Autor: Albert
Descolonizar España: debates sobre la descolonización en el Estado español
Medianálisis. Dialéctica de la actualidad informativa, de Francisco Sierra. Los audios de la Fiesta PCE
Presentación del libro «Medianálisis», de Francisco Sierra Caballero
Presentan el acto:
Rafael Rodríguez. Presidente APS
Rosario Pérez Cabaña. Profesora de Centro Universitario San Isidoro y escritora
Francisco Correal. Periodista
Juan Carlos Fernández Serrato. Escritor y profesor de la Universidad de Sevilla
Organiza: Asociación de la Prensa de Sevilla
Colabora: Librería La Fuga
Viernes 24 de octubre a las 19:30
Casa de la Provincia
Plaza del Triunfo, 1. 41004 Sevilla
La lógica de la oligarquía y el casticismo caciquil
CUANDO LLEGUE LA MAÑANA
Juan Madrid
Alianza editorial, 2024
Estos días que celebramos el centenario de Manuel Sacristán, alguien que destacó por ir en serio y gustar, y dar ejemplo, de quienes son verdaderos, aquellos que siempre van en serio, vindicar la literatura de Juan Madrid, que es ejemplo de tomarse muy en serio las historias de detectives, de escribir con criterio, como reza una cita de Raymond Chandler, para ganarse la vida, contando lo sabido y conocido, entre el periodismo y la literatura, es, cuando menos, una ocasión para repensar y compartir mucho de lo transcurrido en este país, y de lo vivido a través de su alter ego, Toni Romano, un personaje de referencia, como Pepe Carvalho, para los seguidores de este género literario. En tiempos además en los que el canon literario o la racionalidad mercantil editorial margina la literatura social, abordar una nueva obra de nuestro más importante escritor del género de la novela policial es motivo cuando menos para vindicar el debido reconocimiento y una oportunidad para la reflexión sobre el tiempo de mudanza que vivimos. De reconocimiento por una trayectoria y coherencia en una dilatada obra con pocos parangones en nuestras letras. Y una oportunidad para reflexionar en la medida que, en la obra, van a encontrar mucho de nuestra memoria democrática y lo propio de un género como la novela negra con tanto predicamento como desigual fortuna en el campo literario.
Desde la guerra de la droga en Euskadi contra el movimiento de la izquierda abertzale hasta la lucha de la Unión Militar Democrática o el sindicato clandestino de la Guardia Civil, en las páginas de esta reciente novela el lector puede rastrear el telón de fondo de Filesa y el caso Roldán, entre tramas que van de la geopolítica del capital a las cloacas de los precursores de Villarejo, de los paraísos fiscales y las islas Bahamas a Milán del Bosch o la heroica lucha de CC.OO., de los Justicieros y la prensa corrupta, a los asesinatos de Lasa y Zabala, de los Gal y el caso Nani a la comisaría de Leganitos, por no hablar de Venezuela y casos como el de crematorio en Valencia, de Rafael Chirbes, tan de actualidad, malgré tout.
El reino oculto del fetichismo de la mercancía, la bolsa y la vida, la fachada del orden de sujetos ultracatólicos, junto al universo subalterno del boxeo, que remite a nuestra historia común, protagoniza el cuadro de la novela, por el que deambulan DumDum Pacheco y otros personajes de los bajos fondos de la cultura del estraperlo, buscavidas, maleantes, en contacto siempre con la gente bien para sobrevivir: sean del cartel gallego a lo Fariña y los militares afectos al régimen en clínicas como La Milagrosa, o los empresarios beneficiarios de la dictadura criminal franquista.
Tienen en fin en esta obra un cuadro literario, ilustrativo, sobre la casta, sus modos, usos y costumbres. Evidentemente, escrito para develar la lógica de la oligarquía y el casticismo caciquil de nuestras clases dominantes, de orinal y rosario diario. Hablamos de la gente de Cristo Rey, una novela sobre las cloacas de los ultramontanos, hoy en pantalla del telediario cotidianamente. De ahí la oportunidad y lo enriquecedor de su lectura en clave de coyuntura política y actualidad informativa.
