Autor: Albert
La fiambrera obrera
No me gusta la cultura del disimulo, ni Rosalía. Pero en el capitalismo excedentario, el exceso es la norma y sus uñas no solo dan grima ni sirven exclusivamente para llamar la atención, también dan cuenta de la emergencia de otra forma de imaginar la vida, un elemento de vindicación de clase que pone en evidencia la crisis del modo de producción. Lo paradójico es que, de Hollywood al hip hop, el estilo se manifiesta como política, a nivel formal, desconectado de una ética y propuesta transformadora. Iniciamos el siglo con la crítica del star system mediático a la cultura del chándal bolivariano de Hugo Chávez y hoy asistimos al triunfo de los elementos icónicos y las imágenes del universo quinqui en una democracia low cost, de baja intensidad, que en España es más característica del modelo chiringuito o del ingenio azucarero (economía fazenda). Esto es, del trap a Trump, la cultura subalterna ha visto alterada, en la era digital, los patrones estéticos y no tanto las lógicas de dominio. Ahora, el gusto por lo kitsch, por lo zafio, o considerado, de acuerdo a la norma dominante, de mal gusto corresponde a la tendencia al desborde del exceso de capital financiero acumulado manifestándose en la epidermis social, como en el barroco que tan bien supo entender Juan Carlos Rodríguez, en una suerte manierista de deseo de lo hortera. Como bien sabe el lector, en el siglo XIX en Madrid este calificativo definía al mozo o menestral empleado en el comercio de la capital, luego popularizado peyorativamente por los usos como equivalente a las formas llamativas que por imitación querían emular los usos y vestimenta de la burguesía. En definición del Diccionario Etimológico de Corominas, los que llamaban horteras en Madrid eran jóvenes que acudían al trabajo en el comercio llevando su comida en una horterilla que calentaban a la hora del almuerzo en la trastienda. Como había algunos puestos de trabajo donde no se podía calentar, supongamos, unas lentejas, muchos lo que llevaban en la hortera era únicamente fiambre, pan y fruta. Por eso la palabra hortera fue poco a poco abandonándose en favor de la fiambrera. De vueltas con la historia, hoy la vindicación de la cultura de la necesidad ya no es una pose de vanguardia situacionista de los ochenta en pleno apogeo del neoliberalismo. Está presente ya no solo entre obreros de la construcción. Ha ganado terreno en las universidades, entre el precariado que no llega a fin de mes, se ve entre los creadores culturales y la generación Instagram que emula el sueño dorado de las clases acomodadas y, más allá aún, se da entre las élites culturales que tienden a radicalizar sus códigos y estilos de vida para imitar a los sectores subalternos. Y no hablamos de la presencia habitual en el cine (de los herederos de Eloy de la Iglesia), la televisión (Brigada Costa del Sol) o el universo de las series de Netflix. Lo hortera es un fenómeno transversal que permea hoy la cultura zombie como antaño, con el inicio de la era del vil metal, tuvo lugar la literatura de pobre. Y tiene sus manifestaciones en el audiovisual, el arte o la música. Véase por ejemplo el caso de Califato ¾ o DMBK y la cultura kimkidelia del neofolklore en la música andaluza que se manifiesta sin complejos, fusionando, en la era neobarroca, formas y registros de otros códigos culturales. Hablamos, en fin, de manifestaciones de un nuevo ciclo de emergencia de la cultura plebeya que nos debe hacer pensar cómo rearticular el espacio de la estética y la política contrahegemónica para vindicar lo vulgar y las formas contemporáneas de protesta en respuesta al capital. Pues no solo de perrear vive el hombre. Es el momento de pasar del culipandeo y el postureo del capitalismo selfie a la toma de posición. Materiales de construcción no faltan.
El discurso ultramontano
El diálogo es una condición existencial, tal y como nos legó Paulo Freire. No hay sujeto sin voluntad de atenta escucha, pero en la sociedad del ruido y voxiferante, en la alborotadora sociedad del cansancio, la norma, afirma Byung-Chul Han, es la sordera, y este es nuestro principal problema democrático, considerando que el sistema cultural es materialmente autista.
El futuro, por contra, eso esperamos, debe ser el de la escucha activa, una sociedad de ciudadanos que oyen, atienden y, en consecuencia, logran aprender del otro. Un ideal de la Dictadura de la Pedagogía, como sugiriera Blas Infante, por hacer, y hoy más que nunca necesario. Y no, como propone Reventós, una sociedad que ignora el grito.
La indiferencia no es la cultura de la tolerancia. Antes bien, el futuro de España se adivina entre el discurso del miedo y el discurso del medio. La querencia del IBEX 35 por la Familia, la Tradición y la Propiedad, pareciera añeja, de otro siglo, el XIX.
Pero he aquí que seguimos anclados en el diseño canovista, de burgos podridos, caciques y oligarcas empoderados y un sistema político y electoral con su propio chivo expiatorio –los comunistas–, amenaza fantasma de los intereses rentistas de la casta acomodada en los consejos de administración, que se reparte los recursos y medios de vida, por encima de nuestras posibilidades.
