Políticas de Comunicación y Economía Creativa. El reto de la cultura y el desarrollo local

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Este ensayo plantea una reflexión crítica sobre el papel de la cultura dentro del tardo-capitalismo, en el actual contexto de ofensiva liberal, donde las grandes corporaciones culturales y mediáticas tienen el dominio total del discurso y dificultan el desarrollo local, la diversidad y el pluralismo inherentes a la cultura y las comunidades humanas.
Participación, ciudadanía, comunidad, cambio social, identidades, diversidad, cultura popular, nuevas tecnologías de la información y la comunicación son solo algunas de las palabras clave que definen este ensayo que aborda —desde el paradigma de la Economía Política de la Comunicación y de los Estudios Culturales— varios ejes temáticos:

  • Los problemas y limitaciones que plantea el concepto de economía creativa.
  • La incorporación de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación en todos los procesos culturales y de desarrollo local.
  • El papel activo de la ciudadanía y el poder democratizador de las políticas de comunicación.
  • Las condiciones materiales de la nueva política cultural en casos como el europeo o el brasileño.
  • Las transformaciones acaecidas en la ciudadanía y las ciudades planteadas como un reto para el desarrollo local.
  • La necesidad de plantear una ecología de desarrollo urbano sostenible que respete la diversidad cultural.

La economía política de la cultura, la comunicación y el conocimiento

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Francisco Sierra: “La monumental construcción de la filosofía materialista de Marx no hubiera tenido lugar sin su experiencia como periodista”.

Como los fumadores apasionados se citan a la intemperie para darse el gusto sin ceder ante el acoso de la intimidación, de una manera muy parecida tenemos este libro para agruparnos a su alrededor, en la lectura y el debate, los que creemos que sin el conocimiento sobre la comunicación no se puede avanzar en la política y la cultura.

Marxismo y comunicación [1], de Francisco Sierra Caballero, se lee en algunos tramos como una novela de la filosofía y a continuación como una crónica periodística pero me parece que en realidad es un reconstituyente para la anemia del desconocimiento sobre la comunicación que debilita a la izquierda. El catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, que forma parte del Consejo de Redacción de Mundo Obrero, nos propone “repensar los principales aportes marxistas en comunicación para pasar de la cultura de la resistencia a la razón emancipadora en movimiento”.

Desde Marx y Lenin hasta la “plusvalía ideológica” en la economía política de la comunicación, pasando por Gramsci y Brecht.

“Pensar hoy con Marx -advierte Sierra- exige una relectura de la teoría del valor y una actualización de cuestiones sustantivas sobre la mediación que tradicionalmente han constituido el agujero negro del marxismo”. Y propone “una teoría social de la mediación materialista y una lectura marxista de la comunicación y la cultura [2] que contribuya a interpretar los procesos de la revolución digital”. Nos hace pensar desde el principio, al asegurar que “la monumental construcción de la filosofía materialista de Marx no hubiera tenido lugar sin su experiencia como periodista”.

Capitalismo cognitivo

El libro que comentamos reclama a la izquierda que considere en profundidad la radical importancia estratégica del pensamiento en comunicación porque la información siempre ha sido determinante en la reproducción del capitalismo y la lógica del valor del actual capitalismo cognitivo se basa precisamente en la difusión del saber y la producción del conocimiento: “La comunicación contribuye a la desigual distribución de la riqueza, la información y el conocimiento en las sociedades contemporáneas, como parte de la estructura clasista de reproducción social, siendo los medios una parte estructural importante del ejercicio del poder”. “En España -añade Sierra- la investigación marxista sobre información y comunicación ha sido marginal incluso en las décadas de los sesenta y los setenta, cuando más activas y socializadas estuvieron las ideas socialistas y comunistas entre los trabajadores intelectuales”. Recomienda establecer dos elementos prioritarios en la agenda de las investigaciones: “El papel del Estado y de los servicios públicos y la explotación del trabajo creativo, cuestiones neurálgicas para el capitalismo cognitivo en su proceso de acumulación mediante la colonización de la sociedad entera por el capital”.

La investigación sobre la economía política de la comunicación “debe dar prioridad al estudio de los vínculos estructurales entre el sistema cultural y el desarrollo económico y al proceso de convergencia del sector de la comunicación con el sistema financiero internacional para un mayor conocimiento sobre los escenarios globales: la vinculación entre el Estado, el mercado, las corporaciones multimedia, los procesos de concentración industrial, las políticas públicas y el desarrollo económico”.