Explorar la cáscara amarga de este universo proliferante en nuestro país es hoy más urgente y necesario que nunca. Ahora que la cultura snob y la internacional pija desbordan el sentido común y reeditan un nuevo tiempo del relato de la victoria contra la multitud, escribir es hacer oposición, resistir y afirmar una lectura de clase. Recordando a Pasolini, ante un mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos y oportunistas, de gente importante que ocupa el poder, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser. Ante esta antropología del ganador, Juan Madrid, Delforo, y Toni Romano, optan siempre por los que pierden. Es la ética de la derrota, la soledad y la dignidad insobornables. Y también, si me lo permiten, de la alegría del amor fraterno, de la solidaridad que ha constituido un elemento fundamental del saber vivir o sobrevivir en la villa y corte, Madrid, paisaje de la desazón y del encuentro. Un paisaje, como saben, los lectores habituales de Juan Madrid, recurrente. De la calle Esparteros a la Mallorquina, del Café Novalty, al Bar Batres, de la cafetería Dólar a Sol, volvemos a la capital, rompeolas de todas las Españas, para desentrañar las trama de corrupción de la oligarquía dominante. Madrid no es, sin embargo, el único espacio narrativo en el que se desarrolla la trama, también hay una predilección, como Machado, por heterónimos que transitan el Sur. No el de Arabia Saudita, sino el de la calle de todos y el de Andalucía, Salobreña, Granada, además de espacios liminares y fronterizos como Algeciras o el Puerto de Santa María.
Estamos, en fin, ante una novela sobria con numerosos guiños al lector en clave incluso de metaliteratura dispuesta para goce de críticos y lectores de Juan Madrid. En la novela, pueden encontrar al Camarada Bértolo, convertido en personaje académico. Referencias y citas que nos evocan a Thomas Mann en La montaña mágica, solo que en lugar de Lukács tenemos a Belén Gopegui y mucha reflexión sobre la disciplina de la escritura, sobre las afinidades electivas, sobre la necesidad de tomar posición, de la política literaria y de la tradición cervantina, realista, frente al experimentalismo a lo Juan Benet, de Herrumbrosas lanzas, o del grupo OULIPO de Perec. Más aún, el autor cultiva la memoria de Armando López Salinas y su obra La mina, una muestra de estética realista que no ha sido suficientemente apreciada por la crítica e historia de la literatura y que viene oportunamente a replantear la pertinencia y necesidad de una escritura de la vida y los avatares sociales. En tiempos de Trump, es evidente que precisamos vindicar el realismo social, la literatura sobre la lucha de clases, la escritura sobre la muerte, la vida, las represiones, la revolución y la lucha por vivir.
Mientras unos se dedican a sisar, metafóricamente hablando, y otros a contar y cantar el principio esperanza de quienes, en el inframundo, nunca dejan de amar y soñar, Juan Madrid hace todo un despliegue del repertorio sentimental en el que nos podemos reconocer, empezando por la banda sonora de Doménico Modugno y siguiendo por la intrahistoria cotidiana de espacios, situaciones y vivencias de la vida cotidiana, para definir la estructura de sentimiento de una época que algunos consideran un cambio de era. Novela realista que conecta a la familia Bolsonaro con los Franco, al rey emirato, el Vaticano y el Opus, al Gobierno de Dios y las fuerzas políticas de la Santa Alianza con la pobreza y el instinto de rebelión, la represión de la diversidad sexual y el desamor en forma de odio de clase y pobreza espiritual de las clases dominantes con las cloacas del Estado, estamos, en fin, ante una obra para confrontar el hilo rojo de la historia. Juan Madrid escribe siempre para afirmar una cultura partisana. No sé si a partir de la cuestión meridional, a juzgar por la preferencia de elegir escenarios del sur, pero sí claramente por vindicar lo común y una política y estética de lo que un maestro del comic dio en llamar la alternativa PGB, la alternativa del partido de la gente del bar.