Una casta que vive de la tradición como norma no cuestionable de la misa, el responso y los discursos meapilas sobre el destino universal y el imperio del nacionalcatolicismo. Una casta sin historia, con la que se impone el refugio de la familia, sin Estado, por una mal entendida concepción subsidiaria de lo público, entre la miseria, la dependencia y el citado extractivismo que dejan a los ciudadanos a la intemperie de una vida indigna, al pairo del Padre Omnipotente de la corona garante del orden y la confabulación de una narrativa decimonónica que condenó al ostracismo a liberales, intelectuales, líderes políticos y dirigentes que amenacen esta cosmovisión hoy dominante.
Y todo ello gracias, en parte, a la degradación cultural del sistema educativo y unos medios de contaminación masiva cuya función básicamente es evitar que la gente común piense, demande y exija lo que nos es propio, no vaya a ser que empecemos por pensar que esto de la Marca España –familia, tradición y propiedad– no sea más que una milonga, y el jefe del Estado, un mero traficante.
Así, tanto gusto de los de Serrano y la milla de oro por la caza y la montería termina resultando irremediablemente obsceno, un remedo de la estética madelman con la que echarse al monte a fuerza de pronunciar ilógicos panegíricos extremistas entre ridículas contradicciones y la falta de sentido de humor. Pues perdieron todo juicio, estética y razón.
Y es que la crisis civilizatoria que vivimos es pródiga para soluciones futuristas de violencia y velocidad, a golpe de tuit o de asesores improvisados titulados con Máster de saldo y ocasión. Por lo mismo, el discurso del odio y neofascista no debe ser combatido.
Todo experto en comunicación sabe que información produce información, como la dialéctica del fetichismo de la mercancía. La comunicación política ultramontana se combate con el BOE, con reformas fiscales, regulación del oligopolio eléctrico, con derechos y fiscalización social y con economía política, que es la caja negra que nunca nombran los del pin parental y otras ocurrencias premodernas.
Esto es, con ciencia y con conciencia, no subiendo el tono de voz, que es muy propio de una cultura, como digo, replicante, pero no dialógica, autista y no dialéctica, violenta y nada productiva. Una cultura, en fin, anclada en el pasado y poco cultivadora de la virtud y el ejemplo, que a fuerza de ir más allá, no sabe estar de vuelta. Es lo que tiene el espíritu ultramontano: nunca supo de los límites ni del arte de lo posible.
La caverna mediática
Decía Blaise Pascal que lo contrario de una verdad no es el error, sino una verdad contraria. En estos tiempos convulsos que vivimos, se procura no obstante estabilizar lo inevitable: un proceso constituyente, y el advenimiento de la III República. La historia se repite como farsa. Podría uno hacer un ejercicio memorialista sobre el 23F o la fabricación de presidentes (Suárez/González) con el blanqueamiento de la figura del Jefe del Estado y la dinastía borbónica, la peor plaga que ha asolado por siglos la historia de España. Pero no vamos a impugnar la razón burocrática de Estado, hoy toda una vergüenza en la gestión de la justicia, con la doctrina del lawfare aplicado en Cataluña. Sí conviene cuestionar, en cambio, el papel de la prensa, ejemplificada en un hijo del franquismo (no me refiero a Aznar) que es todo un referente del periodismo de transición: Juan Luis Cebrián. En plena crisis constitucional, el fundador del medio de referencia dominante (El País. Sábado, 28/10/2017), escribía, a propósito del régimen del 78, contra las fuerzas del cambio en un ejercicio clarificador, desde el punto de vista del análisis crítico del discurso, del sinsentido de argumentaciones ad hominem de quien nunca fuera a una Facultad de Comunicación, no sabemos si por apego al dinero o los oropeles del poder. El paso por una carrera de periodismo le hubiera sin embargo resultado provechoso para aprender a titular, siguiendo al maestro López Hidalgo, y evitar, por ignorancia, el uso de palabras connotadas como régimen. Un lapsus sintomático del verdadero problema iniciado con el 15M, que no es de gobierno sino, en efecto, de forma de Estado, como demuestra el uso de un vocablo que nos evoca la dictadura, donde en cierto sentido seguimos varados. Algunos en las cunetas y otros en OHL. Y es que, como todo estudiante de bachillerato bien sabe, las lecciones de la cueva de Platón deberían hoy reinterpretarse como tesis de la sociedad de pantallas, en la era del plasma que nos instituye para emular, necesariamente en la sociedad del espectáculo, la libertad como fe en las imágenes programadas para seguir en el universo
de la penumbra.
