahora es cómo se restituyen los derechos conculcados, cómo podemos exigir responsabilidades a los medios y periodistas que a día de hoy siguen el guión prescrito en los despachos de la oligarquía. Desde luego, pese a la imaginación idealista de algunos conversos, no será en las redes, pues lo que hoy predomina es más bien el imperio del cretinismo digital. Por ello convendría empezar a proyectar políticas democráticas de comunicación contra los abusos de los dueños de los medios. Cada vez es más evidente que la regulación no es un problema de protección del anonimato y la intimidad, sino antes bien el reto de garantizar un ecosistema de confianza y equilibro. La política de la mentira, el cálculo programado de la difamación en la era de las fake news es el caldo de cultivo del autoritarismo de las clases dominantes que, como advirtiera el filófoso Jurgen Habermas, presentan como opinión pública lo que no es sino la producción premeditada de la opinión publicada de sus intereses. Resultado, la crisis de confianza y credibilidad de los medios. Un estudio de GAD3 para el Foro Periodismo 2030 señala por lo mismo que los andaluces, por ejemplo, requieren más información local y de servicio. Aunque el informe tiene por objeto justificar el pago por la información en favor de medios como ABC, su lectura a contrapelo nos confirma una verdad incontrovertible: la cultura de la difamación y las injurias campa en el periodismo mercantilista por doquier, alimentando la bestia de lo que mi colega de la Universidad de Valencia, Antonio Méndez Rubio, denomina fascismo de baja intensidad. En suma, la caverna mediática no nos deja ver la luz y pierde foco. Lo que llaman periodismo no lo es, salvo en revistas serias como El Jueves o Mongolia. Como en otros periodos oscuros de la historia, el humor nos hará libres. Bienvenidos al desierto de lo real del tecnofeudalismo, en el que solo como bufón uno puedo contar la verdad. Así que no pierdan la risa, detrás de las pantallas siempre florece la vida y la esperanza. Es hora de convertir la mueca del dolor y la indignación en carcajada, en alegría de resistir y cambiar el mundo que nos cuentan.