Frente a la guerra fría cultural posmoderna que vivimos, con la cooptación de la CIA y las derivas de los intelectuales teflón, antiadherentes, la vindicación de una escritura de nuestro tiempo, y del porvenir, la escritura creativa a pie de calle que nos enseña, como lo hace al final la novela, que siempre tenemos el amor, la fraternidad, la esperanza y, dicho irónicamente, como el protagonista, la hermandad del gin-tonic, volver al género de la novela negra es desbrozar los saberes del común y, en cierto sentido, del amor, de la política de los amantes, del tiempo y la vida, del goce pagano, con sus atardeceres y sus sombras, literatura de los sueños que pasan y las derrotas que quedan. Literatura con mayúsculas con la que podemos aprender que, si ser rico imprime carácter, la pobreza sella a sangre y fuego el arrojo y valor de la dignidad. La afirmación de quienes han perdido todo y no tienen nada más que perder. Lecciones, en fin, del inframundo.
Ciencia, tecnología y sociedad: una crítica económico-política de la IA
La cuestión del dominio público
Desde 2020, la Unión Europea (UE) ha observado con preocupación cómo el lobbismo ha venido socavando nuestras democracias, afectando a la propia unidad comunitaria. En congruencia, Bruselas ha exigido a los Estados miembro —a España en particular— medidas para combatir la manipulación de la democracia parlamentaria.
Tras el caso Montoro, las iniciativas sobre gobierno abierto y la regulación de los grupos de interés se torna, a todas luces, una cuestión estratégica, diríamos que incluso imperiosa, pues la aprobación de tales reformas, como el primer plan de Parlamento Abierto es la condición de la debida restauración del principio de confianza quebrado por escándalos como el del exministro de Hacienda.
Ante la malversación de la función fiduciaria de representación que presupone el libre ejercicio de atención a la soberanía popular, esta Legislatura, con toda la complejidad de la geometría variable de la aritmética parlamentaria, debe marcar un antes y un después en esta materia.
Si aceptamos que no es posible la democracia con procesos de regulación corrompidos, sesgados o bajo el imperio de las cajas negras, incluidos los lobbies empresariales y las maniobras orquestales en la oscuridad de la oligarquía económica, la demanda de verificación y gobierno abierto es una exigencia irrenunciable. Primero, porque la publicística en democracia, la condición de luz y taquígrafos, es de obligado cumplimiento.
La debida ejemplaridad y transparencia son principios básicos de la democracia representativa y de ahí la necesidad de un marco normativo de actuación que detalle la huella legislativa, estableciendo medidas disciplinarias en caso de incumplimiento de las obligaciones.
En la era de la infocracia, la ciudadanía exige, además, claridad y acceso a información sensible sobre los procedimientos normativos. Los ciudadanos necesitan saber qué datos se utilizan para tomar cualquier decisión; qué personas contribuyen a la toma de decisiones; cuáles son y si se respetan los procedimientos de regulación; con qué interlocutores se marcan los límites y alcance de las leyes debatidas y aprobadas en el Congreso.
En definitiva, la sociedad cada vez reclama más transparencia a sus representantes y las instituciones del Estado. Tenemos, pues, la obligación de fomentar esta cultura del libre acceso a la información y agilizar los cauces para ofrecerla a todos los niveles de verificación, contraste y control posibles.
Hablamos de trazabilidad, rastros y pruebas sobre el decir y hacer de la actividad parlamentaria para rendir cuentas: una suerte de auditoría ciudadana continua y permanente sobre el quehacer de congresistas y grupos parlamentarios.
La democracia es incompatible con los que atan y tratan de dejar todo atado y bien atado, de espaldas al escrutinio público. La racionalidad democrática es del orden de la apertura, de procurar espacios abiertos, no de instituciones y lógicas políticas cerradas.