La élite estraperlista, el modo de hacer y pensar de la clase dominante en el capitalismo de amiguetes de esta España, bien retratada por Gregorio Morán en El mandarín, no alcanza a ver el problema actual en la corrupta forma depredadora del rentismo. Antes bien, todos nuestros problemas son los CDR, la “alianza espuria entre los agitadores antisistema, la adinerada burguesía nacionalista y el movimiento okupa de Barcelona”, cuando, en realidad, la destrucción de las bases de la Constitución del 78 y del tejido que da consistencia a la democracia postfranquista es resultado en buena medida de la ruptura del pacto social tanto como del narcisismo de sus líderes bienpagaos. No sé si por falta de compasión, de claridad o de no leer ni los informes de CÁRITAS. La reacción ultramontana de la caverna mediática con motivo de la investidura y el gobierno de coalición progresista ilustra, en cualquier caso, un escenario adverso de agitprop de consecuencias invaluables desde el punto de vista de la convivencia democrática. Como en el editorial “Contra la mentira”, donde Cebrián, Caño y otros agentes de las cloacas del Estado hablan de manipulación informativa en las redes sociales, los medios no solo desinforman, como con los montajes recurrentes contra el avance de la izquierda, sino que incluso niegan esta función vicaria. Por ello, la principal amenaza, como el neoliberalismo, de la democracia es la prensa y el periodismo mercantilistas. Una práctica atrabiliaria y vociferante de pobre imaginación comunicacional por la que hoy como ayer, los comunistas son siempre una amenaza, el fantasma o espectro que recorre España. Cabe pues plantearse, ahora que el viejo y gastado discurso macartista sigue operativo y reavivado al amparo del ars mágica de la informática, los bots, trolls y máquinas, supuestamente, rusas, cuando las pruebas apuntan en dirección exactamente contraria, qué hacer con la caverna mediática. ¿Tenemos alternativas a esta contaminación del medio ambiente social?
Las redes sociales constituyen un terreno que ha sido colonizado
¿Qué transformaciones trae consigo el cambio tecnológico? ¿Cuál es el papel de la comunicación y de los comunicadores en este escenario? ¿Qué se entiende por cultura y ciudadanía digitales? ¿Es el ciberactivismo una nueva realidad?
Estas interrogantes centraron la conferencia magistral de Francisco Sierra Caballero, catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, durante el evento Martí comunicador, organizado por la Asociación de Comunicadores de Cuba (ACC).
Las tecnologías han transformado el mundo y la visión que se tiene de él. Desde un punto de vista optimista, puede decirse que llegaron para desplazar la concepción de que el pueblo es una masa inerte, acrítica, incapaz de lograr un cambio radical en su entorno.
El escenario de hoy difiere de antaño. «Ya no estamos en tiempos de la industria masiva de comunicación hegemónica, de un modelo unilateral, unidireccional, centralizado, basado en la división del trabajo, en el que no tomamos en cuenta al receptor», dijo Francisco Sierra, en su conferencia en el Memorial José Martí de La Habana, en enero último.
Hoy cualquier ciudadano, teniendo como única herramienta un celular en sus manos, es capaz de reflejar su realidad más cercana. «Algunos teóricos insisten en un discurso pesimista, que afirma que el periodismo ha muerto con el auge de las tecnologías y el impulso de las redes sociales. No es cierto. El periodismo está más vivo que nunca», afirmó Sierra, quien forma parte del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura, y es Presidente de la Unión Latina de Economía Política de la Comunicación.
¿Qué transformaciones trae consigo el acceso masivo a las Tecnologías de la Información y la Comunicación? ¿Qué uso está haciendo la gente común de los símbolos, cómo construyen su experiencia a través de las redes? ¿Cómo la gente se encuentra, se solidariza, se intercambia y organiza?
La reciente oleada de protestas en América Latina, Europa y Asia es un claro ejemplo. Situó en el eje del debate el papel de las redes sociales desde el punto de vista del activismo digital, los movimientos en red, la construcción de la tecnopolítica o del ciberactivismo como una nueva realidad.
Existen casos como el 15m, en España; los Chalecos Amarillos, en Francia; el movimiento Yo soy 132, en México; la Revolución de los Pingüinos, en Chile, o los sucesos contrarrevolucionarios que tuvieron lugar durante la elección del referendo constitucional de Bolivia, en 2016, enumeró el académico.
«Estos ejemplos evidencian que en las redes sociales se está construyendo un espacio público distinto», dijo Sierra. «Desde una perspectiva materialista, lo podríamos considerar como una nueva alternativa a la comunicación de los canales institucionales clásicos, o medios convencionales», pecisó.
En cada caso lo importante ha sido la ocupación del espacio público, como fue el caso del movimiento 15m en España. No era tan relevante generar una movilización en las redes sociales, sino ocupar la plaza física, en este caso la Puerta del Sol, en Madrid. «La interpenetración entre lo físico y lo virtual es una de las características del nuevo entorno virtual», argumentó.
Por otro lado, el activismo digital implica un debate sobre cómo se construyen hoy esos frentes digitales, terreno que no se aborda en profundidad en nuestras universidades.
«En España actualmente no hay ningún estudio, ni un grupo de investigación en nuestro campo, que aborde el uso por los jóvenes de las nuevas tecnologías. Si no están viendo televisión, ni leyendo la prensa, como se ha comprobado, ¿qué hacen? No conocemos qué sucede, tanto en el ámbito doméstico, como en las organizaciones».