La información y el conocimiento como bienes comunes

La economía política de la comunicación “como punto de partida de una cultura común, reflexiva y crítica, vinculada a las redes sociales antiimperiales, para alternativas democráticas a la sociedad global de la información, recuperando el conocimiento como un bien común cuando en las contradicciones del nuevo orden imperial se abren brechas para las posibilidades del cambio mediante la movilización colectiva”.

Entre las muchas e imprescindibles aportaciones de este libro de Francisco Sierra me parece muy interesante la formidable documentación sobre la importancia de Antonio Gramsci y Bertolt Brecht como referentes para una teoría marxista de la comunicación y la cultura en la era digital. Sobre todo en “la alfabetización audiovisual como educación para la recepción crítica de los medios que ahora debe estar en el centro de las cuestiones políticas y sociales más importantes de nuestro tiempo”.

Con la advertencia de que “la comunicación transformadora y la estética revolucionaria dependen de los medios y de las expresiones y no sólo de los contenidos”, esta incitación al debate sobre el marxismo y la comunicación nos deja más interrogantes que certezas: “¿Desde qué bases y perspectivas puede activar el poder de la crítica sus dispositivos emancipadores? ¿Qué alternativas tenemos para la acción transformadora? ¿Cómo pueden ser reorientados los medios y las tecnologías de la información en un sentido democrático? ¿Qué líneas y ámbitos de actuación son prioritarios en el diseño alternativo de una sociedad de la información realmente para todos?”.

NOTAS:

1. MARXISMO Y COMUNICACIÓN. Siglo XXI. Su autor, Francisco Sierra Caballero, es catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla. Dirige la Sección de Comunicación y Cultura de la Fundación de Investigaciones Marxistas y preside la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura.

2. Nos recomienda “los dos volúmenes de Comunicación y Lucha de Clases que editamos en el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL)”.

Imagen y política

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La nueva etapa y cultura política podría reducirse a una operación de imagen, con una creciente personalización en el plano del liderazgo frente al desarrollo colectivo.

Los tiempos de incertidumbre y bifurcación, como los que se viven con la pandemia, son siempre proclives a todo tipo de proyección imaginaria: desde la distopía al principio a la esperanza de la transformación del mundo que habitamos. La imaginería se alimenta para ello de una variada nómina de materiales, empezando por los fragmentos o ruinas de la propia historia. Reordenando por ejemplo mis papeles, durante el confinamiento, para escribir sobre la obra de Sánchez Vázquez -a quien dedicaremos un homenaje en la FIM-, uno descubre joyas documentales, en lo personal y en lo político, que dan que pensar y decir. Una de ellas es una reseña del libro de Achille OCHETTO sobre la caída del muro y la deriva consecuente del PCI. Tres lecciones para la izquierda de “Un año inolvidable” (Ediciones El País-Aguilar, 1991) se apuntaban en el texto que viene bien rememorar aquí a propósito de la imagen en la política naif en nuestro tiempo. A saber: la necesidad de repensar la izquierda y renovar la teoría y práctica de la política emancipadora; la prioritaria disputa de la hegemonía, la cultura y formas hibridadas de mediación; y, por ultimo, finalmente, la centralidad del pensamiento y la teoría feminista desde el punto de vista de la innovación y las formas de articulación política, que el tiempo ha demostrado insoslayables.

Ahora, revisando este fragmento o apunte perdido en los archivos personales, cual arqueólogo de nuestro pasado inmediato, una advertencia me llamó poderosamente la atención dado que, con la debida distancia, resultó entonces premonitoria y hoy, además, cobra plena vigencia. Ochetto señalaba que la nueva etapa y cultura política podría reducirse a una operación de imagen. Y entonces, dejó escrito, nos veremos impulsados casi inevitablemente, también, a causa de los actuales modelos informativos y de la relación entre información y política, hacia una creciente personalización en el plano del liderazgo, dando gran poder al líder frente al decisivo desarrollo colectivo. Más aún, la cultura de la apariencia debida va más allá de las lecciones de Maquiavelo. Hemos sido colonizados durante un siglo por la narrativa hollywoodense de la pantalla total que, hoy con Netflix, carece de consistencia y pareciera que de la propia materialidad de la vida real. En la sociedad de consumo tardocapitalista, advierte Zizek, se impone el fraude escenificado en el que nuestros vecinos se comportan en la vida real como actores y extras de una superproducción global, cuando no de una puesta en escena obscena, participando activamente del espectáculo grotesco. Inmersos como estamos en la cultura Instagram, convendría por lo mismo, si de construir otro horizonte de progreso se trata, alterar esta lógica de la pregnancia de la imagen por una política del acontecimiento más densa, diversa y tramada en común. En esta tarea nos jugamos el futuro, la propia posibilidad de pervivencia de la humanidad mientras la audiencia permanence atenta a las imágenes que se proyectan equívocamente, superando los records de consumo televisivo de los últimos veinte años. Es hora, en fin, de apagar la tele y prender la imaginación. Con eso lo he dicho todo y no he dicho nada. Cosas de la democracia agonista de Moufffe, debe ser.