La vindicación del parlamento abierto constituye, en este sentido, una apuesta por profundizar las formas y procedimientos legitimadores de la acción legislativa. Se trata, además, de medidas necesarias de publicidad de la acción política que cubre una laguna normativa que viene a responder a las recomendaciones del Grupo GRECO, fortaleciendo mecanismos en la lucha contra la corrupción.
Aunque tarde, es hora de fortalecer los procesos y órganos de control, garantizar un marco jurídico para la actuación del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno y la Oficina de Conflicto de Intereses y contribuir a un modelo de representación más transparente.
Ya el Plan de Acción para la Democracia propuso reformar esta situación de evidente déficit histórico en términos de derecho de acceso y escrutinio público con el desbloqueo de las opacidades de las políticas públicas que han imperado en el Estado por monarquías corruptas y dictaduras traficantes de los intereses de la oligarquía económica.
Conscientes de que no es posible la democracia deliberativa sin dominio público, sin transparencia, derecho de acceso ni participación del común, la solicitud expresada en sede parlamentario de organizaciones como Political Wacht nos emplaza a actuar de forma decidida en esta filosofía ya debatida en el Foro de Gobierno Abierto.
Pero España ha mantenido históricamente una tradición y cultura política marcada por el patrimonialismo y el cegado de canales, ventanas y medios de observación en defensa del interés general. Las propuestas de mejora y modernización del funcionamiento de la Cámara legislativa, centradas en la participación, la rendición de cuentas y la integridad, se antojan, aunque tardías, oportunas y diríase que urgentes a tenor del habitus operacional de algunos partidos y culturas políticas.
Frente a casos como el de Montoro, o el incumplimiento del Reglamento con la falsificación de los méritos curriculares, o haberes patrimoniales, no hay otra garantía que introducir mecanismos de fiscalización que faciliten los procesos de supervisión y rendición de cuentas.
Se trata de mejorar la calidad de nuestra democracia con información accesible de la actividad parlamentaria, dando a la ciudadanía herramientas de búsqueda y control de la acción legislativa. Ampliar el dominio público, hoy privatizado en la esfera de la información institucional, o en manos de las compañías de Silicon Valley, y resolver el déficit democrático cumpliendo con lo estipulado por la Comisión Europea en el compromiso cuarto del Plan de Gobierno Abierto no es, desde este punto de vista, una cuestión menor o tangencial.
El debate en estos momentos en el seno de la UE es si avanzamos en proteger las libertades públicas, la igualdad y la justicia social o se impone el dominio de los falsos patriotas, impostores del orden y progreso, que socavan derechos fundamentales y atentan contra el propio Estado, restringiendo por la puerta de atrás las libertades públicas a partir de la opacidad.
Es evidente que permitir o propiciar una mayor y mejor fiscalización de la actividad legislativa, y de sus representantes, contribuye a la necesaria regeneración democrática, promueve la eficacia del Estado y, además, trae consigo un aumento del índice de la calidad de nuestra democracia.
Todo lo contrario a lo que se propone la derecha ultramontana y el imperio de la impunidad de los defensores del tecnofeudalismo que nos quieren imponer, a fuerza de ocluir las vías de comunicación pública, una suerte de tiempo de silencio al modo de la ley franquista de secretos oficiales.
Por fortuna, este es un tiempo-encrucijada de apertura, tiempo de abrir y transformar nuestras instituciones. Una demanda de la sociedad civil que hace tiempo viene impulsando medidas y políticas congruentes con las exigencias de Bruselas, por el bien común y por salud pública pues saben que la máxima garantía y fortalecimiento de la democracia es cumplir, en palabras de Julio Anguita, con el imperativo categórico de toda etica política: transparencia administrativa y democracia consecuente.