Francisco Sierra alertó sobre otros retos que deben asumir nuestras universidades. Entre ellos, señaló que «las fuerzas de progreso, como académicos e intelectuales, deben empezar a pensar que las transformaciones que están por venir en el mundo dependerán de las nuevas tecnologías, altísimamente concentrada en unos pocos territorios y empresas. Unos pocos están estableciendo protocolos normativos. Es un espacio que han colonizado».
No es casual que las nuevas generaciones estén cada vez más despolitizadas, se lamentó.
Por último, Francisco Sierra instó a «aprender de esos movimientos antes mencionados. Son prueba de que hay un nuevo imaginario de la emancipación y una nueva era de la cultura política. Estudiemos estos fenómenos, fortalezcamos los lazos transformadores de la gente que se ha apropiado de las tecnologías».
Preceptos abordados por Francisco Sierra
- Donald Trump ha empezado por una zona de influencia, pero la ciberguerra no inicia, ni es algo novedoso ahora en América Latina; es un proceso que se ha ensayado dentro del propio territorio de Estados Unidos, que se está ensayando, si hablamos de ciberguerra, como principal eje de disputa, en el conflicto con China, aunque todos apunten a Rusia.
- En Bolivia funcionó y hay que recordar que funcionó no solo ahora con el golpe de Estado, sino con el referendo de 2016. Los medios, al unísono y en alianza con las redes, tuvieron un relato sobre la falsa paternidad de Evo Morales, sobre corrupción no demostrada.
- Hoy, con las redes sociales, funciona aún más la Ley de la espiral de silencio (aquellas opiniones más sobrerrepresentadas tienden a imponerse aunque sean minoritarias), porque también existe el efecto burbuja, es decir, el aislamiento sicológico y social de los individuos, que suelen conectarse con amigos o redes con los que comparten una única visión.
- La doctrina de los golpes blandos se inició, justamente, en América Latina, en los años 80, cuando la ultraderecha estadounidense decidió elaborar una nueva estrategia política de intervención, que se experimentó en Centroamérica y en Nicaragua con la guerra sucia contra la revolución sandinista, y que se ha ido perfeccionando hasta hoy.
- Facebook, Twitter, las grandes empresas como lo han sido Microsoft, Apple, como lo fue ibm en el golpe de Salvador Allende, siempre han colaborado con el Pentágono y el Departamento de Defensa. Eso no ha variado.
- Hoy, con las nuevas empresas, el llamado capitalismo de las plataformas digitales es efusivo colaborador del gobierno de ee. uu. Esa colaboración se manifiesta en que el flujo no circula, tal como ha sucedido en Ecuador con el caso de Julián Assange, en el que Facebook y Twitter han procurado eliminar cuentas de las fuerzas progresistas para evitar el intercambio.
- Los youtubers son, en general, un fenómeno de una nueva cultura digital, que coincide con un discurso neoliberal de lo que se llama el emprendedorismo; ser un empresario de sí mismo es la máxima utopía liberal-conservadora.
- Las nuevas generaciones, por lo menos en Europa y en Estados Unidos, ya no consumen los medios periodísticos tradicionales.
- La posición de los actuales medios de comunicación masiva ha sido acusar que en las redes solo circulan las falsas noticias, pero lo cierto es que los principales difusores de las falsas noticias son las grandes agencias.
Nuevo enfoque sobre las ideas de Marx
El Instituto de Iberoamérica acogió ayer la presentación del libro ‘Teoría del valor, comunicación y territorio’ del catedrático e investigador Francisco Sierra Caballero. En las páginas del libro se invita al lector a volver a pensar a Karl Marx para comprender los cambios que se han dado desde que escribiera ‘El Capital’.
Ofrece Francisco Sierra Caballero conferencia magistral en La Habana
La emergencia de nuevos procesos de participación local y global han redefinido el contexto social, aseguró el catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla Francisco Sierra Caballero, quien impartió este jueves una conferencia magistral durante el evento Martí Comunicador”, organizado por la Asociación Cubana de Comunicadores de Cuba (ACCS).
El nuevo netactivismo del derecho a la ciudad hace que el ejercicio de la ciudadanía y el buen gobierno sean concebidos como la construcción no solo de procesos de inclusión y deliberación ciudadana, sino sobre todo como un proceso de lucha y apropiación por recursos difusos como Internet, aseguró en conferencia magistral que tuvo lugar en el Memorial José Martí, de La Habana.
Sierra Caballero presentó diez tesis sobre los cambios que se están produciendo en la sociedad contemporánea de la mano de las nuevas tecnologías, que “han transformado el mundo y la visión que se tiene de él”.
Desde un punto de vista optimista, dijo, puede decirse que llegaron para desplazar la concepción de que el pueblo es una masa inerte, acrítica, incapaz de lograr un cambio radical en su entorno.