La fiambrera obrera

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No me gusta la cultura del disimulo, ni Rosalía. Pero en el capitalismo excedentario, el exceso es la norma y sus uñas no solo dan grima ni sirven exclusivamente para llamar la atención, también dan cuenta de la emergencia de otra forma de imaginar la vida, un elemento de vindicación de clase que pone en evidencia la crisis del modo de producción. Lo paradójico es que, de Hollywood al hip hop, el estilo se manifiesta como política, a nivel formal, desconectado de una ética y propuesta transformadora. Iniciamos el siglo con la crítica del star system mediático a la cultura del chándal bolivariano de Hugo Chávez y hoy asistimos al triunfo de los elementos icónicos y las imágenes del universo quinqui en una democracia low cost, de baja intensidad, que en España es más característica del modelo chiringuito o del ingenio azucarero (economía fazenda). Esto es, del trap a Trump, la cultura subalterna ha visto alterada, en la era digital, los patrones estéticos y no tanto las lógicas de dominio. Ahora, el gusto por lo kitsch, por lo zafio, o considerado, de acuerdo a la norma dominante, de mal gusto corresponde a la tendencia al desborde del exceso de capital financiero acumulado manifestándose en la epidermis social, como en el barroco que tan bien supo entender Juan Carlos Rodríguez, en una suerte manierista de deseo de lo hortera. Como bien sabe el lector, en el siglo XIX en Madrid este calificativo definía al mozo o menestral empleado en el comercio de la capital, luego popularizado peyorativamente por los usos como equivalente a las formas llamativas que por imitación querían emular los usos y vestimenta de la burguesía. En definición del Diccionario Etimológico de Corominas, los que llamaban horteras en Madrid eran jóvenes que acudían al trabajo en el comercio llevando su comida en una horterilla que calentaban a la hora del almuerzo en la trastienda. Como había algunos puestos de trabajo donde no se podía calentar, supongamos, unas lentejas, muchos lo que llevaban en la hortera era únicamente fiambre, pan y fruta. Por eso la palabra hortera fue poco a poco abandonándose en favor de la fiambrera. De vueltas con la historia, hoy la vindicación de la cultura de la necesidad ya no es una pose de vanguardia situacionista de los ochenta en pleno apogeo del neoliberalismo. Está presente ya no solo entre obreros de la construcción. Ha ganado terreno en las universidades, entre el precariado que no llega a fin de mes, se ve entre los creadores culturales y la generación Instagram que emula el sueño dorado de las clases acomodadas y, más allá aún, se da entre las élites culturales que tienden a radicalizar sus códigos y estilos de vida para imitar a los sectores subalternos. Y no hablamos de la presencia habitual en el cine (de los herederos de Eloy de la Iglesia), la televisión (Brigada Costa del Sol) o el universo de las series de Netflix. Lo hortera es un fenómeno transversal que permea hoy la cultura zombie como antaño, con el inicio de la era del vil metal, tuvo lugar la literatura de pobre. Y tiene sus manifestaciones en el audiovisual, el arte o la música. Véase por ejemplo el caso de Califato ¾ o DMBK y la cultura kimkidelia del neofolklore en la música andaluza que se manifiesta sin complejos, fusionando, en la era neobarroca, formas y registros de otros códigos culturales. Hablamos, en fin, de manifestaciones de un nuevo ciclo de emergencia de la cultura plebeya que nos debe hacer pensar cómo rearticular el espacio de la estética y la política contrahegemónica para vindicar lo vulgar y las formas contemporáneas de protesta en respuesta al capital. Pues no solo de perrear vive el hombre. Es el momento de pasar del culipandeo y el postureo del capitalismo selfie a la toma de posición. Materiales de construcción no faltan.

Conferencia “Ideología y Crítica de la Cultura en Bolívar Echeverría. Elementos para una teoría decolonial de la comunicación” en el Conversatorio “ECHEVERRÍA: Lectura semiótica, valor de uso y producción/consumo de las mercancías”