Dura lex, sed lex
Decía Pepe Mujica que la vida nos enseña que siempre se puede estar peor. “La realidad social puede ser injusta y llena de desigualdades, pero hay que luchar por la democracia. Vale la pena. A pesar de todos los pesares. No se puede ser neutral. Estamos en plena revolución tecnológica que hace posible entrar y controlar la conciencia de las grandes masas. Ninguna dictadura en la historia de la humanidad ha tenido esos recursos. Hoy sabemos que esto existe y todos nos debemos comprometer, pues la batalla por la democracia está lejos del fin. Tengo esperanza en el ser humano. Cuidemos la democracia”. El consejo es del todo pertinente. Haríamos bien en tomar al pie de la letra la advertencia del viejo líder del Frente Amplio uruguayo hoy que la democracia vive amenazada por la ultraderecha y los magnates del capitalismo de plataformas.
El principio de la publicística “luz y taquígrafos” es contrario al ruido y las interferencias. Luego hay que procurar evitar la lógica del escuadrismo contrario a este principio. La ilustración oscura es un oxímoron. El exabrupto y la barbaridad es propio del género de la astracanada, una representación de opereta de mala calidad que oculta los intereses en juego, el muro de Wall Street al servicio del cual están los agitadores violentos de la ultraderecha, figuras del antiperiodismo que invaden el Congreso con el fin de violentar el decoro y la convivencia y hacer del espectáculo grabado una caja suculenta a golpe de clickbait. Todo ello en el marco de la impunidad y de la agenda oculta de la ultraderecha destituyente que ataca sistemáticamente nuestro sistema de representación. La reforma del Reglamento del Congreso responde a una necesidad sobrevenida ante la gravedad de las actuaciones del escuadrismo mediático en defensa de la profesión y colectivos como la Asociación de Periodistas Parlamentarios que sufren a diario la violencia de la vanguardia de la ilustración oscura.
Decía Jesús Ibáñez que la lógica de captura de las clases dominantes en este país siempre opera con opacidad. La caja negra es la lectura normalizada que comparten cuando hablan del principio democrático de luz y taquígrafos consustancial al parlamentarismo. Y, por ello, al igual que Ellon Musk, no quieren norma alguna que delimite su acción arbitraria. Las leyes las definen ellos. Pero sabemos que sin norma impera el abuso de quien tiene el poder de decir y hacer sin límite alguno, una anomalía por cierto en el contexto europeo, si se hace un análisis comparado. Urge por ello acometer esta asignatura pendiente de la democracia y abrir el debate en la esfera pública sobre el papel de los medios y las mediatizaciones que experimenta nuestro sistema político, con más falencias que potencialidades, desde el punto de vista de la calidad y del debido pluralismo interno. Tiempo pues de vindicar la ejemplaridad y cualificación de la democracia deliberativa. Por principio, todo representante público, y todo mediador, los profesionales de la prensa en particular, han de defender el interés público y cultivar la virtud y ejemplaridad propia de servidores públicos. Desde este punto de vista, la cortesía parlamentaria no es otra cosa que la traslación del imperativo categórico kantiano en el funcionamiento de la cámara.
La democracia es convivencia y el juego de mayorías y minorías, con respeto al pluralismo, siempre desde la educación y la atención al otro. Democracia casa mal con delación, señalamientos y formas de hacer y decir que violentan principios constitucionales elementales y el propio reglamento de la cámara sobre decoro y respeto a la palabra. En el caso de algunos medios y supuestos periodistas que operan en el Congreso lo menos grave que se puede decir es que han incumplido la debida cortesía como norma de comportamiento, abusando de su posición privilegiada para generar impactos rentables mediante la provocación, a lo Trump, en una manifiesta conducta de mala praxis deontológica, denunciada incluso por la FAPE. En el trasfondo de esta deriva, persiste una cultura de la impunidad que ha traspasado los límites de lo razonable. Todas las fuerzas parlamentarias hemos sido claros y unánimes en esta apreciación, salvo PP y VOX, la Santa Alianza ultramontana, que confunde libertad de expresión, con arbitrariedad, derecho de la libertad de prensa con la infoxicación y la mentira, y autonomía de los medios con concentración de las empresas periodísticas aliadas a sus intereses. En definitiva, defienden, dicho irónicamente, un solo mundo, y una única voz, la de ellos, aunque sea disonante y desafine. No son afectados, como es evidente, por estas actuaciones irregulares en el Congreso.