El escenario de hoy difiere de antaño. Ya no estamos en tiempos de la industria masiva de comunicación hegemónica, de un modelo unilateral, unidireccional, centralizado, basado en la división del trabajo, en el que no tomamos en cuenta al receptor, aseguró
Añadió que hoy cualquier ciudadano, teniendo como única herramienta un celular en su mano, es capaz de reflejar su realidad más cercana. Algunos teóricos insisten en un discurso pesimista, que afirma que el Periodismo ha muerto con el auge de las tecnologías, y el impulso de las redes sociales. No es cierto. El periodismo está más vivo que nunca.
¿Qué transformaciones traen consigo el acceso masivo a las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación? ¿Qué uso está haciendo la gente común de los símbolos, cómo construyen su experiencia a través de las redes? ¿Cómo la gente se encuentra, se solidariza, se intercambia y organiza?
La reciente oleada de protestas en América Latina, Europa y Asia es un claro ejemplo. Situó en el eje del debate el papel de las redes sociales desde el punto de vista del activismo digital, los movimientos en red, la construcción de la tecnopolítica o del ciberactivismo como una nueva realidad.
Son el caso del 15M, en España; los Chalecos Amarillos, en Francia; el movimiento «Yo soy 132», en México, la Revolución de los Pingüinos, en Chile; o los sucesos contrarrevolucionarios que tuvieron lugar durante la elección del referendo constitucional de Bolivia en el 2016.
“Estos ejemplos evidencian que en las Redes sociales se está construyendo un espacio público distinto –afirmó Sierra-. Desde una perspectiva materialista podríamos considerar como una nueva alternativa a la comunicación de los canales institucionales clásicos, o medios convencionales”.
En cada caso lo importante ha sido la ocupación del espacio público, como fue el caso del movimiento 15M en España. No era tan relevante generar una movilización en las redes sociales, sino ocupar la plaza física, en este caso la Puerta del Sol, en Madrid. La interpenetración entre lo físico y lo virtual es una de las características del nuevo entorno virtual.
Por otro lado, el activismo digital implica un debate sobre cómo se construyen hoy esos frentes digitales, terreno que no se aborda en profundidad en nuestras universidades.
Aseguró Sierra Caballaero que en España actualmente no hay ningún estudio, ni un grupo de investigación en nuestro campo, que aborde el uso por los jóvenes de las nuevas tecnologías. “Si no están viendo televisión, ni leyendo la prensa, como se ha comprobado, ¿qué hacen? No conocemos qué sucede, tanto en el ámbito doméstico, como en las organizaciones”.
Entre los retos de la universidades frente a esta situación adelantó que “las fuerzas de progreso, como académicos e intelectuales, deben empezar a pensar las transformaciones que están por venir en el mundo dependerán de las nuevas tecnologías, altísimamente concentrada en unos pocos territorios y empresas. Unos pocos están estableciendo protocolos normativos. Es un terreno que han colonizado”.
No es casual que las nuevas generaciones estén cada vez más despolitizadas.
Invitó a aprender de esos movimientos vinculados al netactivismo. “Son prueba de que hay un nuevo imaginario de la emancipación y una nueva era de la cultura política. Estudiemos estos fenómenos, fortalezcamos los lazos transformadores de la gente que se ha apropiado de las tecnologías”.
El Dr. Francisco Sierra Caballero es catedrático de Teoría de la Comunicación e investigador del Instituto Universitario de Estudios sobre América Latina (IEAL), donde dirige el Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (www.compoliticas.org).
También, es editor de la Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación (REDES.COM) (www.revista-redes.com), experto en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana de la Unión Europea, y ha impartido clases y conferencias como profesor invitado en prestigiosas universidades y centros de investigación de España, Portugal, Francia, Italia, y América Latina.
Fundador de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación (AEIC), ha sido Decano de la Facultad de Comunicación (2005-2010) y Secretario del Departamento de Periodismo. En la actualidad, es Presidente de ULEPICC (www.ulepicc.org).
Sierra Caballero: La complicidad de las plataformas tecnológicas con el gobierno de EE.UU es absoluta
Desde que en 1993 culminó los estudios superiores en la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Sierra Caballero comenzó a trazar una carrera que deviene uno de los principales referentes en el campo académico y profesional de la comunicación a nivel internacional, con tantos reconocimientos, cargos y responsabilidades que de esbozarlos en este inicio ponderarían, cuanto más, un resumen maltrecho de su prolífica trayectoria.
Nuestro entrevistado es experto en Sociología del Consumo e Investigación de Mercados, en políticas de comunicación, nuevas tecnologías y participación ciudadana de la Unión Europea y especialista en Metodologías de la Participación. Actualmente, forma parte del Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura y es Presidente de la Unión Latina de Economía Política de la Comunicación.
Aunque ha impartido clases y conferencias como profesor invitado en prestigiosas universidades de España, Portugal, Francia e Italia; en América Latina también ha desarrollado una profusa actividad que incluye su rol como Director General del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal) hasta el 2017, evaluador y cargo académico del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile, la Secretaría de Educación Pública del Gobierno de México, la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social, la Asociación Iberoamericana de Comunicación y la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe.
El Coloquio sobre Martí, convocado anualmente por la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales y desarrollado entre los días 23 y 24 de enero, tuvo como invitado especial al Dr. Francisco Sierra, quien ofreció dos conferencias magistrales: “Comunicación, política y cambio social en la galaxia de Internet” y “Teoría marxista y la revolución digital”.
Usted fue director general de Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, con sede en Quito, una institución creada por la UNESCO para defender los derechos en la región. ¿Cuál es la situación de Ciespal ahora con el gobierno de Lenin Moreno?
Después de la década ganada lo que se ha vivido en algunos países, especialmente en el caso de Ecuador, es una vuelta a la receta neoliberal. Eso se ha traducido en una serie de medidas que ha llevado a derogar dos artículos sustanciales de la Ley orgánica de comunicación; vender dentro de la tradición de Lenin Moreno a Julián Assange que había sido una apuesta en política internacional, sobre todo del canciller Ricardo Patiño, y en el caso de Ciespal, cumplir una labor de cobertura de las realidades neoliberales y represivas del Estado para justificar una política con la que la mayoría de la población no está de acuerdo.
Como estoy desvinculado no tengo bien claro cuál puede ser el futuro de Ciespal, pero temo, incluso, por la propia supresión de ese organismo internacional vinculado a Unesco, para convertirse en un centro más del Estado y el gobierno. Eso sería un final muy triste para un centro que ha sido de radiación de pensamiento crítico en comunicación en América Latina.
Evidentemente, el programa de gobierno de Lenin Moreno no apuesta por los medios públicos, ni defiende las políticas activas de comunicación. Está volviendo al modelo anterior que va a hundir a Ecuador desde el punto de vista del talento humano y la formación de competencias.
Muchos investigadores hablan de una carrera armamentista en el ámbito digital que tiene a América Latina como polígono de pruebas, un ejemplo son las más de cien mil cuentas falsas creadas para legitimar el golpe de Estado en Bolivia. ¿Cuáles son sus consideraciones acerca de esa situación?
No se trata de que América Latina sea un laboratorio de proyecto imperial o geopolítico de reestructuración de la hegemonía. Donald Trump ha empezado por una zona de influencia, pero la ciberguerra no inicia, ni es algo novedoso ahora en América Latina; es un proceso que se ha ensayado dentro del propio territorio de Estados Unidos, que se está ensayando, si hablamos de ciberguerra, como principal eje de disputa, en el conflicto con China, aunque todos apunten a Rusia.
En mi libro La guerra de la información: Estados Unidos y el imperialismo en América Latina (2017), hay un recorrido histórico para el caso de América Latina. Lo que ha variado y reformulado es la doctrina de seguridad de Estados Unidos (EE.UU). Desde los documentos de Santa Fe, con Ronald Reagan, se comenzó a reformular la necesidad de hacer una estrategia menos militar y más ideológica. Ahí ya se concibe la guerra como una cuestión de ideología, de hegemonía, de disputa. Esa doctrina varió a partir de los trabajos de Gene Sharp sobre los golpes blandos, que incorporan la dimensión de las redes sociales donde se juega la disputa de la hegemonía, aunque en algunos casos han fracasado estrepitosamente como en Venezuela y Cuba.
En Bolivia funcionó y hay que recordar que funcionó no solo ahora con el golpe de Estado, sino con el referendo de 2016. Los medios, al unísono y en alianza con las redes, tuvieron un relato sobre la falsa paternidad de Evo Morales, sobre corrupción no demostrada. En el actual golpe diversos estudios han demostrado la proliferación de cuentas falsas y ese es el ámbito que complementa la estrategia del golpe blando. Todo eso está teorizado en los documentos de Santa Fe: se trata de la buscar un inobjetable objetivo moral por parte de las fuerzas imperialistas.
Hoy con las redes sociales funciona aún más la Ley de la espiral de silencio (aquellas opiniones más sobrerrepresentadas tienden a imponerse aunque sean minoritarias), porque también existe el efecto burbuja, es decir el aislamiento psicológico y social de los individuos, que suelen conectarse con amigos o redes con los que comparten una única visión.
La doctrina de los golpes blandos se inició, justamente, en América Latina, en los años 80, cuando la ultraderecha estadounidense decidió elaborar una nueva estrategia política de intervención que se experimentó en Centroamérica y en Nicaragua con la guerra sucia contra la revolución sandinista y que se va perfeccionando hasta hoy.
¿Es posible desatar acciones de manipulación en red sin la complicidad de las plataformas digitales?
La complicidad es absoluta y ese papel ha sido muy claro, por ejemplo, cuando comenzaron las movilizaciones en Brasil en defensa del Partido de los Trabajadores, el partido de Lula y de Dilma, se aplicaron diversos apagones informativos, no circulaba información. Facebook, Twitter, las grandes empresas como lo han sido Microsoft, Apple, como lo fue IBM en el golpe de Salvador Allende, siempre han colaborado con el Pentágono y el Departamento de Defensa. Eso no ha variado.