En las dos enmiendas a la totalidad presentadas por ambas formaciones coaligadas, se limitan a defender el artículo 20 con medidas austericidas, prohibiendo el uso de lenguas cooficiales, y confundiendo ejecutivo y legislativo para reducir el número de comisiones. Ninguna de ellas relativas a la Comunicación. Pues, a juicio del PP, la Presidencia puede actuar de oficio con el actual reglamento en la mano. Y lo hacen al tiempo que vienen afirmando en tribuna que la Presidenta tiene secuestrada la cámara. Suponemos pues que en la espiral del disimulo se trata de seguir con los efectos visuales, con los trampantojos, para mostrar lo que no es, para engañarnos diciendo defender la libertad de prensa cuando están alineados con Trump y su proyecto político de guerra cultural, censura y liberticidio. Ello explica no solo su aislamiento en la cámara en esta y otras cuestiones centrales y su nula capacidad de interlocución que niegan además al resto de fuerzas parlamentarias.
Sabemos que toda mediación y representación pública exige la escucha activa. La esencia del ser humano es el diálogo y por lo mismo la principal tarea de un periodista es la atenta escucha. Además del derecho a preguntar tiene el deber de escuchar al otro. Y respetar los turnos de palabra. El justo nivel de la comprensión humana y de toda crítica, el principio fundamental de todo demócrata, pasa por saber escuchar y hablar en un reparto justo, ordenado y proporcional de tiempos y turnos. La hinchazón, la provocación castiza, el arrebato sin seso, la provocación e impericia, el aldeanismo cerril y otra suerte de comportamientos contra la mayoría no son aceptables. Quienes militamos en la pedagogía de la esperanza no renunciamos a educar en la convivencia democrática pero parece tarea imposible con la deriva trumpista de la derecha ultramontana. El ensimismamiento de los partidos derechistas y sus terminales mediáticas parece abonado a la lógica de la embestida. La cámara de eco, la reverberación de un único discurso de odio y redundancia, la falsedad y mixtificación como norma, la epifanía de la verdad y la evidencia imponiendo a golpes una lógica tautista, de aislamiento, de negacionismo, que no tiene por objeto otra cosa que generar desconfianza y derruir las bases de representación y de la democracia es una amenaza para la dinámica parlamentaria y ha de ser atendida empezando por recordar que no hay democracia sin normas. Cuando la mala praxis deontológica impide la democracia deliberativa y el periodismo parlamentario se ve obstruido y amenazado por la violencia, es preciso tomar medidas. Es una cuestión de calidad democrática y de garantías constitucionales. DURA LEX, SED LEX.
Medianálisis. Dialéctica de la Actualidad Informativa
MEDIANÁLISIS. La mutación cultural de los medios y las mediaciones saturadas en la era digital proyecta un horizonte sobrecogedor de incertidumbres y contradictorias dinámicas que amenazan la democracia y la propia pervivencia de la humanidad. Desde la Inteligencia Artificial a la proliferación de nuevos dispositivos de dominio, de la infodemia al déficit democrático en los modelos de acceso y organización, los síntomas de la crisis de confianza en el dominio público dan cuenta de un malestar generalizado que afecta a las condiciones mismas de la reproducción social. La trama de relaciones de producción que favorece la apropiación corporativa de la expresión pública determina un proceso de control ideológico, propio del capitalismo de vigilancia, que restringe las libertades públicas y conculca derechos fundamentales como el Derecho a la Comunicación. La dialéctica de la información y el poder exigen, en congruencia, un análisis crítico de la coyuntura que esclarezca la infocracia tecnofeudalista a fin de vislumbrar alternativas de futuro y ensayar utopías digitales de progreso. Este libro es una aproximación exploratoria de los principales debates contemporáneos de la comunicación, escrito al cabo de la calle: entre el periodismo, la insumisa lectura radical de la historia y la política de los comunes.