Hoy con las nuevas empresas, el llamado capitalismo de las plataformas digitales es efusivo colaborador del gobierno de EEII. Esa colaboración se manifiesta en que el flujo no circula, tal como ha sucedido en Ecuador con el caso de Julián Assange, en el que Facebook y Twitter han procurado eliminar cuentas de las fuerzas progresistas para evitar el intercambio. Han sido activos colaboradores tanto para generar procesos de proinsurgencia o contra la insurgencia con el propósito de evitar la movilización ciudadana que vaya en contra de los intereses geopolíticos y estratégicos de EE.UU.
Se ha construido una nueva arquitectura de la información y la comunicación en la que participan ya no solo los medios tradicionales, sino también los influencers y los nuevos medios sociales, ¿cuál es a su juicio el papel de estos actores en la democracia y el balance informacional de la sociedad actual?
Los youtubers son, en general, un fenómeno de una nueva cultura digital, que coincide con un discurso neoliberal de lo que se llama el emprendedorismo; ser un empresario de sí mismo es la máxima utopía liberal- conservadora. Hay youtubers con una línea crítica, nosotros en España, tenemos varios vinculados al Partido Comunista que cumplen una labor de sensibilización, sea para la igualdad de género, para la cooperación internacional con el pueblo saharaui, para defender los derechos de los trabajadores, pero normalmente los youtubers proliferan con ideologías conservadoras y sobre todo reproducen ese discurso que se hizo célebre cuando se aprobó la estrategia de Sociedad de la Información de los Estados Unidos: cualquier usuario puede construir su futuro a través del acceso y la conexión a Internet.
Eso es falso, y ahora tenemos un gran problema. En España, por ejemplo, tenemos una alta tasa de fracaso escolar, de abandono de los estudios, pues existe una generación que piensa que a través de un canal en YouTube pueden llegar a ganar millones; es como la vieja utopía de ser toreros. Ese elemento desde el punto de vista social, político y cultural yo lo calificaría como una realidad negativa.
La labor de los grandes medios o los medios convencionales es francamente preocupante, por tres factores. En primer lugar, las nuevas generaciones, por lo menos en Europa y en Estados Unidos, ya no consumen los medios periodísticos tradicionales. En segundo lugar, su posición ha sido acusar de que en las redes solo circulan las falsas noticias, pero lo cierto es que los principales difusores de las falsas noticias son las grandes agencias. En España, la profesión menos valorada, después de político, es la del periodista. Las personas no tienen confianza en los medios de comunicación, porque ahora tienen acceso a la información y al escrutinio público, pueden contrastar o hacer un contrapunto entre lo que dicen los medios y lo que dicen otras redes.
Hay una pérdida paulatina de las audiencias. Las jóvenes generaciones que están en las redes ya no consumen medios periodísticos. Mientras esto sucede, la interpretación de los grandes directores es que la gratuidad está poniendo en crisis a los medios. Eso no es verdad, sino que los medios no han cumplido su función. Siguen trabajando en la lógica, parafraseando a Manuel Castells, de un punto de emisión (medios de masas) cuando se conviven con múltiples puntos (masificación de los medios). Cada punto puede ser receptor, usuario o ciudadano, o un medio, incluso los periodistas de los propios medios son una fuente y un medio de comunicación por sí mismo. Realmente lo que está muriendo es el modelo masivo que se desarrolló en Estados Unidos y Europa, en el que había una opinión pública homogénea y el periodista era el intermediario cultural.
Y el tercer factor es que no tenemos claro cómo van a resurgir los medios en la era de las redes. Sin embargo, hay un buen momento para el periodismo narrativo en América Latina por su alta calidad. Está el soporte de las revistas, el formato libro, hay otras posibilidades de narrar historias en el espacio latinoamericano.
¿Qué papel tienen los medios de comunicación en la visibilidad de fenómenos de resistencia como en el caso de Chile?
Nefasto. En Chile, hemos defendido la necesidad de una Ley de comunicación, pues aún el sistema de comunicación chileno es el de la dictadura, pero esa necesidad aún no está madura. Chile está en un descrédito similar al que estamos viviendo en España. Los medios no recogen la realidad del pueblo chileno, por eso todo el pueblo está en la calle demandando la necesidad de democratización de los medios. El poder fáctico neoliberal de Chile terminará teniendo el descrédito total de la población.
Ya lo perdieron con la movilización de los estudiantes. Los estudiantes comenzaron con una movilización minoritaria para exigir la gratuidad de la educación y así lograron mantener durante más de tres o cuatro años movilizaciones continuas que lograron el respaldo del 70 o el 80 por ciento de la opinión pública. Ningún otro movimiento en la historia de Chile, ni pre democrática, ni durante la dictadura, había logrado tal respaldo.
Todo está cambiando, pero los medios siguen criminalizando la protesta, cerrando el enfoque. Quien conozca Chile y sepa lo que gana un médico, cuáles son los niveles de endeudamiento que tiene una hipoteca o simplemente estudiar una carrera universitaria, sabe que ya no solo las capas populares son quienes sufren, sino las capas medias. Y han dicho basta.
¿En qué estado se encuentran las leyes de comunicación en América Latina?
Hemos tenido un balance de grandes avances en la época ganada y de retrocesos muy rápidos. Falta pensar más en términos de teorías normativas para evitar lo que ha sucedido en Argentina, donde un movimiento tan fuerte de apoyo a la Ley de los 21 puntos, la Ley de Comunicación del gobierno de Kirchner, se desmontó totalmente en un año -arrasaron con los medios públicos, las defensorías de las medios- y se volvió atrás con procesos de regulación y control, favoreciendo el crecimiento de los monopolios del grupo Clarín. También necesitamos aprender desde la práctica para crear una institucionalidad que no mude con el cambio de gobierno.
Esa institucionalidad ha sido reversible tan rápido por la carencia de instancias internacionales, que ante una violación flagrante de derechos básicos, tomen medidas. De ahí que tenemos que aprender a crear sistemas más robustos jurídicamente para que esas políticas públicas no desaparezcan.
¿Cuáles son las vulnerabilidades de América Latina en el escenario digital y por qué podemos hablar de colonialismo tecnológico?
Podemos hablar de colonialismo tecnológico en primer lugar porque no hay soberanía tecnológica. La dependencia se ha mantenido, pues las instancias de regulación permanecen en manos de las corporaciones y de los intereses de EE.UU. Una vía para eliminarla puede ser reivindicando que esas competencias las asuma la UNESCO para poder reformular el sistema internacional de comunicación, de lo contrario América Latina puede reproducir el discurso falaz de que, a través de la tecnología, va a lograr su desarrollo. Es todo lo contrario: a través de la tecnología se incide más en su desarrollo cultural, informativo y, también, económico. A nivel internacional los organismos que regulan el sistema tienen una visión tecnocrática e instrumental que impide cualquier ámbito de democracia.
En América Latina, a pesar de que hemos adelantado mucho en las dos o tres últimas décadas, hace falta concientizar a la población. Los gobiernos y agentes progresistas deben entender que el primer eje de acción en el ámbito de digital es recuperar lo tradicional-ideológico y lo periodístico.
Quien fuera presidente de la UPEC y uno de los participantes en los debates de la UNESCO por la democratización de la información (NOMIC), Ernesto Vera, se lamentaba de que “mientras la mentira está organizada, la verdad está dispersa”. ¿Qué hacer desde la izquierda latinoamericana, en materia de políticas públicas, para enfrentar las estrategias de manipulación con la inteligencia artificial y la big data, sobre lo cual no parece existir compresión en el progresismo?
Uno de los fracasos que tuve como director de Ciespal fue intentar convencer en la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) de hacer una política de comunicación. El modelo que diseñó UNASUR daba escasas posibilidades al Secretario General para la autonomía política. Intentamos algo con un proyecto de anillo de conexión liderado por Venezuela, para que esa infraestructura no dependiera de EE.UU. Ese proyecto, hasta que estuve de presidente, no avanzó, paralizado por el bloqueo de países con posición conservadora como Colombia y Paraguay. Es necesario darle prioridad al frente cultural e ideológico, que las políticas de comunicación sean más articuladas y que pasen por el acierto que tuvo Hugo Chávez, de crear grandes medios y plataformas. Para eso necesitamos empezar desde la propia infraestructura, es decir, una red que no pase por Washington, quien domina de manera monopólica la red.
La cuestión es entender la política de comunicación no como un fenómeno del periodismo, sino como el eje central para el desarrollo económico y social de los pueblos de América Latina.
Movimientos urbanos y comunicación transformadora: elementos de análisis del nuevo activismo digital
La emergencia de nuevos procesos de participación local y global han redefinido el contexto social objeto de deliberación científica, apuntando la constatación de formas inéditas de acción colectiva. El nuevo netactivismo del derecho a la ciudad hace que el ejercicio de la ciudadanía y el buen gobierno sean concebidos como la construcción no solo de procesos de inclusión y deliberación ciudadana, sino sobre todo como un proceso de lucha y apropiación por recursos difusos como Internet, un proceso en fin de lucha por el código que exige una mayor permeabilidad y apertura cognitiva. Así, hoy asistimos a la proliferación de una nueva complejidad colectiva múltiple, y derivado de ello a una crisis de la representación, que demandan del pensamiento y la teoría social. La ciberdemocracia debe plantearse como una Economía Política del Archivo, como una crítica metacognitiva de la captura de la experiencia vivencial de la cibercultura, comenzando con los indicadores de inclusión digital y concluyendo con los modos de compartir y socializar el saber sobre lo social. En este marco es preciso plantear nuevos conceptos sobre la construcción del ágora virtual. El siguiente artículo aborda una revisión de la literatura especializada en la materia avanzando elementos para una crítica de los procesos tecnopolíticos contemporáneos a partir de un análisis estructural de los procesos de mediación y construcción colectiva de formas comunes de articulación de espacios autónomos por parte de los nuevos movimientos urbanos como resultado de la crisis de representación del régimen de mediación liberal.



